Desde Asia Occidental se opina que Estados Unidos está perdiendo terreno geopolítico con los países de esa región, y están virando hacia China. Esta pérdida de influencia es su responsabilidad.
"En un intento por salvar la menguante incidencia de su país en el Medio Oriente, el secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, se embarcará esta semana en una visita de tres días a Arabia Saudita", refiere el analista político senior de Al Jazeera, Marwan Bishara, al tiempo que argumenta que avanzar en la "cooperación estratégica" con sus homólogos saudíes y del Golfo puede resultar una batalla cuesta arriba.
De acuerdo con Bishara, el país norteamericano se ha ido retirando de la zona, lo que contradice la promesa de Joe Biden cuando asistió a la cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo el año pasado: "Estados Unidos no se marchará y dejará un vacío para que lo llenen China, Rusia o Irán".
Pero son precisamente esos países quienes están ocupando su lugar en la región. Una muestra de ello es que mejoraron las relaciones con Beijing y Teherán y mantuvieron fuertes lazos con Moscú, pese al reproche de Estados Unidos.
Esa retirada empezó hace dos décadas cuando Estados Unidos incrementó la producción de petróleo y gas, prácticamente independizándose de la energía que preveía el país saudita. Puede ser que no necesite del petróleo de los países del Golfo, pero naturalmente su influencia disminuyó en la medida en que fueron mermando los negocios.
Aun sin su presencia no quiere ceder espacio a otras potencias emergentes. Recientemente la administración Biden aumentó la presión sobre algunos Estados de Asia Occidental advirtiendo que no ayuden a Rusia a evadir las "sanciones" o, de lo contrario, enfrentarán la ira estadounidense y la de sus vasallos del G7. Pero fue en vano.