Jue. 26 Diciembre 2024 Actualizado Sábado, 14. Diciembre 2024 - 10:42

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El saneamiento de la industria es el primer paso para consolidar todo lo avanzado y configurar una perspectiva de estabilidad en la producción y exportación en el mediano plazo (Foto: Ariana Cubillos / AP)

El desafío crucial de la industria petrolera

La recientemente revelada trama de corrupción en el corazón de PDVSA ha vuelto a poner en relieve la materia pendiente de la restructuración de la industria, acosada desde hace años por una ofensiva general de "sanciones" que impacta sustancialmente en su operatividad, capacidad productiva y canales de comercialización con el extranjero, lo que ha derivado en consecuencias negativas para el conjunto de la economía nacional.

La "era Ramírez"

El gran peso que la compañía estatal ejerce sobre el desempeño económico del país, al representar la principal fuente de ingreso en divisas, ha afianzado la noción de que PDVSA es el núcleo de poder real del país. Esta percepción no es de factura reciente, y tampoco puede decirse que se base en premisas falsas. La constitución de Venezuela como un petroestado ha configurado su existencia económica y política en el último siglo, y ha puesto a la industria en el centro de una dinámica conflictiva de distribución de poder y recursos.

La consciencia de que PDVSA es una especie de "Estado dentro del Estado" no sólo ha cruzado las décadas sino que en la propia trayectoria de la Revolución Bolivariana ha tenido implicaciones políticas significativas, especialmente en el desarrollo de la industria y sus procesos de conducción.

El punto de inflexión en el proceso político venezolano producido por la muerte abrupta del presidente Hugo Chávez en 2013 expresa con bastante claridad el impacto que esta noción, inalterada en el tiempo, ha tenido en momentos decisivos.

El ascenso de Nicolás Maduro a la máxima magistratura de la República ese mismo año empezó con la complicación de que un sector político había hecho de PDVSA un feudo de poder, con Rafael Ramírez a la cabeza.

Ramírez fue el director de orquesta de la petrolera venezolana durante 10 años, un arco temporal lo suficientemente amplio como para dar forma a una cultura institucional específica que abarcó todos los planos de la industria y que lo tenía a él como referente.

Los sonoros casos de corrupción que se revelaron tiempo después de su salida de la presidencia de la estatal y del Ministerio de Petróleo y Minería en 2014 sirvieron para confirmar cómo, durante su gestión, Ramírez enriqueció a su círculo personal mediante una arquitectura de desfalco discreto a partir de ventas irregulares de crudo, contratos fraudulentos y transferencia de fondos de la industria al extranjero, que fueron medrando progresivamente la compañía.

La ruptura de Ramírez con el chavismo en 2017 también desvelaría que el "zar petrolero", así antes denominado por los medios opositores, se veía a sí mismo como un actor de poder independiente, con ambiciones y aspiraciones propias, al que la autoridad del presidente Maduro le generaba incomodidad.

El boom de los precios del crudo en la última etapa de Hugo Chávez al frente del gobierno facilitó que la mecánica del saqueo pasara desapercibida en medio de una insólita lluvia de petrodólares.

El fin de la "era Ramírez" implicó para el naciente gobierno de Nicolás Maduro su primer desafío de gestión: Reestructurar la industria petrolera, sobrecargada con una deuda inmanejable de más de 100 mil millones de dólares, presionada por un ciclo bajista de los precios internacionales entre 2014-2016 y con buena parte de sus procesos operativos desarticulados.

Una cultura institucional de corrupción

Pese a los cambios gerenciales impulsados por el presidente Maduro, que llevaron a Eulogio del Pino y posteriormente a Nelson Martínez a la conducción de la compañía, las huellas de la "era Ramírez" siguieron siendo significativas en el desempeño de la industria.

Estos intentos de recomposición no resultaron exitosos, por lo que fueron concebidas ofensivas anticorrupción que tuvieron por saldo capturas sucesivas de altos gerentes y de los propios jefes de la compañía, quienes estaban inmersos en redes de corrupción, en medio del desplome internacional de precios y prefiguración del esquema de "sanciones" destinado a precipitar el colapso de la empresa.

Los escándalos de corrupción de las administraciones de Del Pino-Martínez no eran de una cepa diferente. Estaban circunscritas a una cultura institucional corrupta que permeó todos los eslabones de la compañía y que había encontrado mecanismos propios de reproducción, los cuales se intensificaron cuando el fin del esquema de reparto y saqueo de los tiempos de la bonanza abrió paso a una lógica de depredación que extraía beneficios a costa de la viabilidad operativa de la industria.

La resistencia que imponían las secuelas de la "era Ramírez", más el contexto de "sanciones" destructivas contra PDVSA entre 2017-2020, originaron nuevos problemas que redujeron el éxito de una nueva apuesta por la reestructuración y saneamiento de la compañía.

Los obstáculos de un nuevo modelo de comercialización

El endurecimiento de las "sanciones" estadounidenses contra PDVSA forzó la configuración de un nuevo modelo de comercialización por canales distintos a los habituales debido a la imposibilidad de exportar bajo mecanismos regulares.

El esquema diseñado para comercializar el crudo venezolano y obtener ingresos tomó como precedente varias experiencias de elusión de "sanciones" petroleras, entre las que destaca el caso de Irán, icónico por su efectividad y prolongación en el tiempo.

Siguiendo este antecedente, se tomaron medidas de negociación excepcional cuyo eje operacional radicaba en una red de intermediarios en terceros países, buques con registros que cambian permanentemente, celebración de contratos discretos para evadir la persecución estadounidense y pasarelas de pago que incluían depósitos en bancos lejos del radar del sistema financiero controlado por ese país.

El cuadro de bloqueo y boicot planificado sobre sus operaciones convencionales creó el principal nudo crítico en la industria en estos momentos: Posicionar el petróleo en el mercado internacional. Este factor es transversal a todos los procesos de la industria porque impacta sobre los ingresos, la inversión y en el aumento de la producción.

Adicional a las exportaciones de crudo el bloqueo generó otros obstáculos inéditos en los procesos de despacho hacia Venezuela que son elementales para el desempeño de la compañía, como la importación de diluyentes —nafta o crudos livianos, necesarios para procesar crudos extrapesados— y aditivos destinados a la producción de combustible para el mercado interno.

Este esquema ha sido muy complejo de ejecutar por su propia naturaleza cambiante, al tratarse de operaciones en el extranjero canalizadas por terceros a través de contrataciones discretas con operadores marítimos.

Es en la cadena de logística y de despacho donde el país tiene más dificultades, es decir, en los procedimientos para sacar el crudo físicamente y asegurar su llegada a destino, los cuales deben ejecutarse con la mayor de las reservas para evitar posibles incautaciones de Estados Unidos.

La trama de corrupción y las urgencias económicas del momento

Aunque todavía no está demasiado claro el método de funcionamiento de la trama de corrupción que incluye la alta gerencia de PDVSA y la dirección de la Sunacrip, ente que rige la política en materia de criptoactivos del Estado venezolano, es lógico inferir que el modelo de comercialización que se había diseñado redujo su efectividad y quedó expuesto a mafias que sacaron provecho personal del esquema y terminaron debilitándolo.

El nuevo caso de corrupción en PDVSA, catalizado esta vez por los incentivos a la corrupción que generó la aplicación de "sanciones" contra la industria, pone en evidencia que la reestructuración de la compañía venezolana sigue siendo un desafío persistente, el cual se ha vuelto más apremiante ya que sin un flujo de caja petrolero sostenido en el tiempo luce complicado consolidar el ciclo de recuperación y reactivación económica que comenzó en 2021.

Los problemas asociados con la contraloría, el seguimiento de los recursos y la supervisión sobre los flujos de la industria han llegado a su punto clímax con las últimas revelaciones, pues han puesto en peligro los éxitos de la recuperación económica alcanzados hasta ahora y la propia operatividad del esquema comercial excepcional que permite proseguir con las exportaciones.

En vista de la gravedad de la trama y sus alcances, la apuesta de reconfigurar la industria ha sido equivalente en su intensidad debido a que el futuro económico del país depende de que dicha recomposición se lleve a cabo con efectividad y firmeza, logre suprimir los elementos de cultura institucional de impunidad aún presentes y readecúe un modelo de comercialización que requiere un fuerte ajuste de sus arquitectura de controles y seguimiento.

En síntesis, después de los éxitos conseguidos en materia económica, político-institucional y geopolítica, la reestructuración de la industria es el ámbito que todavía falta por completar para que el presidente Maduro pueda armonizar su modelo de gestión político-económica, lo que deberá fortalecerlo en el mediano y largo plazo.

Las circunstancias internacionales

Además del plano doméstico, la reconstitución de la industria es vital en virtud de los nuevos reacomodos energéticos que se vienen dando luego del escalamiento formal de la guerra en Ucrania hace un año.

Venezuela ha quedado demasiado expuesta a la órbita occidental luego de que Rusia reorientara sus exportaciones de energía que destinaba a Europa rumbo al mercado asiático, como respuesta a las "sanciones" integrales de las potencias occidentales.

Incluso Arabia Saudita tiene a China ahora como primer cliente de sus exportaciones. Adicionalmente, no hay grandes reservas petroleras a desarrollar en el mundo occidental y de alguna manera Venezuela sigue siendo un punto de referencia.

En este reacomodo, entre cuyas consecuencias se produce una guerra de descuentos y una competencia aguda por cuotas de mercado en medio de un exceso de oferta, la adaptación de PDVSA es un asunto de Estado de primer orden. Además, a medida que el diálogo en México sigue estancado, la exposición antes comentada hacia los mercados occidentales crece ya que no se prevé un levantamiento del bloqueo en el corto plazo.

Venezuela ha profundizado su relación petrolera con los socios de confianza del mundo multipolar, para cuyo fortalecimiento es urgente sanear la industria de elementos corruptos consolidados en los procesos claves de PDVSA. Procesos alterados que no sólo han afectado la generación de ingresos sino el horizonte de posibilidades para construir la confianza necesaria que permita captar inversiones en infraestructura y producción, neurálgicas con vistas a levantar la producción y estabilizar integralmente la industria.

Muestra de ello fue la visita del presidente de la estatal petrolera rusa Rosneft, Igor Sechín, hace pocos días.

La empresa Rosneft había sido sancionada en 2020 por su relación con PDVSA. La sociedad que tenía la petrolera rusa con PDVSA, en una modalidad de participación minoritaria en las empresas mixtas como Petromonagas, Petromiranda y Petrovictoria habían sido asumidas por la compañía Roszarubezhneft, directamente adscrita el Kremlin.

Pero ahora, con Rusia bajo "sanciones", Rosneft ha vuelto.

De la reunión emanó el anuncio de la disposición de Rusia en ayudar a aumentar la producción de crudo en Venezuela y estudiar posibilidades de crecimiento de las exportaciones en los mercados. Esto apunta indefectiblemente al factor de logística y despacho desde Venezuela.

Por otro lado, Venezuela realiza nuevos esfuerzos con Irán para fortalecer su flota de buques. Con la nación persa se ha anunciado en febrero pasado el contrato para la fabricación de dos nuevos buques, que serán construidos por Iran Marine Industrial Company (Sadra) en su astillero Bushehr, en Irán.

Si miramos la proporción de Rusia, Irán y Venezuela, países bloqueados y gestadores de nuevas prácticas al margen de la formalidad comercial, es evidente que se está conformando una importante arquitectura paralela de la energía, perjudicial para el andamiaje comercial creado por los países que han orquestado los bloqueos.

Esto puede tomar más forma y alcance, e incluso Venezuela podría seguir aumentando su cuota de exportación desde este nuevo "ordenamiento comercial furtivo".

Los nudos críticos de la reestructuración

La industria demanda una fuerte inversión que no es posible efectuar en las actuales condiciones de bloqueo y redes de corrupción abordadas recientemente. No obstante, algunos avances en materia de adecuación operativa, estrechamiento de las asociaciones y nuevos movimientos permiten hacer un mapa de nudos críticos que es necesario reseñar, y donde el acento de la reestructuración debería afianzarse.

PDVSA ha adquirido 2 millones 800 mil piezas de repuestos a cargo de Irán para las refinerías venezolanas. Esto quiere decir que, en materia de refinación, el país ha salido de la dependencia estadounidense, aunque el largo aliento de adecuación tecnológica y cambio en el sistema de procura seguirá siendo un proceso complejo.

En materia gasífera, Trinidad y Tobago logró una licencia del gobierno estadounidense para operaciones conjuntas con Venezuela. Colombia está solicitando también una exención para recibir gas de Venezuela.

Según fuentes de PDVSA, el país podría recuperar unos 500 mil barriles por día (bpd) de producción en pocos meses si logra resolver sus problemas de "producción diferida por déficit de infraestructura". Esta categoría incluye campos recuperables de crudo o campos que hasta hace poco estaban funcionando y que han sido despojados de cableados esenciales.

La cifra a recuperar debe ir en coherencia con la posibilidad de colocación de crudo en el extranjero. Sin embargo, el crudo sujeto a estas posibilidades de recuperación es fundamentalmente liviano; se ubica en el sur del lago de Maracaibo, en la Reserva Tomoporo (Trujillo).

Los campos maduros de Barinas y Apure contienen crudo liviano y algunos de ellos pueden ser recuperables. La cuestión de este tipo de crudo es inherente a la dieta de las refinerías nacionales, al uso de los livianos como diluyentes de los pesados y a su alto valor comercial.

Venezuela debe maniobrar un riesgoso proceso de exportación de tipo furtivo. Cualquier variación en los despachos impacta en su flujo de producción y lo hace variable. Su facultad de "aguante" para afrontar estas oscilaciones está en su capacidad de almacenar. Para el largo aliento que supone durará el bloqueo y las variaciones del negocio "furtivo", el país amerita no depender de tanqueros alquilados para almacenamiento costa afuera.

En 2020 PDVSA tuvo más de 35 millones de barriles de crudo almacenados en tierra y en alta mar. Sobre el papel, la compañía tiene aproximadamente 70 millones de barriles de capacidad de almacenamiento en tierra en todo el país, pero casi la mitad de esta cifra se ha reducido durante la última década debido a la falta de mantenimiento y al deterioro de la infraestructura de la corriente media, como tuberías y bombas. Además, este tema concierne a la seguridad estratégica del país.

En cualquier caso, avanzar en el saneamiento de la industria es el primer paso para consolidar todo lo avanzado y configurar una perspectiva de estabilidad en la producción y exportación hacia el mediano plazo.

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