Sáb. 23 Noviembre 2024 Actualizado ayer a las 6:34 pm

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Ahora Rusia pasará a una fase militar de defensa de soberanía (Foto: Mikhail Tereshchenko / TASS)
Análisis y mapa de posibles escenarios

Qué viene ahora luego de la incorporación de nuevos territorios a Rusia

Los resultados de los referéndums de adhesión a Rusia de las regiones de Donetsk, Lugansk, Zaporozhie y Jersón celebrados en las últimas semanas, donde la opción del "Sí" obtuvo una abrumadora mayoría superior a 90%, fueron ratificados el día de hoy por el presidente de la Federación Rusa, Vladímir Putin, con la firma de los tratados de inclusión de estos territorios dentro de la soberanía del país euroasiático, un paso previo a la ratificación final por parte de la Duma, el Consejo de la Federación y la Corte Constitucional, que se espera ocurra el 4 de octubre.

Son varias las repercusiones internacionales de este hecho y también diversos los escenarios que pueden abrirse a partir de ahora, tanto para el curso de la geopolítica global (legislación internacional, ejercicio del poder geográfico) como para la evolución interna del conflicto en Ucrania y su entorno inmediato.

Implicaciones directas del acontecimiento

Este paso del presidente Vladímir Putin implica un cambio táctico en el enfoque inicial dado a la Operación Militar Especial (OME), que va a mantener sus atributos principales. El objetivo sigue siendo la desnazificación y la desmilitarización de Ucrania.

Sin embargo, ahora la operación militar tendrá un carácter defensivo, de custodia de la seguridad nacional y la integridad territorial de la Federación, en tanto los combates y la ofensiva de Ucrania, respaldada por la OTAN, ahora quedará circunscrita dentro de sus fronteras.

El movimiento de Putin es un paso intermedio, manejable, entre la anticipación a una mayor escalada occidental y la declaración de guerra formal a Ucrania. Esto implica un cambio en la táctica para cristalizar la liberación del Dombás, uno de los ejes principales de la OME, que ya ha ocurrido de facto con las incorporaciones, pero sin pasar por el ruido adicional de declarar un estado de guerra.

La lectura militar hecha por Putin es que la combinación de milicias locales en el Dombás, combatientes chechenos, militares de compañías privadas de seguridad como el Grupo Wagner y un contingente reducido de tropas regulares de la Federación, se enfrentan a un flujo colosal de armas, herramientas de espionaje y unidades mercenarias de la OTAN que ha provocado un estancamiento de los avances en el frente.

Ante esto, las incorporaciones de los territorios le permiten a Rusia canalizar de una manera más efectiva la recientemente anunciada movilización parcial de las reservas de la Federación, bajo una nueva comprensión del escenario y el campo de batalla: no implica una guerra en el extranjero, sino una movilización para la defensa de la integridad y la dignidad del país.

Hay, también, un vuelco cualitativo en la narrativa rusa con la ratificación de los referéndums de las cuatro regiones. Este vuelco consiste en una mayor capacidad de movilización social y política en defensa de la Patria, una mayor conexión con la operación militar y sus objetivos, dado que, todo lo que ocurra en estas regiones a partir de ahora, será considerado como un ataque directo contra la Federación.

Una de las claves de este paso de Putin es que ha configurado las condiciones institucionales, políticas y militares para que el conflicto en Ucrania se resuelva en sus términos, bajo sus propias reglas. Rusia no se moverá de las posiciones alcanzadas hasta ahora, tanto militares como políticas, y las incorporaciones de estas regiones reflejan la intención de no dar marcha atrás en su voluntad de suprimir la hostilidad y el factor de amenaza que representa Ucrania, en la medida en que se trata de la plataforma proxy para que la OTAN (Estados Unidos) libre la guerra contra el "mundo ruso".

En el plano internacional, son predecibles las reacciones que vendrán, bajo el credo del "orden internacional basado en reglas", el uso y abuso de la Carta de Naciones Unidas y otras reinterpretaciones unilaterales sobre el "deber ser" de las relaciones internacionales que pregona Occidente; todas las acciones políticas y militares emprendidas por Rusia se basan en el artículo 51 de la Carta, sobre el derecho a la autodefensa.

Sin embargo, las incorporaciones de las regiones reflejan que Putin está operando bajo una lógica de desmontaje de ese entramado normativo e institucional, a razón de que el único beneficiario es Occidente y que fue justamente esa arquitectura de funcionamiento del orden internacional lo que llevó a Europa del Este a la situación actual.

Este hecho implica, además, el desprendimiento casi definitivo de Rusia del orden occidental atlántico, tanto a escala económica, financiera, energética y también institucional, y un mayor afianzamiento de la Federación en el eje euroasiático, con una pata en los BRICS y otra en la Organización de Cooperación de Shangái (OCS), en cuyo desarrollo también se vienen elevando las apuestas por una moneda alternativa al dólar, con todo lo que implica: nuevos sistemas de pagos y nuevos arreglos de intercambio comercial, inversiones y proyectos estratégicos.

Escenarios posibles a partir de ahora

Con la declaración de movilización parcial y el reconocimiento de los oblasts ahora como parte de la Federación, el desarrollo de mayor probabilidad será una modificación del estatus de la OME por el de una Operación Antiterrorista. A diferencia de la OME, una Operación Antiterrorista tiene precedentes (Chechenia, 1999) y su propia modelación tanto en la política interna, en su estructura legislativa y legal, como en la forma que cobrará en términos militares, en especial en materia de contrainsurgencia, empleo de fuerzas especiales y reconfiguración del campo de batalla (objetivos, empleo de recursos no-convencionales, delimitación táctica, operaciones de contrainteligencia intensivas).

El escenario antes descrito es de alta probabilidad, y esto obedece al patrón de acciones terroristas y de crímenes de guerra que el ejército, los batallones neonazis y mercenarios, y los servicios de inteligencia ucranianos ya tienen tiempo empleando en estas cuatro regiones. En el caso de Donetsk, con ataques de artillería a zonas residenciales y objetivos civiles; en el caso de Jérson y Zaporozhye, asesinatos selectivos, atentados bomba, intentos de incursiones. Algo que, retroalimentando esa declaración de defensa nacional, es probable que en un primer momento aumente, toda vez que en esa materia se ha tenido más éxito que en los intentos de muy declaradas contraofensivas, en particular en Jérson.

Una hipótesis, que probablemente se confirme en el corto plazo, es el despliegue de nuevos sistemas de armamento estadounidenses capaces de alcanzar ciudades dentro del territorio ruso, como los misiles superficie-superficie MGM-140 ATACMS, además de otros esquemas tácticos de escalada y provocación militar, del mismo modo en que la OME a finales de febrero se anticipó a las intenciones de una ofensiva relámpago sobre el Dombás aprovechando todos los activos de reforma militar de los últimos ochos años del ejército ucraniano. Con la absorción político-territorial de los cuatro oblasts esta posibilidad se mantiene, peligrosamente. Esto se dilucidará, con bastante seguridad, en el corto plazo.

El más que probable acto de sabotaje a los gasoductos del Nord Stream, del que el servicio de inteligencia exterior ruso, el SVR, anunció tener pruebas de implicación occidental es otra variable volátil que pudiera reflejarse en otro elemento a considerar en el marco general: respuestas asimétricas e indirectas, por ejemplo, en otras zonas de conflicto donde también el propio Estados Unidos ha buscado complicar la situación política o militar de la periferia rusa, trátese de Siria, la frontera armenia-azerí u otros escenarios.

Bajo ese marco, acciones militares, sobre todo contra canales logísticos y líneas de suministros en las fronteras OTAN de Ucrania, son también una posibilidad cuya plausibilidad irá de la mano a partir de hacerse efectivo el ingreso de los nuevos sistemas de armamento, algo que pudiera materializarse particularmente en Polonia (el más proactivo en el "esfuerzo militar" de la OTAN) como en Rumania o Eslovaquia (Bulgaria paulatinamente se abstiene con mayor grado de decisión).

Una prolongación de lo que será oficialmente la línea de contacto hacia los oblasts de Nikolaev, Krivoy Rog y Odesa también se encuentran sobre el tapete. De hecho, se trata de regiones que actualmente son objeto de intercambio de rondas de artillería y ataques aéreos de las Fuerzas Aeroespaciales rusas. Una campaña de liberación hacia estos territorios implicaría la restitución completa de Novorrusia, la entidad histórica y política que desde Catalina la Grande formó parte del imperio ruso hasta el final de la guerra civil de 1921-1922, cuando Lenin, con la creación de la República Socialista Soviética de Ucrania. De ser así, Ucrania terminaría de perder toda línea costera y se restituirían territorios que cultural, política y espiritualmente conforman parte de la herencia del mundo ruso.

Lamentablemente, el riesgo de desastres nucleares es un coeficiente delta por su alto grado de impredictibilidad. Bien sea por ataques continuos (como aún operan) contra la planta nuclear de Zaporozhye como por una decisión destemplada (la estupidez política es otro elemento de altísimo riesgo en todos estos escenarios) pudiera plantearse como el Deus Ex Machina para "mitigar" la derrota militar de la OTAN. Pero, en tal escenario, es aún más probable una anticipación "táctica" rusa (ojivas nucleares de menor envergadura que las "estratégicas") cuyo final, salvo la catástrofe humana asegurada, es incierto.

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