El "agotamiento" se reconoció por primera vez como diagnóstico psicológico en 1974, aplicado por el psicólogo Herbert Freudenberger a los casos de "colapso físico o mental causado por un exceso de trabajo o estrés". El agotamiento es diferente al "cansancio", aunque está relacionado. Cansancio implica llegar al punto en el que no se puede hacer nada más; el agotamiento significa llegar a ese punto y esforzarse por seguir adelante, durante días, semanas o años.
En su ensayo sobre "La generación quemada", la escritora Anne Helen Petersen destaca que, al vivir bajo las reglas del capitalismo, "el agotamiento y el peso que conllevan las tareas no resueltas no son, de hecho, algo que podamos curar yéndonos de vacaciones. No es exclusivo de gente que trabaja en ambientes de mucho estrés y no es una aflicción temporal: es la enfermedad millennial".
Según Petersen, este escenario para las generaciones en plena "edad productiva" está plagado de incertidumbres que se reflejan en:
- Agotamiento inducido por el uso excesivo de redes sociales.
- La desaparición del ocio para el sano esparcimiento.
- La carrera de obstáculos en la que se convierte la crianza de los hijos.
Datos: La escritora estadounidense cita ejemplos de endeudamiento que contribuyen al cansancio generacional, como por ejemplo el capital de riesgo, la crisis financiera de 2008, el declive de la clase media, el aumento de privilegios para el 1 % y la decadencia constante de los sindicatos y el empleo estable a tiempo completo, fundamentalmente en los EEUU y el Reino Unido.
Un reporte del Financial Times de 2018 adelantaba: "los millennials en Italia, España y Grecia, donde el desempleo juvenil se disparó después de la crisis financiera, ahora tienen ingresos mucho más bajos que las generaciones anteriores a la misma edad. En los EE.UU., La tendencia es similar a la del Reino Unido".
Otros factores: Sociólogos como Arne L. Kalleberg hacen referencia a "la eficiencia y la eficacia" como un fin existencial en la vida laboral. Sin embargo, Kalleberg enfatiza que la eficacia no evita el estancamiento salarial que deviene en mayores frustraciones para la generación millennials; “nuestra constancia no nos ha hecho más valiosos. En todo caso, nuestro compromiso de trabajar, sin importar lo abusivo que sea, simplemente ha alentado y facilitado nuestra explotación”.
De igual manera, Anne Helen Petersen refiere que esta generación padece la autoexplotación, al estar mayormente relacionada a trabajos que pueden abordarse por la vía telemática, los empleadores pueden estar en contacto permanente con los empleados que parecen estar dispuestos a trabajar 24/7, incluso después de haber abandonado el lugar de trabajo físico y los límites tradicionales de horarios. "Los intentos de desalentar el trabajo 'fuera de horario' fracasan, ya que los millennials no los interpretan como un permiso para dejar de trabajar, sino como un medio para distinguirse aún más por estar disponibles de todos modos".
Por qué es importante: Cuando los mecanismos que hacían robusta a la clase media se debilitaron o se hicieron inalcanzables, la generación millennials tuvo que instrumentalizar la vida en función del futuro exitoso que según los estándares sociales impuestos por el capitalismo debía cumplir, al no alcanzar esa meta, la sensación de fracaso y de desperdicio de tiempo es permanente.
El agotamiento millennial a menudo funciona de forma diferente entre las mujeres, y particularmente entre mujeres con hijos. El estudio de la American Sociological Association’s Rose Series in Sociology reveló que las madres que trabajan pasan tanto tiempo cuidando a sus hijos como las madres que se quedaban en casa en 1975, esto las convierte en un mercado rentable para una industria que mueve 11 mil millones de dólares al año: la industria de los cuidados personales, donde por supuesto no se alivia el ciclo de agotamiento, sino que se mercantiliza el autocuidado, lo cual resulta también agotador.
Reporte del Instituto Samuel Robinson del 26/10/2021.