En las últimas décadas la aplicación de sanciones unilaterales por parte de EE.UU. y otras potencias occidentales han ido sustituyendo las modalidades clásicas de la guerra militar. Este cambio en el arte del conflicto, sin embargo, parece traer más consecuencias que beneficios para los ejecutores.
Contexto: Usualmente, las sanciones de carácter coercitivo, que pueden ser de distinto tipo y abarcar diversas áreas, desde la economía, las finanzas y la diplomacia, son utilizadas como un mecanismo de castigo y represión contra determinados Estados con el objetivo de alterar su gobierno u orientación política en beneficio del país que las ejecuta.
Aunque la historia de este instrumento dentro de la política internacional es amplia y ha presentado modificaciones de acuerdo a cada contexto antes y después de la Segunda Guerra Mundial, en los últimos años han adquirido un nuevo vigor como medio para el cambio de régimen en países no alineados con los intereses estratégicos de las potencias occidentales, principalmente EE.UU.
La clave: Łas sanciones de perfil coercitivo se han ido estableciendo como una especie de punto intermedio entre la guerra militar y el ataque declarativo, lo que permite debilitar o influir negativamente en la vida social y política de otro Estado sin necesidad de apelar a las armas, pero mostrando una determinación mayor que la mera represión discursiva. Las sanciones se consideran “baratas” en comparación con la guerra convencional no solo en términos económicos, sino políticos y comunicacionales.
Dato: A medida que se ha ampliado su uso, las sanciones llevadas al extremo de sus capacidades de destrucción ciertamente pueden equiparar los costos de una guerra de carácter militar. El caso de Irak es estremecedor: más de 500 mil niños iraquíes perdieron la vida por las sanciones impulsadas por EE.UU. Es famosa la frase de la ex embajadora de EE.UU. ante la ONU, Madeleine Albright, quien, interrogada por estas muertes y sus orígenes en la aplicación de sanciones, dijo: “Creo que es una elección muy difícil, pero el precio, creemos, vale la pena”.
Disparos al pie: Pese a la amplia literatura que justifica un uso cada vez más frontal de las sanciones, su récord es más bien negativo en relación a los objetivos que persiguen los ejecutores. Los casos de Irán, Venezuela, Cuba y Rusia, países atacados mediante sanciones estadounidenses de diverso tipo y alcance, ilustran muy bien esta tesis.
Efectos no deseados: El problema con las sanciones, tomando como ejemplo los países citados, es que terminan generando reacciones contrarias a los intereses de EE.UU. en el mediano y largo plazo:
- Si bien persiguen el derrocamiento del gobierno, los efectos negativos de las sanciones terminan uniendo a la población en torno a su liderazgo político, reafirmando los consensos de solidaridad interna y rechazo a EE.UU.
- El bloqueo de la banca estadounidense y los impedimentos al uso del dólar trae consigo que los países sancionados diversifiquen sus relaciones geopolíticas y geoeconómicas al utilizar monedas diferentes y reduciendo la dependencia económica hacia EE.UU.
- La emergencia de nuevos polos de poder asentados en Eurasia dota a los países sancionados de vías de escape frente a las sanciones, lo cual reduce la influencia geopolítica de Washington.
- La presión exacerbada de las sanciones y su ampliación a una cantidad cada vez mayor de Estados ha creado una “comunidad de países sancionados” que cooperan entre sí y desafían la autoridad internacional de EE.UU.
Por qué es importante: Las sanciones representan una paradoja para el imperio estadounidense. A medida que la guerra militar pierde credibilidad, se ve obligado a utilizarlas para desestabilizar a países con gobiernos independientes. Sin embargo, su propia insistencia provoca que los países objetivo salgan de la esfera del dólar y establezcan relaciones de cooperación con los competidores estratégicos de EE.UU.: Rusia y China.
Reporte del Instituto Samuel Robinson del 25/10/2021.