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Zabihullah Mujahid, portavoz del Talibán (Foto: Rahmat Gul / AP)
"El Talibán es un hecho consumado y vamos a lidiar con él"

Todos hablan del Talibán, pero ¿y qué pasó con Al-Qaeda?

"El Talibán ganó la guerra, y vamos a tener que hablar con ellos", dijo Joseph Borrell, el coordinador de los asuntos exteriores de la Unión Europea (UE), entablando la primera postura, positiva pero cautelosa, hacia el movimiento Talibán. Este es ahora el gobernante en Afganistán y está formando el nuevo gobierno luego de casi controlar 33 de las 34 provincias afganas. El reconocimiento oficial de la UE está en armonía con el portavoz talibán Zabihullah Mujahid, quien recientemente apareció en una conferencia de prensa. Zabihullah declaró en sus mensajes multi-direccionales que "Afganistán no será una amenaza contra ningún país".

Enviando este mensaje tan positivo, el movimiento Talibán está indicando que el viejo Talibán -que quiso establecer un estado islámico internacional- ha cambiado y ahora apunta a construir un ‘emirato islámico’ sobre el modelo de otros países islámicos (Arabia Saudí, Irán, et al) sin necesariamente estar sometido a las demandas y los marcos de Occidente.

En un intento por consolarse, la OTAN y sus 30 países justificaron que su propósito de invadir Afganistán -con recursos infinitos- fue para alcanzar dos objetivos: derrotar a Al-Qaeda, responsable de los ataques del 11/9, y construir una Afganistán moderna. Los países occidentales alegan que el primer objetivo ha sido logrado, mientras que el segundo fracasó.

Sin embargo, esta declaración está lejos de ser precisa. Es verdad que, durante su primera conferencia de prensa, Zabihullah Mujahid afirmó que el Talibán "no permitirá que cualquier grupo ataque a otros países regionales o internacionales". Pero no mencionó la presencia de Al-Qaeda junto al Talibán, hombro a hombro, en su lucha contra las fuerzas de la OTAN en los últimos 20 años. Además, el Talibán ha liberado a miles de detenidos de Al-Qaeda de las prisiones afganas en los últimos meses, del cual el último fue la prisión Pul-e-Charki en Bagram, una base en los límites de la capital, Kabul.

Esto es indicativo del fracaso de los 20 años de guerra librada por la OTAN para eliminar a Al-Qaeda luchando al lado del Talibán. No obstante, la importancia de la presencia de la OTAN en Afganistán no estuvo limitada a contener Al-Qaeda. Afganistán ofreció una posición geopolítica altamente importante ya que hace frontera con Rusia, Irán y China (y Pakistán, claro).

Estados Unidos ocupó Afganistán en 2001, y unos meses después Osama Bin Laden y su delegado, Ayman al-Zawahiri, volaron a Pakistán. El presidente Barack Obama mató al líder de Al-Qaeda, Osama Bin Laden, en 2011. Al-Zawahiri, el sucesor de Bin Laden, juró lealtad al Mulá Hebatullah Akhundzadeh, el actual líder del movimiento Talibán, llamándolo el “Emir de los Fieles”. Este anuncio ayudó a fortalecer al Mulá Akhundzadeh, quien no tiene conocimiento de la guerra y sus artes y estuvo encargado del poder judicial durante la era del Mulá Mohammad Omar, el primer líder del Talibán quien murió en 2015. El Mulá Akhundzada fue elegido como el predecesor del Mulá Akhtar Muhammad Mansour, quien fue asesinado por un ataque de dron estadounidense en Pakistán en mayo 2016.

El refugio seguro para Al-Qaeda era el Levante cuando Abu Muhammad al-Jolani, el Emir del "Estado Islámico" (ISIS) en Siria, se volvió contra su Emir y líder Abu Bakr al-Baghdadi y juró lealtad al Emir Ayman al-Zawahiri de Al-Qaeda. Al-Jolani entonces se trasladó hacia los brazos de Turquía, atacó a los yijadistas del ISIS, cortó relaciones con Al-Qaeda y previno que los yijadistas sabotearan su relación con Turquía sin forzar la salida de Al-Qaeda. Como consecuencia, Al-Qaeda perdió un refugio estratégico y un lugar seguro para ello en el Levante. De este modo, Afganistán (y Yemen) es ahora mucho más seguro para Al-Qaeda que cualquier otro lugar en Asia Occidental.

Pero Zabihullah fue tajante al afirmar que el Talibán se había comprometido, desde febrero 2020 con el presidente Donald Trump, con que no "permitirá que ninguna fuerza, incluida Al-Qaeda, usar Afganistán para atacar a Estados Unidos o sus aliados". Por lo tanto, la presencia de Al-Qaeda en Afganistán como un lugar seguro no necesariamente signifique que el territorio afgano se convierta en una base para sus operaciones, sobre todo porque la salida de las fuerzas estadounidenses de Afganistán significa que los objetivos de Al-Qaeda de atacar al "enemigo lejano" pronto se convierten en solo un sueño.

Estados Unidos abandona Afganistán el 11 de septiembre avergonzado y moralmente derrotado desde el aeropuerto militar de Kabul. El presidente Joe Biden anunció que tiene la intención de dejar Irak para final de este año. La resistencia iraquí ha tomado un voto para asegurar que se complete la retirada estadounidense, y continuar atacando las bases militares y los convoyes logísticos estadounidenses. Irak, pues, no es el lugar para que Al-Qaeda opere desde el ISIS fue extirpado de allí. Por ello, cientos de fuerzas de combate estadounidenses permanecen ocupando el noreste de Siria, donde no es fácil para Al-Qaeda atacar a las fuerzas norteamericanas.

Al-Qaeda sin duda tiene presencia en Afganistán. Sin embargo, es seguro asumir que ya no tiene la libertad de movimiento que le permitiría llevar a cabo ataques contra países occidentales y sus intereses con Afganistán como base. Con todo y eso, está lejos de ser derrotado o erradicado, como alegan las autoridades occidentales. Aun así, la victoria del Talibán no representa un logro de los muyajidines o del establishment de la jihad global. El Talibán se considera a sí mismo enemigo del ISIS y está combatiéndolo en Afganistán así como ha luchado contras fuerzas dirigidas por Estados Unidos.

Estados Unidos jamás consideró que ningún gobierno establecido por las fuerzas de ocupación podría durar, ni que el ejército no querría combatir por los intereses del poder ocupante, especialmente con un gobierno corrupto y un presidente que eventualmente abandonaría el país. Ningún ocupante puede quedarse indefinidamente en un territorio donde no es bienvenido y siempre, luego de un rato, tiene que irse.

Además, no se puede descartar que el mando militar del ejército afgano le había dado órdenes de no luchar contra los combatientes del Talibán, quienes inevitablemente habrían ganado la batalla luego de varios meses, como lo sospechaba Biden. Pero el ejército afgano prudentemente evitó derramar más sangre afgana solo para satisfacer las expectativas estadounidenses, ya que no había ningún objetivo estratégico que pudiera cambiar la ecuación en el campo de batalla.

El Talibán se enfrenta a una prueba regional e internacional al establecer un gobierno basado en la sharia. Esto debería contener a Al-Qaeda, y reunir a todas las etnias afganas bajo este paraguas gubernamental general, la más apropiada y viable solución para reconstruir el Estado afgano. El Talibán está sometido a una prueba para ofrecerle esto al mundo en los próximos meses, y es el éxito de este objetivo el que definirá la reacción de los países regionales e internacional hacia aquél.


Este artículo fue publicado originalmente el 23 de agosto de 2021 en el blog de Elijah J. Magnier, la traducción fue realizada por Ernesto Cazal.

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