La India, país considerado un subcontinente, también ha recibido el impacto de una ola neoliberal que azota al mundo. Como en excesivos casos, este sistema económico no ha generado resultados ni siquiera honrosos cuando se ha combinado con la segunda ola de la pandemia global de covid-19.
En una carrera hacia el desarrollo, en India se ha privatizado e industrializado pero también vendido buena parte del patrimonio vital al mercado transnacional, desatando una conflictividad estructural que ha evidenciado con mayor fuerza y drama muchos flagelos. Uno de ellos es la desigualdad como continuación de la colonización y de ese sistema de castas que impera en su sociedad, de la cual dicen algunas publicaciones que el imperio británico extrajo riquezas equivalentes a casi 37 millones de billones de euros.
Su independencia de dicho imperio trajo la instauración de una república "secular" y una constitución que pretendió respetar y promover la buena convivencia en un país plural en el que el 85% de la población profesa el hinduismo, 14% el islam, 2,5% el cristianismo y 2% el sijismo. Esto fue necesario luego de la partición en 1947 que derivó en la formación de Pakistán y creó "una de las mayores migraciones en la historia de la humanidad", produciendo el desarraigo de 35 millones de personas y la muerte de entre 1 y 2 millones.
Siendo el país del mundo con mayor superficie agrícola y ganadera, seguido de China y Estados Unidos, su agricultura se divide en tres apartados: cultivos alimentarios, comerciales y de plantación. Buena parte de sus cultivos comerciales y de plantación van destinados a la exportación y son claves tanto en la alimentación como en la economía mundial.
Los comerciales incluyen caña de azúcar (empleada en gran parte para bioetanol, como combustible), tabaco, algodón y semillas de aceite, como el maní, la colza o la mostaza, mientras que entre los de plantación destacan el té, café, coco o caucho.
Agudización de las protestas agrícolas
Más del 60% de los casi 1 mil 400 millones de habitantes de India depende (directa o indirectamente) de la agricultura para vivir. El reconocido periodista Palagummi Sainath afirma que lo que está sucediendo en una sociedad de base agraria como la India puede calificarse de crisis de proporciones civilizatorias, explicada por el secuestro de la agricultura por parte de las corporaciones mediante la comercialización depredadora del campo.
Los síntomas no solo se evidencian en la macroscópica tragedia que ocasiona al día de hoy la covid-19 sino desde hace años mediante suicidios de agricultores, desnutrición infantil, un desempleo cada vez mayor, crecimiento tanto de la economía informal como del endeudamiento y un colapso total de la agricultura.
India venció la hambruna mediante la Revolución Verde de la década de 1960 mediante un incremento de la producción basado en el uso intensivo de fertilizantes y pesticidas. También en una serie de normas en la comercialización de esas cosechas que lograron que la actividad se incrementara de manera exponencial hasta los años noventa, llegando a significar un tercio del Producto Interno Bruto (PIB), hoy solo representa alrededor del 15% de la economía del país.
La intención del Primer Ministro, Narendra Modi, fue impulsar una serie de reformas a la legislación agrícola que terminarían otorgando a las grandes corporaciones un mayor control del mercado laboral y agrícola con consecuencias de gran alcance en los precios de los productos básicos, la estructura financiera, los salarios, la salud pública y el ambiente. Sus opositores dicen que el poder total se concentrará en manos de pocas empresas y dejará a la mayoría de las personas del campo y trabajadores en general en una situación de desamparo inimaginable.
La oposición a este eventual escenario produjo movilizaciones agrarias que se oponen a tres leyes aprobadas en septiembre de 2020, los sindicatos organizaron protestas locales y en noviembre iniciaron el movimiento Dilli Chalo ('Vamos a Delhi') en el que cientos de miles de personas marcharon a la capital de la nación y se enfrentaron a los cuerpos de seguridad. Las leyes son las siguientes:
- Ley de Anulación del APMC (Comité del Mercado de Productos Agrícolas): Permite por primera vez el comercio de productos agrícolas fuera de los mandis (mercados) regulados por el APMC, y posibilita la proliferación de mandis privados en todo el país, que podrían controlar los precios y luego el mercado. Sin embargo, actualmente los mandis están dirigidos por comités compuestos por agricultores, a menudo grandes terratenientes, y comerciantes o "comisionistas" que actúan como intermediarios para negociar las ventas, organizar el almacenamiento y el transporte, e incluso financiar acuerdos.
- Ley de Agricultura por Contrato: Es un marco legislativo que favorece un acuerdo entre el agricultor y el comprador antes de la siembra a un precio predeterminado. La experiencia muestra que esta práctica incrementa el endeudamiento y, por tanto, afianza pautas de desigualdad como la pérdida de tierras y la concentración de la propiedad.
- Ley de Acaparamiento de Alimentos (libertad para las empresas): Busca eliminar los límites arbitrarios y periódicos de existencias de productos agrícolas que el gobierno impone a los comerciantes. La nueva ley introduce disparadores de precios que se emplearán solo en circunstancias excepcionales. Hasta ahora, los límites de existencias pueden imponerse solo cuando los precios de los productos perecederos aumenten en más del 100% y los no perecederos en más del 50%. Estos límites fueron violados 69 veces en los últimos 10 años.
El lamentable saldo hasta enero pasado fue la muerte de 157 personas vinculadas a las protestas por accidentes, suicidios y enfermedades contraídas a raíz de su permanencia en las movilizaciones, según el registro llevado por Anuroop Kaur Sandhu, un docente de la Universidad de Delhi.
Muchos son los desequilibrios que el sistema actual contiene, pero el hecho de que por cada taza de café vendida a 250 rupias en las cafeterías, los agricultores reciban solo 1 rupia es un ejemplo elocuente de asimetría. La ola de quiebras en miles de pequeños emprendimientos ha llevado a miles de los kisans (medianos y pequeños productores agrícolas) al suicidio. Muchos de ellos endeudados por prestamistas locales que, coordinados con mafias, se quedan con sus tierras.
Be like Kisan - fight for your lives & livelihoods.#FarmersDealTotalRepeal pic.twitter.com/RArp2nt8KP
— Son of the Soil #FarmersProtest (@dhartideputt) January 4, 2021
Los datos reportados por el periodista Colin Todhunter de su análisis sobre el informe Accidental Deaths and Suicides in India (ADSI), en los últimos 20 años, aproximadamente unos 300 mil granjeros se han suicidado y la tasa en 2019 se ajustó a 28 personas dependientes de la agricultura por día, lo que representó el 7,4% del total nacional. Durante 2019, últimos datos consignados, unas 10 mil 281 personas del sector agrícola se suicidaron, del total nacional cercano a 140 mil. La cifra de suicidios de kisans en 2019 fue más baja que la de 2018, que había alcanzado a 10 mil 348.
En Tamil Nadu, uno de los estados más pobres de India, los kisans levantaron una pirámide con las calaveras y los huesos de los granjeros que se habían suicidado tras la mayor sequía de los últimos 140 años. Esto ocurrió en 2018 en cercanías del parlamento.
Sobreacumulación de las élites y dependencia inducida
Una élite ha emergido en los últimos años desde el estado de Gujarat encabezada por Mukesh Ambani y Gautam Adani, la primera y segunda personas más ricas de la India, respectivamente. Adani ha aumentado su patrimonio en un 230% (más de 26 mil millones de dólares) desde 2014 y es propietario de empresas de minería, gas, puertos, aeropuertos y en el sector agroalimentario.
Mukesh Ambani es el hombre más rico de la India y dueño de Reliance Industries, una empresa especializada en gasolina, comercio minorista y telecomunicaciones; duplicó su riqueza entre marzo y octubre de 2020. Ahora tiene 78 mil 300 millones de dólares. El aumento medio de la riqueza de Ambani en poco más de cuatro días supuso más que el salario anual combinado de las 195 mil personas empleadas de Reliance Industries.
El más reciente informe de la ONG Oxfam señala que en India el confinamiento hizo que la riqueza de los multimillonarios del país aumentara aproximadamente un 35%, mientras un 84% de los hogares sufrieron pérdida de ingresos en diferentes medidas. Solo en abril de 2020 unas 170 mil personas perdieron el trabajo cada hora.
Agrega el informe que con el aumento de los ingresos de los 100 principales multimillonarios de la India, desde marzo de 2020, se pudo haber dado a cada una de los 138 millones de personas más pobres un cheque de 94 mil 045 rupias. El informe añadía: "[…] a un trabajador no cualificado le costaría 10 mil años ganar lo que Ambani ganó en una hora durante la pandemia […] y tres años ganar lo que Ambani ganó en un segundo".
Por otra parte, la ONG Grain señala que las empresas globales indias también están colonizando el espacio del comercio minorista a través de la venta por Internet. Walmart entró en India en 2016 luego de la compra de la empresa emergente de venta por internet Jet.com por un valor de 3 mil 300 millones de dólares, y luego en 2018 fue comprada la mayor plataforma de venta por Internet de India, Flipkart, por 16 mil millones de dólares.
Hoy en día Walmart y Amazon controlan casi dos terceras partes del sector del comercio minorista digital de India utilizando precios predatorios, fuertes descuentos y otras prácticas comerciales desleales para atraer a la clientela a sus plataformas online. Según Grain, cuando estas dos empresas generaron en solo seis días ventas por valor de más de 3 mil millones de dólares durante una ofensiva de ventas con ocasión del festival Diwali, los pequeños minoristas de India hicieron un llamamiento desesperado a boicotear las compras por Internet.
En 2020 Facebook y el fondo de capital riesgo estadounidense KKR se comprometieron a invertir más de 7 mil millones de dólares en Reliance Jio, la tienda digital de una de las mayores cadenas de comercio minorista de India. La clientela pronto podrá comprar en Reliance Jio por medio de la aplicación de chat de Facebook y WhatsApp y logrará erradicar a millones de pequeños comerciantes y las tiendas de barrio.
Colin Todhunter afirma que, en el caso de la agricultura, ocurre algo parecido debido a que el agrocapital extranjero está presionando a la India para que elimine sus escasos (en comparación con las naciones más ricas) subsidios agrícolas. El sistema de distribución pública y las reservas de seguridad de titularidad pública suponen un obstáculo para las necesidades movidas por la búsqueda de beneficio de los intereses de la agroindustria mundial que exigen al país volverse dependiente de las importaciones (y paliar el problema de sobreproducción que tiene el capital agrícola occidental, esto es, sus vastas existencias de cereales que ya envía al Sur Global) y reestructurar su propia agricultura para dedicarse a aquellos cultivos (frutas, verduras) que demandan los consumidores de los países más ricos.
De ser así India tendría reservas de divisas y compraría reservas de alimentos a los comerciantes mundiales pero no obtendría soberanía alimentaria.
La pandemia como síntoma de la tragedia
El disparo exponencial de casos de covid ha mostrado las fisuras del sistema sanitario público en varios de sus componentes, pero la más grave radica en el programa de vacunación cuyas deficiencias han sido inesperadas.
La limitación que ha provocado el acaparamiento de vacunas por parte de los países ricos y los límites a la producción interna establecida por el acuerdo de los TRIPS (Aspectos Relativos al Comercio de los Derechos de Propiedad Intelectual – Trade-Related Aspects of Intellectual Property Rights) de la Organización Mundial de Comercio (OMC) han constituido amenazas a un avance más eficaz en dicho programa, sin embargo pareciera que no justifican algunos errores.
El mayor productor de vacunas del mundo es India, considerada desde hace tiempo como la "farmacia del mundo" que dispone de varias empresas más capaces de producir vacunas y que ha sido hábil en la ingeniería inversa de una serie de medicamentos genéricos. El 60% de las vacunas utilizadas en el mundo "en desarrollo" para la inmunización infantil salía de dicho país y el 90% del uso de la vacuna contra el sarampión por parte de la OMS.
Además, es reconocida su tradición de campañas de vacunación con éxito, contra la polio y la tuberculosis para la infancia, lo que pudo haber movilizado la infraestructura disponible para la inoculación urbana y rural.
En enero pasado, el gobierno aprobó el uso de las vacunas candidatas Covishield (Oxford-AstraZeneca), producida en la India por el Instituto Serum, y Covaxin, producida por Bharat Biotech bajo licencia de fabricación del Consejo Indio de Investigación Médica (ICMR), pero no se concedieron permisos a otros productores para incrementar el suministro.
El programa de vacunación arrancó oficialmente el 16 de ese mes con dos metas:
- Cubrir a 30 millones de trabajadores sanitarios y esenciales para finales de marzo.
- Cubrir a 250 millones de personas para julio.
Al 17 de abril solo el 37% de trabajadores esenciales había recibido ambas dosis (de cada una de las vacunas) y un 30% adicional había recibido solo la primera.
Esa cifra reducida podría haber sido resultado de las preocupaciones por la rápida aprobación regulatoria otorgada a Covaxin, que no había completado los ensayos de Fase III. El gobierno indio alentó también las exportaciones, en parte para aumentar su posicionamiento geopolítico al cumplir con los compromisos del Instituto Serum de la India con AstraZeneca y el servicio global de COVAX.
A medida que las vacunas se fueron aplicando a distintos intervalos de edades fueron escaseando y el ritmo disminuyó al punto en que, para el 24 de abril, solo el 8,5% de la población había recibido siquiera una dosis. Otro dato pertinente es que se permitió que la vacuna la administraran servicios privados, a un precio de 250 rupias (unos 2,76 euros) por dosis.
A ambos productores les habrían hecho falta tres años para satisfacer la demanda requerida y la prohibición de exportaciones de algunos ingredientes esenciales por parte de Estados Unidos ha afectado más a la producción de la AstraZeneca, limitando la capacidad de Bharat Biotech.
La falta de licencias forzosas a otros productores para incrementar el suministro se debió a que varias unidades de fabricación del sector público no poseían la inversión adecuada. El 16 de abril, en medio de la emergencia evidente, se permitió que tres empresas públicas fabricaran la vacuna, quedando fuera otras tres unidades públicas, con mayor conocimiento experimentado y capacidad.
En 2018 la inversión en salud representaba el 3,5% del PIB, cifra que no ha variado en décadas mientras que el gasto sanitario per cápita, por paridad de poder adquisitivo, fue de 275,13 dólares, alrededor de las cifras de Myanmar o Sierra Leona.
A finales de 2020 contaba con 0,8 médicos y 1,7 enfermeras por cada 1 mil habitantes y 5,3 camas por cada 10 mil, mientras que China, por ejemplo, cuenta con 43,1 camas para el mismo número de personas. India solo tiene 2,3 camas de cuidados intensivos por cada 100 mil personas (frente a las 3,6 de China) y 48 mil respiradores (China tenía 70 mil respiradores solo en Wuhan).
Las vacunas para la covid-19 no están disponibles para la población india al ritmo que se necesita, y no lo estarán antes de noviembre de 2022, una nueva política del Gobierno permitirá a los fabricantes de vacunas subir los precios, pero no producir lo suficientemente rápido para cubrir las necesidades (y las fábricas de vacunas del sector público de la India están paradas). Tampoco hay suficiente oxígeno médico, y las promesas de crear capacidad no se han podido alcanzar.
Los hospitales del sector privado gestionan su sistema según el principio de la capacidad máxima y no tienen capacidad para gestionar las cargas que las exceden, ya que la teoría de la optimización no permite al sistema hacer frente a esta emergencia, y en tiempos normales significaría que los hospitales tendrían un exceso de capacidad.
Ningún sector privado va a desarrollar voluntariamente un excedente de camas o de ventiladores. Esto es lo que, inevitablemente, provoca la crisis durante la pandemia en economías neoliberales.
No hay evidencia de la variante B.1.617.2, llamada "variante india", esté causando una enfermedad más grave pero su transmisibilidad es mayor, lo que explica que el número de infecciones esté aumentando mucho más rápido. Aunque en días recientes los casos registrados han caído por debajo de 300 mil por primera vez en casi un mes, su número diario de muertes sigue siendo de más de 4 mil y el colapso sanitario permanece.
El secretario de Salud del Reino Unido, Matt Hancock, dijo que "datos nuevos y muy tempranos" de la Universidad de Oxford dan "un grado de confianza" de que las vacunas funcionarán contra esta versión del SARS-CoV-1, otros científicos de Oxford han explicado que "será susceptible a la vacuna de la misma manera que otras".
Por otra parte el cambio climático ha agudizado la crisis en el subcontinente indio con sequías extremas que amenazan plantaciones de té y el ciclón Tauktae que ha dejado al menos 24 muertos y 96 desaparecidos cuando arrasó el oeste del país, dejó la costa quedó sumergida y convirtió las calles en ríos y obligando a cientos de miles de personas a huir.
La directora ejecutiva del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Henrietta Fore, ha declarado que "si bien la situación en la India es trágica, no es única", recordando que esa institución ha advertido varias veces sobre los riesgos de bajar la guardia y dejar a los países de ingresos bajos y medianos sin un acceso equitativo a las vacunas, los diagnósticos y la terapia. Si no se oyen esas advertencias, suceden los casos cuando el sistema sanitario explota, sin poder atender a todos los enfermos, como en Nepal, Sri Lanka y Maldivas, y también, más lejos de la India, en Argentina y Brasil.
Por otra parte, el principal asesor científico de la India, K Vijay Raghavan, advirtió el miércoles pasado que, incluso después de que las tasas de infección disminuyan, el país debería estar preparado para una tercera oleada dados los altos niveles de virus en circulación.
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En tiempo de pandemia global la deriva neoliberal, continuación de un sistema colonial, sigue poniendo a prueba a países emergentes que tendrán que confrontar sus contradicciones internas para reformular el rol que les toca jugar en el mundo. El caso de India, más allá de los sujetos y actores, perfila un ejemplo claro del precio que se paga cuando los intereses del capital determinan el devenir de las mayorías.