La presencia de China en Asia Occidental y el norte de África ha evolucionado significativamente en la última década hasta consolidarse como un actor central en la gestión de conflictos, el suministro energético y la estabilidad regional. Lo que comenzó como una relación económica basada en la importación de petróleo se ha transformado en un entramado integral que combina diplomacia, inversión estratégica, infraestructura tecnológica y cooperación energética.
A diferencia del enfoque tradicional estadounidense —centrado en la seguridad militar y el control político—, China propone un modelo de no intervención, asociaciones pragmáticas y financiamiento sin condicionamientos ideológicos. Este cambio refleja un desplazamiento más amplio hacia un mundo multipolar donde Beijing emerge como un contrapeso a la hegemonía estadounidense.
PRESENCIA POLÍTICA
China ha emergido como un actor clave en la resolución de conflictos regionales. Su mediación entre Irán y Arabia Saudita en 2023 fue un hito histórico que marcó un antes y un después en su política exterior. Esta iniciativa, llevada a cabo en Beijing, permitió la restauración de relaciones diplomáticas tras siete años de ruptura, incluido el intercambio de embajadores en un plazo máximo de dos meses.
El éxito de esta mediación refleja una nueva actitud del país asiático: no solo ser un factor económico sino también un facilitador de estabilidad regional, lo cual contrasta claramente con la visión estadounidense, que históricamente ha vinculado su apoyo a aliados árabes con agendas de seguridad e intereses como "contener" a Irán o promover acuerdos de normalización con Israel.
El desplazamiento relativo de Estados Unidos en la región es evidente. Tras la retirada caótica de Afganistán en 2021 y la percepción de desinterés en conflictos como Yemen y Gaza, muchos líderes árabes han cuestionado la fiabilidad de Washington como socio estratégico. En ese vacío China ha ofrecido alternativas sólidas: financiamiento sin condiciones, proyectos de infraestructura bajo el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta y una diplomacia no intervencionista.
Países como Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Jordania y Argelia han mostrado interés en profundizar sus vínculos con China, especialmente en temas de tecnología, comercio y energía. Según expertos del Baker Institute, este giro se debe al reconocimiento por parte de los países árabes de que ya no pueden depender únicamente del apoyo incondicional de Estados Unidos para proyectar poder frente a rivales regionales.
Pese a sus logros China enfrenta desafíos importantes en la región. Su capacidad para garantizar la paz y la estabilidad sigue siendo limitada, especialmente en zonas de conflicto como Yemen, Palestina y Libia. Además, su enfoque comercial ha sido objeto de críticas por dependencia económica excesiva y acuerdos energéticos que, irónicamente, los centros de pensamiento estadounidenses como el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés) señalan de "favorecer desproporcionadamente a empresas chinas".
También persisten dudas sobre cómo responderá Beijing ante crisis inesperadas, como ataques a oleoductos, tensiones fronterizas o bloqueos marítimos. Hasta ahora ha optado por mantenerse al margen de confrontaciones directas, pero su creciente dependencia del golfo Pérsico para el suministro energético podría obligarla a adoptar posturas más firmes en el futuro.
ENERGÍA, INFRAESTRUCTURA, COMERCIO Y TECNOLOGÍA
China es el mayor importador de petróleo del mundo, y aproximadamente 40% de su suministro proviene de Asia Occidental. Este hecho subyace en toda su estrategia en la región. A continuación se destacan algunos datos importantes por país:
Arabia Saudita. En 2024 China compró diariamente unos 1,75 millones de barriles de petróleo saudita, cifra que la consolidó como su principal proveedor energético en la región.
Irán. Pese a las sanciones unilaterales China continúa siendo uno de los principales destinos de las exportaciones iraníes. En 2023 el volumen de comercio bilateral alcanzó 16 mil millones de dólares, principalmente en petróleo y productos refinados. Por la situación de sanciones, públicamente no existen estimaciones sólidas del suministro desde la nación persa.
Emiratos Árabes Unidos. Dubái y Abu Dabi han firmado múltiples acuerdos de inversión en infraestructura energética, incluidos proyectos de energía solar y redes eléctricas inteligentes con Huawei y State Grid Corporation.
Egipto. Bajo el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta China invirtió 10,5 mil millones de dólares en modernizar la red eléctrica egipcia, integrando soluciones de almacenamiento y transmisión de energía renovable.
Irak. En 2021 China otorgó 10,5 mil millones de dólares en inversiones en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta para modernizar puertos, refinerías y sistemas de distribución petrolera, lo cual asegura el acceso privilegiado a uno de los mayores productores de la OPEP.
Argelia. En 2024 China firmó un acuerdo para desarrollar proyectos de gas natural licuado (GNL) en el sur argelino con vistas a diversificar sus fuentes de energía y reducir su exposición al golfo Pérsico.
Jordania. China financia el desarrollo de un corredor ferroviario que conectará el mar Rojo con Siria, ruta que favorecerá el transporte de mercancías y recursos energéticos en una zona estratégica para el comercio global.
Sudán. Empresas chinas operan en campos petroleros sudaneses desde hace más de dos décadas, aunque enfrentan dificultades por la inestabilidad política local.
Yemen. Pese a la situación bélica multidireccional del país, China mantiene relaciones diplomáticas con todas las partes involucradas, lo que le permite mediar sin posicionarse abiertamente.
Norte de África. En Marruecos y Túnez China impulsa proyectos de energía solar y parques industriales con tecnología verde, aprovechando la proximidad geográfica con Europa para futuras exportaciones energéticas.
Estas inversiones no son solo económicas sino geoestratégicas. Al diversificar sus fuentes de energía y establecer alianzas comerciales con productores cruciales, China reduce su vulnerabilidad ante posibles crisis energéticas y aumenta su influencia en el tablero global.
LA APUESTA ES GEOPOLÍTICA
Con la expansión del grupo Brics y la incorporación de nuevos miembros como Arabia Saudita —invitado, aun por confirmar ingreso—, Irán, Egipto y Etiopía, se espera que China impulse un sistema de comercio energético basado en monedas locales y el yuan digital (e-CNY). Proyectos como mBridge, una plataforma de pagos digitales entre China y países del Golfo, están diseñados para reducir la dependencia del dólar en transacciones energéticas.
El vínculo de China con estos países es multifuncional e integral. Por ejemplo, que la cooperación en energía limpia y tecnología digital se ha diversificado y extendido.
Países como Omán y Kuwait están explorando acuerdos con Alibaba Cloud y Huawei para construir infraestructura 5G y centros de datos dedicados al monitoreo de flujos energéticos. Estas colaboraciones tienen implicaciones tanto económicas como de seguridad, dado que el control de estas tecnologías da ventaja competitiva en el largo plazo.
Tras el conflicto ruso-ucraniano y el distanciamiento de Rusia con Occidente, China busca asegurar nuevas fuentes de gas natural licuado. Además, China espera seguir afianzando su transición energética y la descarbonización. En consecuencia, Egipto, Catar y Argelia son focos prioritarios. En 2025 se espera que empresas como Sinopec y CNPC firmen nuevos contratos a largo plazo con estos países, lo cual complementaría su estrategia de diversificación energética.
Si bien los conflictos como los de Gaza, Yemen y Sudán continuarán afectando la estabilidad de la región, China ha demostrado una habilidad notable para navegar entornos complejos sin verse arrastrada a confrontaciones directas. Su enfoque diplomático y comercial le permite mantener relaciones en todos los ejes geopolíticos regionales.
China también ha expresado interés en ayudar a Arabia Saudita a desarrollar una industria nuclear civil, con planes para construir hasta 16 reactores en los próximos 20 años. Este proyecto tendría implicaciones profundas: Arabia buscaría independencia energética, mientras ampliaría su huella tecnológica y estratégica en la región.
De esta manera China emerge como actor central en la gestión de conflictos, el suministro energético y la estabilidad regional, y redefine las reglas del juego con enfoque geopolítico mediante una diplomacia no intervencionista y una presencia económica estratégica, alejada de bases militares y alianzas selectivas.
El contraste entre modelos es claro: Estados Unidos prioriza la seguridad militar, mientras China apuesta por el desarrollo económico y la integración comercial, con lo cual gana credibilidad diplomática.