Lun. 07 Octubre 2024 Actualizado 5:19 pm

El conuco: a contrapelo de la crisis ambiental global

No sólo se contrapone al capitalismo por no formar parte de su lógica controladora y concentradora sino que, a contrapelo, el conuco se deslastra de su capacidad generadora de crisis, esa que hoy en día pone en peligro inminente la existencia de algunos ecosistemas así como las posibilidades de vida humana en el planeta.

El capitalismo es crisis por doquier

El avance del capital financiero y de las empresas transnacionales sobre todos los aspectos de la agricultura y del sistema alimentario de los países y del mundo, se ha concretado tanto en la privatización de las semillas y la venta de agrotóxicos como en el dominio hegemónico en la compra de las cosechas, la homogeneización del procesamiento de los alimentos, su transporte, distribución y venta al consumidor, todo concentrado en un número reducido de empresas.

Los alimentos, en vez de ser un derecho humano, han sido convertidos en mercancías. Nuestras dietas también han sido homogenizadas y globalizadas con alimentos cuyos excesos de calorías y aditivos causan las enfermedades no transmisibles que, por ejemplo, hoy agudizan las muertes por Covid-19.

Además, sus precios son cada vez más inaccesibles a causa de la especulación capitalista de las compras a futuro y erosionan las tradiciones culinarias de nuestros pueblos.

Esto va coordinado con una ofensiva del capital sobre los bienes comunes (o recursos naturales) sólo comparable con el saqueo colonial de hace cinco siglos. Un sistema que privilegia la acumulación de capital ha emprendido una guerra de despojo contra campesinos e indígenas privatizando tierras, territorios, bosques, biodiversidad, agua y subsuelo para la agroexportación y la minería.

Con la crisis del capitalismo las élites parieron a un Donald Trump cuyo proceder hamponil es expresión del asalto total que ciernen sobre nuestros países-mina. La especulación que hace el capital financiero con los alimentos y la tierra, en detrimento de la gente, derivó en el asalto a los fondos públicos para rescates financieros en 2008; también ocurrirá en este 2020 con la excusa de la pandemia global y lo pagaremos las clases trabajadoras con recortes presupuestarios.

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Las empresas que controlan el sistema alimentario utilizaron la crisis de 2008 para obtener ganancias extremas y es posible que lo mismo esté ocurriendo en estos momentos. En aquel año la crisis alimentaria desató una ola de tratados e inversiones privadas, tanto en la agricultura como en el acaparamiento de tierras, que dinamizó la expulsión del campo a gran cantidad de campesinos y, con ellos, su cultura.

El hambre y la malnutrición crecen al ritmo de la explotación laboral e infinitas formas de violencia, crece la contracción económica en los países ricos, la xenofobia en contra de migrantes que huyen de las guerras que esos mismos países patrocinan, crece el racismo y la represión, y el modelo dominante ofrece cada vez menos oportunidades y empleos para la juventud en el campo, ocasionando su franco abandono.

Un impacto inminente… ¿Para quién?

La crisis ambiental global está imbricada en la crisis sistémica antes descrita debido a que quienes controlan el sistema económico determinan, no sólo la extracción de bienes de la naturaleza y de la humanidad, sino que empobrecen a las grandes mayorías en dicha tarea. El impacto es de tal dimensión y tan irreversible que distintos autores hablan de antropoceno o capitaloceno.

El acceso al agua potable es una de las más graves dimensiones de dicha crisis. Se espera que el número de personas que vivirán en lugares con escasez de agua aumente de 2 mil millones en 2020 a 4 mil millones en 2050. Asimismo, distintos modelos estiman la presencia de más sequías, inundaciones, huracanes e incendios sin control; tan sólo las tormentas causadas por el cambio climático podrían llegar a inundar 3 millones de hectáreas de tierras agrícolas en zonas costeras.

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Es determinante el impacto del sistema alimentario globalizado centrado en el monocultivo y la agroindustria sobre las posibilidades de vida humana en el planeta, sobre todo su contribución a la crisis ambiental global, que no sólo incluye al cambio climático, sino muchos procesos geoquímicos de los que también depende la existencia sinérgica de sociedades y ecosistemas.

Un estudio de la Universidad de Oxford realizado en 2018 revela algunos datos sobre dicho sistema:

  • Causa el 26% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) antropogénicas y un 5% más si se añade la agricultura sin fines alimentarios.
  • Produce el 32% de la acidificación terrestre.
  • Produce el 78% de la eutrofización (enriquecimiento excesivo en nutrientes de un ecosistema acuático).
  • El mayor impacto está en la producción: 81% de las emisiones, 79% de la acidificación y 95% de la eutrofización.
  • Usa el 43% de la tierra que no son desiertos o hielo.
  • Dos tercios del agua usada por los seres humanos es para riego y su retorno a los cauces es menor que la de uso doméstico e industrial.
  • El 25% de los productores más ricos generan el 53% del impacto global sobre la red de vida (o naturaleza).
  • El impacto de los productos animales es mayor que el de los vegetales: carne, huevos, pesca y leche usan el 83% de la tierra y generan el 56–58% de los GEI (gases de efecto invernadero) aportando sólo el 37% de las proteínas y el 18% de las calorías.
  • El 67% de la deforestación agrícola es para ganado.

La FAO pronostica caídas en los rendimientos de la producción agroalimentaria entre el 10% y el 25% para 2050 como resultado del cambio climático. La ONG Grain precisa que un 24,3% será en América Latina, 19,3% en Asia y 27,5% en África.

El conuco como ecosistema vivo

La agricultura local, en particular el conuco, se contrapone a este modelo agroalimentario de monocultivo industrial que está fuertemente asociado al avance de la crisis sistémica global debido a prácticas que obedecen más al derroche y la ganancia que a la eficiencia energética.

Una de ellas es la cantidad de combustibles fósiles quemados en el transporte de alimentos en largas distancias liberando toneladas importantes de CO2 a la atmósfera, mientras que el conuco dinamiza los mercados locales de rubros de temporada.

Tanto las prácticas ancestrales como innovadoras, incorporadas por el saber local y popular, se contraponen al uso intensivo de fertilizantes inorgánicos que desconfigura los procesos naturales del suelo. El quehacer conuquero permite la acumulación de carbono en la materia orgánica del suelo mientras el monocultivo la reemplaza por procesos biogeoquímicos que aceleran la producción de una importante cantidad de óxido nitroso (NO2), el GEI que ocupa el tercer lugar como causa de calentamiento atmosférico.

Algunos ecosistemas, como los bosques tropicales, pantanos y humedales, acumulan más carbono que otros, lo que ha contribuido a estabilizar el clima durante decenas de miles de años. La quema de bosques y la deforestación para plantaciones de monocultivos revierten este proceso.

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El “sentido” físico-químico de las plantas y de la agricultura es transformar la energía solar en energía contenida en los azúcares y celulosa que pueden ser directamente absorbidas en los alimentos o transformadas por los animales en grasas y proteínas, por lo que aporta energía en las redes alimentarias.

Sin embargo, la agroindustrialización ha generado una agricultura que consume más energía de la que produce usando tractores, agroquímicos derivados del petróleo, fertilizantes, etc.

La producción integrada supera la separación de los cultivos y animales; si se acabara con la concentración de la producción animal, y la crianza de diversos animales se integrara con la producción de cultivos, se establecerían ciclos de nutrientes que aumenten la eficiencia de su uso dando un sentido ecosistémico a la actividad.

Se eliminarían las emisiones de metano y óxido nitroso de los cerros de estiércol y las lagunas de oxidación, además de evitar el transporte masivo de alimento industrial para animales o de carne congelada alrededor del mundo.

Se podría mejorar la calidad de la alimentación natural de los animales reduciendo la producción de metano (CH4) de vacas, ovejas y cabras.

Un horizonte de futuro está en los suelos

Los suelos son el inevitable punto de partida para producir alimentos. Millones de plantas, bacterias, hongos, insectos y otros seres vivos están permanentemente creando, componiendo y descomponiendo materia orgánica.

En los últimos 50 años, el monocultivo ha causado una pérdida promedio de 30 a 60 toneladas de materia orgánica por cada hectárea de tierra agrícola. En total se han perdido entre 150 y 205 mil millones de toneladas a causa de la gran cantidad de desperdicios que ocasionan sus procesos.

Grain calcula que utilizando las técnicas agrícolas sustentables como el conuco es posible aumentar progresivamente la materia orgánica del suelo en un promedio de 60 toneladas por hectárea en un periodo de 50 años, dos tercios del exceso de CO2 actualmente en la atmósfera.

Ello además contribuiría a mejorar los suelos y la producción de alimentos, mejoraría la captura y retención de agua necesaria para la resistencia y resiliencia (aguante y flexibilidad) ante la crisis climática, que también es hídrica.

Los suelos y los rellenos sanitarios emitirían menos toneladas de NO2 y CH4 a la atmósfera; esto haría a los fertilizantes progresivamente innecesarios porque los nutrientes se recuperarían.

Al cancelar y revertir progresivamente las plantaciones de monocultivos apoyando sistemas diversificados que incorporen árboles y bosques, aumentaría la fertilidad del suelo mediante la incorporación de materia orgánica.

¿Descentralizar la vida como ruta hacia el vivir viviendo?

Por otra parte, la implementación del conuco, rediseñando algunas poblaciones existentes o creando nuevas, permitiría que muchas comunidades locales puedan vivir de la tierra mejorando las fuentes de empleo y combatiendo el hambre.

Lo táctico y lo estratégico pasa por formas de trabajo descentralizadas pero articuladas en comunidades y organizaciones que participen y tomen decisiones sobre cómo generar el cambio, asimismo se necesita de un conocimiento profundo de lo local, de los ecosistemas y condiciones, de las semillas y la biodiversidad, es decir el conocimiento de indígenas y campesinos.

Si la mayoría de los alimentos se comerciaran en mercados locales entonces la base de nuestra nutrición serían alimentos frescos o procesados localmente y en casa; el procesamiento de alimentos sería doméstico o ligeramente industrial; el transporte de alimentos alrededor del mundo se reduciría, también los periodos de refrigeración antes o después de la venta; los envases de alimentos serían más sencillos y no dependerían tanto del plástico.

Otras decisiones como disminuir progresivamente el consumo de productos agrícolas no alimentarios como el aceite de palma y el consumo excesivo de carne serían complementarias, también abandonando negocios como los agrocombustibles e implementando formas descentralizadas de producción de energía.

En el caso venezolano hemos experimentado en los últimos 20 años el chantaje a la población por parte de empresas de agricultura industrial que producen mercancías para el mercado internacional en lugar de comida obteniendo una enorme acumulación.

La transformación más profunda y destructiva que conlleva el sistema alimentario industrial es la industrialización del sector ganadero que ha crecido cinco veces en las últimas décadas, contribuye a la crisis climática de un modo enorme y ha ayudado a provocar el problema de obesidad en los países ricos mientras ha destruido la producción local de carne en los países pobres mediante subsidios y comercio desleal.

El poder corporativo se ha concentrado en mantener un sistema comercial creciente y en expansión que dice “crear empleos” cuando arrebata el plusvalor a quienes trabajan, entretanto provoca ámbitos rurales vacíos, ciudades sobrepobladas y la destrucción de muchos modos de sustento y cultura en el proceso, todo eso con el apoyo de sectores académicos y decisores cooptados u obnubilados con el imaginario del crecimiento infinito.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<