Jue. 21 Agosto 2025 Actualizado 2:48 pm

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Sede de la Fundación Rosa Luxemburg en Berlín (Foto: Winfried Rothermel / dpa)
Derecha e izquierda en la agenda alemana-otanista

Konrad Adenauer y Rosa Luxemburg: fundaciones para la injerencia a dos manos

En las últimas décadas el mapa del poder global ha mutado. Para imponer su hegemonía, a las potencias no les bastan ataques militares ni bloqueos económicos sino que la apropiación de la naturaleza —vía commodities— y la fuerza de trabajo del Sur Global se libra en los terrenos de la cultura, la opinión pública y las organizaciones de la llamada "sociedad civil".

En América Latina dicho modelo se ha replicado con precisión mediante las organizaciones no gubernamentales (ONG) subvencionadas por fondos europeos y estadounidenses, que han desempeñado un papel clave en la deslegitimación de gobiernos progresistas basados en la promoción de narrativas de "populismo", "autoritarismo" y "corrupción", las cuales preparan el terreno hacia crisis políticas o golpes de Estado. Una buena parte de las ONG representa el brazo político e ideológico —mediante el lobby, por ejemplo— de las potencias occidentales, empresas transnacionales y fundaciones internacionales.

Desde la caída del Muro de Berlín el auge de estas redes de la "sociedad civil" coincidió con la consolidación del modelo neoliberal a escala global. Muchas de ellas operan con presupuestos multimillonarios financiados por grandes corporaciones como Coca-Cola, Siemens o Shell, y por fundaciones vinculadas con las élites mundiales como la Open Society Foundations de George Soros o la Fundación Ford.

Precisamente, la demostración más elocuente de su rol es la afirmación del expresidente estadounidense, Bill Clinton, durante una reunión del grupo Bilderberg en 2005: "El crecimiento de las ONG fue una de las obras más extraordinarias que sucedió en el planeta después de la caída del Muro de Berlín".

Este auge no responde a una demanda espontánea de solidaridad sino a una estrategia deliberada de despolitización. Lejos de ser entidades autónomas, muchas ONG operan como intermediarias del Estado y del capital en la implementación de políticas de ajuste estructural, despolarizan las luchas sociales y promueven una "gobernanza" alineada con los intereses del capitalismo transnacional.

En este marco, su misión real no es combatir la pobreza sino neutralizar cualquier alternativa sistémica al capitalismo. Como expone Sangeeta Kamat (2004) en el artículo The Privatization of Public Interest, las ONG reproducen un discurso que "privatiza el interés público" al transformar problemas estructurales en asuntos de gestión técnica o caridad individual.

Injerencia política alemana a dos manos: Fundación Konrad Adenauer a la derecha

Dentro de este ecosistema de poder blando, las fundaciones políticas alemanas ocupan un lugar central. Aunque oficialmente se presentan como entidades de educación cívica y promoción democrática, su rol real trasciende con creces la formación de ciudadanos. Son, en esencia, instrumentos del Estado alemán para proyectar su influencia ideológica y política en el exterior, bajo el paraguas de la "cooperación internacional".

La Fundación Konrad Adenauer (KAS, por sus siglas en alemán), afiliada a la Unión Demócrata Cristiana (CDU, por sus siglas en alemán), opera como una extensión de la política exterior conservadora alemana. Su historia está marcada por intervenciones directas en procesos políticos relevantes. Desde su creación en 1952 ha sido un instrumento nuclear en la diplomacia de ideas del bloque occidental.

En 1988 financió y capacitó a activistas demócrata-cristianos en Chile que promovieron el "no" en el plebiscito contra Augusto Pinochet. Aunque esto pudo parecer una acción progresista, su objetivo no era necesariamente la justicia social sino el fortalecimiento de una alternativa política alineada con los intereses económicos y geopolíticos del espacio OTAN. Ya la élite atlantista había utilizado al dictador para imponer su doctrina neoliberal y alinear geopolíticamente al país sureño, por lo que optó por descartarlo.

La KAS ha sido un actor crucial en América Latina al promover reformas neoliberales que han fortalecido partidos opositores a gobiernos considerados "populistas" y han financiado campañas de deslegitimación. Esta fundación actúa como brazo de un "imperialismo soft" que interviene en la política interna de países como Venezuela, Bolivia y Nicaragua, no con tropas sino con seminarios, becas y redes de "expertos" que difunden una agenda liberal-conservadora.

Y a la izquierda: Fundación Rosa Luxemburg

La izquierda no escapa a este sistema de control. La Fundación Rosa Luxemburg (RLS), vinculada con el partido Die Linke, se presenta como una alternativa crítica al capitalismo. Sin embargo, su financiamiento estatal y su inserción en el aparato diplomático alemán la convierten en un instrumento ambiguo.

En Nicaragua, en medio de una escalada violenta que llegó a ocasionar 253 muertes, la RLS distanció a sectores de la izquierda internacional del gobierno sandinista al declarar que "Nicaragua ya no es un símbolo de identificación para la izquierda". Esta postura no surgió de un análisis autónomo sino de una línea política que, aunque crítica del neoliberalismo, seguía los dictados de la política exterior alemana, que desconfía de los gobiernos que escapan al control occidental.

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En 2018, durante el intento de golpe suave contra el gobierno de Daniel Ortega, la Fundación Rosa Luxemburgo se alineó con la narrativa de la oposición financiada por Estados Unidos (Foto: The Grayzone)

Aunque se rechacen mutuamente por poseer raíces nazis o provenir del extremismo, ambas fundaciones parecieran servir para desactivar movimientos populares autónomos desde la derecha y desde una izquierda institucionalizada. Operan en más de 100 países, incluidos Estados emergentes, y actúan como "empresas fantasmas" que permiten al Estado alemán "distanciarse de los problemas políticos que pueden crear con su injerencia", lo que coadyuva a mantener una "buena imagen de Alemania".

En 1973 un informe interno del Ministerio de Cooperación ya recomendaba que "la financiación estatal de determinados proyectos no debe ser divulgada", hecho que evidencia desde entonces una política de opacidad deliberada.

La relación entre la izquierda latinoamericana y estas fundaciones es profundamente contradictoria. Mientras algunos intelectuales y activistas las critican como herramientas de dominación, otros dependen de sus becas, publicaciones y espacios de debate. Este vínculo crea una dependencia ideológica que erosiona la autonomía del pensamiento crítico en nombre del "diálogo interpartidista" y la "gestión democrática".

El filósofo y economista argentino Néstor Kohan ha denunciado cómo ciertos izquierdistas latinoamericanos se han convertido en voceros de fundaciones como la Friedrich Ebert, financiada por el Partido Socialdemócrata alemán (SPD, por sus siglas en alemán), y así reproducen un discurso que, aunque crítico del "capitalismo salvaje", nunca cuestiona el orden liberal ni las estructuras del imperialismo. Dichos intelectuales, al aceptar fondos y plataformas de tales fundaciones, terminan legitimando un sistema que neutraliza cualquier proyecto revolucionario.

Afirman analistas que, pese a su nombre simbólico, la RLS no fomenta una izquierda radical sino una izquierda gestionable, reformista, que dialogue con los partidos tradicionales y rechace gobiernos como el de Nicaragua o Venezuela. En este sentido, su labor no es fortalecer la lucha de clases sino domesticarla.

Según testimonios de activistas polacos, la RLS financió conferencias y publicaciones, pero exigió a cambio la ruptura con organizaciones sindicales radicales como Agosto 80 y calificó a sus líderes como "fascistas". En 2007 prohibió la participación de activistas del Partido Polaco de los Trabajadores (PPP) en eventos del Partido de la Izquierda Europea. Este patrón de división y deslegitimación interna ha debilitado la izquierda polaca, lo cual convierte la RLS en un factor de desintegración más que de unidad.

Por ello vale citar a Valentín Pacho, exsecretario general de la CGTP del Perú y exvicepresidente de la Federación Sindical Mundial, quien en 2022 afirmó que las ONG "desarrollan intensa campaña de carácter político e ideológico para anular la conciencia de clase, convirtiendo a los movimientos sociales en analfabetos políticos y apéndices del capital".

Detrás de la máscara del poder blando

Muchas de la ONG de izquierda son acusadas de cooptar luchas sociales por promover una agenda "posmoderna" que, por ejemplo, propone ecologismo sin anticapitalismo o feminismo sin lucha de clases, lo que neutraliza su potencial transformador y las hace funcionales a una "izquierda" sistémica y aceptable para el establishment europeo. Su polémica financiación ha llegado a generar críticas incluso dentro de Alemania, donde se cuestiona el uso de fondos públicos para influir en la política de otras naciones.

En Europa muchas ONG financiadas tanto por la OTAN como por el gobierno fueron acusadas de colaborar con organismos gubernamentales para interferir en las elecciones alemanas. Su "operación de influencia" buscaba mantener Alemania en línea con los objetivos de la política exterior estadounidense y socavar el movimiento pacifista europeo.

Rusia y China, conscientes de la injerencia política de estas organizaciones, han tomado medidas. En 2023 Moscú declaró la RLS como "organización no deseada", y la acusó de interferir en asuntos internos. Anteriormente, cuatro fundaciones alemanas, incluidas la KAS y la RLS, se registraron formalmente en Beijing como "ONG extranjeras", lo que les permite operar bajo la estricta supervisión del Estado chino.

El gobierno chino ha advertido que estas organizaciones "no deben interferir en asuntos internos ni promover valores ideológicos extranjeros". Ambos países del eje multipolar consideran la presencia de estos entes como actores injerencistas, financiados por un gobierno extranjero. Su rol no es percibido como "ayuda al desarrollo" sino como herramientas de guerra no convencional.

en América Latina: Asedio e injerencia

En Venezuela el rol de estas fundaciones ha sido particularmente agresivo. Desde la década del 2000 la KAS ha financiado a ONG opositoras, think tanks liberales y medios de comunicación que promueven la narrativa de la "crisis humanitaria" y justifican sanciones internacionales. Organizaciones civiles que se presentan como independientes suelen estar vinculadas, directa o indirectamente, con redes de financiamiento europeo, muchas veces canalizadas a través de la KAS o la Friedrich Naumann —vinculada con el Partido Democrático Libre alemán, o FDP—.

Las "contrarrevoluciones de colores" en el país han sido apoyadas por algunas ONG que reciben fondos europeos y han replicado estrategias aplicadas en Europa del Este. Desde el movimiento de las "manos blancas" en 2007 los jóvenes universitarios han actuado como vanguardia de una guerra de cuarta generación, en la que el objetivo no ha sido vencer militarmente sino desestabilizar mediante campañas de desinformación, judicialización de la política —lawfare o guerra jurídica— y movilización de sectores urbanos medios.

La KAS, junto con otras fundaciones, ha financiado centros de formación política, promovido "candidatos de unidad" y creado redes con partidos de derecha como Primero Justicia y Copei. Además ha promovido narrativas que criminalizan el gobierno venezolano. Este modelo no es exclusivo de Venezuela:

  • Un reporte del Observatorio Lawfare (2023) detalla el papel de la KAS en la promoción de lawfare contra líderes como Lula da Silva y Rafael Correa.
  • En Bolivia, tras el golpe de 2019, se evidenció el rol de fundaciones europeas en el fortalecimiento de actores opositores.
  • Según el periodista José Manzaneda, en Cuba "todos los años hay casi 30 millones de dólares sobre la mesa" para grupos que "juegan un papel político claro en la desestabilización o en la manipulación informativa".
  • En Honduras se le atribuye un rol fundamental en el golpe de Estado de 2009 contra Manuel Zelaya a algunas ONG vinculadas con la democracia cristiana.
  • En Chile y Colombia han promovido reformas constitucionales bajo el discurso de la "democracia participativa", pero con contenidos profundamente liberales.

Bajo el manto de la "cooperación" y la "democracia", las élites otanistas buscan asegurar una hegemonía del orden unipolar global francamente rota. Tanto desde la derecha como desde una izquierda institucionalizada, estas fundaciones desvían las luchas sociales hacia canales controlables y deslegitiman cualquier proyecto que aspire a la soberanía nacional.

Las fundaciones políticas alemanas operan como un sofisticado aparato de poder blando ejecutando la política exterior de su país por otros medios. Su labor, lejos de ser un acto de solidaridad, implica una arquitectura de injerencia global diseñada para subordinar la autodeterminación de las naciones a los intereses estratégicos del bloque euroatlántico.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<