El pasado 20 de mayo las fuerzas Ansarolá de Yemen anunciaron la imposición de un bloqueo naval al puerto de Haifa, en Palestina ocupada, como respuesta a la genocida agresión israelí contra la Franja de Gaza.
La presión militar yemení logró afectar el puerto de Umm al Rashrash, también conocido como Eilat, que cesó sus operaciones desde que comenzara la última escalada en 2024.
Estas acciones se unen a un importante y extenso registro de acciones desde Yemen contra embarcaciones en el mar Rojo e instalaciones aéreas y portuarias en territorio palestino ocupado, lo cual ha impuesto una nueva simetría regional.
Los yemeníes han desplegado misiles de tipo balístico, crucero y hasta hipersónicos, así como una extensa nueva generación de drones artillados y kamikazes aéreos y marítimos. Lo han logrado con base en tecnologías y apoyo técnico ofrecido por Irán. Esto ha cambiado las facultades de Yemen para interactuar en diversos planos y ha alterado las condiciones militares en su área de incidencia, en tierra, mar y aire.
Las acciones acumuladas de los hutíes yemeníes durante estos años han logrado un cambio significativo en la logística comercial del Estado israelí, que ha visto afectadas ciertas operaciones. Pero el amplio espectro de acciones se ha colateralizado sobre el difícil contexto energético internacional, haciendo del mar Rojo un gran factor de atención para intereses occidentales.
La fallida intervención estadounidense en Yemen
Entretanto, Estados Unidos ha desarrollado la operación Rough Rider, que ha costado 1 000 millones de dólares, y también ha experimentado pérdidas de, al menos, siete drones estratégicos y un avión F-18.
Las pérdidas mutuas derivaron en una negociación y un posterior alto al fuego entre Estados Unidos y Yemen. Donald Trump aludió a que el país "se rindió" frente a graves ataques de bandera norteamericana.
Pero este acuerdo no incluye al Estado de Israel, por lo que el conflicto solo cambió de forma. En términos de hecho, Estados Unidos da un paso hacia atrás y mantiene su apoyo al ente sionista evitando el "pantano" de pelear una nueva guerra a gran escala de manera directa.
Mientras tanto, Ansarolá ha continuado sus ataques contra Israel desplegando acciones directas sobre su infraestructura aeroportuaria y sobre ciudades de Palestina ocupada.
El Mar Rojo y el Estrecho de Mandeb: nudos críticos de la geoenergía
La República de Yemen ocupa una posición de extraordinaria relevancia en el tablero geopolítico contemporáneo debido a su ubicación estratégica en el estrecho de Bab el Mandeb, un cuello de botella marítimo por el que transita alrededor de 12% del comercio mundial de petróleo y 8% del gas natural licuado (GNL). Este paso, de poco más de 30 km de ancho, conecta el mar Rojo con el océano Índico y es esencial para el abastecimiento energético de Europa, Asia y América.
Los recientes bombardeos estadounidenses contra puertos yemeníes no solo buscaron debilitar militarmente a Ansarolá sino también reafirmar el control de Washington sobre una ruta crítica para la economía global. La intervención militar se enmarca en una competencia más amplia por la influencia en la región, donde actores como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos (EAU) e Irán tienen intereses contrapuestos.
Riad y Abu Dhabi han invertido fuertemente en la construcción de puertos alternativos en el Cuerno de África —como Berbera en Somalilandia y Assab en Eritrea— para reducir su dependencia del estrecho de Bab el Mandeb. Sin embargo, la influencia de los hutíes en Yemen ha frustrado estos esfuerzos hasta mantener la región en un estado de tensión permanente.
Compañías como Chevron, Shell y BP están incrementando sus inversiones en Egipto, donde el gas natural de los yacimientos offshore del Mediterráneo oriental es licuado y exportado hacia Europa. Pero también dirigen ese producto a Asia, vía mar Rojo. Cualquier interrupción en esta ruta —como los ataques hutíes a buques comerciales— dispara las primas de riesgo de las aseguradoras y la llamada "prima geopolítica", lo cual repercute sobre los mercados de futuros del crudo y el GNL.
La escalada del conflicto ha llevado a que desde el pasado 20 de mayo los hutíes impusieran un bloqueo naval al puerto israelí de Haifa, en Palestina ocupada —por donde transita 30% del comercio exterior de Israel— en represalia por los bombardeos en Gaza. Esta medida ha obligado a buques petroleros a desviarse hacia el Mediterráneo oriental, hecho que ha elevado los costos logísticos 15-20%.
Israel, que exporta gas natural desde los yacimientos de Tamar y Leviathan hacia Europa, ha visto comprometidas sus rutas marítimas. Los precios del Brent subieron 8% en una semana tras el anuncio del bloqueo, cifra que refleja la sensibilidad de los mercados a las tensiones en el mar Rojo.
La Unión Europea (UE), por su parte, ha acelerado negociaciones con Egipto e Israel para diversificar sus fuentes de GNL y seguir reduciendo el flujo de gas ruso hacia el continente. Proyectos como el EastMed Pipeline —que conecta Palestina ocupada con Grecia— podrían recibir un nuevo impulso si la inseguridad en el mar Rojo persiste. De ahí que Yemen haya emergido como un actor disruptivo en la geoeconomía energética, capaz de alterar flujos comerciales y forzar reconfiguraciones estratégicas.
Aunado a la tensión entre Israel y la República Islámica de Irán, Yemen es el principal elemento de tensión geopolítica en Asia Occidental y representa un componente sobrevenido en las dinámicas de mercado.
En cuanto a los efectos de este ciclo de inestabilidad, el mercado petrolero ha entrado en una nueva era de incertidumbre, en la que Yemen ejerce una influencia desproporcionada debido a su impacto sobre la logística global.
El bloqueo a Haifa marca un punto de inflexión debido a que, por primera vez, Tel Aviv enfrenta presión energética directa desde Yemen. Si esta se mantiene, podría acelerar proyectos alternativos —gasoductos terrestres— y reconfigurar alianzas regionales como el acercamiento Israel-India vía Omán.
El mercado petrolero y sus actividades en Asia Occidental están bajo "riesgo de crisis" permanente dado que la prima geopolítica ya no es coyuntural; ha adquirido un carácter sostenido. Los inversionistas deben incorporar riesgos en la triada de conflicto Yemen-Israel-Irán e israelíes como variables de largo aliento.
Finalmente, los hutíes han redefinido la guerra asimétrica en el siglo XXI de maneras tan extraordinarias que están alterando las cadenas de suministro globales, hasta obligar a empresas occidentales a replantearse sus estrategias comerciales, su seguridad marítima y sus estructuras generales de costos.