Las relaciones de Estados Unidos con los países árabes del Golfo en Medio Oriente se encuentran en el punto más bajo de nuestro tiempo. Y esto se ha convertido en un gran inconveniente para que Washington pueda sostener la postura de presión y embargo sobre Rusia y sus recursos energéticos.
Algunos acontecimientos recientes reafirman esta lectura del tablero geopolítico. Abdel Bari Atwan, redactor jefe del periódico londinense Al-Quds al-Arab, recoge y analiza cuatro de ellos para The Cradle, agregando que se trata de una tendencia en crecimiento.
Bashar Al Assad visita los Emiratos Árabes Unidos. Riad y Abu Dhabi no contestan las llamadas de Biden
Lo primero que se menciona en el artículo es la visita del presidente sirio Bashar al-Assad a los Emiratos Árabes Unidos (EAU) tras un paréntesis de 11 años, la cual recibió mucha atención la semana pasada, sobre todo entre los países de la región árabe.
El vicepresidente de los EAU y jefe de Dubai, el jeque Mohammed bin Rashid Al Maktoum, y el príncipe heredero de Abu Dhabi, el jeque Mohammed bin Zayed Al-Nehyan, recibieron al presidente sirio Bashar al-Assad en Dubai y Abu Dhabi.
Durante la reunión, el jeque Mohammed bin Rashid se congratuló de la visita del presidente sirio Bashar al-Assad y de la delegación que le acompañaba y expresó sus deseos de seguridad y paz en Siria y entre su población en toda la región, calificando la visita como el inicio de las relaciones de hermandad entre ambos países. También declaró que los Emiratos recomendarían el regreso de Siria a la Liga Árabe, de la que fue expulsada en 2011.
"La cálida bienvenida que le brindaron sus líderes fue una bofetada en la cara de la administración estadounidense", escribe Bari Atwan, recalcando el evidente nerviosismo del gobierno estadounidense ante el evento que prácticamente ha pulverizado la estrategia de "sanciones" y aislamiento contra Damasco.
Por otro lado, Bari Atwan reseña "el creciente desafío a la hegemonía estadounidense por parte de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos". Estos dos aliados tradicionales de Washington han puesto resistencia hacia el intento de la Casa Blanca de suavizar las consecuencias del bloqueo sobre los recursos energéticos rusos que ha sumado a la crisis ya sobrevenida en Estados Unidos, a saber, niveles récords de inflación y aumento de los precios de los combustibles.
La prioridad de Biden con Riad y Abu Dhabi era que colaborarán con la máxima presión económica sobre Moscú aumentando la producción de petróleo. Estos dos países del Golfo Pérsico son importantes productores de petróleo con un exceso de capacidad, lo que podría suavizar el impacto de los precios del combustible en los consumidores estadounidenses.
Una semana después del inicio de la operación especial de Rusia en Ucrania, los gobiernos de Arabia Saudita y de los Emiratos se negaron simultáneamente a cumplir con los dictámenes. No solo eso, el hecho es de mayor bochorno diplomático para Washington, puesto que el príncipe heredero Mohammed bin Salman de Arabia Saudí y su homólogo de los Emiratos Árabes Unidos, el jeque Mohammed bin Zayed, ni siquiera quisieron hablar por teléfono con Joe Biden.
Al mismo tiempo, los dos líderes árabes hablaron con el presidente ruso Vladímir Putin.
El Golfo Pérsico le da la espalda a Boris Johnson y mira con entusiasmo hacia Pekín
Estados Unidos no es el único que intenta presionar a las monarquías del Golfo. El primer ministro británico, Boris Johnson, visitó el miércoles 16 de marzo los EAU y Arabia Saudí.
El tema de las conversaciones, según la parte británica, fue el trabajo conjunto para mejorar la estabilidad del mercado energético mundial en medio del "caos provocado" por la operación especial rusa. Sin embargo, Boris Johnson condujo el encuentro a amenazas contra los dos países si estos no seguían la línea occidental sobre Ucrania, que comprende, como lo menciona Bari Atwan, la imposición de "sanciones económicas a Rusia, o romper sus acuerdos de producción de petróleo con ella".
Johnson dijo que durante las visitas se comprendió "la necesidad de garantizar la estabilidad en los mercados mundiales del petróleo y el gas y la necesidad de evitar picos de precios destructivos". Sus interlocutores no hicieron ninguna declaración de alto nivel.
El último acontecimiento reciente que menciona Bari Atwan en su artículo es, por un lado, la invitación que Arabia Saudí hizo al presidente de la República Popular China, Xi Jinping, para que éste realice una visita oficial al país árabe, y por el otro, la iniciativa de Riad a comerciar petróleo con Pekín utilizando el yuan como moneda de cambio.
Arabia Saudí está considerando fijar el precio de sus ventas de petróleo a China en yuanes, medida que, según Wall Street Journal, "reduciría el dominio del dólar en el mercado petróleo y marcaría otro cambio del principal exportador de crudo hacia Asia". https://t.co/tLz8vPOJbN
— MV (@Mision_Verdad) March 21, 2022
"Esto indica que el reino y posiblemente otros estados del Golfo pueden estar dispuestos a unirse al nuevo sistema financiero global que Rusia y China están desarrollando como una alternativa al occidental", señala Bari Atwan.
Productores de petróleo árabes hartos de EEUU… e Israel
Otras manifestaciones de rechazo a Occidente por parte del Golfo Pérsico en los últimos días son dignas de reseñar, y así se muestran en el artículo de Bari Atwan. En primer lugar, informes que aseguran que Arabia Saudí y EAU han rechazado la posibilidad de una visita del secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken, quien tiene el objetivo de intentar salvar las relaciones con los "aliados" y seguir presionando por el aumento en la producción de petróleo.
En segundo lugar, la visita del ministro de Relaciones Exteriores de los Emiratos Árabes Unidos, el jeque Ahmad Bin Zayed, a Moscú para reunirse con su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, lo cual fue visto como un "desaire en todo el mundo" hacia Washington, dice Bari Atwan.
En resumen, lo que estamos viendo hoy son manifestaciones de una revuelta contra la hegemonía estadounidense en el mundo árabe por parte del eje de la 'moderación' árabe liderada por el trío egipcio-emiratí-saudí. Está abierto para que otros estados árabes y del Golfo, como Irak, Argelia y Sudán, se unan si así lo desean. Este nuevo eje puede tomar una forma más clara en la cumbre de Argel en el otoño.
Bari Atwan finaliza explicando cómo la negativa de los países árabes a cooperar con Estados Unidos puede traducirse también en una pérdida de espacio para la entidad sionista de Israel.
El proceso de normalización árabe con Israel está destinado a ralentizarse. Es el error más grave que podrían haber cometido los países en proceso de normalización, tanto los antiguos como los nuevos, y debería detenerse por completo. Pero hay optimismo en este sentido, ya que volverse contra Estados Unidos implica también volverse contra Israel.