En los últimos años Haití ha estado sometido a espirales de violencia producto, entre otras cosas, del historial de invasiones, tutelaje y saqueo por parte de potencias imperiales, dicho sea de paso perpetrado desde su fundación republicana. Actualmente se encuentra sumida en una nueva escalada luego de que se fugaran cerca de cuatro mil presos con la ayuda de pandilleros fuertemente armados que amenazan con derrocar al primer ministro del país, Ariel Henry.
Si bien la violencia de las bandas criminales no es nueva, todo se acentuó desde que mercenarios colombianos y estadounidenses asesinaron en 2021 al presidente Jovenel Moïse. El poder de las bandas ha llegado a tal punto que intentaron tomar el control del Aeropuerto Internacional Toussaint Louverture, el más grande del país.
Desde el pasado fin de semana muchas comisarías policiales están bajo control de las bandas criminales y reportan que "muchos policías fueron asesinados". En respuesta, se impuso un toque de queda nocturno que comenzó el domingo a las 20:00 hora local.
En el caso específico de la reciente violencia criminal, existen algunas claves para entender la situación. Por una parte está la inexistencia del Estado y la crisis política que arrastra el país desde mediados del siglo XX y, por otra, la inferioridad de las fuerzas de seguridad al enfrentarse con las bandas.
La crisis política y de seguridad en Haití fue uno de los temas centrales en la 46° Reunión Ordinaria de la Conferencia de Jefes de Gobierno de la Comunidad del Caribe (Caricom), donde el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, pidió "actuar con rapidez" ante la crisis.
Este miércoles 6 de marzo el Consejo de Seguridad de la ONU convocó una reunión de emergencia para tratar la situación del país caribeño. El jefe de derechos humanos de la ONU, Volker Türk, pidió el despliegue urgente de una misión multinacional de apoyo a la policía haitiana. “La realidad es que, en el contexto actual, no existe una alternativa realista disponible para proteger vidas”, afirmó.
El organismo señala que al menos 15 mil personas huyeron en estos últimos días de las zonas más afectadas de Puerto Príncipe, la capital, y “cientos de miles de niños y familias están desplazados y privados de servicios y ayuda vital mientras los grupos armados dominan las calles”, según denunció la directora del fondo para la infancia Unicef, Catherine Russell.
Desde el año pasado se contempla la llegada de una asistencia internacional en materia de seguridad, liderada por Kenia. En febrero de este año Estados Unidos prometió 200 millones de dólares en ayuda y Canadá se comprometió a destinar otros 90 millones a fin de ofrecer protección a la población contra el auge de las pandillas.
En esa oportunidad Estados Unidos trató de buscar apoyo en varios países a fin de establecer una fuerza de seguridad internacional respaldada por la ONU. "Tenemos que hacer más para ayudar a la policía nacional haitiana a estabilizar la situación de seguridad ahora", dijo el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken.
En el pasado Haití ha tenido malas experiencias con tropas de la ONU que han intentado restablecer el orden. Recordemos que en 2010 este componente militar internacional descargó deliberadamente sobre el río Artibonite —el más largo del país— aguas residuales que provocaron un brote de cólera que mató a más de 8 mil personas. Luego de años de ocupación se demostró que la Fuerza de Estabilización de la ONU (Minustah) estuvo involucrada en actos de tortura, violaciones y trata de personas, prostitución a cambio de comida y tráfico de drogas.
Pensar que una nueva fuerza de ocupación multinacional no cometerá las mismas tropelías es cuando menos ingenuo, a pesar de que sea Kenia o cualquier otro Estado quien dirija la operación. Todo pasa necesariamente por la incorporación de la sociedad haitiana en búsqueda de una solución que permita restablecer la institucionalidad política y la paz social a fin de reconstruir el Estado, lo cual no puede hacerse a través de un desiderátum internacional.
Por su parte, los Estados miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) llamaron a una búsqueda inmediata de solución a la crisis, reiterando la necesidad de coordinar esfuerzos para que, “mediante mecanismos de cooperación efectiva, sin injerencias, la hermana Haití pueda conseguir el camino definitivo hacia la paz y resolver las necesidades humanitarias que padece su pueblo”.