Vie. 16 Mayo 2025 Actualizado 6:35 pm

Trump hizo su primera gira presidencial con una agenda de negocios en el Golfo

Trump hizo su primera gira presidencial con una agenda de negocios en Asia Occidental (Foto: Doug Mills / The New York Times)
Mientras continúa sus planes de aislar a China

Los negocios personales y tecno-militares de Trump en su gira árabe

El 13 de mayo Donald Trump inició su primera gira internacional desde que volvió a la presidencia de Estados Unidos.

Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Catar forman el eje de esta visita que, más allá del protocolo diplomático, deja claro cuál es el verdadero interés de la administración en la región: cerrar acuerdos cuantiosos en dólares que garanticen presencia.

La comitiva que lo acompaña estuvo integrada por su secretario de Estado, Marco Rubio; el secretario de Defensa, Pete Hegseth; el secretario del Tesoro, Scott Bessent; y el secretario de Comercio, Howard Lutnick, entre otros altos funcionarios, además del magnate Elon Musk.

Juntos, se han reunido con líderes de los principales Estados del Golfo para cerrar convenios que sumarían más de un billón de dólares, incluida la venta de armas, tecnología de aviación, proyectos en inteligencia artificial y desarrollo nuclear.

Un alto al fuego en Yemen forzado por la resistencia

Esta gira estuvo enmarcada por el anuncio de un alto el fuego entre Estados Unidos y Ansarolá en Yemen, después de meses de intensos bombardeos. Si bien la campaña estadounidense causó bajas y daños significativos, no logró derrotar la resistencia yemení ni socavar su capacidad operativa.

Ansarolá logró plantarse ante los ataques, derribar drones estadounidenses y mantener su ofensiva contra el transporte marítimo, lo que llevó a varios analistas, incluidos los del New York Times, a interpretar la retirada estadounidense como el resultado de una resistencia imprevista y de una operación militar costosa y en gran medida inconclusa.

Trump declaró desde el Despacho Oval que los yemeníes "pidieron por favor no ser bombardeados más", y que él había decidido aceptar su palabra, pero el desenlace reflejó más bien una decisión pragmática de Washington ante la resiliencia inesperada. La acción militar estadounidense concluyó en fracaso.

Según el acuerdo, mediado por Omán, ambas partes se comprometieron a no atacarse mutuamente, aunque los hutíes mantuvieron su promesa de continuar con las acciones armadas contra Israel en solidaridad con Gaza.

Para Ansarolá, el alto al fuego fue celebrado como una victoria que fortaleció su posición interna y confirmó su resiliencia frente a una potencia militar superior.

Primera parada: El Reino saudí

Tras el alto al fuego Trump llegó a Arabia Saudita sellando acuerdos comerciales por más de 600 mil millones de dólares, en una gira que combinó retórica antiiraní, gestos a los socios de la región y una estrategia diplomática que prioriza los negocios familiares.

En un discurso bajo el lema de una "nueva era dorada", el presidente expresó su enfoque comercial: "Ante nuestros ojos, una nueva generación de líderes está trascendiendo los antiguos conflictos y las desgastadas divisiones del pasado, y forjando un futuro donde Oriente Medio se defina por el comercio, no por el caos".

Los negocios entre Washington y Riad superaron cualquier expectativa, siendo los más cuantiosos los siguientes acuerdos:

  • Defensa. Arabia Saudita firmó el mayor acuerdo de ventas militares en la historia de Estados Unidos por 142 mil millones de dólares, incluidos sistemas avanzados de combate, modernización de fuerzas terrestres y capacitación militar.
  • Tecnología e infraestructura. Empresas como DataVolt invertirán 20 mil millones de dólares en centros de datos de Inteligencia Artificial (IA) e infraestructura energética estadounidense. Además, colosos como Google, Oracle, AMD, Salesforce y Uber aportarán otros 80 mil millones en tecnología en ambos países.
  • Exportaciones estratégicas. Proyectos de infraestructura como el Aeropuerto Internacional Rey Salmán y Qiddiya City generarán 2 mil millones de dólares en exportaciones de servicios estadounidenses, mientras que GE Vernova exportará 14 mil 200 millones en turbinas de gas, y Boeing cerró ventas por 4 mil 800 millones.
  • Salud e inversión sectorial. La firma Shamekh IV Solutions invertirá 5 mil 800 millones en una planta de fluidos intravenosos en Michigan. También se lanzaron fondos sectoriales con enfoque en Estados Unidos con 5 mil millones en energía, 5 mil millones en tecnología aeroespacial y defensa, y 4 mil millones en deportes.
  • Cooperación científica. Desde la NASA y la Agencia Espacial Saudita colaborarán en misiones del programa Artemis II, y se incluye un acuerdo de modernización en transporte aéreo y una exposición del Smithsonian en Washington dedicada a AlUla; la alianza también avanza en ciencia, cultura y logística global.

Mientras se anunciaban estas inversiones por cientos de miles de millones de dólares, la Organización Trump consolidaba discretamente su presencia empresarial en el corazón del golfo Pérsico.

En los últimos años los negocios personales del presidente han encontrado en Arabia Saudita un terreno fértil para la expansión de su marca. Durante la visita se reforzaron públicamente algunos de estos proyectos claves:

  • En Yeda Trump y la firma Dar Global anunciaron la construcción de una Trump Tower de 47 pisos frente al mar Rojo, un desarrollo residencial de lujo que será completado en 2029. El proyecto fue presentado como símbolo del renacimiento urbano saudita, y celebrado en redes sociales por Eric Trump como un "logro de meses de trabajo conjunto".
  • En Riad la Organización Trump participa en otros dos desarrollos inmobiliarios. Si bien no tendrá propiedad directa, la familia licenciará su nombre a través de acuerdos con Dar Global, lo que refuerza su marca en el mercado de alto poder adquisitivo del Reino.

Cuando un periodista preguntó a la Casa Blanca si Trump planeaba ocuparse de negocios personales durante su visita, la secretaria de prensa Karoline Leavitt respondió cínicamente: "Es ridículo que alguien en esta sala sugiera siquiera que el presidente Trump está haciendo algo para su propio beneficio".

No obstante, la simultaneidad entre decisiones diplomáticas, apertura de mercados e impulso a negocios familiares deja entrever una red cada vez más difícil de separar. En un contexto donde lo económico se entrelaza con lo geopolítico, Trump encarna una política exterior moldeada tanto por intereses estratégicos como por ambiciones empresariales.

Esta expansión no se limita a Arabia Saudita pues se suman un campo de golf en Catar, torres residenciales en Dubái, y una operación de criptomonedas a través de World Liberty Financial, una firma vinculada con la familia Trump.

Otros negocios en Catar y Emiratos Árabes Unidos

Seguido de su visita en el Reino saudita Trump se dirigió a Catar y anunció un acuerdo económico global valorado en al menos 1,2 billones de dólares, acompañado de contratos específicos por más de 243 mil 500 millones de dólares.

La Casa Blanca destacó la suscripción del acuerdo con Qatar Airways para la compra de 210 aviones Boeing 787 Dreamliner y 777X, impulsados por motores GE Aerospace, por un valor total de 96 mil millones de dólares. Este pedido representa el mayor en la historia para Boeing en aviones de fuselaje ancho.

Además, la empresa de ingeniería estadounidense McDermott, en colaboración con Qatar Energy, gestionarán siete proyectos energéticos, incluidas iniciativas de Gas Natural Licuado (GNL) por un valor conjunto de 8 mil 500 millones de dólares.

La seguridad también ocupó un lugar clave. Trump facilitó acuerdos de defensa por un valor superior a 3 mil millones de dólares, incluidos:

  • Un contrato de mil millones con la empresa aeroespacial Raytheon para sistemas antidrones, que ubica a Catar como el primer cliente internacional de esta tecnología.
  • Un acuerdo de casi 2 mil millones con General Atomics para la adquisición del sistema de aeronaves no tripuladas.

Estos acuerdos se complementan con una declaración de intención para invertir más de 38 mil millones de dólares en infraestructura militar y seguridad regional, especialmente en la base aérea de Al Udeid, un pilar estratégico para Estados Unidos en Catar.

Más allá de la política oficial, Trump también aprovechó su visita para ampliar los negocios privados de su marca. Anunció la construcción del Trump International Golf Club Simaisma en las afueras de Doha, un desarrollo de 5 mil 500 millones de dólares con participación de la inmobiliaria estatal Qatari Diar.

En Emiratos Árabes Unidos (EAU) el presidente Trump fue recibido con honores por el jeque Mohamed bin Zayed Al Nahyan, y celebró el compromiso de ese país de invertir 1,4 billones de dólares en Estados Unidos durante la próxima década, mediante fondos soberanos.

Uno de los temas centrales de la visita fue la cooperación en IA. Estados Unidos y Emiratos Árabes Unidos firmaron un acuerdo preliminar para la importación de 500 mil chips de IA avanzados de Nvidia, que se utilizarán en nuevos centros de datos en Abu Dhabi y Dubái.

Cabe destacar que el director ejecutivo de Nvidia, Jensen Huang, participó directamente en los encuentros, subrayando el carácter estratégico del acuerdo.

En el plano privado Trump también anunció la construcción del Trump International Hotel & Tower de 80 pisos en Dubái, en alianza con Dar Global, que se suma al Trump International Golf Club inaugurado en 2017. Este nuevo proyecto consolida la expansión de la marca Trump en el sector de lujo del Golfo.

En conjunto, las cifras que dejó esta visita no solo son llamativas por su volumen, más de 1,5 billones de dólares en acuerdos públicos y privados entre ambos países sino que también reflejan el doble objetivo de Trump: intentar reforzar el desarrollo industrial y tecnológico estadounidense, y expandir su propia presencia empresarial en una región clave del mundo.

China en el radar

Más allá de los discursos y negocios, la gira de Donald Trump en Asia Occidental estuvo marcada por el intento de consolidar a Estados Unidos como el socio preferente de las monarquías del Golfo en detrimento de China.

Es decir, los acuerdos por cientos de miles de millones de dólares en inversiones y tecnología, y la promesa de levantar barreras impuestas durante la administración Biden, el ahora presidente estadounidense visitó esos países para redibujar el mapa de alianzas estratégicas.

Es oportuno mencionar que el foco de la gira no estuvo en Israel-Gaza, Irán o la seguridad, sino en el sector militar y tecnológico —chips, Inteligencia Artificial— y flujos de capital. Si bien Trump asomó la normalización saudí-israelí y la liberación de rehenes, la atención real se centró en asegurarse de que las futuras megaciudades inteligentes del Golfo corran sobre arquitectura tecnológica estadounidense y no sobre la de sus competidores asiáticos.

La derogación de la "Regla de difusión de IA", que impedía la exportación de semiconductores avanzados a países como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, fue una señal clara: Washington está dispuesto a ceder terreno normativo si eso significa aislar a China de su avance tecnológico en el Golfo.

Esto ocurre apenas días después de que Estados Unidos y China acordaran una tregua comercial temporal, reduciendo aranceles mutuos tras años de escalada. No obstante, la lógica que rige la política exterior de Trump no se detiene por treguas, estos nuevos convenios son condicionales, y evidentemente, buscan reducir su cooperación tecnológica con Beijing.

Por otro lado, China no se queda de brazos cruzados y está consolidando su presencia en América Latina, una región que históricamente Washington ha considerado su "patio trasero".

En este contexto, la reciente cumbre China-Celac no solo fue un espacio de anuncios económicos sino un acto político que desafía abiertamente la hegemonía estadounidense en la región. Con esta cumbre, China logró proyectar una imagen de socio confiable, respetuoso de la soberanía y comprometido con el desarrollo regional, en contraposición a la narrativa de tutela e intervención que a menudo acompaña la presencia estadounidense.

La firma de nuevos programas de cooperación y el otorgamiento de créditos millonarios consolidan a Beijing como un actor clave en la transformación estructural de América Latina. Más aun, el impulso al comercio, la inversión en infraestructuras y la eliminación de visados refleja una estrategia integral para ganar influencia económica y diplomática a largo plazo.

En definitiva, la gira de Trump por Asia Occidental evidenció que la prioridad fue netamente comercial: consolidar negocios, atraer inversiones y reforzar la marca Trump. La presencia de figuras como Elon Musk y el CEO de Nvidia, junto con los anuncios de megaproyectos inmobiliarios y tecnológicos, dejó claro que se trató de una misión orientada a beneficiar al gran capital estadounidense más que a los equilibrios geopolíticos inmediatos.

Sin embargo, bajo esta fachada subyace un objetivo estratégico más profundo: desplazar a China como socio del Golfo y reconfigurar las alianzas tecnológicas globales a favor de Estados Unidos.

Aun así, la reciente tregua arancelaria entre Washington y Beijing refleja que, por más que Trump busque aislar a su principal competidor, la geopolítica sigue marcando la pauta. En este tablero, China ha demostrado una notable capacidad para moverse en las aguas comerciales y geopolíticas, lo que evidencia que el verdadero pulso no es solo económico sino de influencia estructural a largo plazo.

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