El actual modelo de producción consiste en que los países desarrollados, en su mayoría pertenecientes al Norte Global, compran mano de obra, energía, alimentos y recursos, todos baratos, a los del Sur Global para expandir el dinamismo de sus economías. Luego venden sus productos con valor agregado a estos mismos países, siempre manteniendo el control de los enclaves, cadenas de suministro y del conocimiento asociado a la producción, sobre todo luego de la imposición del "libre comercio" en la periferia y financiarización tanto de la economía como de la naturaleza.
Cada territorio del Sur Global cumple un rol específico en la extracción de naturaleza, o de materias primas. Esto no es un fenómeno estático sino que se retransforma en tanto en cuanto va avanzando la noción imperial de progreso que se ha globalizado, más ahora en tiempos de multipolaridad. Desde los nuevos núcleos se reclama el "derecho" al desarrollo y, al parecer, el abismo que se avizora no es suficiente razón para repensarlo.
Además de la crisis climática y la pérdida de biodiversidad, el planeta enfrenta un agotamiento de los recursos que ha servido para la expansión del capitalismo. Yacimientos de petróleo y minerales están mermando cada vez más, así como el acceso a suelos fértiles y las fuentes de agua dulce, lo que ha impactado en los precios de las materias primas. Buena parte de los espacios donde se encuentran estos recursos se hallan en África, Asia y América Latina, por lo que para las potencias globales es importante mantener y aumentar la influencia política y económica en estas zonas del mundo.
La desigualdad es uno de los mayores problemas en América Latina, lo que condiciona que se cumpla la promesa de desarrollo, sobre todo ante escenarios de calentamiento global que, como han pronosticado sectores científicos y organismos multilaterales, generarían graves perturbaciones socioeconómicas en el continente.
Por otra parte, la deuda ha sido un lastre en la región que ha derivado en altas tasas de inflación, estancamiento o retroceso económico y en una crisis fiscal de los Estados, lo que ha profundizado esa desigualdad. Estimaciones de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) indican que, a finales de 2022, los países de Latinoamérica registraron, en promedio, una deuda pública bruta de 51,5% del Producto Interno Bruto (PIB). Sus niveles continúan siendo elevados y se ubican muy por encima de los registrados en crisis económicas y financieras anteriores, como la desarrollada a fines de la década de 1990 y a inicios de los 2000.
La (no tan nueva) agenda verde versión Petro
En el reciente encuentro de presidentes suramericanos realizado en Brasilia el presidente colombiano Gustavo Petro propuso el canje de deuda pública por servicios ambientales concretos para atajar la crisis climática, con un enfoque en la protección de la Amazonía. Así lo hizo en el Foro de Davos, donde se reúne la élite económica mundial abogando por "acabar con la dependencia del petróleo y el carbón para acometer una acelerada transición energética".
La declaración se hace llamativa tratándose del jefe de gobierno del segundo país más biodiverso del mundo, con cerca de 10% de la selva amazónica, quien además planteó que las cumbres del clima sean vinculantes con la economía global, cuando en la praxis ya lo son. En el panel "Liderazgo para América Latina" realizado en Davos, declaró que:
"Con las tecnologías descubiertas hasta el momento, si construimos una red eléctrica americana podemos, en cierta forma, vender nuestro potencial en energías limpias para que Estados Unidos pueda cambiar su matriz energética, el primer elemento para que cambie todo en el mundo".
En el marco de su "agenda verde", el mandatario ha detenido la exploración de petróleo de cara a la transición energética no obstante a que Colombia sigue siendo un país exportador de commodities. En el corto plazo se hace complicado sustituir los ingresos de esas exportaciones que provienen del sector minero-energético porque casi la mitad de sus ingresos de divisas provienen de ese sector.
Demandó la creación de una agenda común en la que los materiales que requiera esta nueva fuente de energía limpia, como el cobre, puedan ser empleados en procesos de reindustrialización "para generar nosotros mismos la energía". Sin embargo, hay señales de que se avecina un escenario de suministro ajustado y precios más altos del mineral; además, no hay avances tecnológicos disponibles para su producción ni existen alternativas viables para el metal en sus muchos usos industriales.
En el mismo escenario de Davos se preguntó:
"¿Por qué no se canjea, se cambia, la deuda que tienen los países y los procesos productivos por acción climática, de tal manera que se liberaran recursos presupuestales para acometer la adaptación y la mitigación? ¿Por qué no se desvaloriza la deuda mundial, lo cual significa también un cambio del sistema del poder? (…) Estos temas que abordaría un capitalismo descarbonizado hoy no están en la discusión".
¿La deuda o la vida?
Cuando el presidente colombiano habla de "servicios ambientales" se refiere a que las sociedades humanas obtienen de los ecosistemas:
- Abastecimiento. Beneficios materiales que determinan la subsistencia humana como agua, alimentos, medicinas y materias primas.
- Regulación. Mantienen su estabilidad y el confort mediante el clima y la calidad del aire, el secuestro y almacenamiento de carbono, la moderación de fenómenos naturales, el tratamiento de aguas residuales, la prevención de la erosión y conservación de la fertilidad de suelos, el control de plagas, la polinización y regulación de los flujos del agua.
- Apoyo. Territorios vitales para la vida de plantas y animales, su diversidad genética y los complejos procesos que sustentan los demás servicios.
- Cultura. Beneficios no materiales como la inspiración estética, la identidad cultural, el sentimiento de apego al terruño y la experiencia espiritual relacionada con el entorno natural. Incluye las actividades recreativas y el turismo.
Los programas de "canje de deuda por naturaleza" no son nuevos: a mediados del siglo XIX la élite gobernante de Ecuador quiso resolver el problema de la deuda asumida para lograr la independencia entregando territorios en la Amazonía, Esmeraldas, Cañar y Guayas, alentando en paralelo la inmigración europea para colonizar esas tierras.
La versión moderna de este tipo de "política verde" fue creada en 1984 y su implementación por parte de los sucesivos gobiernos de Estados Unidos fue creciendo de manera gradual. A comienzos de este siglo ya Colombia, junto con Bangladesh, Belice, El Salvador, Filipinas, Panamá y Perú, había firmado estos instrumentos.
Se trata de la exoneración del pago de cierta parte de la deuda externa al país deudor para que este, en contrapartida, invierta determinada cantidad de dinero en proyectos de conservación de su medio ambiente. Están inmersos en un metabolismo altamente reticulado de organizaciones no gubernamentales (ONG), intereses y corporaciones transnacionales del llamado Big Green, que ejercerían gobernanza sobre los recursos naturales de los países más pobres.
Estos mecanismos amplifican el sometimiento de las instituciones económicas, políticas y/o sociales del Sur Global a las necesidades biofísicas y metabólicas del Norte para que sus recursos sean accesibles y susceptibles —en las cantidades y por el precio adecuados— a las necesidades de acumulación de capital transnacional, que es como algunos autores conceptualizan el Imperialismo Ecológico.
Entre muchos formatos, se reconocen dos clases de canje de deuda por recursos naturales:
- Canjes comerciales. Los acuerdos se realizan entre países pobres deudores y bancos comerciales internacionales acreedores.
- Programas de Reducción Bilateral de Deuda. Implican acuerdos entre gobiernos, uno deudor y otro acreedor. Estos pueden ser de reducción de deuda, compra de deuda por suma global, canje de deuda y canje de deuda subsidiada.
En un canje comercial, una ONG conservacionista de Estados Unidos o Europa presenta un proyecto ambiental a un banco o fondo buitre y luego este decide vender la deuda con la condición de que el país deudor deposite el monto acordado de la deuda en un fondo para la implementación de proyectos de conservación y/o de desarrollo. La corporación adquiere bonos de deuda en el mercado secundario, donde se negocia la deuda comercial rebajada de los países pobres, y luego los canjea en el banco oficial al precio nominal para implementar el proyecto.
En un canje de deuda subsidiada, el gobierno acreedor —Estados Unidos, por ejemplo— asigna recursos propios para una inversión privada destinada a la conservación de los bosques tropicales del país deudor. Asimismo, otros inversionistas, como las ONG conservacionistas, forman parte del acuerdo y aportan un subsidio que complementa la suma entregada por el gobierno estadounidense. A cambio, el gobierno del país deudor se compromete a utilizar el dinero que recibe para apoyar actividades de conservación del medio ambiente. Como diría el investigador estadounidense Jason Moore: Wall Street es una manera de organizar la naturaleza humana y no humana.
Las ONG del big green al podio
Investigaciones realizadas en 2006 por la ONG Grain, respecto a los canjes de deuda por naturaleza, revelaron que la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid, por sus siglas en inglés) está involucrada en la firma de estos acuerdos con el gobierno de Álvaro Uribe. Al menos tres ONG estadounidense: Nature Conservancy, Conservation International y World Wildlife Fund, Inc., "internacionalmente reconocidas por su empeño en proteger el medio ambiente", copatrocinan la entrega de montos de dinero en casi todos los acuerdos de este tipo, son calificadas como grandes empresas privadas trasnacionales de la conservación, cuyos fondos provienen de otras grandes trasnacionales que intentan proyectar una imagen ecologista de sí mismas.
Acá un perfil de estas tres:
- Nature Conservancy. Financiada por transnacionales contaminantes como British Petroleum, DuPont, Shell, se ha autodenominado "agente de bienes raíces de la naturaleza" porque compra terrenos privados y luego los vende a agencias estatales y federales, a menudo, según sus críticos, con un margen considerable.
- Conservation Internacional. Considerada "algo más que una empresa ecológica de relaciones públicas", cuenta con socios corporativos como Northrop Grumman Corporation, el cuarto fabricante de armas más grande del mundo en 2008. Una investigación periodística basada en un supuesto contrato con otra empresa armamentista develó que esta ONG puede alentar a grandes contaminadores a obtener más ganancias, compensando su incidencia ambiental sin siquiera presionarlos para que reduzcan sus impactos dañinos.
- World Wildlife Fund, Inc. (Fondo Mundial para la Naturaleza). Una investigación de BuzzFeed News expuso que esta ONG, patrocinada por famosos como Leonardo DiCaprio o Sir David Attenborough, ha financiado grupos paramilitares que han torturado y asesinado a personas que viven cerca de áreas protegidas en África y Asia.
La legislación colombiana obligó a que estas ONG fueran reconocidas dentro de su territorio y en Estados Unidos, y así Washington se aseguró de que las organizaciones locales de ese tipo involucradas no confrontaran las políticas de las Big Green, ni su rol colonial en la biosoberanía nacional.
Camino a la trampa verde
Los países de América Latina son ricos en biodiversidad pero se enfrentan a crisis fiscales y ambientales convergentes, por lo que la actual oferta hegemónica radica en eufemismos como la transición verde y el capitalismo descarbonizado. Esta aumentará la competencia por los recursos necesarios para la "conservación y la acción climática".
Líderes como Gustavo Petro no plantean la erradicación de la deuda externa, mucho menos el pago de la deuda climática por parte de países y corporaciones que, emitiendo más carbono, saqueando más naturaleza y acumulando más dinero, han ocasionado los escenarios de colapso capitalista que están ocurriendo ya.
Ya en 1972 el Club de Roma y el MIT publicaron Los límites al crecimiento, un informe que concluía la existencia de un límite al incremento de la industrialización, la contaminación, la producción alimentaria o la explotación de los recursos naturales. Pero, además, en la actualidad se han vuelto cada vez más evidentes las relaciones estrechas entre crisis como la pandemia, el cambio climático o, ahora, la invasión a Ucrania.
En un mundo donde el 10% más rico acumula más del 40% de los ingresos, se hace necesario eliminar la deuda de los países del Sur Global para reducir la desigualdad y la tensión social.
Los canjes de deuda por naturaleza se transforman en una herramienta más al servicio de las élites globales y las empresas privadas para extender su control de territorios y de la misma vida. Responden a una lógica en la que Estados Unidos, que propicia la crisis, también puede ser un Estado protector y salvador del resto de los países del mundo, es decir, que al tiempo que protege el ambiente a nivel global, libra a los países más pobres de tener que pagar su deuda externa.
La nueva franquicia de las Soluciones Basadas en la Naturaleza es heredera del desarrollo sustentable y de la economía verde, no cuestiona la acumulación sino que, al contrario, pone a la naturaleza al servicio de la macroeconomía según la que los bancos y los fondos buitres aplican sus recetas.
Ya el canje existe desde que predominan relaciones geopolíticas de expolio y dominación, solo se trata de nuevas formas de vender la soberanía y la fuerza de trabajo pero ahora con la convicción de que obtendremos resultados distintos haciendo lo de siempre pero con nuevas denominaciones.