Jue. 25 Abril 2024 Actualizado 3:36 pm

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El gran ganador de las elecciones de medio término en EEUU es Ron DeSanctis y no Donald Trump (Foto: Sean Rayford / Getty Images)
Informe especial

Elecciones de medio término en EEUU: paisaje después de la batalla

De entrada, el Partido Republicano (PR) tuvo un pobre desempeño. En unas elecciones de medio término donde se auguraba -a nivel de Senado, Congreso y gobernaturas- una "ola roja", hasta ahora, en el mejor de los casos, el PR alcanza la marca mínima para estar por encima de un empate técnico.

No solo por la costumbre electoral de que en las elecciones de medio término el partido gobernante, en este caso el Partido Demócrata (PD), suele ser el que pierde espacios de poder, toda vez que representan un examen sobre la gestión del presidente y de los tópicos específicos del momento los que influyen sobre los votantes, con un malestar acumulado considerable a propósito de la inflación, el precio del combustible y el aumento de la criminalidad, el PD pudo retener escaños y gobernaciones críticos en la distribución de poder, más allá de, efectivamente, perder algo de terreno.

Como en escenarios electorales en otros países, pareciera que Estados Unidos tampoco escapa a la disonancia que en tiempos recientes ha afectado a muchos países en el marco de los escenarios pre-electorales: la brecha entre las estadísticas sobre intención de voto y el voto efectivo.

EL NUEVO MAPA POLÍTICO

Al cierre de este informe, todavía con conteos por definir, el PR domina, por un margen de moderado a escaso. El Congreso, con 207 curules frente a 184 del PD con 44 resultados por definirse; el PD perdiendo, hasta ahora, 8 puestos mientras que el PR gana 6.

En el Senado todavía existe un margen aún más estrecho que por la mínima se aleja del empate técnico, confiriéndole al PR 49 escaños contra 48 del PD (según el New York Times), no obstante, varios estados todavía cuentan votos y el estado de Georgia, debido a que ninguno de los candidatos alcanza la marca de 50% de votos escrutados, irá a una segunda vuelta el 6 de diciembre; los estados de Nevada y Arizona todavía se encuentran en la carrera. A nivel de gobernaturas, el margen también es el mínimo: 24 bajo control del PR y 22 para el PD (perdiendo el primero dos, y el segundo ganándolos, según Associated Press).

Ni siquiera en este punto el PR puede declarar la mayoría en el Congreso, a pesar de que son altas las probabilidades de que lo alcance, mientras que en la cámara alta es aún más estrecho el margen, con posibilidades iguales de altas de que el PD retenga el control.

Incluso asumiendo que el PR logre hacerse de ambas cámaras legislativas, es extremadamente poca la contundencia que le conferiría a los republicanos para imponerse políticamente y condicionar con fuerza a la rama ejecutiva, si acaso alcanzándole para condicionar decisiones, paralizar algunas medidas o abrir algunas investigaciones a figuras de la administración Biden; difícilmente podrán formular leyes o propuestas con el sello del partido o acciones de más envergadura, como un impeachment al presidente.

Que de por sí a estas alturas predomine lo impredecible y no resultados estables y establecidos, dice mucho más de lo que se dice. En vez de una acción arrolladora, las elecciones de medio término fueron (o son todavía) una batalla calle por calle.

el gran perdedor y el tiempo político

A pesar de que la "ola roja" que no cayó permea a todo el PR, por el desempeño de los candidatos ungidos, por la expectativa sobre su poder como hacedor de reyes, y por lo que han venido arrojando los resultados, el expresidente Donald Trump pudiera considerarse el principal perdedor de esta partida, sin que esto ofusque el pobre desempeño del PR en general, donde el PD fue capaz de mantener posiciones.

Pero, como se ha hecho costumbre (mediática), pesaban mucho las expectativas sobre los candidatos MAGA frente a los más convencionales ideológicamente. Los candidatos de Trump, sobre todo en gobernaturas y la cámara alta fueron la gran decepción, con el estado de Pensilvania como la mayor derrota: candidatos tanto para lo primero como lo segundo fueron notablemente derrotados. Otros, con los que también se hizo revuelo como Georgia, Arizona y Nevada todavía no triunfan.

También hay que decir que tuvo victorias de importancia para el senado en Ohio y Wisconsin. No obstante, es en la medida en que siendo Trump, al menos en principio, el declarado principal punto de gravitación del partido, su insurgencia MAGA no ha logrado hacerse con el partido y conducirlo con mayor ímpetu a la carga "revolucionaria" conservadora que presuntamente es su marca distintiva.

Por supuesto, no solo se reduce a Trump cuando otros factores pesan, pero, tal como dijo el jefe de la minoría del Senado (y de facto jefe del PR) Mitch McConnell en agosto, la "calidad" de los candidatos debería reducir las expectativas de la "ola roja". El PR, más allá de la cuestión Trump, también aspiraba a "volcar" varios estados bajo control Demócrata como Washington y Colorado en el Senado, y Maine, Michigan y Wisconsin a nivel de gobernaciones, tampoco se logró, y en estos cálculos no es Trump el responsable.

Las malas elecciones de candidatos por parte de Trump pesaron dramáticamente, pero el manejo del establishment republicano también.

el gran ganador

Independientemente de cuál vaya a ser la configuración final del poder legislativo (tocará esperar hasta diciembre para la cuenta definitiva), y la cifra casi pareja a nivel de gobernaciones, el mayor laurel se lo lleva el estado de Florida, con el gobernador re-electo Ron DeSantis como el mayor triunfador de la contienda, con un segundo lugar para el senador Marco Rubio a remolque. El gobernador que renueva cuatro años más de mandato tuvo, de largo, quizás la victoria más arrolladora de todo el evento electoral.

DeSantis no solo ganó con un margen de 19.4% de diferencia sobre su contrincante, sino que también arrasó en 62 de los 67 condados del estado (incluyendo el bastión Demócrata de Miami-Dade, incontestado por más de 20 años). Si en 2018 ganó con 34 mil votos de ventaja, ahora en 2022 lo hizo con 1 millón 500 mil.

El rasgo distintivo de DeSantis frente al resto de gobernadores (y otras figuras del poder establecido) radica en su consistencia entre acción, discurso e ideología desde el ejercicio de su cargo de poder. DeSantis se erige como el portento de la "revolución conservadora" frente a un Trump menguado, y para ello tiene una gestión, por lo demás controversial para los sectores liberales, en donde reflejar sus posiciones, más allá del discurso.

Este triunfo lo coloca frente al propio Trump como alguien capaz de disputarle su candidatura para 2024, toda vez que además se sale del propio molde de la cúpula del PR, más moderado y mucho menos proclive a confrontar las convenciones actuales de lo políticamente correcto. Amén de los resultados en Florida, reconocido como uno de los estados pendulares (swing state) decisivos, pasa a ser ahora un estado netamente republicano.

El portal The Hill le confiere el título de principal ganador al presidente Joe Biden. Esta afirmación, que dados los resultados pudiera considerarse válida, no apunta al elemento verdaderamente clave en la explicación y es, quizás, aparte de DeSantis, el verdadero ganador: el triunfo de las posiciones de centro (con inclinación liberal) dentro del espectro político estadounidense, en desmedro de las "insurgencias populistas" por izquierda (domadas antes de las elecciones) y por derecha (con la excepción de DeSantis). Biden dentro de este marco representa la inercia de ese consenso.

¿Nada cambia?

Se esperaba que para las elecciones de medio término los asuntos concretos, materiales, prevalecerían con mucho más peso sobre las motivaciones ideológicas que movilizan, dentro del marco de la llamada "guerra cultural", al electorado estadounidense, en particular a los electores convencionalmente acuñados como "independientes" (cuyo voto no es fijo y está sujeto a elementos móviles como el tipo de candidato, la propuesta, o el cómo antagoniza con el que represente lo establecido). Temas como la inflación, el aumento de la criminalidad o el precio del combustible no desplazaron con la fuerza que se esperaba a tópicos como el aborto o el cambio climático.

Un reflejo ideológico más activo signó el voto que habilitó al PD a preservar muchas de las posiciones que más tenía. Aparte de DeSantis, el otro victorioso que se acerca a las posiciones MAGA, el senador por Ohio J.D. Vance sería la otra figura que representaría ese espectro ideológico, no obstante, muchos de los ganadores republicanos, próximos al credo del establishment, orbitan o no desafían el consenso del centro político (el otro sería Blake Masters, por Arizona, cuya victoria todavía no es segura).

"El PR sigue siendo el partido de la Cámara de Comercio, con el hueso ocasional que se le lanza a los social-conservadores para mantener en reserva", afirma un analista político. Que también afirma que el intento de "revolución" conservadora de 2016 no ha logrado sus grandes acometidos, principalmente el de rescatar el ser más nación que imperio. Eso definiría la inercia encarnada por Biden, y en la ratio principal de esa idea, que tanto su política doméstica como exterior permanecerá inalterada en sus fundamentos.

Venezuela en la mesa

Es de notar que los pasos y acciones principales llevados a cabo por la administración Biden provienen, todas, de la rama ejecutiva. La urgencia energética y los precios del combustible se mantienen: la Casa Blanca no podrá seguirse valiendo de la Reserva de Petróleo Estratégica para mitigar el aumento del precio del combustible: sin duda, uno de los acicates que ayudó en la victoria del PD para mitigar el malestar y la ansiedad.

Tal vez en esa medida el curso de las conversaciones Estados Unidos-Venezuela no dé, al menos en principio, grandes virajes. Pero esto no despeja el efecto que la Florida pudiera tener, aunque en este instante sea más lo que se pueda especular que afirmar.

La proyección del gobernador DeSantis no solo irradia hacia dentro del país la posibilidad conservadora (una fase superior de Trump, puesto que este es un verdadero creyente más que un oportunista), sino que hacia afuera se ha erigido como santo patrono del "anticomunismo" militante en general, y del anticastrismo en particular, preservando la tradición ultra del sur de la Florida.

Además, un Marco Rubio repotenciado, que nunca ha ocultado su rechazo a los acercamientos de Washington hacia Caracas, de tener la oportunidad en lo legislativo, boicotearía cualquier pieza legal que del Congreso trate de avanzar en la materia.

Ahora en la cámara baja, Florida cuenta en su distrito congresional 45 con la ahora congresista (de origen venezolano) Carolina Amesty, cuyo sitial pudiera concentrar las fuerzas y los esfuerzos del lobby (anti)venezolano en sinergia con Rubio en la cámara alta. Es probable que poco importe el efecto negativo que tuvo el performance de DeSantis al enviar migrantes venezolanos a Massachussets. En Florida lo más seguro es que prevalezca la pragmática del cambio de régimen contra Venezuela (más Cuba y Nicaragua).

Sobre el plano de lo formal, esta tríada DeSantis-Rubio-Amesty pudiera tener esos límites establecidos, pero otra cosa es lo que se pudiera hacer en el ámbito de facto de la acción directa, como un lobby antichavista más agresivo, la motorización de nuevas aventuras políticas o la ruptura de la línea que hasta ahora viene llevando la administración Biden, que este año decidió sacar del letargo su relación con Venezuela. Este es el foco a vigilar.

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