El gobierno de Japón ha revelado que la economía del país se ha contraído por segundo trimestre consecutivo, con una tasa anual de 0,4% entre octubre y diciembre. Esta disminución sigue a la contracción de 2,9% registrada en el trimestre previo. La persistencia de dos periodos seguidos en esa tendencia es un indicador de recesión técnica.
Con este hecho Japón, que alguna vez ocupó el segundo lugar como la economía más grande del mundo —medida por PIB nominal—, y que lo perdió ante el ascenso de China en 2010, enfrenta ahora una nueva degradación que pone esta vez a Alemania como la tercera economía mundial.
Aunque podría parecer una buena noticia para el país europeo, la realidad es muy diferente a la de China y su expansión económica. En este caso, la distinción se enmarca en un contexto de contracciones económicas múltiples del que Berlín tampoco logra escapar.
El Banco Federal Alemán ha publicado un informe que proyecta una contracción adicional en la producción alemana durante el primer trimestre de 2024, lo cual plantea un escenario pesimista. Con pocas señales de recuperación a la vista, este país corre el riesgo de seguir los pasos de Japón y entrar en una recesión técnica.
La economía alemana se ha visto impactada por una significativa reducción en el suministro de gas proveniente de Rusia, que representaba 55% de las importaciones de gas hasta febrero de 2022. Esta disminución ha tenido un fuerte impacto en la industria, y ha provocado el cierre de fábricas y ha afectado sectores claves de la economía.
Las condiciones para el estancamiento ya estaban presentes antes de la pandemia, con la eliminación total de la energía nuclear como parte de la transición verde del país. Sin embargo, estas se han agravado con el apoyo a Ucrania y la renuncia a los recursos energéticos rusos en favor de opciones más costosas.
Así las cosas, fácilmente podríamos extrapolar los signos de la economía alemana hacia los sufridos por Europa en su conjunto, y llegaríamos a la conclusión de que cada vez se hace más evidente que la autonomía estratégica europea es un cuento de ficción.
Tal panorama es común en las principales economías occidentales. Según estimaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el crecimiento del PIB en los países del G7 se desaceleró a 0,4% en octubre-diciembre, luego de haber aumentado 0,5% en julio-septiembre.
El PIB del Reino Unido y Japón se contrajo 0,3% y 0,1%, respectivamente, un crecimiento negativo por segundo trimestre consecutivo, lo que pone a ambas naciones en recesión. La economía alemana también se contrajo 0,1% después de dos trimestres de crecimiento nulo. En Estados Unidos la recuperación económica se desaceleró a 0,8% desde 1,2%, mientras que la economía francesa se mantuvo estancada por segundo trimestre consecutivo.
Ya en agosto de 2023 el Banco Mundial publicaba las estimaciones de PIB medido por paridad de poder adquisitivo (PPA), indicador en el que Rusia desplazaba las tres principales economías europeas (Alemania, Francia y Reino Unido) y se ubicaba en quinto lugar de esa medición, a pesar de los esfuerzos coordinados del Occidente colectivo por sancionar la economía de la Federación Rusa.
La dependencia generalizada que los países del G7 muestran hacia Estados Unidos pareciera que está mermando las oportunidades de alcanzar buenos desempeños económicos, sobre todo cuando Washington exige acompañamiento en su política hostil de aplicación de sanciones.
Por el contrario, las naciones que forman parte de los Brics+ observan un escenario opuesto de crecimiento; esto no solo se debe a que China se haya posicionado como la segunda economía mundial sino también al impulso que está experimentando India. El boletín mensual del Banco de la Reserva de la India estima que la economía crecerá 7% en el último trimestre del año financiero que finaliza el 31 de marzo de 2024.
Estos síntomas que muestran países concretos como Alemania, Japón o el Reino Unido —en materia económica, política o militar— suman elementos para quienes desde una perspectiva crítica y ateniéndose a evidencias empíricas aseguran que estamos presenciando un viraje en la centralidad del liderazgo mundial de Occidente (esfera noratlántica con Estados Unidos a la cabeza) hacia Eurasia (con varios centros de poder aglutinados en lo que conocemos como Brics+), y esa es una lectura que los países del Sur Global, en especial los de América Latina y el Caribe, deben poder traducir para beneficio nacional y regional.