Este 7 de octubre marca el primer aniversario de una escalada de violencia sin precedentes perpetrada por Israel contra la población de Gaza, efectuada después de la Operación Diluvio de Al Aqsa llevada a cabo por la resistencia palestina.
Desde ese día casi 42 mil palestinos, incluidos 16 mil 927 niños y 11 mil 378 mujeres, han perdido la vida en ataques israelíes, mientras que más de 97 mil han resultado heridos.
La cifra podría ser aun mayor si se consideran las miles de personas sepultadas bajo escombros o en áreas inaccesibles para los equipos médicos. Según The Lancet, a mediados de junio el número real de muertos ascendía a 186 mil, incluidas las muertes relacionadas con la grave crisis humanitaria y la destrucción de hospitales. Se estima que para finales de año esta cifra alcanzará los 335 mil 500.
La brutalidad de la agresión israelí se evidencia en el hecho de que alrededor de 70% de las víctimas son mujeres, niños y niñas. Según informes de las Naciones Unidas sobre "Los niños y los conflictos armados", Israel ha asesinado a más niños y niñas este año que en cualquier otro conflicto reciente de mayor duración en Asia Occidental.
El lanzamiento de más de 85 mil toneladas de explosivos en zonas densamente pobladas ha obligado a casi 2 millones de palestinos a huir de sus hogares, prácticamente toda la población (90%) del territorio. Muchas familias han tenido que huir hasta diez veces para salvar sus vidas, y de esta manera enfrentan una situación de desplazamiento constante y terror.
Las "zonas seguras" designadas se han convertido en un objetivo de embates aéreos, con bombas cayendo sobre civiles que buscan refugio. Durante las primeras seis semanas de la escalada se registraron más de 200 bombardeos en estas áreas, que supuestamente debían ofrecer protección.
Según datos publicados por la organización Action on Armed Violence, hasta finales de septiembre Israel lanzó un promedio de un ataque cada tres horas sobre infraestructuras civiles en la Franja. Desde el comienzo de la ofensiva en octubre del año pasado, solo ha habido dos días sin bombardeos contra civiles.
El hambre como arma de guerra
Tel Aviv utiliza el hambre como un arma de guerra, y así exacerba la crisis humanitaria. Obtener alimentos se ha vuelto cada vez más difícil debido a la escasez, los altos precios y las restricciones impuestas a la ayuda humanitaria.
Un informe de junio de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (CIF), elaborado en colaboración con la ONU, revela que 96% de la población de Gaza (alrededor de 2,15 millones de personas) padece hambre de manera severa o aguda.
De este total, casi medio millón se encuentra en una situación catastrófica, pasando días enteros sin acceso a los alimentos.
La vida en ruinas: destrucción sistemática de infraestructuras
Los bombardeos y ataques indiscriminados han destruido el sistema de salud. Desde el inicio de la ofensiva se registran al menos 512 casos contra hospitales y centros de atención médica.
Actualmente, 19 hospitales están destruidos o fuera de servicio y no hay ninguno que esté en pleno funcionamiento, lo cual deja a una población de 2,3 millones de personas con solo 17 hospitales parcialmente funcionales, que enfrentan graves carencias de combustible, suministros médicos y agua potable.
La crisis se extiende a otros servicios esenciales.
Un informe de Oxfam de julio de 2024, titulado "Crímenes de guerra relacionados con el agua", detalla el estado del sistema hídrico de Gaza. 70% de las bombas de aguas residuales y las cinco plantas de tratamiento han sido destruidas, lo que ha reducido la cantidad de agua disponible en la región a solo 4,74 litros por persona al día, menos de un tercio del mínimo recomendado en situaciones de emergencia.
A esta crisis se suma una interrupción eléctrica sin precedentes, con cero centrales eléctricas en funcionamiento tras el corte del suministro de combustible por Israel. El daño total a la infraestructura crítica de Gaza se estima en 18 mil 500 millones de dólares, resultado directo de la ofensiva militar israelí.
Muertes silenciosas
La destrucción de hospitales y la falta de acceso a la atención médica, junto a la de los sistemas de agua y saneamiento, han generado condiciones inhumanas de vida que facilitan la propagación de enfermedades:
- 26% de los palestinos ha enfermado gravemente por afecciones fácilmente prevenibles.
- Más de 995 mil personas han sido diagnosticadas con infecciones respiratorias agudas en una población de 2,3 millones, mientras que se han reportado más de 577 mil casos de diarrea acuosa aguda, 107 mil casos de ictericia y 12 mil casos de diarrea sanguinolenta.
- Al menos 40 mil casos de hepatitis A han sido notificados en refugios y clínicas de salud de las Naciones Unidas en Gaza hasta agosto de 2024, un aumento alarmante en comparación con los 85 casos registrados en el mismo período antes del estallido del conflicto en octubre de 2023.
"¿Cuántos niños han muerto ya de neumonía en hospitales desbordados?”, dice Mari Carmen Viñoles, responsable de la Unidad de Emergencia de la ONG Médicos Sin Fronteras en Palestina. "¿Cuántos bebés han muerto por enfermedades prevenibles? ¿Cuántos pacientes diabéticos se han quedado sin tratamiento? ¿Y las consecuencias mortales del cierre de las unidades de diálisis renal en los hospitales atacados? Estas son las muertes silenciosas de Gaza de las que no se informa en todo este caos, causado por el colapso del sistema sanitario en toda Gaza".
La guerra se extiende
Lejos de desescalar, Israel ha intensificado la guerra en las últimas semanas, extendiéndola a Líbano con un brutal ataque terrorista con explosiones de dispositivos localizadores y una invasión terrestre. Esta campaña deja, hasta los momentos, un saldo de más de 1 400 muertos y más de un millón de desplazados, según el gobierno libanés.
La prolongación de la guerra revela una estrategia que trasciende la mera violencia física y busca una eliminación total del pueblo palestino también en sus dimensiones culturales y simbólicas.
Este crimen de lesa humanidad demanda una condena global inequívoca, que no solo apunte a Israel sino también a Estados Unidos —actor cuyos intereses geopolíticos son los que finalmente representa Tel Aviv en la región—, a los países de la Unión Europea, quienes con sus políticas y posiciones han facilitado la perpetuación del genocidio, y a aquellos países árabes o asiáticos que aun mantienen una enfoque pasivo ante la barbarie de Israel.