Jue. 02 Mayo 2024 Actualizado 10:23 am

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Necesitamos disponernos a fundar un país sin remilgos extranjeros, un país al cual podamos pertenecer y sentirnos parte (Foto: El Cayapo)
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"Si no hay dueños, ¿quién nos dará trabajo?"

Una frase brutal del esclavo que, en su ignorancia, se juzga y sentencia para siempre: "Debemos conformarnos, ese es el destino y contra él nadie puede".

El cuerpo colectivo de este país se lo han consumido desenfrenadamente desde hace más de 500 años en la competencia individual por conseguir las mieles del capitalismo. Este desvivir solo nos ha dejado el cansancio y la ignorancia enferma que no permite ver la realidad de quiénes podemos ser si nos disponemos a pensarnos fuera de la tragedia.

Este destruirnos producto del plan y los intereses extranjeros en este territorio nos ciega ante los hechos que suceden, dejándonos en el chiquero de la batalla diaria por el miserable plato de comida, maldiciéndonos y culpándonos los unos a los otros, pervirtiendo cerebro y sentimiento hasta diluirnos en la nada, a la espera de foráneos para entregarle la vida a nombre de la salvación innecesaria.

¿Cuándo podemos pensar separarnos del capitalismo y juntos sembrarnos en este territorio? Nadie nos querría mejor en otras tierras, por mucha amable diplomacia que se nos profese en el mejor de los casos. Porque la verdad cruda es que, para sonreírnos, primero debemos entregarle el cuerpo entero.

Hoy, en medio del reacomodo del capitalismo, la oportunidad nos sonríe con todo su ser, que las nuevas generaciones no nos acusen de incapaces por no haber comprendido lo que nos está sucediendo. La batalla de los últimos 23 años la hemos dado colectivamente y hemos logrado la proeza de poder derrotar al enemigo más poderoso del planeta y sus acólitos, porque de acuerdo con Larry C. Johnson, exanalista de la CIA, un ejército es derrotado cuando, proponiéndose avanzar contra las líneas enemigas, es detenido y no logra hacer retrocederlas; o cuando un ejército, proponiéndose a la defensa, no puede contener el avance enemigo y se ve obligado a retirarse.

Si aplicamos esta lógica, nosotros hemos derrotado al enemigo extranjero, mejor conocido como los dueños del capital en el mundo, con sus asistentes Borrell, Guterres, Almagro y los vendepatria opositores. Cada trampa, emboscada, bloqueo, sanción, magnicidio, guarimba, invasión, atentado terrorista, apagón, daño a los servicios de agua, se ha enfrentado con coraje, inteligencia y paciencia.

Pero nosotros no podemos vivir de batalla en batalla hasta perder definitivamente la guerra en el campo cultural productivo. No hablamos de suposiciones sino de realidades ocurridas. Unión Soviética, China, el este europeo, Vietnam, Camboya, Laos, Indonesia, Nicaragua, Cuba, todos atascados o intentando atascarse en la cultura capitalista para poder sobrevivir. Todos demostraron que se podía derrotar al capitalismo en los campos de batalla y lo hicieron, pero dolorosamente hasta ahora ningún pueblo ha pensado cómo se puede sustituir al capitalismo como cultura productiva, y eso nos ha costado en demasía la vida.

Porque podemos producir más con mayor eficiencia, distribuyendo más con mayor eficacia, pero siempre en el marco del propio capitalismo. Incluso algunos se retuercen los sesos tratando de producir más que el capitalismo, como si ese fuese el problema y no el sistema de producción y la cultura que genera, que en el caso del capitalismo debe ser sustituida por una que no produzca dueños y esclavos.

Es posible, y ya ha sucedido, que los pueblos acoquinados por el capitalismo le puedan ganar una guerra como ya ha ocurrido en varias latitudes; lo lamentable es que culturalmente seguimos siendo capitalistas y deseando las mieles del capitalismo en todos los colores, idiomas y territorios.

Todos podemos gritar al unísono: "¡El comunismo es la solución!". Pero ¿quién lo ha pensado? Más allá de los mundos felices de los obreros viviendo en las atalayas anticapitalistas que vomitan los panfletos, no existe nada en concreto que nos indique que el comunismo es una solución real, una manera distinta de vivir, fuera de la locura masiva que representa en la vida cotidiana el capitalismo.

También se nos puede responder con sabiduría: "Y si no es el comunismo, ¿por qué entonces el capitalismo le teme y lo ha combatido tanto, asesinando a millones de campesinos y obreros, hombres y mujeres que decidieron bajo las banderas del comunismo deshacerse del capitalismo y este con decisión y contundencia los masacró y cada vez que se asoma la posibilidad de su ejecución en cualquier pueblo, aunque sea reformas al capitalismo, los capitalistas y su aparato militar propagandístico arremeten contra este fantasma con todas las fuerzas?".

La respuesta es sencilla: es muy posible que los trabajadores no sepamos de comunismo, pero los capitalistas sí saben de capitalismo y no entienden otra manera de vivir que no sea compitiendo por el poder, buscando permanentemente el botín y, por lo tanto, cualquier idea distinta que se presente, aunque sea quimérica, es peligrosa y digna de su estudio. Pero en el caso del comunismo, esta idea ofrece una manera distinta de vivir aquí en la Tierra, y si estos llegan a organizarse para pensarse en una cultura comunista que significa un modelo de producción distinto a la competencia y a la búsqueda del botín, entonces eso es extremadamente delicado.

Hoy los capitalistas saben que, tal y como está el panfleto comunista, solo le sirve a ellos como el coco o el lobo: para alinear a los aspirantes clase media en sus políticas. Los capitalistas sí tienen claro lo que significa el comunismo si los pobres del mundo lo llegamos a pensar con cerebro propio en la realidad actual.

El mundo está convulsionando, y no es porque Maduro es presidente o Chávez lo echó a perder, como dicen los fanáticos enfebrecidos, que en su profundo miedo siguen la conseja de los dueños, culpando a quienes de verdad intentan resolver los problemas.

Pero hay datos cercanos en este continente que nos dicen que lo que está atascado no es un gobierno, ni un continente, ni el mundo, sino un sistema que en su proceso de reacomodo afecta a todo el planeta en búsqueda de sus soluciones, es decir, seguir saqueando al infinito a todo el planeta sin que nadie se oponga y acepte sus reglas abiertamente criminales.

Para no ir muy lejos, busquemos a cualquier país o gobierno que no esté sancionado, bloqueado, con una guerra impuesta, y veremos que están en peores condiciones que nosotros. Todas sus economías están dolarizadas, en inflación permanente, ahogados por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y cualquier otra entidad financiera que, como buitres, no sueltan la presa. En cada uno, el desempleo, el saqueo de sus recursos, la fragilidad de los gobiernos, los bajos salarios, la delincuencia organizada, la incapacidad para organizar la producción independientemente y todos los demás problemas que se le achacan a Venezuela son también el pan nuestro de cada día de estos países. Las elites son incapaces de zafarse de estos problemas, aunque todos griten: "¡Vamos a unirnos o la anarquía nos devorará!".

Esto que aquí escribimos no busca estar en contra de nadie, solo entendemos que no es posible derrotar al capitalismo buscando las mismas prebendas que ya ha producido este sistema. Nosotros los pobres, que somos la mayoría de la especie, sólo podemos desatarnos del capitalismo pensando otro modelo de producción.

Lo que vamos a proponer no incluye a la mal llamada oposición, porque hasta la saciedad han demostrado que odian el territorio donde nacieron y nos odian hasta lo indecible. Leamos estos trinos que retratan su catadura:

  • "Yo no le regalaría el petróleo a esos coñosemadre musulmanes, a esos coñosemadre árabes a esos coñosemadre cubano, a esos coñosemadre iraníes a eso coñosemadre rusos, a esos coñosemadre chinos. Si me tocara regalarlo se los regalaría gustoso a los gringos".

  • "El chavismo es una degeneración mental producida por el resentimiento, la marginalidad y la Ignorancia...".

  • "Si Gana La Derecha Los vagos Perderán Los Bonos Tendrán q Trabajar ser Limpios Educados y Aseados Los Borrachos de Los Barrios no podran Música ala hora y al Volumen q quieras Los Motorizados tendrán leyes q Cumplir osea se les Acabará El Caos y La Marginalidad Malvivientes".

  • "Justo eso es el chavismo malandraje, marginalidad, mugrero, ignorancia. Son un asco".

Los colocamos tal cual fueron escritos, esta es la esencia de la llamada oposición: seres con mucho miedo que temen perder lo que no tienen, pero se aferran a la ilusión del tener y poder patearnos y borrarnos del territorio. Estos trinos fueron escritos no por chavistas percusios, sino por profesionales educados en universidades y criados en casas cómodas, de familias intachables en su honra, moral y buenas costumbres.

La oposición no tiene plan porque obedece se le sale la baba ante sus dueños y no necesita pensar, solo copiar, imitar, llevar adelante los designios de sus dueños y conformarse con las migajas que les lanzan. Ya tienen 500 años acostumbrados a eso, nadie los obligará a ser distintos, ni siquiera en estas circunstancias en que están flojas las amarras del capitalismo y pudieran pegar el carrerón hacia otra posibilidad, pero no lo harán hoy ni nunca, y en caso de que una persona de esas lo intentara, los mismos tarifados lo impedirían, lo volverían pedazos, como lo hicieron con Miranda y Bolívar en su tiempo.

Para proponer esta idea de sembrar un país, nos basamos en lo que nos habló Chávez, pero para llevar adelante la tarea se necesita conocer la historia de 500 años de haberse instaurado en este territorio el sistema capitalista, que nos convirtió en una de sus minas, de la cual absorbe beneficios.

Para ello necesitamos gente que se desviva por realizar la tarea, gente con pensamiento, con plan, gente dispuesta a contar con otra gente, gente que no desprecie ningún aporte por insignificante que parezca, que tenga la oficina, la casa, el patio, la esquina como un cuartel, un campamento de ideas, pero que su acción diaria sea el campo de batalla de la realidad, el centro del experimento, de la concreción de la idea, de la corrección de las acciones.

Cada vez que sembremos una mata, criemos una gallina, un cochino o una gente, fundemos un laboratorio, empecemos un experimento, pensemos no en el mañana inmediato de su fruto, sino en el milenio, en la transcendencia histórica de su siembra, su importancia. Cada vez que fundemos una casa, pensemos en lo colectivo, en lo junto, cada vez que construyamos un taller de oficio, veámoslo como un laboratorio del futuro país por fundar. Pensemos no en el hoy, en el para ya, sino en el futuro como un plan permanente, en la sustancia de lo que hacemos.

Eso implica que lo hagamos bajo un concepto, no porque alguien dijo que lo hiciéramos, o porque imitamos lo hecho en otro lugar, sino porque es lo pensado, lo experimentado por nosotros mismos lo que nos corresponde hacer porque lo decidimos, lo que realmente necesitamos porque nos enraíza y nos constituye como habitantes de este territorio que nombramos. Porque querer al territorio es pertenecer a él, y cada acto dentro de él debe ser una continuidad, no un espasmo como un quita y pon, que si no me gusta lo boto o me voy a otro, como todo desarraigado minero, como esclavos sin opciones. Lo que tenemos que pensar lo debemos volver carne y hueso en cuerpo armonioso en su diversidad.

Todo el esfuerzo que hemos realizado en estos últimos 23 años por lograr ser independientes en las decisiones políticas sobre el qué hacer y quiénes ser en este territorio, nos debe llevar a pensar que no debe ser en vano. Dos grandes políticos y hombres de acción antes que Chávez nos indicaron el camino de la pertenencia al territorio, para ser lo que deseamos ser. Hablamos de Miranda y Bolívar. Pero también tuvimos por nacimiento a otro gran filósofo, Simón Narciso Rodríguez, quien nos sentenció a decidir entre inventar o errar, y hasta el momento, más allá de los intentos y el sacrificio de gente, solamente hemos errado con ideas prestadas, porque es imposible inventar con ideas de otros, al punto de que 500 años después lo único que se ha producido es una élite marruñeca que se declara sin rubor seguidora de los invasores, sin siquiera superar la condición de vulgares vendepatrias.

¿Por qué seguir pensando, deseando como ellos? Si ellos no tuvieron ni tendrán el atrevimiento, la audacia de inventarse como un país, ¿por qué nosotros debemos seguirlos, qué tipo de dignidad puede tener quien siga a un vendepatria? Eso es importante que lo analicemos.

Debemos revertir la enseñanza de estos 500 años, cuando se nos educó para odiar el territorio, en donde todo el sistema escolar desde el principio hasta el final está diseñado para que odiemos a este territorio hasta sus cimientos. En ninguna parte, más allá de las cursilerías nacionalistas, se ve el fervor por la querencia al territorio y su gente en permanencia. Por el contrario, todos los estudiados con extrañas excepciones están dedicados a condenarlo, a maldecirlo, a malponerlo en el mundo, gente nacida en este territorio que incluso gana dinero haciendo propaganda en su contra.

Necesitamos disponernos a fundar un país sin remilgos extranjeros, un país al cual podamos pertenecer, sentirnos parte. Y no hablamos de la cursilería de amarlo hasta la muerte o cualquier otra estupidez, no. Hablamos de un país en donde la gente pueda vivir con orgullo de ser lo que se es, con conocimiento de la historia construida juntamente, donde los abuelos signifiquen importancia en la constitución física y mental de la gente que habita el territorio.

La ausencia del pensamiento colectivo, e incluso individual, no nos permite percibir que Europa, Japón, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Corea del Sur, los países que nos venden como modelos de crecimiento, de civilización, de desarrollo, de progreso, están vueltos mierda, y lo peor es que van a tener que destruirlos para reconstruir lo mismo en peores condiciones. Pero, como todo vendedor de milagros, el capitalismo nos lo venderá como nuevo.

Lo que nos llama la atención profundamente es que, cada vez que corremos en estas minas, en realidad vamos detrás del progreso, pero mientras más aceleramos, más atrasados vamos. No importa cuánto corramos, siempre estaremos parados en el mismo lugar con un inmenso cansancio y sin saber por qué. Es el conejo y la zanahoria, porque además el progreso llegó adonde iba a llegar. Los países que nombramos están detenidos, pero nosotros no aprovechamos para pasarlos mientras ellos arreglan sus asuntos, sino que estamos parados esperando que ellos sigan y de lejos nos griten "¡Vengan! Sigamos la carrera, ahora con estas reglas, devuélvanse un poco mientras nosotros avanzamos", y lo seguro es que les haremos caso, porque mentalmente somos un tornillo, una tuerca, un riel, un durmiente de eso que llaman el progreso, y estamos estacionados porque somos una mina para sacar el petróleo, el cemento, el oro, el coltán, el agua, el litio, el cobalto, lo que sea.

Mientras nos deslumbramos como un boca abierta mirando robots y deseando que aquí también haya robots, y el eterno discursito de los atrasados y el gobierno que no le gusta el progreso. Todos esos tecnócratas venezolanos, todos esos intelectuales venezolanos, van a París y se encandilan como Juan José montado en burro.

Entonces, el problema que nosotros tenemos es que no entendemos que nosotros de aquí no vamos a despegar nunca más. Somos desarraigados en el territorio, porque somos desarraigados en el pensamiento. Nuestro pensamiento está en Nueva York, en Europa, en Japón, en China, en Rusia. Que si "Mira a los rusos o franceses que son tal vaina, mira a los gringos que son súper arrechos en tal y cual".

¿Y por qué estamos pensando en todo eso? Porque nuestro pensamiento no está aquí, no queremos estar aquí, pero la realidad es que aquí estamos pegados y no saldremos de aquí, y si salimos, la realidad nos dice que vamos a ser más esclavo allá afuera que aquí adentro. Está más que demostrado. "Sí, pero no soy esclavo del maldito Maduro", responderán los enfebrecidos odiantes, como si en verdad Maduro nos esclavizara, como si Maduro fuera dueño de las fábricas, de la Polar, de la Coca-Cola, o del capitalismo.

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