Sáb. 12 Octubre 2024 Actualizado ayer a las 6:35 pm

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Altos niveles de frustración y rabia en grupos de oposición se han manifestado en acciones violentas y delitos de odio (Foto: AFP)
Especialistas en el tema analizan sus discursos y dimensiones

Una lectura profunda sobre el odio en Venezuela

El discurso de odio político ha acompañado consistentemente las estrategias de cambio de régimen aplicadas contra los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Forma parte de las operaciones psicológicas que buscan generar cambios de actitudes en la población de cara a eventos políticos de importancia como las elecciones.

En el caso reciente de los comicios presidenciales del 28J, la campaña de odio activada en el país tuvo como consecuencia señalamientos y persecuciones que derivaron en agresiones físicas, un clima de hostigamiento y mecanismos de presión psicológica sobre distintas capas y sectores del chavismo.

Entre las arremetidas más relevantes registradas está la de la emisora comunitaria "Radio Venceremos", ejecutada el pasado 30 de julio en la sede del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) de Carora, municipio Torres del estado Lara. Un grupo de opositores encapuchados destruyó los equipos del medio de comunicación y golpeó con saña a unas 20 personas de las cuales quedaron, al menos, dos heridos de gravedad.

Otros casos de violencia postelectoral se han caracterizado por el uso de las redes sociales como vehículo para la instigación y señalamiento de actores políticos que van desde lo local, con la agresión a vecinos y líderes comunitarios, hasta lo internacional con llamados a la invasión militar o al asesinato de sujetos políticos venezolanos. 

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(Foto: X.com)

El miedo y la rabia en la espiral del odio

Respecto a la psicología del odio, Misión Verdad entrevistó a José Garcés, M.Sc. en Psicología y profesor investigador de la Universidad Internacional de las Comunicaciones (Lauicom), quien comentó que "el odio es como lanzar carbones encendidos con la mano desnuda. Si tú agarras un carbón encendido de una parrilla y se lo lanzas al otro, obviamente le haces daño, pero tú también te haces daño".

El especialista señala las consecuencias del odio en dimensiones como la fisiológica, psicológica y familiar de la ciudadanía, pero se inclina hacia una lectura social. En este campo, afirmó que "a escala social genera una terrible conmoción, una disrupción y una anomia dentro de ese orden". Además, hizo alusión al paradigma miedo-rabia, que consiste en imprimir miedo hacia la persona sobre la que se desea generar aversión, cuyo vehículo son las redes sociales, apuntó.

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Refugiados hutus huyeron de Ruanda en 1994 a campos en la República Democrática del Congo. 30 años después persisten los efectos de un genocidio atizado por los medios de comunicación ruandeses (Foto: Sky News)

El profesor afirmó que las campañas de odio se inscriben dentro de las operaciones psicológicas, una metodología de guerra, en particular de la guerra cognitiva. Hizo alusión a situaciones como las del genocidio de Ruanda, donde se azuzó el odio en la población y se generó una guerra que dejó un millón de muertos. Insistió en que "no es tontería lo que hacen las redes sociales cuando se azuza el odio".

Un ejemplo reciente está en marcha en Reino Unido, donde se desataron disturbios y cacería de inmigrantes a partir de una noticia falsa que responsabilizó a un inmigrante musulmán de un asesinato múltiple.

La guerra psicológica: Deshumanización y prolongación del conflicto

Nerliny Carucí, periodista científica y psicóloga social venezolana, también fue consultada respecto a la campaña de odio postelectoral. Contextualizó que la guerra imperial se impone a través de un despliegue propagandístico intenso y muy agresivo, a través del capitalismo de la vigilancia o el capitalismo digital.

La especialista afirma que "las formas, métodos y efectos llevan más de dos décadas, esto mella la vida del pueblo venezolano, hace que muchos vean su país como una tierra baldía, carente de logros, una imagen que les ha hecho querer distanciarse de esta patria".

Agregó que la dimensión psicológica de este tipo de guerra se incuba más allá de la polarización política y que "está llevando al país a un punto crítico de irritabilidad en el que todos los sectores, tanto chavismo y oposición, tienen un déficit de convivencia real". Se refiere a la desesperanza en el sector opositor, y ubica el punto focal del conflicto en "la promoción de condiciones para una sociedad afectada mentalmente a la que no le permitan razonar sino responder desde los instintos más básicos".

Especifica que la guerra psicológica produce:

  1. Irritabilidad y rigidez psicológica. Hay un absoluto convencimiento de que se tiene el monopolio de la verdad. Las personas afectadas por esta rigidez no son capaces de reflexionar ni dialogar con el otro que piensa diferente.
  2. Tal inflexibilidad anímica funciona de la mano con los rumores y los señalamientos sobre algunas personas a quienes consideran enemigos, a los cuales hay que eliminar. Esto es, se usan expresiones que fomentan el odio y el resentimiento.
  3. Otro elemento es el comportamiento intolerante. La convivencia busca ser fracturada a tal nivel que amigos y familiares se pelean. En esta ocasión, la campaña infofrénica en torno a Edmundo González y María Corina Machado generó unas expectativas políticas que desencadenaron mayores niveles de frustración y rabia en grupos de oposición, expresados en amenazas de muerte, acciones violentas y delitos de odio.

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El desplazamiento a un sector político se expresa mediante el ataque a símbolos y espacios públicos por parte de sectores alentados por discursos de odio (Foto: The independent)

Respecto a la dimensión comunicacional de esta guerra, describe que "no es un asunto tecnológico: es un tema político y psicocomunitario; más allá: ético. Hoy ya no tenemos tiempo de seguir viendo los síntomas: tenemos la responsabilidad de identificar las causas y trabajar para cambiar el estado de miedo, angustia, ansiedad y soledad existencial que genera el modelo moderno/capitalista y su esquema imperial".

Según la experta, la operación psicológica activada contra Venezuela "fortalece predisposiciones para la deshumanización de las personas víctimas, paso previo a los crímenes de odio". A este respecto analiza cómo las acciones deshumanizadoras, en esta oportunidad como en otras, han estado precedidas por una campaña con la que se acusa a las personas chavistas de "asesinas", "crueles", "narcos", "paramilitares", "delincuentes", "comunistas", "represoras", "sapos", "cómplices de la dictadura", "esperpentos", "cerdos", etcétera.

Esta "ausencia de humanidad", reflexiona, legitimaría las agresiones contra las personas chavistas, dentro y fuera de Venezuela. "Es el fondo de narrativas violentas difundidas por las redes para posicionar como 'aceptables' y 'necesarios' crímenes de odio —aplicación de sufrimiento extremo, ataques, asedios, asesinatos físicos o simbólicos— contra personas y grupos específicos del chavismo, a los cuales se les niega su condición histórica de sujetos de derechos", plantea Carucí.

Concluye citando a Ignacio Martínez-Baró, jesuita asesinado en El Salvador (1989), quien expresaba que "el etiquetamiento marcado por el odio pareciera aliviar los sentimientos de culpa, avalar la violencia y —lo que es más deplorable— promover disposiciones para que la prolongación del conflicto sea deseable".

ataque a lo simbólico para cohesionar a unos y desplazar a otros

Otros especialistas, como Iginio Gagliardone y colaboradores, afirman que el discurso de odio envía un mensaje que divide y segrega la sociedad. Pero al mismo tiempo, también juega un papel cohesionador para sus emisores, refuerza su sentimiento de pertenencia a un grupo. En este sentido, lo simbólico ha jugado un papel preponderante en los eventos recientemente ocurridos en Venezuela.

Los ataques a espacios y símbolos vinculados al chavismo, entre los que se cuentan estatuas, farmacias populares, alcaldías, sedes del Poder Electoral, módulos policiales, centros asistenciales, casas del PSUV, entre otros, son expresión de una búsqueda por generar la sensación de que la oposición es una mayoría avasallante. A esto se suma un componente "popular" que estigmatiza liderazgos naturales en las comunidades "por ser cómplices de un fraude", lo que pretende generar la imagen de desplazamiento de este sector político por vía de la criminalización.

En noviembre de 2017 la Asamblea Nacional Constituyente aprobó la Ley Constitucional contra el Odio, por la Convivencia Pacífica y la Tolerancia para evitar la hostilidad que generan las expresiones que fomentan los prejuicios o la intolerancia. Mediante este instrumento legal se pretende erradicar actos discriminatorios o ataques violentos como los descritos.

El camino al odio es difícil de desandar, Venezuela lo ha sorteado en múltiples oportunidades mediante el ejercicio de la política, el respeto a las instituciones y el diálogo entre actores públicos.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<