La habilitación de Henrique Capriles Radonski para que pueda optar por cargos públicos luego de ocho años pone en la palestra, de nuevo, dos factores que se vinculan sucesivamente: el repetido bucle de abstención versus ruta electoral y, por ende, la división profunda de las organizaciones políticas y electorales del universo de las oposiciones.
Pero quizás lo más importante entre estas variables tiene que ver con el vacío de liderazgo nacional opositor. El desinfle de María Corina Machado tras meses de inoperatividad y la poca habilidad para imponer su línea abstencionista al resto de factores de su mismo campo dejó un abismo que vuelve como fantasma cíclico.
Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Alguien podrá llenarlo?
Divisiones y subdivisiones
Según el mismo Capriles, tras su habilitación, será candidato a la Asamblea Nacional para las elecciones del 25 de mayo. De este modo, ratificó a Juan Requesens como aspirante a la gobernación de Miranda. Ambos con tarjeta nueva: Unión y Cambio.
A mediados de febrero pasado la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) exigió "condiciones" para la participación electoral, incluida la asunción ilegal e inconstitucional de Edmundo González Urrutia como "presidente".
El planteamiento hizo que estallara una diatriba entre las oposiciones ya que la vertiente abstencionista de Machado y González prevalecía frente a las inclinaciones de Capriles y de los partidos Un Nuevo Tiempo (UNT) y Movimiento por Venezuela (MPV) hacia la participación electoral.
Así, algunas toldas que forman parte de la plataforma "unitaria", como UNT y MPV, abrieron camino a la ruta electoral, con posibilidades de que otros partidos tradicionales como Primero Justicia (PJ) y, sobre todo, Acción Democrática (AD) se unan a la caravana, los cuales cuentan con tarjetas electorales.
Recientemente, varios dirigentes se han manifestado a favor de la opción electoral:
- Luis Eduardo Martínez
- Antonio Ecarri
- David Uzcátegui
- Manuel Rosales
- Henri Falcón
- Luis Florido
- Jesús "Chúo" Torrealba
- Omar Barboza
La lista continúa, en disidencia con la vía abstencionista que marca Machado.
Pero por esto mismo, y ahora con el exgobernador mirandino como candidato a diputado, se expone la profunda divergencia existente entre las tendencias políticas opositoras, incluso en subdivisiones de liderazgo. Porque, asimismo, muestra que sus dirigentes tienen una vocación a consolidar su autoridad en contextos regionales.
Preservando el statu quo propio
Entre las oposiciones hay liderazgos regionales, pero ninguno nacional a la vista.
Podemos destacar las figuras de Rosales en Zulia y de Morel Rodríguez en Nueva Esparta, donde han consolidado sus bases de manera raigal y han profundizado la lógica de bastión.
Frente a la hegemonía político-electoral del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), junto con el apoyo de las instancias que integran el Gran Polo Patriótico Simón Bolívar —sostenida por una sólida unidad, primero en torno a Chávez y, luego, Maduro—, muchos han intentado cultivarse en un estado o región para mantenerse en los márgenes necesarios de relevancia.
Capriles lo hizo en Miranda, antes y después de sus candidaturas presidenciales que culminaron en fracasos. Su instinto de preservación política lo llevó a encaminarse, luego de 2012 y 2013, hacia una definitiva regionalización de su liderazgo, donde podía conservarse con cierta cuantía en la gestión pública —hasta su inhabilitación en 2017—.
Pero sin duda los ejemplos de Rosales y Rodríguez son característicos de este tipo de liderazgo, que suele afirmarse entre las oposiciones. A escala nacional, no hay ninguno que tenga siquiera un atisbo de autoridad, mucho menos de conducción, entre los dirigentes opositores.
Por ello, hay una notable conciencia de estos políticos por resguardar el statu quo en sus propios dominios regionales. El llamamiento a votar por parte de los gobernadores a la reelección y de otros dirigentes tiene mucho que ver con la política de regionalización que distingue a dichos candidatos.
Sin embargo, puede haber algún emergente esperando capitalizar los próximos comicios con miras hacia un horizonte nacional, como Ecarri o el mismo Capriles, estos desde una posición menos influyente que una gobernación, pero que asimismo los pondría en un escenario de discusión —el foro legislativo— activo y con significación pública en la dinámica del país.
Quizás allí puedan moverse algunas variables a favor de un escenario que, al menos, tenga la intención de unificar criterios entre las oposiciones; pero por lo pronto nada de esto parece factible.
Posible cambio de juego en el tablero opositor
Es posible que Capriles esté dispuesto a aplicar un game changer (cambio de juego) dentro del ecosistema político de las oposiciones, teniendo en cuenta su pericia en las contiendas electorales, especialmente regionales.
Lo que podría indicar que intenta plantearse como una alternativa ante el abstencionismo de los factores extremistas. En una entrevista reciente dijo tajantemente: "Yo creo en el camino de la participación electoral" y "la abstención es un error".
Además, se trata del único candidato que está hablando en términos nacionales, de supuesta "lucha por la democracia", porque "lo que estamos planteando es luchar el 25 de mayo". Esto entra en contradicción con Machado, quien hace poco lo acusó de "traidor".
Hasta ahora, la apuesta de Capriles parece ir dirigida a convertirse en una figura aglutinadora post 25 de mayo, bajo la proyección de que la abstención llevará a Machado a una posición todavía más marginal. Desde ahí, buscaría erigirse como una entidad de consenso, con capacidad de articulación, sobre las cenizas de las facciones extremistas, constituyéndose como "alternativa".
En otra entrevista reciente el exgobernador afirmó que "la manera de no rendirse es expresándose y haciendo uso de tus derechos". El desencuentro entre dichas posiciones muestra que Capriles está utilizando un discurso de polarización con María Corina, a pesar del carácter electoral del 25 de mayo.
Por otro lado, y al mismo tiempo, intentaría capitalizar de la mano de Requesens la recuperación de la influencia perdida en el bastión mirandino. En ambos sentidos, tanto su discurso electoral como su apoyo a su delfín Requesens, está emergiendo como una especie de "jefe de campaña", es decir, dando las directrices y colocando piezas de su entorno en el escenario político venezolano.
Así, el cálculo de Capriles consistiría, entonces, en emerger como una figura de autoridad postelectoral, jugándosela toda a una buena participación en los comicios regionales y legislativos para, posteriormente, evidenciar el fracaso de Machado. Caída y mesa limpia, un nuevo tablero opositor, donde él despunte.
Una jugada arriesgada donde todo podría salir mal. Muy mal. Al fin y al cabo, es Capriles.