Vie. 29 Marzo 2024 Actualizado ayer a las 6:48 pm

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Sí había futuro económico más allá de la renta en Venezuela, y Maduro lo demostró (Foto: EFE)

Las claves y los hitos de la era Maduro

Más allá de su amplitud temporal, lo que define una era es la carga histórica de su desarrollo y la forma en que impacta el imaginario colectivo. A casi 10 años de haber sido electo presidente en circunstancias tan inéditas y demoledoras como las que envolvieron la muerte de Hugo Chávez, Nicolás Maduro ha dado forma a un nuevo periodo político y económico en Venezuela.

El país ha esquivado los intentos de recolonización y cambio de régimen violento, y así ha mantenido su existencia como república independiente en línea con la máxima chavista de preservar la soberanía a toda costa.

1. Autoridad y construcción de liderazgo para la unidad

Aunque manida por su saturación y sobreuso, aquella frase del líder revolucionario ruso Vladímir Ilich Uliánov (Lenin) de que "hay décadas en las que no pasa nada; y hay semanas cuando pasan décadas", todavía podría tener cierta utilidad para ilustrar el pasado reciente de la nación venezolana.

Efectivamente, los últimos años han parecido décadas por la multitud de acontecimientos inéditos y existenciales que han puesto en peligro, no pocas veces, el destino del país tal y como lo conocemos en cuanto a estructura material y social.

La elección de Maduro como presidente en 2013 partía de un piso de legitimidad original provisto por Hugo Chávez quien, en su última alocución pública aquel día de incertidumbre y difícil digestión que fue el 8 de diciembre de 2012, pidió a la población venezolana que lo apoyara como sucesor.

Esa fortaleza inicial, aunada al vigor legal que le confirió la victoria en las urnas, marcó el inicio de su jefatura de gobierno. Sin embargo, lo que faltaba por completar en términos de autoridad de Estado y liderazgo político fue un producto de mérito individual.

El proceso hasta ese punto no fue lineal. Para construirse finalmente como líder indiscutido del chavismo, Maduro tuvo que navegar por los desafíos que todo dirigente que busca construir su autoridad con medios propios enfrenta, en el marco de una nueva ofensiva de todo o nada por parte de Washington.

Para ello, el presidente fue construyendo progresivamente su identidad de discurso y acción a sabiendas de que, en el transcurrir del tiempo, el empuje de legitimidad del sucesor debía ser compensado con un estilo personal.

Maduro armó su forma de gobernar en el terreno, en medio de los puntos clímax de la guerra híbrida contra Venezuela: Revolución de colores del año 2014, su versión en guerra no convencional en 2017 y "proyecto Guaidó" de 2019.

A esos retos respondió con tres maniobras tácticas coherentemente articuladas:

  1. Determinación y firmeza en la respuesta con vistas a contener la violencia, sin rebasar la legalidad constitucional.
  2. Configuración de opciones de diálogo/negociación para construir una estabilidad posconflicto.
  3. Movilización y remoralización de las bases del chavismo en virtud de preservar su cohesión monolítica.

El último aspecto requiere un abordaje especial porque alude a la dinámica interna del chavismo —a nivel social y partidista— y a la importancia que tuvo para la consolidación de la autoridad política de Maduro, por encima de la institucional proveniente de su cargo.

El mandatario, en momentos de máxima tensión, privilegió la conexión sentimental del chavismo de base con la figura de Hugo Chávez y de esta forma logró conectar narrativamente la confrontación más actual con el arco histórico de agresiones contra la Revolución Bolivariana. De esta manera consiguió una fuente de entereza moral para prolongar la vocación de resistencia del chavismo.

La huella psicológica del caudillo que anida en la memoria colectiva del país desde los primeros momentos de la lucha por la independencia fue aprovechada para transmitir confianza y seguridad en el chavismo, con lo cual también redujo políticamente las tendencias y facciones que lo subestimaron desde el principio mediante un relato comparativo odioso que instrumentalizaba las características excepcionales de Chávez para degradarlo.

La determinación para actuar en momentos críticos de violencia, la firmeza de su comportamiento en sus apariciones públicas en medios y la seguridad con la que dibujaba la ruta de salida al caos fabricado en eventos de masas y movilizaciones, tuvieron un impacto político fundamental en conservar una unidad y una apuesta por la estabilidad que pasaba por su persona.

Así, en la medida en que transformaba la resistencia en un hecho participativo de amplio alcance social, abonaba la confianza en torno a sus decisiones y medidas para superar los diversos episodios de desestabilización.

La recomposición política, social y electoral del chavismo, emprendida desde la derrota en las elecciones parlamentarias de 2015, fue una de las estrategias de Maduro con la cual demostró capacidad de orientación del proceso frente al terreno de desventaja que se planteaba. A partir de allí, resistiendo un nuevo impulso de desestabilización por fases, el presidente sostuvo la armonía y actuación coordinada del Estado en virtud de preservar la estabilidad institucional y alineó a todo el cuerpo político del gobierno y el chavismo en función de sus decisiones estratégicas, bien fueran electorales o políticas.

Los resultados, ya en este punto, hablan por sí solos: El chavismo continúa gobernando, fortalecido en su unidad orgánica y definiendo los tiempos de la política nacional.

2. Nueva gestión económica o cómo administrar un país bloqueado sin renta

Para un país como Venezuela, cuyo metabolismo económico ha dependido históricamente de la renta petrolera captada de los mercados internacionales, un cambio abrupto en esta variable es lo más parecido a un terremoto que pueda haber. Esto fue lo que ocurrió en el país producto del extenso bloqueo económico, financiero y comercial aplicado en su contra por Washington desde 2014 en adelante, que llevó los ingresos petroleros a un mínimo catastrófico de 700 millones de dólares en el año 2020.

La renta no es sólo una cuestión económica sino también política ya que los recursos disponibles por concepto de exportación petrolera determinan el alcance y el impacto de las políticas públicas que se aplican en términos de redistribución de la riqueza y asignación social equilibrada del ingreso nacional.

El país económicamente hablando es muy diferente en la era Maduro que en la era Chávez. El acoso sin cuartel para destruir los ingresos petroleros, para aislar a la república de los sistemas de pago internacional y congelar tanto las vías de crédito como los activos patrimoniales en el extranjero, sean empresas —Monómeros, Citgo— o reservas líquidas —oro depositado en el Banco de Inglaterra, fondos de garantía en bancos internacionales—, trajo consigo un periodo de inflación caótica, escasez de bienes y servicios y recesión económica.

Para revertir el escenario de números rojos de la economía, el presidente se vio obligado a buscar mecanismos y métodos de acción distintos, sin el apoyo de la renta que tuvo Chávez, en aras de formular su política económica de inversión social expansiva.

El nuevo cálculo debía ser sofisticado pues suponía mantener las políticas sociales fundamentales de la Revolución Bolivariana en paralelo con una modificación pragmática y controlada de la matriz económica basada en inyecciones de capitales del sector privado, aumento de la actividad comercial y levantamiento de restricciones sobre el mercado cambiario y las transacciones cada vez más representativas en moneda extranjera.

A falta de una renta boyante, el primer mandatario nacional tuvo que mantener un manejo equilibrado entre pragmatismo para alinear al sector empresarial hacia una agenda de crecimiento general basado en la recuperación del bienestar, y la consolidación de los planes sociales integrales hacia la población.

La visión de corto y mediano plazo de Maduro consistió en que las medidas pragmáticas en búsquedas de la aceleción del crecimiento de la actividad económica crearían las bases para una diversificación del aparato productivo y una expansión de las capacidades de recaudación, sustitutos de la renta petrolera como vía de ingreso central de las políticas públicas.

Este replanteamiento doctrinal, base de interacción entre el pragmatismo y las directrices programáticas históricas del chavismo relativas a la redistribución de la riqueza, condujo a que a finales de 2021 Venezuela saliera oficialmente del cuadro de hiperinflación y recesión económica que determinó el curso económico en años anteriores, desde 2017.

El cambio de la matriz de ingresos ha proyectado la economía venezolana hacia un nuevo marco de crecimiento, aumento de la productividad y diversificación que, pese a las repercusiones negativas provenientes del bloqueo y de los cambios del comercio petrolero internacional a la luz del conflicto en Ucrania, ha consolidado sus bases de viabilidad en el mediano plazo.

Sí había futuro más allá de la renta, y Maduro lo demostró.

3. Reactualización del espíritu constituyente

Con la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente a mediados de 2017 no sólo se dio fin al ciclo de violencia armada, terrorismo y desestabilización de ese año.

La decisión estratégica de construir un nuevo marco político e institucional para la acción gubernamental, de carácter plenipotenciario, en virtud de ordenar totalmente el escenario de confrontación, basado en la legitimidad electoral y la movilización social por el rescate de la paz y la estabilidad, no se agotó únicamente en ese propósito sino que ha sido el molde doctrinal de las innovaciones políticas de Maduro en tiempo reciente.

El mandatario venezolano ha emprendido una ruta de nuevas tecnologías de poder y gobierno que llevan en su núcleo el signo constituyente original de Chávez y la Revolución Bolivariana.

Por ejemplo, con la creación del Carnet de la Patria, que representa una maduración de la estrategia de infogobierno del Estado venezolano, el presidente logró canalizar los recursos públicos de forma optimizada y equilibrada rompiendo la inercia de la gestión pública, los obstáculos de la burocratización y se reconectó con las demandas prácticas de la población.

La clave constituyente de ese replanteamiento de la gestión política de recursos financieros escasos recayó en un empoderamiento directo del chavismo organizado, que a partir de ahí contaba con una plataforma para coordinarse de una forma más eficiente. El Gobierno Bolivariano no sólo ganó un instrumento de optimización de recursos sino que la estructura del chavismo aguas abajo —consejos comunales, comunas, etcétera— afianzó su poder en el territorio y la armonización de las líneas maestras de la política social.

Los CLAP, que en el peor momento de la crisis representaron una vía de oxígeno vital respecto al derecho a la alimentación, trastocado por la guerra interna de distribuidores, los altos precios y el bloqueo a las importaciones, también se integran a las nuevas tecnologías de gobierno constituyente a las que el poder ejecutivo dio forma.

Con esta fórmula de organización popular, Maduro encontró un alternativa complementaria de distribución y suministro de alimentos al margen de un Estado perforado por bucrocratismo e ineficiencias varias, y delegó en la agregación comunitaria la gestión de los detalles metodológicos y territoriales del plan, mientras las instituciones del Estado del ámbito alimentario operaban coordinadamente para evitar que el flujo de alimentos y bienes básicos se vieran torpedeados.

Experiencias de este tipo son los antecedentes de innovaciones más recientes en el frente de la gestión pública. La estrategia de gobierno del 1x10, en paralelo con la plataforma de recuento de reclamos vía digital impulsada a través de la aplicación VenApp, constituye una reactualización de las vías de acción política constituyente potenciada por las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías de transmisión y procesamiento de datos masivos.

La era Maduro, resumiendo, se ha caracterizado en lo económico por un reimpulso doctrinal y nuevos marcos de abordaje económico que dependen del afianzamiento del cambio de la matriz rentista, con los buenos resultados que se han venido dando; en lo político por una consolidación de su liderazgo y crecimiento de la autoridad que lo han convertido en actor de consenso del chavismo y árbitro de las reglas de juego de la política en general; y en la gestión pública, por la innovación constituyente y la configuración de modernas tecnologías de poder y gobierno que establecen vías de interlocución, diálogo y conexión social y popular alternativas, de cara a una perspectiva a largo plazo de consolidación de un arte de gobierno acorde con los tiempos.

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