La cúpula estadounidense, con el presidente Donald Trump a la cabeza, ha anunciado que Washington pone fin a su campaña de bombardeos masivos contra Yemen —aunque Estados Unidos suele aferrarse a la ficción de que no está bombardeando un país sino "solamente" a un movimiento, a saber, Ansarolá, peyorativamente etiquetado como "los hutíes", de facto ha estado en guerra contra Yemen, cuya mayor parte es gobernada por Ansarolá—. Esta especie de alto al fuego también de facto que Trump, por alguna razón, no quiere llamar "acuerdo" —por primera vez— se ha fraguado con la ayuda de la mediación omaní; por la parte estadounidense, el inevitable hombre de Trump, Steve Witkoff, desempeñó un papel.
El significado exacto del anuncio estadounidense —de hecho, si tiene uno realmente conocido por alguien, especialmente en una Casa Blanca ocupada con la producción de memes sobre el Papa y los Jedi— no ha quedado claro, por ejemplo: ¿Ha acordado Ansarolá desistir de todos los ataques a la navegación en el mar Rojo y, especialmente, en el estrecho de Bab el Mandeb? ¿O solo de atacar barcos estadounidenses? ¿O solamente a buques militares estadounidenses? De cualquier modo, un portavoz de Ansarolá declaró que los buques israelíes siguen siendo objetivos. Además, como sucedió, Trump informó primero a los medios de comunicación y después al ejército estadounidense, si es que lo hizo. Incluso Israel —algo a lo que Trump ciertamente se aferra mucho más que a sus propios generales o al pueblo estadounidense en general— afirmó haber sido tomado por sorpresa.
Por lo general, estas cuestiones de alcance y procedimiento son muy, muy importantes en el mundo de la política adulta, pero bueno, no pasa nada: probablemente es demasiado esperar de los líderes de la "Nación indispensable", actualmente muy ocupados en "volver a ser grandes", hundiendo la economía mundial a través de una guerra comercial que no es simplemente agresiva sino también estúpida, además de fracasar en sus propios términos muy mal concebidos.
Al fin y al cabo bombardear Yemen durante siete semanas no era más que una cuestión de vida o muerte y, como suele ser habitual, de otras muertes, no de estadounidenses: desde la nueva escalada de violencia de Estados Unidos contra Yemen a mediados de marzo, las fuerzas estadounidenses han atacado mil objetivos —según EE.UU.— y, como es su costumbre, han masacrado a civiles, incluidos migrantes a los que han bombardeado con explosiones dentro de búnkeres al puro estilo israelí.
Una cosa es cierta: la afirmación de Trump de que sus oponentes yemeníes "han capitulado" no tiene sentido. Ansarolá declaró, a su vez, que "Yemen derrota a Estados Unidos", sí tiene, aunque retórica e hiperbólica —no, Yemen no ha hundido un portaaviones— esa afirmación, en realidad, tiene un gran núcleo de verdad, por contraintuitivo que pueda parecer. He aquí por qué:
Por un lado Estados Unidos, la potencia mucho más fuerte, ha fracasado rotundamente —sin ser un juego de palabras— en la consecución de sus objetivos bélicos declarados. ¿Cómo lo sabemos? No solo por el hecho de que el actual alto al fuego o algo así sea tan vago sino también, en realidad, por el propio Trump.
Fue Trump quien comenzó la campaña de bombardeos declarando que ni siquiera sería "una lucha justa", cosa cierta, por una vez, del Gran Fanfarrón, pero en realidad la guerra estadounidense nunca es justa, y que sus oponentes yemeníes serían "completamente aniquilados". Independientemente de lo que uno piense del resultado real, casi dos meses después eso ciertamente no ha sucedido. En absoluto.
Sin embargo, cuando un enorme matón ataca, gritando que te va a pisotear, y tú te resistes, te mantienes en pie y haces que el matón se marche, has ganado, aunque no hayas pisoteado al matón.
Además, está la cuestión del transporte marítimo internacional. Washington ha pretendido que su agresión contra Yemen sirvió para abrir las rutas marítimas internacionales. Sin embargo, los expertos dudan de que hayan cambiado mucho las cosas en ese ámbito. ¿Y por qué cambiarían las compañías navieras internacionales su evaluación de riesgos? En todo caso, Ansarolá ha demostrado ahora que puede soportar incluso más presión y violencia que la ejercida por la administración Biden. Ese es el problema cuando se produce una escalada: en caso de que tu escalada no consiga marcar una diferencia decisiva, tu posición solo se degrada. Podría decirse que eso es precisamente lo que le ha ocurrido ahora a Estados Unidos.
Además, Washington no solo ha fracasado en la consecución de sus grandilocuentes objetivos bélicos sino que también ha sufrido dolorosas pérdidas. Ciertamente, no en personal militar, pero sí en prestigio. Ha habido indiscreciones embarazosas a través de la aplicación de mensajería Signal que han derribado a un asesor de Seguridad Nacional, Mike Waltz, y socavado a un secretario de Defensa, Pete Hegseth, a quien nadie respetaba para empezar.
Y esos dos delincuentes son solo los miembros del equipo Trump más directamente perjudicados. La campaña también ha sido cara, costando —al menos oficialmente— más de mil millones de dólares. Y, por último, las pérdidas estadounidenses en aviones no tripulados y jets han revelado al mundo un ejército que ya ni siquiera puede golpear al mucho más pequeño —una vieja especialidad estadounidense— sin hacer un lío no solo sangriento sino también tonto.
En tercer lugar, enviando esto, enviando aquello, la verdadera razón del asalto de Estados Unidos a Yemen —según Biden y Trump— es, por supuesto, otra cosa: como ya escribí hace año y medio Yemen, bajo el gobierno de facto de Ansarolá, ha sido el único país del mundo —con la excepción parcial de Irán y el actor no estatal Hezbolá— "que ha estado a la altura de las exigencias elementales de la ética más básica —así como de la Convención de la ONU contra el Genocidio de 1948 y del Estatuto de Roma de 1998— al haber emprendido acciones militares directas para enfrentarse a los perpetradores israelíes y a los coautores occidentales del genocidio cometido contra los palestinos. De lo contrario, los heroicos defensores de la resistencia palestina de Gaza se quedarán solos".
En nuestro mundo infernal gestionado por Occidente —que se desmorona, pero sigue devastando— se ha dejado que Yemen, un "país muy pobre y pequeño, asolado a su vez recientemente por una brutal guerra de bombardeos y hambre, llevada a cabo bajo el liderazgo de Arabia Saudita y, por supuesto, respaldada también por Occidente, haga lo que todos nosotros deberíamos estar haciendo: ayudar a Palestina y luchar contra Israel".
En ese sentido, nada ha cambiado principalmente, aunque todo haya empeorado: Israel y sus aliados occidentales continúan e intensifican la campaña de genocidio y limpieza étnica. Y Yemen se ha mantenido firme. De hecho, ha intensificado sus ataques directos con misiles contra Israel, e Israel ha respondido con sus habituales bombardeos terroristas contra civiles.
Y, sin embargo, la resistencia de Yemen a Israel y al genocidio de Occidente continúa. Ese es el hecho más fundamental que atestigua la derrota estadounidense. Desde una perspectiva más amplia, imaginemos al Hegemón como un clan mafioso cuyo dominio se basa en dos cosas: la violencia y el miedo. Cada vez que se demuestra que esta receta fracasa, resulta menos eficaz. Porque la realidad es que ni siquiera Estados Unidos puede controlar todo el mundo todo el tiempo. La mayor parte de su poder proviene del terror y del miedo. Un desafío exitoso, por lo tanto, es un gran golpe a la raíz del poder de Estados Unidos. Y fue Yemen quien asestó precisamente ese golpe.
Tarik Cyril Amar es historiador del siglo XX, especializado en la historia de Ucrania, Rusia y la Unión Soviética. Es profesor asociado del Departamento de Historia de la Universidad Koç y anteriormente fue profesor adjunto de historia en la Universidad de Columbia. Obtuvo su licenciatura en la Universidad de Oxford, su maestría en ciencias en la London School of Economics y su doctorado en la Universidad de Princeton. Amar fue director académico del Centro de Historia Urbana de Europa Central y Oriental en Lviv. Es autor de La paradoja de la Lviv ucraniana: una ciudad fronteriza entre nazis, estalinistas y nacionalistas.
Este artículo fue publicado en inglés en el blog de Tarik Cyril Amar el 7 de mayo de 2025 y fue traducido para Misión Verdad por Spoiler.