Cada vez que se destapa un hecho de corrupción, y sobre todo cuando se trata de funcionarios del gobierno y del ala militar, vuelve el comodín de señalar al Gobierno Bolivariano como empresa que promueve el crimen, aun cuando quien señala y judicializa el hecho es el propio Estado.
Este gesto automático de los que se frotan las manos esperando que "caiga" un corrupto chavista es clásico de los que argumentan que la administración de un país debe estar en manos de una clase profesional bien educada y "formada" para dichas tareas.
La semana pasada, el Ministerio Público develó una trama de corrupción que involucraba a los directivos de Lácteos Los Andes, una empresa estratégica para el país dado que produce alimentos de alto valor para la población venezolana. Luego de un trabajo de inteligencia de los organismos de seguridad, los sindicatos y la orden del presidente Maduro se logró la detención del coronel Luis Augusto Piligra Jiménez, quién se venía desempeñando como presidente de la empresa láctea desde agosto de 2019.
Luego de esta noticia, la corruptio, que de acuerdo al vocablo más antiguo según la lengua romana significa la acción y efecto de corromper (depravar, echar a perder, y así), se puso sobre el tapete. Algunos la trataron como un asunto individual y otros como una lógica del chavismo, como si la corrupción fuera una política de Estado.
Lo cierto es que el caso del presidente de Lácteos Los Andes se corresponde más con una lógica de acumulación delictiva de la burguesía local que ya estaba instalada en el país antes de la llegada del chavismo, y que finalmente constituye la fórmula del capitalismo rentístico.
Presunta comisión de peculado doloso propio, concierto de funcionario con contratista, evasión de procedimientos licitatorios, tener una marca propia de un producto lácteo y utilizar la materia prima de la empresa pública para su elaboración son parte de los delitos que se le imputan al coronel y su pareja, Amelys Aracely Cabrera Gómez, procedimientos que seguro se encontrarán durante todo el siglo XX cuando emergió la cultura parasitaria del empresariado venezolano.
Es importante mencionar que Piligra posee un hato en Apure, que lleva el mismo nombre de Villa La Estancia, marca de su producto lácteo; una agropecuaria que funciona dentro del hato, de nombre MALUGA, C.A.; y un bodegón restaurante en el municipio Chacao del estado Miranda llamado La Esquinita Gourmet. Construir un emporio producto de la corrupción y buscar posicionarse en una zona del este de Caracas se corresponde más con aspiraciones burguesas que con el chavismo y su histórico origen.
Y sobre el mito de que este país debe ser gobernado por la clase "decente y preparada" que no es corrupta porque no necesita "robar" es necesario recordar cómo los empresarios venezolanos amasaron grandes fortunas con la complicidad de la clase política que gobernó en Venezuela antes de la llegada de la Revolución Bolivariana, alianza que llevó a este país a niveles de pobreza que originaron la irrupción del chavismo.
Basta recordar que la familia Mendoza, de Empresas Polar, fungió como la gran contratista de los partidos Acción Democrática y Copei, con lo cual amasó el gran capital de base para el gran conglomerado de empresas que actualmente cuenta con un patrimonio de 7,67 billones de dólares.
Otro de los tantos casos de la época de la Cuarta República es el de Los Doce Apóstoles, un grupo de empresarios venezolanos cercanos al presidente Carlos Andrés Pérez que tras apoyarlo en las elecciones del 73 aparecieron en los contratos más lucrativos concedidos durante su periodo de gobierno, incluyendo la Represa de Guri, el proyecto petroquímico Pentacom, la construcción del Complejo Urbanístico Parque Central (el complejo comercial y de oficinas más grande de Sudamérica para ese entonces), entre otros.
Lo resaltable de todo esto es que la corrupción en Venezuela tiene un componente privado que subyace en el propio metabolismo del capitalismo y su afán de acumular riqueza. El mito del empresario impoluto y de moral incuestionable antes de este siglo es insostenible por la historia.
Y con esto no se intenta señalar para otro lado y afirmar que la corrupción de allá es peor que la de acá porque finalmente es una sola y responde a lo mismo. Es natural que sintamos un fresquito cuando la justicia cae sobre alguien que le dio un mal manejo a una empresa, ministerio o cualquier organismo cuyo fin es beneficiar a muchos, sobre todo en un momento en el que al país lo asedian con un bloqueo criminal y amenazas de todo tipo.
Momentos como estos son usados para corear "militares a los cuarteles" porque su función primaria es la defensa y no pueden cumplir con otras tareas, lo que responde a la lógica anterior a la llegada de la Revolución que desprecia otras formas de organización. Que funcionarios de distintos rangos u ocupación en la administración pública sean sometido a la justicia es parte de la lucha contra este flagelo dentro del Estado.
La corrupción es un tema complejo y tiene muchas aristas. En muchos casos, es usada como vértice de intervención por quienes se proyectan con autoridad moral para juzgar. Tal es el caso de Estados Unidos, cuya bandera para atacar a Venezuela ha sido la de acabar con este delito por parte del chavismo, aun cuando apoyaron al gobierno fake de Juan Guaidó y la mayor trama de corrupción tras el despojo de nuestro activos en el exterior.
Evidencias de corrupción y narcotráfico: los rastros de Guaidó en la vieja AN https://t.co/8ZzHAHin3L pic.twitter.com/sn9BEGakiS
— MV (@Mision_Verdad) May 3, 2021
Otros grandes crímenes de corrupción son cometidos por las trasnacionales, pero por su naturaleza invisible no son juzgados, hechos que incluso son solapados por instituciones globales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), que impone las reglas y el discurso dominante en materia financiera. Lo natural es que las multinacionales saqueen los países y los Estados carguen con la deuda en el gasto público y las consecuencias que se deriven de las deudas sociales en materia de reivindicaciones. En este caso es más fácil juzgar a un individuo antes que a una empresa que puede desaparecer de un país en cualquier momento.
Pero la operación de las multinacionales puede ser más macabra aún si se toma en cuenta que antes de su llegada a los países generan las condiciones favorables para la explotación de los recursos materiales y humanos en complicidad con los organismos encargados de aprobar los grandes créditos. Claro que hay corruptos locales que se prestan para esas jugadas, pero su ganancia es mínima si se compara la extracción de recursos de una nación entera y los grandes corruptos nunca serán juzgados.
Sin ánimos de justificar algún tipo de corrupción, algunos sostienen que si hay condiciones para que ocurra un acto ilícito, pasará. Como hija de este sistema, es un fenómeno inevitable donde haya alguien que pueda usar el poder que tiene para generar recursos para sí mismo o para los de su entorno. ¿En qué país donde impere el sistema capitalista no hay actos de corrupción?
En mayor o menor medida ocurrirán porque este delito es parte integrante del capitalismo (el mayor de los crímenes contra el mundo) y, por tanto, permea todos los sectores y capas de la sociedad, sobre todo el sector privado, cuyo fetichismo de que usa "sus propios recursos" y hacen con "su dinero" lo que quieran es insostenible en Venezuela, dependiente del petroestado.
Es un buen ejercicio detenerse a pensar si ahora hay más corruptos que antes, o si se notan más porque hay menos recursos y los pocos son disputados por más en una barbarie provocada por la guerra. El spoiler es que seguirán saliendo a la luz casos como los del coronel Piligra Jiménez: porque la revolución está compuesta por individuos y todo el mundo es susceptible a corromperse y traicionar sus principios frágiles; además, la historia está plagada de traidores y corruptos que en algún momento hasta señalaron a otros.
Esto hace que la lucha contra la corrupción sea un proceso constante, por eso, aunque se afirme que es inevitable, las instituciones de la justicia deben seguir fortaleciéndose para seguir con el compromiso ético de luchar contra este monstruo, de castigar los crímenes imperdonables.
Sin embargo, la tarea como Revolución Bolivariana es pensar y diseñar nuestro socialismo, un sistema nuevo que nos involucre a todos y asumamos que la corrupción es inaceptable y hasta impensable porque precisamente todos participamos en la construcción de un nuevo modelo de sociedad y atenta contra el bien común.