Jue. 06 Marzo 2025 Actualizado 1:33 am

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Bruselas ha seguido servilmente a Washington durante demasiado tiempo y ha olvidado cómo promover sus propios intereses geopolíticos (Foto: Reuters)

Es hora de que Europa haga lo impensable

Tiempos desesperados exigen medidas desesperadas. Y como me enseñaron mis gurús geopolíticos, siempre hay que pensar lo impensable, como debe hacer ahora Europa.

Es demasiado pronto para saber quiénes serán los verdaderos ganadores y perdedores de la segunda administración Trump. Las cosas podrían cambiar. Sin embargo, no cabe duda de que la posición geopolítica de Europa ha disminuido considerablemente. La decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de ni siquiera consultar o avisar a los líderes europeos antes de hablar con el presidente ruso, Vladímir Putin, demuestra lo irrelevante que se ha vuelto Europa, incluso cuando están en juego sus intereses. La única manera de restaurar la fuerza de Europa es considerar tres opciones impensables.

En primer lugar, ella debería anunciar su voluntad de abandonar la OTAN. Una Europa obligada a gastar 5% en defensa es una que no necesita a Estados Unidos. El 5% del PIB combinado de la Unión Europea (UE) y Reino Unido en 2024 asciende a 1,1 billones de dólares, comparable al gasto en defensa de Estados Unidos de 824 mil millones de dólares en el mismo año —en 2024 la UE y Reino Unido juntos gastaron alrededor de 410 mil millones de dólares en defensa—. En última instancia, no es necesario que Europa abandone. Pero solo una amenaza creíble de irse despertaría a Trump —y al vicepresidente J.D. Vance y al secretario de Defensa Pete Hegseth— y lo obligaría a tratarla con respeto. Por el contrario, la insistencia de los europeos en permanecer en la OTAN después de las provocadoras acciones de Trump da la impresión al mundo de que están lamiendo las botas que les están pateando la cara.

Lo que sorprende a muchos en el mundo es que los europeos no previeran el atolladero donde están metidos. Una de las primeras reglas de la geopolítica es que siempre hay que planificar contra los peores escenarios. Tras el estallido de la guerra en Ucrania, todo el pensamiento estratégico europeo se basó en el mejor de los escenarios, el de Estados Unidos como un aliado totalmente fiable a pesar de haber vivido el primer mandato de Trump y sus amenazas de retirarse de la mayor alianza militar del mundo. Para un continente que ha producido mentes estratégicas como Metternich, Talleyrand y Kissinger, ha habido un pensamiento estratégico casi infantil sobre Ucrania y sus consecuencias a largo plazo.

Si Metternich o Talleyrand —o Charles de Gaulle— vivieran hoy, recomendarían la impensable opción 2: elaborar un nuevo gran acuerdo estratégico con Rusia, en el que cada parte se adaptara a los intereses fundamentales de la otra. Muchas mentes estratégicas europeas influyentes se opondrían a estas sugerencias porque están convencidas de que Rusia representa una amenaza real para la seguridad de los países de la UE. ¿Realmente? ¿Cuál es el principal rival estratégico de Rusia, la UE o China? ¿Con quién tiene la frontera más larga? ¿Y con quién ha cambiado tanto su poder relativo?

Los rusos son realistas geopolíticos de primer orden. Saben que ni las tropas de Napoleón ni los tanques de Hitler volverán a avanzar hacia Moscú. Los europeos no ven la evidente contradicción entre exultar ante la incapacidad del país para derrotar a Ucrania —una nación de 38 millones de habitantes y un PIB de unos 189 mil millones de dólares en 2024— y luego declarar que Rusia es la verdadera amenaza para Europa —que tiene 744 millones de habitantes y un PIB de 27 billones de dólares en 2024—. Los rusos probablemente estarían encantados de llegar a un compromiso justo con la UE, respetando las fronteras actuales entre su país y la comunidad política y un compromiso realista sobre Ucrania que no amenace los intereses fundamentales de ninguna de las partes.

A largo plazo, una vez que se haya desarrollado de nuevo cierta confianza estratégica entre Rusia y una nueva Europa estratégicamente autónoma, Ucrania podría servir gradualmente de puente entre la UE y el gigante en lugar de ser la manzana de la discordia. Bruselas debería considerarse afortunada de que, en términos relativos, Rusia sea una potencia en declive, no una potencia en ascenso. Si la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, una organización regional relativamente más débil, puede establecer una relación de confianza a largo plazo con una potencia emergente como China, sin duda la UE puede hacerlo mejor con Moscú.

Y esto nos lleva a la impensable opción 3: elaborar un nuevo pacto estratégico con China. De nuevo, en el ámbito del ABC de la política exterior, hay una razón importante por la que la geopolítica es una combinación de dos palabras: geografía y política. La geografía de Estados Unidos, que se enfrenta a China a través del océano Pacífico, combinada con el afán de primacía de Washington, explica la relación hostil entre Estados Unidos y China. ¿Qué presiones geopolíticas han provocado el deterioro de las relaciones entre la UE y China? Los europeos creyeron tontamente que una lealtad servil a las prioridades geopolíticas estadounidenses les reportarían ricos dividendos geopolíticos. En lugar de ello, han recibido una patada en la cara.

Lo notable aquí es que China puede ayudar a la UE a hacer frente a su verdadera pesadilla geopolítica a largo plazo: la explosión demográfica en África. En 1950 la población de Europa era el doble que la de África. Hoy, la población africana duplica a la europea. En 2100 será seis veces mayor. A menos que África desarrolle sus economías, se producirá una oleada de emigrantes africanos hacia Europa. Si los europeos creen que Europa nunca producirá líderes como Trump, están delirando. Elon Musk no es el único multimillonario que apoya a partidos de extrema derecha en Europa.

Para preservar una Europa dirigida por partidos centristas, los europeos deberían dar la bienvenida a cualquier inversión extranjera en África que cree puestos de trabajo y mantenga a los africanos en casa. En lugar de ello, los europeos se están disparando en el pie al criticar y oponerse a la inversión china en África. Solamente este acto demuestra lo ingenuo que se ha vuelto el pensamiento estratégico europeo a largo plazo. Bruselas está sacrificando sus propios intereses estratégicos para servir a los intereses estadounidenses con la esperanza de que el servilismo geopolítico conduzca a recompensas.

Está claro que no. Dos mil años de geopolítica nos han enseñado una lección simple y obvia: todas las grandes potencias antepondrán sus propios intereses y, si es necesario, sacrificarán los intereses de sus aliados. Trump se está comportando como un actor geopolítico racional al anteponer lo que él percibe como los intereses de su país. Europa no debería limitarse a criticar a Trump, sino a emularlo. Debería llevar a cabo la opción actualmente impensable: declarar que a partir de ahora será un actor estratégicamente autónomo en la escena mundial que antepondrá sus propios intereses. Puede que Trump muestre por fin algo de respeto por Europa si hace eso.


Kishore Mahbubani es un politólogo y académico singapurense, miembro distinguido del Instituto de Investigación sobre Asia de la Universidad Nacional de Singapur. Es autor de varios libros sobre geopolítica, entre ellos ¿China ha ganado? (2020) y El siglo XXI asiático (2022).

Este artículo fue escrito por Kishore Mahbubani y publicado en Foreign Policy el 18 de febrero de 2025 y fue traducido para Misión Verdad por Spoiler.

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