CNN reportó en la mañana de este viernes 31 de enero que el enviado de Donald Trump para misiones especiales, Richard Grenell, se reuniría con el presidente Nicolás Maduro en Caracas.
El objetivo del encuentro: "Se espera que Grenell discuta con el líder venezolano, entre otras cosas, los vuelos de deportación", indicó el medio.
Esto en el marco de la campaña que puso en marcha la Casa Blanca de deportaciones de inmigrantes ilegales, pilar narrativo del gobierno estadounidense entrante.
Poco después, la periodista venezolana Karen Méndez informó que Grenell solicitó una reunión oficial con el Presidente, quien aceptó bajo la condición de llevar a cabo una "agenda cero". Reporte que fue confirmado por el ministro de Comunicación e Información, Freddy Ñáñez.
Finalmente, en horas de la tarde, se dio la reunión en el Palacio de Miraflores, concretamente en el despacho uno, entre el mandatario venezolano y el enviado de Trump, evento que acaparó todos los reflectores y la opinión pública, dentro y fuera del país. Del encuentro y del contexto en el que ocurrió se pueden extraer algunas conclusiones provisionales.
1. Agenda Grenell en acción
Como se va haciendo cada vez más claro, la administración Trump se encuentra dividida en torno al enfoque de política exterior a tomar hacia Venezuela, como afirmamos en varias publicaciones anteriores en esta tribuna.
Por un lado, halcones y neoconservadores que operan en el Senado, en el Consejo de Seguridad Nacional y en el Departamento de Estado, al mando de Marco Rubio, presionan a favor de reactivar la operación de cambio de régimen, gestionando el apoyo directo a María Corina Machado y Edmundo González Urrutia en la búsqueda de repetir la ruta Guaidó.
Por otro lado está el universo MAGA, con Grenell a la cabeza, que aboga por una negociación pragmática, amoral y contingente en temas como petróleo y migración, para que el presidente norteamericano pueda seguir acumulando puntos de legitimidad y popularidad interna.
Ambos enfoques chocan en una batalla por la última palabra de Trump con respecto a Caracas.
La reunión del enviado especial de Washington con el presidente Maduro confirma que, al menos en el corto plazo, el establecimiento de una línea directa con Caracas es ineludible y toma fuerza en un momento cuando la Casa Blanca erige una agenda de prioridades basada en la cuestión migratoria como el tema más importante para aproximarse a la región.
Es por ello que, también, el mandatario republicano decidió que Rubio realizara la primera gira de su gestión en Centroamérica. El viaje comienza hoy mismo, viernes 31 de enero, y visitará El Salvador, Guatemala, Costa Rica, Panamá y República Dominicana, donde, según el alto funcionario cubano-estadounidense en un artículo publicado en The Wall Street Journal el día de ayer, "podemos reforzar los lazos comerciales, crear asociaciones para controlar la migración y mejorar la seguridad de nuestro hemisferio".
Vale acotar que en dicho texto Rubio se mostró equidistante de su habitual retórica incendiaria contra Venezuela. Una única mención, más bien general, ubicó su tema de referencia —derrocar a Maduro— en un lugar accesorio, y le dio prioridad a reafirmar que es leal a Trump y que acata sus órdenes.
La sincronización entre la gira centroamericana del Secretario de Estado y la visita de Grenell en Caracas dice mucho sobre las prioridades en política exterior del gobierno estadounidense, y sobre por quién se decanta Trump a la hora de operativizar sus decisiones hacia Venezuela. Por lo menos en el tiempo inmediato.
2. El móvil político en torno al TPS
Con el anuncio del miércoles 29 de enero de que el gobierno de Trump había anulado la extensión del Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés) a unos 600 mil ciudadanos venezolanos en suelo estadounidense, se preanunciaba un posible encuentro centrado en la cuestión migratoria.
Un análisis anterior publicado en esta tribuna indicó que la medida pone en evidencia que el actual gobernante de la Casa Blanca estaría enmendado la visión de que Venezuela es una "amenaza" real, a pesar del estilo transaccional con que se mueve en el escenario político donde median "el uso de las narrativas, amenazas y presión pública".
Pero lo más resaltante es que, en efecto, en el ínterin de las conversaciones no oficiales entre los gobiernos estadounidense y venezolano, la suspensión del TPS significaba una medida previa al viaje de Grenell para despejar el terreno y obtener facilidades para negociar la deportación de venezolanos, sin el peso burocrático y las restricciones del instrumento migratorio en cuestión.
3. Reconocimiento estadounidense del presidente Maduro
Edmundo González Urrutia fue entrevistado por The Washington Post para instar al gobernante republicano a "no realizar algún acuerdo de deportación con Maduro".
Claramente, sus palabras fueron desoídas y no encontraron eco en la Casa Blanca. El hecho de que María Corina Machado y González Urrutia no tengan ningún tipo de influencia en la toma de decisiones de Donald Trump, más allá de las comunicaciones públicas con Rubio y el senador Rick Scott, resalta por sí solo en este marco de acontecimientos.
La reunión del enviado especial de Trump con el presidente Maduro ha significado un reconocimiento tácito de su gobierno y una desautorización del "liderazgo" de Edmundo González y María Corina Machado, quienes quedaron marginados.
Ambos se difuminan y pierden peso e influencia objetiva en la coyuntura actual, mientras el gobierno de Maduro consolida su posición de poder y se plantea como la única vía institucional posible para las negociaciones Caracas-Washington. Una dosis de realismo político. El peor día imaginable para la dupla prointervención extranjera.
Un elemento a destacar es que a la administración Biden le tomó casi año y medio de gestión, y complicaciones energéticas relevantes, para realizar un reconocimiento de facto del presidente Maduro. A la administración Trump le tomó sólo 10 dias, guiados por el desarrollo práctico de su política migratoria.
4. ANUNCIOS y efectos POSTERIORES al encuentro
La cancillería venezolana publicó un comunicado en el que señalaron que el encuentro estuvo caracterizado por el "respeto mutuo".
Acorde con el gobierno venezolano, "se abordaron diversos temas de interés para ambos países: migración, impacto negativo de las sanciones económicas contra Venezuela, ciudadanos estadounidenses incursos en delitos en territorio nacional e integridad del sistema político venezolano".
Sin embargo, no se ofrecieron detalles sobre la implementación concreta de los resultados de estas conversaciones.
Un elemento muy resaltante del encuentro, según señala el comunicado oficial, es que se ratificó "la necesidad de dar un giro a las relaciones". El gobierno venezolano expresó su "disposición de mantener los canales diplomáticos abiertos con Estados Unidos de América en la defensa de los derechos e intereses irrenunciables del pueblo venezolano".
Hace cuestión de minutos, al cierre de esta nota, Grenell informó a través de su cuenta en X que seis ciudadanos estadounidenses que estaban detenidos en Venezuela van de vuelta a su país, ante lo cual Trump, también en la misma red social, felicitó a su enviado por la labor. Queda todavía por ver cómo se desarrolla lo acordado en privado en Miraflores.
El presidente Maduro, en la Apertura de las Actividades Judiciales 2025 este 31 de enero, indicó que la conversación fue positiva y que se irán conociendo los avances de los temas tratados.
Grenell ahora puede exhibir su primera charretera, frente a un Rubio que espera todavía el primer aplauso de Trump. El enviado MAGA gana el primer round, en Caracas, para más rabia del cubano-estadounidense, la ciudad que desea ver arder desde hace años.
5. FINAL ABIERTO
El encuentro tuvo un poderoso significado y acaparó los reflectores y la opinión pública, dentro y fuera de Venezuela. Un efecto lógico: el primer movimiento oficial de la administración Trump hacia la región se realizó en Caracas y tuvo de protagonista al mandatario venezolano. Ante esta situación, y frente al hecho de que simbólicamente la reunión implicaba un gesto de reconocimiento y la formalización de un canal de diálogo entre Caracas y Washington, halcones tradicionales como Rick Scott y Mauricio Claver-Carone buscaron dominar narrativamente el sentido de la coyuntura para sus propios fines.
Según su posverdad ofrecida al público, a la que se afiliaron otras conspicuas figuras de la mafia mayamera, Grenell fue a presionar a Maduro, a amenazarlo, y al jefe de Estado no le quedaría otra opción que aceptar los términos de una negociación.
Esta precaria versión alternativa de los hechos ha encallado en la realidad concreta. Trump, en referencia a la reunión, afirmó: "Veremos qué podemos hacer para enderezar la situación en Venezuela. Para que la gente regrese a su país a salvo y con libertad. Estamos a favor del pueblo de Venezuela". Una declaración, por decir lo menos, demasiado genérica para un sector extremista que necesita un impulso con carácter de urgencia para volver a los titulares y recuperar fuerza de convocatoria.
Trump todavía no menciona directamente a María Corina Machado y Edmundo González; tampoco ha buscado contactos sólidos, sea a través de Grenell o Rubio. Tampoco les ha ofrecido, por ahora, apoyo declarativo directo o un lugar de importancia en su agenda.
Esto puede tener que ver con que, de acuerdo a la visión del republicano, sus objetivos migratorios y con prisioneros estadounidenses en Venezuela quedarían en riesgo si busca un choque frontal, en la que no está garantizada un victoria tipo Blitzkrieg. Muy posiblemente su conclusión inmediata es que Maduro no está tan débil como le susurran al oído y que Edmundo González es sinónimo de fragilidad política y escasez de resultados prácticos con respecto a sus intereses concretos y más urgentes. Y es ahí, en esos cálculos, donde Grenell, soldado leal MAGA, ha entrado en juego.
Esa es la clave de este día, en el cual Machado y González han visto agravada su compleja situación actual. A la batalla narrativa por forzar la abstención en el ciclo electoral de abril de este año, a los costos políticos asociados con el silencio sobre la medida del TPS, ahora se suma la reunión entre Grenell y Maduro que los expuso a una irrelevancia profunda. El peor día imaginable.
El presidente Maduro ha dejado el planteamiento de una nueva etapa de las relaciones con EE.UU. sobre la mesa, una "agenda cero", y ese es un punto clave: ahora la pelota regresa a la Casa Blanca, donde Trump tendrá que decidir entre patear la mesa o responder a sus instintos pragmáticos y avanzar hacia una recomposición de la relación bilateral que se traduciría en beneficios.
Veremos qué se termina imponiendo: si el pragmatismo o la ideologización, cuyos resultados contraproducentes ya se han comprobado en menoscabo de los propios Estados Unidos.
También veremos si el tan publicitado Art of the Deal es real o simplemente el branding de un delirio narcisista.