Jue. 21 Noviembre 2024 Actualizado 8:41 pm

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Resulta curioso que progresistas coincidan en una causa común con el criminal de guerra Dick Cheney (Foto: The New York Times)

Kamala Harris: la candidata de los halcones de la guerra

Quedan pocas semanas para que se realicen las elecciones presidenciales de Estados Unidos y algunos exfuncionarios del establishment del país han manifestado su apoyo público para levantar la candidatura de Kamala Harris.

Sobre este fenómeno James Carden, analista político y exasesor de la Comisión Presidencial Bilateral entre Estados Unidos y Rusia del Departamento de Estado, publicó un artículo el pasado 25 de septiembre titulado "Cuando las odiosas élites de la política exterior se unen en torno a Harris", en el que argumenta por qué no se debería considerar la opinión de estos exfuncionarios que han tomado "algunas de las decisiones de seguridad nacional más sangrientas y estúpidas de los últimos tiempos".

El autor establece como referencia dos cartas en las que más de cien figuras prominentes republicanas ligadas al ámbito de la seguridad nacional respaldan a la vicepresidenta Harris.

"Somos exfuncionarios de seguridad nacional y política exterior que prestamos servicios en las administraciones de los presidentes Ronald Reagan, George H. W. Bush, George W. Bush y/o Donald Trump, o como miembros republicanos del Congreso. Hemos trabajado en la Casa Blanca, los Departamentos de Defensa, Tesoro, Estado, Justicia, Seguridad Nacional, Comercio y otras agencias, y en el Congreso", reza una de las cartas, y aducen que apoyan a la candidata demócrata porque creen que puede "promover y defender la seguridad y los valores estadounidenses".

Breve contexto 

La candidatura demócrata de cara a las elecciones presidenciales del 5 de noviembre ha estado signada por varios hechos. A principios de agosto se determinó que Kamala Harris ganó la candidatura presidencial del partido. Esto ocurrió luego de meses de incertidumbre que giraron en torno a la salud mental de Joe Biden, dudas que en realidad surgieron desde el inicio de su mandato, que crecieron en la medida en que el deterioro era inocultable. 

La figura de Biden se terminó de derrumbar y, por lo tanto, la de su partido en general, cuando el 27 de junio se realizó el primer cara a cara televisado Trump-Biden. Se percibió una imagen decadente y senil del actual mandatario, y si bien no hubo solidez argumentativa en ninguno de los candidatos, el republicano se refirió al colapso económico, la crisis migratoria y la fracasada política exterior estadounidense, puntos débiles de la administración demócrata. 

La percepción fue que Biden era incapaz de articular ideas debido al deterioro de su estado físico y psicológico, lo que significó para algunos analistas un "suicidio colectivo" del partido de gobierno. El expresidente Barack Obama salió en defensa argumentando que se trató de una "mala noche" de debate, pero aun así se reavivó el debate sobre la búsqueda de un sustituto.

Al principio se usó como novedad, para reimpulsar al partido demócrata, el hecho de que Kamala Harris es la primera mujer afro así como la primera estadounidense de origen asiático en encabezar una candidatura presidencial. Sin embargo, esto no ha sido suficiente para levantar en las encuestas. A principios de octubre los sondeos indicaban que Donald Trump y Kamala Harris se encontraban en un empate técnico. Hoy día esa tendencia se mantiene o la demócrata lidera por un margen muy estrecho.

Halcones de la guerra al rescate

Con este panorama no resulta complicado entender por qué el establishment de la política exterior estadounidense publicó casi simultáneamente estas cartas abiertas firmadas por cientos de exfuncionarios de seguridad nacional. 

James Carden señala que muchos de estos apoyos provienen de individuos que han sido arquitectos de guerras e intervenciones, que incluso los demócratas han criticado abiertamente como manchas en la historia estadounidense reciente.

Detalla que la primera carta fue firmada por más de 100 exfuncionarios republicanos, alumnos de todas las administraciones de ese partido desde Reagan hasta Trump en materia de seguridad nacional, quienes "se oponen firmemente a la elección" de este último aun cuando "esperan estar en desacuerdo con Kamala Harris en muchos temas de política interna y exterior". 

Tratándose de exfuncionarios "respetables" por su trayectoria se esperaría que respalden su decisión con argumentos sólidos; sin embargo, los recursos empleados constituyen lugares comunes fáciles de desmontar como la "susceptibilidad de Trump a los halagos, la manipulación de Vladímir Putin y Xi Jinping, su afinidad inusual con otros líderes autoritarios, su desprecio por las normas de comportamiento decente, ético y legal, y su caótica toma de decisiones en materia de seguridad nacional".

En primer término, hay que mencionar el doble rasero pues estos halcones que se beneficiaron de guerras interminables durante 20 años seguidos.

Carden refiere que en esa primera carta también hay pilares sensatos y responsables del establishment de Washington, entre los que destaca el exsecretario de Defensa —y senador estadounidense— Chuck Hagel y el exdirector del FBI y de la CIA William Webster, pero se ven opacados porque la mayoría de los firmantes "lleva consigo el olor del partido de la guerra, partidario del consenso, o incluso del neoconservadurismo de la era del 11 de septiembre".

Lo que más sorprendente es que, como no hubiera ocurrido en otro tiempo, los medios liberales asumieron este apoyo como una "victoria" para la campaña de Harris. Resulta curioso que sectores "progresistas" coincidan en una causa común con el criminal de guerra Dick Cheney y con el fiscal general Alberto Gonzales, ambos funcionarios de la era Bush hijo. 

La necesidad de mantener el statu quo de Washington sería tan grande que se olvidan del pasado criminal de Cheney y lo presentan como un guardián de los valores estadounidenses, aunque la historia indica que esos son, precisamente, los valores imperiales que subyacen. 

Resulta irónico que denuncien el "comportamiento poco ético y el desprecio de Trump por los principios probados por el tiempo de gobierno constitucional de nuestra República", pero trabajaron junto a los ya nombrados y al exsecretario de Defensa Rumsfeld y el antiguo jefe John Ashcroft durante la Guerra Global contra el Terrorismo.

Eliot Cohen, exconsejero del Departamento de Estado de los Estados Unidos; Eric Edelman, que llevó la Estrategia de Defensa Nacional y pidió aumentar el gasto militar para una guerra en múltiples teatros contra China y Rusia; Michael V. Hayden, el exdirector de la NSA y de la CIA y uno de los principales arquitectos del programa de vigilancia sin orden judicial de ciudadanos estadounidenses; y John Negroponte, el primer director de Inteligencia Nacional y uno de los arquitectos de las sangrientas intervenciones en América Latina bajo el presidente Reagan, también aparecen como firmantes de la carta en apoyo a Harris.

Sobre la segunda carta, con 700 firmantes y con un enfoque más partidista, James Carden afirma que se trata de un "esfuerzo más serio" en el que se apela a los valores democráticos de Estados Unidos encarnados en Harris, mientras que el expresidente Donald Trump "los pone en peligro". "Comprende la realidad de la disuasión militar estadounidense y promete preservar el estatus de las fuerzas armadas como la fuerza más letal del mundo", argumentan los militares retirados, oficiales de primera línea y diplomáticos.

Que sea un esfuerzo "un poco más serio" no indica que los firmantes estén moralmente limpios para asumirse como ejemplos de gobernanza. Que Hillary Clinton, John Brennan, Victoria Nuland, Michael McFaul y Leon Panetta aparezcan como firmantes ya es indicativo de que en esta misiva también hay una gran cuota de criminales de guerra.

"La inclusión de varios de los líderes civiles de seguridad nacional más imprudentes e irresponsables de nuestro tiempo solo sirve para diluir la seriedad del mensaje: cualquier carta en la que aparezcan es una que puede y debe ignorarse sin problemas", dice Carden.

El temor de que vuelva Donald Trump a la presidencia hace que progresistas, liberales y la élite militarista que ha llevado guerras e intervenciones a otros países se unan para conservar y defender los supuestos valores que les quieren arrebatar, como si el republicano no tuviera los mismos impulsos imperiales que han dominado la política estadounidense en los últimos siglos. 

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