Los chinos habían estado haciendo grandes inversiones en Occidente. Capitales del país asiático podían encontrarse en Estados Unidos, Suiza y Alemania. Sin embargo, esa era ha terminado y esas inversiones se han ido retirando hacia el sudeste asiático, Asia, Medio Oriente y Sudamérica, donde no experimentan hostilidad.
De hoteles en Estados Unidos, empresas de robótica en Alemania y químicas en Suiza pasaron a invertir dinero en fábricas, proyectos de minería y energía en nuevos horizontes, ya que Beijing busca consolidar alianzas en esos lugares y asegurar el acceso a recursos críticos.
El mayor receptor de inversiones chinas en lo que va del año es Indonesia, rica en níquel, un componente clave en muchas de las baterías que se utilizan para impulsar los vehículos eléctricos.
De acuerdo con The Wall Street Journal la retirada del dinero chino en Occidente podría conducir a una menor creación de empleo en algunos países, al tiempo que reduce la reserva de capital que pueden aprovechar los empresarios en lugares como Silicon Valley.
Es probable que China siga duplicando la inversión en mercados emergentes desde el sudeste asiático hasta Medio Oriente y África. El enfoque no es que sean países ricos, sino territorios pletóricos en recursos.