Este 27 de junio se cumplieron 67 años de la firma del armisticio que puso una pausa a la guerra entre la República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte) y la República de Corea (Corea del Sur), conflicto militar que mostró las primeras señales de la rivalidad actual entre China y Estados Unidos en términos de influencia geopolítica.
La historia ha demostrado que Estados Unidos no es muy innovadora en cuanto a la aplicación de métodos para intervenir en otros países; tampoco en la fabricación simbólica de los enemigos para justificar dicha intervención.
El origen del división
Con el inicio de la Guerra Fría también empezó el pulso por demostrar quién tenía mayor influencia en algunas regiones, hecho que quedó demostrado en el conflicto que devino en la conformación de los dos países mencionados que ocupan la Península de Corea.
En esta guerra que empezó en 1950 participaron otros elementos del llamado mundo bipolar de entonces, conformado al término de la Segunda Guerra Mundial. Por una parte, el bloque de naciones que integraba la Unión Soviética y China apoyaron a Corea del Norte y, por otra, Estados Unidos y sus aliados respaldaron a Corea del Sur.
El límite para cada nación quedó determinado por el Paralelo 38 cinco años antes, luego de que Estados Unidos y la URRS acordaran de forma velada esta división tras las tensiones que se generaron después del bombardeo atómico a Japón. Primero, el país norteamericano envió tropas al sur de la península y, luego, Iósif Stalin hizo lo mismo al norte de dicho paralelo.
No pasaron muchos años para que cada nación se constituyera de acuerdo a la naturaleza de cada bloque influyente. Corea del Norte desarrolló su capacidad industrial al punto de que, en poco tiempo, el 93% de la industria del acero y el 86% de la química estaban de su lado. Por su parte, Corea del Sur solo fungía como un puerto y proveedor de alimentos.
En esta guerra hubo avances y retrocesos, y cada nación ocupó en algún momento el territorio de la otra. En primer término, el conflicto interno en la “Corea capitalista” hizo posible que las fuerzas norcoreanas ocuparan rápidamente el sur de la península. Sin embargo, las bases militares estadounidenses en la zona contribuyeron a que se retomara el control.
Posteriormente, hubo una contraofensiva de Estados Unidos y 16 países tras la decisión de la ONU. Si bien las tropas norcoreanas ya habían retrocedido al norte del Paralelo 38, Corea del Sur y los aliados aprovecharon el impulso e invadieron el norte con la intensión de unificar la nación bajo su concepto. En ese momento también se pensó un ataque a China con la justificación de que era necesario por su inclinación comunista.
China en el conflicto
Al ver que el conflicto se acercaba a su frontera, China lanzó la advertencia asumiendo el peligro que representaba la invasión de Estados Unidos a toda la península. La ayuda de la URSS llegó, pero su apoyo fue limitado y básicamente se circunscribió a lo logístico.
Ya en ese momento el país asiático mostraba signos de poder y autodeterminación en relación a la influencia geopolítica en la región, motivo suficiente para estar en la mira de la política neurótica-imperial de Estados Unidos.
Para añadir datos de contexto, un año antes de que estallara la guerra entre las dos Coreas en China triunfó la revolución comunista, después de 20 años de guerra civil entre la facción del Kuomintang y los comunistas del PCCh, liderado por Mao Zedong.
La victoria de Mao significó un mal cálculo para la política exterior de Estados Unidos debido a su apoyo al Kuomintang, que tenía una mirada más complaciente hacia Occidente. La revolución china no buscaba erigirse como como una potencia en ese momento, pero que el PCCh estuviera resuelto a restaurar la independencia de ese país ya era un elemento negativo para Washington.
Según Flynt Leverett y Hillary Mann Leverett en el libro Going to Tehran, el PCCh tenía claro que el principal objetivo estratégico estadounidense no era enfrentarse a la Unión Soviética sino ampliar su propia influencia: “Así pues, un gobierno comunista tendría que no sólo defender la soberanía de China sino también impugnar el dominio estadounidense en Asia”, lo que indica que desde ese momento el país asiático ya estaba en la mira.
Así, el Ejército Popular de Liberación, con 380 mil soldados, en octubre de 1950 repelió a las fuerzas de la ONU hasta el sur del Paralelo 38. Fue tan grande la derrota que el general MacArthur, encargado de las tropas estadounidenses, solicitó el envío de armas atómicas para contener el avance chino.
Posteriormente, vino una de las etapas más sangrientas de la guerra, cuando Estados Unidos en mayo de 1953 llevó a cabo una campaña aérea en la que bombardeó represas y causó inundaciones sobre pueblos y cultivos, además del uso de napalm en poblaciones enteras. Sólo la ayuda de China y la URSS evitó la hambruna en el norte.
Cerca del 15% de la población de Corea del Norte murió en esta guerra, incluidos más de 2 millones de civiles. En total, Estados Unidos lanzó 635 mil toneladas de explosivos sobre Corea, más 32 mil 557 toneladas de napalm.
Las mismas recetas
Posterior a la firma del armisticio, se mantuvieron las tensiones y quedó el precedente de que China ya ejercía una fuerte influencia geopolítica en la región. Desde ese momento, Estados Unidos empezó a construir su imagen negativa bajo la sombra del comunismo.
Que el gigante asiático apuntara desde ese entonces a convertirse en una potencia industrial y comercial ya era indicativo de que convertirse en potencial enemigo del imperio estadounidense. Y esto no se debió a que representara una amenaza en términos reales, sino porque Washington podía perder influencia sobre un territorio determinado.
Actualmente, Estados Unidos sigue buscando la manera de desplazar a China del terreno de la influencia regional y global. Debido a que la República Popular se ha mantenido ideológica y culturalmente fuerte, Occidente ha tenido una piedra de tranca para cualquier plan de desplazamiento. Aplicar la vieja y gastada receta del “temible” comunismo tampoco ha funcionado.
Al no poder con la solidez cultural de China, además de su capacidad industrial y humana, no quedó otra salida que promover el sentimiento antichino.
Según Leverett, desde los años 50 las agencias de inteligencia estadounidenses empezaron a fomentar el sentimiento separatista entre los segmentos minoritarios (no Han) de la población china, particularmente en el Tíbet, fórmula que ha mantenido hasta ahora.
Después de muchos años, en febrero de 2019, hubo un acercamiento entre la administración de Donald Trump y Corea del Norte, liderado por Kim Jong-un, que pretendía acabar con las tensiones coreanas sin resultados exitosos. Todo apunta a que correspondía a otra maniobra de Estados Unidos para ganar terreno en la región.