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Personal médico y hospitalario sacan a un herido de un carro para que sea atendido tras las dos explosiones frente al aeropuerto de Kabul el 26 de agosto de 2021 (Foto: Wakil Kohsar / AFP)

¿Quién se beneficia del bombardeo suicida en Kabul?

El terrible ataque suicida en Kabul introduce un vector extra a una situación ya incandescente: su finalidad es probar, a los afganos y al mundo exterior, que el naciente Emirato Islámico de Afganistán es incapaz de asegurar la capital.

Actualmente, al menos 103 personas -90 afganos (incluidos por lo menos 28 del Talibán) y 13 soldados estadounidenses- fueron asesinados y como mínimo 1 mil 300 heridos, según el Ministerio de Salud afgano.

La responsabilidad por el bombardeo vino a través de una declaración en el canal de Telegram de Amaq Media, la agenda de noticias del Estado Islámico (ISIS). Esto quiere decir que vino del mando centralizado del ISIS, aun cuando los perpetradores eran miembros del ISIS-Jorasán, o ISIS-J.

Presumiendo de heredar el peso histórico y cultural de las tierras antiguas de Asia Central que se extendían hasta el Himlaya occidental desde la época del imperio persa, ese derivado mancilla el nombre de Jorasán.

El terrorista suicida que llevó a cabo "la operación inmoladora cerca del aeropuerto de Kabul" fue identificado como un tal Abdul Rahman al-Logari. Ello podría sugerir que es afgano, cerca de la provincia Logar. Y también sugiere que el bombardeo pudo haber sido organizado por una célula oculta del ISIS-J. Un sofisticado análisis electrónico de sus comunicaciones podría demostrarlo, herramientas que los talibanes no tienen.

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El terrorista suicida Abdul Rahman al-Logari presentado por la propaganda del ISIS (Foto: Archivo)

La manera en que el ISIS, expertos de las redes sociales, decidió operar la carnicería merece un escrutinio cuidadoso. La declaración en Amaq Media arremete contra el Talibán por estar "en una alianza" con el ejército estadounidense en la evacuación de "espías".

Se mofa de las "medidas de seguridad ordenadas por las fuerzas norteamericanas y la milicia del Talibán en la capital Kabul", cuando su "mártir" pudo alcanzar por "una distancia de no menos de 5 metros de las fuerzas estadounidenses, que estaban supervisando los procedimientos".

Así que está claro que el recién renacido Emirato Islámico de Afganistán y el antiguo poder ocupante encaran el mismo enemigo. El ISIS-Jorasán comprende un montón de fanáticos llamados takfiris porque ellos definen a miembros del Islam -en este caso el Talibán- como "apóstatas".

Fundado en 2015 por emigrantes yijadistas remitidos al suroeste de Pakistán, el ISIS-J es una bestia poco fiable. Su actual jefe es un tal Shahab al-Mujahir, que fue un comandante de nivel medio de la red Haqqani con sede en Waziristán del Norte, en las áreas tribales pakistaníes, en sí una colección de muyajidines disímiles y yijadistas en potencia bajo el paraguas familiar.

Washington catalogó a la red Haqqani como una organización terrorista en 2010, y trata a muchos de sus miembros como terroristas globales, incluyendo a Sirajuddin Haqqani, el jefe de la familia luego de la muerte de su fundador Jalaluddin.

Hasta ahora, Sirajuddin era el líder de la delegación talibán para las provincias orientales, al mismo nivel del Mulá Baradar, el jefe de la oficina política en Doha, quien en realidad fue liberado de Guantánamo en 2014.

De manera crucial, el tío de Sirajuddin, Khalil Haqqani, antes a cargo del financiamiento internacional de la red, ahora está a cargo de la seguridad de Kabul y trabaja como diplomático 24/7.

Los anteriores líderes del ISIS-J fueron eliminados por bombardeos aéreos estadounidenses en 2015 y 2016. El ISIS-J comenzaron a convertirse en una verdadera fuerza desestabilizadora en 2020 cuando la banda reagrupada atacó la Universidad de Kabul, el ala de maternidad de Médicos Sin Fronteras, el palacio presidencial y el aeropuerto.

Información de la OTAN, recogida en un informe de la ONU, atribuye un máximo de 2 mil 200 yijadistas al ISIS-J, divididos en pequeñas células. Significativamente, la mayoría absoluta son no afganos: iraquíes, saudíes, kuwaitíes, pakistaníes, uzbekos, chechenos y uigures.

El verdadero peligro es que el ISIS-J funcione como una especie de imán para todo tipo ex talibanes disgustados o señores de la guerra regionales desconcertados sin lugar adonde ir.

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Combatientes del ISIS-J en entrenamiento en Afganistán (Foto: Archivo)

El perfecto objetivo blando

La conmoción civil de estos últimos días alrededor del aeropuerto de Kabul fue el perfecto objetivo blando para la carnicería marca ISIS.

Zabihullah Mujahid -el nuevo ministro talibán de información en Kabul, que en su capacidad conversa con medios globales todos los días- es quien realmente advirtió a los miembros de la OTAN sobre un inminente ataque suicida del ISIS-J. Los diplomáticos de Bruselas lo confirmaron.

En paralelo, no es secreto alguno entre los círculos de inteligencia en Eurasia que el ISIS-J se ha convertido desproporcionadamente más poderoso desde 2020 debido a una ruta de traslado desde Idlib, en Siria, al oriente de Afganistán, informalmente conocido conversaciones de espías como Daesh Airlines.

Moscú y Teherán, incluso a muy altos niveles diplomáticos, han culpado directamente al eje Estados Unidos-Reino como facilitadores esenciales. Hasta la BBC reportó a finales de 2017 sobre los cientos de yijadistas del ISIS a los que se les dio un salvoconducto para salir de Raqqa, y de Siria, justo frente a los estadounidenses.

El ataque en Kabul se dio luego de dos acontecimientos importantes.

El primero fue la declaración de Mujahid durante una entrevista de la estadounidense NBC News a principios de esta semana, diciendo que "no hay pruebas" de que Osama bin Laden estuviera detrás del 11-S, un argumento que ya había sugerido en este podcast la semana pasada.

Esto quiere decir que el Talibán ya empezó una campaña para desconectarse de la etiqueta "terrorista" asociada al 11-S. El próximo paso puede consistir en argumentar que la ejecución del 11-S se preparó en Hamburgo y los detalles operativos fueron coordinados desde dos apartamentos en Nueva Jersey.

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El portavoz del Talibán, Zabihullah Mujahid, ofrece una conferencia de prensa en Kabul (Foto: Haroon Sabawoon / Agencia Anadolu / AFP)

Nada que ver con los afganos. Y todo quedándose dentro de los parámetros de la narrativa oficial. Pero esa es otra historia inmensamente complicada.

El Talibán tendrá que demostrar que el "terrorismo" ha tenido que ver con su enemigo letal, el ISIS, y mucho más allá con la vieja escuela de Al-Qaeda, que albergó hasta 2001. Pero ¿por qué debería ser tímido con hacer tales declaraciones? Después de todo, Estados Unidos rehabilitó a Jabhat Al-Nusra -o Al-Qaeda en Siria- como "rebeldes moderados".

El origen del ISIS es material incandescente. Fue engendrado en campos de prisiones en Irak, su núcleo está formado por iraquíes, sus habilidades militares derivaron de ex oficiales del ejército de Saddam, un grupo rebelde estimulado en 2003 por Paul Bremer, el jefe de la Autoridad Provisional de la Coalición.

El ISIS-J debidamente lleva el trabajo del ISIS del suroeste de Asia a las encrucijadas de Asia central y del sur en Afganistán. No hay evidencia creíble de que el ISIS-J tenga lazos con la inteligencia militar pakistaní.

Al contrario: el ISIS-J está holgadamente alineada con el Tehrik-e-Talibán Pakistán, también conocido como el Movimiento de los Talibanes Pakistaníes, el enemigo mortal de Islamabad. Su agenda no tiene nada que ver con el Talibán afgano liderado por el moderado Mulá Baradar que participó en el proceso de Doha.

OCS al rescate

El otro acontecimiento importante ligado al ataque en Kabul fue el que tomó lugar solo un día luego de otra llamada telefónica entre los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping.

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Una reunión por video en junio entre el presidente ruso Vladimir Putin y el presidente chino Xi Jinping, quienes hacen esto todo el tiempo (Foto: Aleksey Nikolskyi / Sputnik)

El Kremlin subrayó la "disposición [de China y Rusia] de intensificar los esfuerzos para combatir las amenazas del terrorismo y el narcotráfico procedentes del territorio de Afganistán"; la "importancia de establecer la paz"; y "evitar la propagación de la inestabilidad a las regiones adyacentes".

Y eso llevó al factor decisivo: se comprometieron conjuntamente a "aprovecha el máximo potencial" de la Organización de Cooperación Shanghái (OCS), fundada hace 20 años como los "Cinco de Shanghái", incluso antes del 11-S, para combatir "el terrorismo, el separatismo y el extremismo".

La cumbre OCS es el próximo mes en Dusambé (Tayikistán), en la que Irán, casi seguramente, será admitido como miembro pleno. El bombardeo en Kabul ofrece a la OCS la oportunidad de dar un enfático paso adelante.

Cualquiera sea la compleja coalición tribal que se forme para gobernar el Emirato Islámico de Afganistán, será entrelazada con el sistema completo de economía regional y cooperación securitaria, liderado por los tres actores principales de la integración euroasiática: Rusia, China e Irán.

El historial muestra que Moscú tiene todo lo que se necesita para ayudar al Emirato Islámico contra el ISIS-J en Afganistán. Después de todo, los rusos desalojaron al ISIS de todas las partes significativas de Siria y lo confinó al caldero de Idlib.

Al final, nadie salvo el ISIS quiere un Afganistán aterrorizado, así como nadie quiere una guerra civil en Afganistán. El orden de los negocios indica no solo un frontal combate liderado por la OCS contra las células terroristas del ISIS-J en Afganistán, sino también una campaña integral para drenar cualquier base social potencial para los takfiris en el centro y el sur de Asia.


Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Asia Times el 27 de agosto de 2021, la traducción fue realizada por Ernesto Cazal.

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