Vie. 22 Noviembre 2024 Actualizado 3:37 pm

Washington continúa la invasión de Siria para saquear su petróleo

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El viejo dicho que reza “tiempos de crisis, tiempos de oportunidades” es perfectamente aplicable a la actitud rapiña de Estados Unidos, que ante la actual crisis global generada por la pandemia continúa el saqueo de petróleo en Siria.

El hecho de que el país norteamericano sea el foco de la pandemia, con más más de 800 mil casos y más de 40 mil muertos, no ha impedido que este deje de aplicar su política de robo de recursos en otras latitudes.

Según lo prometido por Donald Trump durante una reunión con su homólogo turco Recep Tayyip Erdogan, las tropas estadounidenses seguirían en territorio sirio controlando la zona petrolera, a pesar de que han empezado a “reducir” su presencia en el Medio Oriente.

“Tenemos nuestras tropas fuera de allí, y traeremos muchas de ellas de vuelta a casa, pero una vez más nos quedamos con el petróleo”, dijo Trump en noviembre del año pasado, reseña la agencia Sputnik.

En ese mismo reporte de la agencia rusa se señala que estas declaraciones surgen en un contexto en el que un convoy militar de Estados Unidos se ubicara al noroeste de Siria, donde se encuentra más del 90% de las reservas de crudo de ese país árabe.

¿Guerra civil?

Desde que varios países de Occidente impusieron la guerra en Siria en 2011, se ha vendido la narrativa de que dicha confrontación obedece a un conflicto local entre el gobierno “autoritario” de Bashar al-Assad y las fuerzas “democráticas” que buscan acabar con la “dictadura”.

Sin embargo, es evidente que los grupos terroristas que ocuparon parte del territorio sirio lo hicieron bajo el amparo y apoyo de Estados Unidos.

Una de los zonas de mayor disputa por el control entre el gobierno de al-Assad y los grupos terroristas están al este del río Éufrates. Los pozos petroleros que en un principio estuvieron controlados por Daesh (nombre despectivo en árabe para llamar al Estado Islámico), y posteriormente por las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), han constituido una importante fuente de financiamiento para el terrorismo.

Uno de los primeros objetivos en la guerra fue despojar a Damasco de la industria petrolera, su primera fuente de ingresos. El robo de casi la totalidad de esta importante fuente de financiamiento ha hecho que el gobierno de Bashar al-Assad tenga que comprarle petróleo a Irán.

A pesar de que buena parte de la infraestructura petrolera siria ha sido destruida por los bombardeos estadounidenses y los cambios locales de gobierno en la zona producto de la invasión terrorista, se siguió extrayendo y vendiendo crudo del país árabe.

En 2015, según estimaciones del Departamento de Defensa de Estados Unidos, los pozos petroleros sirios generaban para el terrorismo 40 millones de dólares al mes.

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Los campos petroleros de Siria actualmente están dominados por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), respaldadas directamente por Estados Unidos, país que ha demostrado sus claros intereses de sacarle provecho a tal apoyo.

“Nos vamos a quedar con el petróleo, recuérdenlo. Queremos quedarnos con el petróleo. 45 millones de dólares por mes”, dijo Trump tras afirmar que 500 soldados estadounidenses se iban a quedar para “resguardar los campos petroleros de Siria”, reseñó la BBC.

Siguen los planes de saqueo

Estos planes de Estados Unidos de seguir con su política bandolera no han cesado, aun cuando el contexto global generado por la actual pandemia exija otra dinámica, constituida por el foco de la infección.

Recientemente, según Sputnik, una emisora siria reportó de medios locales que vehículos militares rusos se desplazaron desde Al Hasakah, provincia nororiental de Siria, a la ciudad de Al Shaddadah para terminar la construcción de una base militar en esa localidad.

Dos semanas antes, fuentes sirias también detallaron que una fila de 35 camiones militares estadounidenses se dirigían a la ciudad antes mencionada. En esta oportunidad los vehículos supuestamente se desplazaban desde Irak, donde Estados Unidos ha venido reduciendo su presencia tras una disputa con el gobierno de ese país.

Este rechazo se debió al ataque no autorizado para asesinar cobardemente al general iraní Qasem Soleimani en enero pasado.

Estas maniobras militares no han sido confirmadas por Estados Unidos, pero coinciden con sus pretensiones de seguir capitalizando el robo y venta de crudo sirio, denunciado por el presidente Bashar al-Assad el año pasado.

La actual coyuntura global generada por el Covid-19 ha hecho que todos los países se concentren en contener la propagación de la infección. Sin embargo, Estados Unidos sigue usando recurso materiales y humanos para continuar con su empresa de robo de petróleo a Siria.

El hecho de que el gobierno estadounidense continúe sus operaciones militares en la República Árabe demuestra que no le ha importado el impacto que genera la velocidad, el alcance y la peligrosidad del coronavirus, y, en algún punto, ha ignorado el grado de afectación en la operatividad que puede tener el ejército.

En este caso se puede decir que el problema es proporcional al número de efectivos que se tenga desplegado.

El reciente escándalo por los casos de coronavirus detectados en los portaaviones USS Theodore Roosevelt y USS Ronald Reagan, entre otros, puso en relieve su capacidad de dominio militar en caso de que el Covid-19 afecte todo el sistema desplegado en varios frentes de guerra.

Para ese problema, el tratamiento fue mantener a puerta cerrada el número de infectados y con ello contener los efectos mediáticos.

Contrario a esto, el país norteamericano no ha dejado de proyectar su poder militar como forma de intimidación. Esta estrategia fue aplicada recientemente cuando Trump anunció el “mayor despliegue” contra el tráfico de drogas en el Pacífico y el Caribe, usando a Venezuela como factor negativo en la región.

Hasta el momento, parece que la principal preocupación de Estados Unidos es dejar de mostrar el músculo militar que tiene como forma de dominación en términos concretos y simbólicos, además de saquear el mayor petróleo posible en Medio Oriente para garantizar un flujo energético a sus proxies.

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Mientras tanto, su población sufre los embates del Covid-19 por no aplicar medidas a tiempo para contener la pandemia a pesar de haber tenido información privilegiada que avisara de sus potenciales consecuencias.

Que el despliegue militar estadounidense continúe a pesar de sus dificultades y el desastre interno también es una muestra de que su poderío también depende de su proyección como imperio y su política de saqueo.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<