Dom. 24 Noviembre 2024 Actualizado Viernes, 22. Noviembre 2024 - 18:34

La popularidad de Trump asciende pese al caos social y económico en Estados Unidos

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Al cierre de esta nota, en la mañana del 16 de abril, el número de contagiados confirmados por Covid-19 en Estados Unidos es de más de 629 mil, mientras que la cifra de muertes asciende a las casi 27 mil personas. El país norteamericano es hoy el nudo crítico más importante de la crisis sanitaria mundial.

Sin embargo, lo que puede entenderse como una turbulencia sin precedentes en era reciente, no necesariamente significa una crisis política para su mandatario, el magnate presidente Donald Trump. Al menos así es referido por varias encuestadoras que lo colocan al día de hoy con muy buen pie en su carrera por la reelección.

La gestión del gobierno federal frente a la crisis sanitaria viene a ser un nuevo elemento que definirá la posición de Trump y su ruta electoral para noviembre, y sobre ello se centra el debate justo ahora.

La estadística electoral en el marco de la crisis sanitaria

A pesar de que algunos critican a Trump por lo que consideran fue una “respuesta tardía” para contener la propagación del Covid-19 en Estados Unidos, el líder republicano repunta en su carrera por la reelección y en los últimos sondeos empata con su rival demócrata, Joe Biden.

Biden tiene hoy de hecho la candidatura demócrata en sus manos, luego de que el pasado 8 de abril su principal contrincante en las primarias Bernie Sanders anunciara su retiro de la justa. El senador declaró que su campaña “interferiría con el trabajo requerido de todos nosotros” en la batalla por el coronavirus y destacó que la clave ahora es derrotar al republicano Donald Trump.

“Estamos ganando la batalla ideológica pero estamos 300 electores (delegados) abajo, es una mala noticia pero es la realidad, voy a suspender la campaña”, indicó Sanders, quien añadió: “He concluido que esta batalla por la nominación demócrata no tendrá éxito”.

Con Biden, ahora con nuevo aliento y sin rivales fuertes rumbo a la meta del partido Demócrata, queda definido que es la contraparte del mandatario. Pero según la encuestadora Gallup y también el sitio de encuestas Real Clear Politics, Trump se ha fortalecido de cara a la gestión de la contingencia sanitaria.

La más reciente encuesta de la firma Gallup muestra que Donald Trump tiene un 49% de aprobación a su gestión entre los adultos estadounidenses. Según la encuestadora, Trump está a niveles idénticos de popularidad al momento en que políticamente gana frente a los demócratas en el fallido juicio político en su contra en febrero pasado.

Además, el 60% de los ciudadanos respalda las acciones del mandatario para lidiar con la pandemia, incluso demócratas moderados.

Gallup expone además que Trump tiene la favorabilidad más alta desde el comienzo de su mandato, e incluso entre un 6 y 8% de los independientes respaldan ahora al presidente estadounidense.

La crisis sanitaria y la posición del mandatario frente a ella incluso está cambiando drásticamente la percepción frente al Presidente. Según Gallup, el 13 de marzo pasado, electores denominados “independientes” le daban a Trump una aprobación de 35 puntos. Otro grupo denominado “demócratas” le daban una aprobación de 7 puntos.

Para el 22 de marzo, la aprobación de los independientes pasó a los 43 puntos, mientras que los demócratas le dieron un apoyo de 13 puntos. Por su parte, los electores denominados “republicanos” han mantenido un sólido respaldo a Trump, de 91 puntos para el 13 de marzo y de 92 puntos para el 22 de marzo.

El portal especializado Real Clear Politics, que sigue los sondeos de la carrera por la Casa Blanca, muestra en sus últimos análisis que Trump repuntó la desventaja de 4 a 5 puntos que tenía respecto a Biden. El último sondeo publicado por Fox News evidencia que está en un empate técnico con su rival.

Las claves del revés electoral y la gestión de Trump ante la crisis

Aunque la popularidad de Trump vuelve a sus mejores momentos y ya estaría muy a nivel de Joe Biden en la preferencia a las presidenciales, el trecho hasta las elecciones sigue siendo extenso y aún por definirse. Por lo tanto, para Trump es indispensable sufrir el menor desgaste político posible frente a la crisis de la pandemia. De ahí que intentará capitalizar como logro político tanto el manejo de la crisis como sus resultados.

Sobre el aumento de la popularidad de Trump, aún con las catastróficas cifras de contagios y muertos por Covid-19, un artículo del diario británico The Guardian arroja algunas luces y refieren el caso de Holly Rasmussen, mujer estadounidense que vive en Cresco, en el norte de Iowa, un pueblo pobre sin centro de salud que puede sufrir en extremo las consecuencias del Covid-19.

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Pero ella, que votó por Barack Obama, respalda al presidente Trump: “Creo que él es muy optimista y es lo que muchos necesitamos, está gobernando”.

La opinión de Rasmussen resume lo que amplios sectores del país ven todos los días en televisión. La encuestadora Gallup cree que la razón del aumento de popularidad de Trump se debe a dos aspectos principales.

Primero, el aumento de apoyo de los independientes después de la decisión del candidato Bernie Sanders de suspender su campaña por la carrera presidencial. Y segundo, porque “históricamente, la aprobación del trabajo presidencial ha aumentado cuando la nación está bajo amenaza. Todos los presidentes, desde Franklin Roosevelt hasta George W. Bush, vieron aumentar su índice de aprobación al menos 10 puntos después de un importante evento nacional. El aumento de 35 puntos de George W. Bush después del 11-S es el mejor ejemplo de eso”.

El sitio France24 refiere que analistas creen que la constante aparición de Trump en los horarios estelares de los principales medios de comunicación es una de las razones de su crecimiento. La aparición del Presidente en TV diariamente o casi, no es un asunto usual en Estados Unidos. Trump ha dado al traste con ello, volviéndose un líder sumamente mediático, acorde a sus orígenes como figura pública que sirvieron para llevarlo a la presidencia.

Trump es el principal rostro del gobierno federal en la gestión de la crisis, y aunque sus declaraciones han cambiado frecuentemente y su discurso ha sido errático, en ocasiones hasta imprudente, ello no ha mellado que la atención pública se centre en él. La sociedad estadounidense está fundada en el miedo, todas las narrativas que han calado en el imaginario social han mantenido a una población atrincherada bajo la responsabilidad de sus mandatarios, y es algo que Trump ha sabido explotar.

Por otro lado, Trump ha venido desarrollando en los últimos dos años una retórica muy consistente y de clara estigma a China. Ha comenzado a denominar “virus chino” al Covid-19 y ha centralizado la narrativa en referir que la actual crisis en suelo estadounidense es por causa de la nación asiática.

Es evidente que Trump emplea el imaginario fuertemente infundado en el estigma racial que subyace en la sociedad norteamericana, redireccionándolo hacia China y colocándolo como epicentro de las responsabilidades en la tragedia que hoy lidian los estadounidenses.

La narrativa del mandatario va acompasada de innumerables contenidos en redes sociales, que apuntan a los chinos de manera estigmatizante y que incluso sugieren que Estados Unidos es hoy blanco de una guerra bacteriológica orquestada por China.

En la opinión pública norteamericana ya hay un importante grupo de la población que cree que China “debe pagar” por el virus, y ciudadanos de origen asiático o nacidos en Estados Unidos con rasgos asiáticos son víctimas de señalamiento y racismo, reproduciendo los tiempos del estigma y persecución que vivieron los estadounidenses de origen japonés durante la Segunda Guerra Mundial.

Trump ha dispuesto retirar el apoyo de Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud (OMS) por supuestamente estar “muy centrada en China”, golpeando por partida doble y exteriorizando responsabilidades.

Por otro lado, las acciones agresivas de Trump contra empresas, presiones de diversa índole e incluso el robo de material médico adquirido por otros países en Estados Unidos y otros países, su guerra por respiradores y mascarillas (incluso contra países aliados europeos), ha puesto al relieve una gestión de emergencia muy pragmática, que consagra parte del “sentido común” de los estadounidenses. Una especie de “America First” sin que importe tanto la vida de los ciudadanos de otros países o la salud de las relaciones internacionales.

Trump ha empleado efectivamente el concepto de “amenaza a la seguridad nacional”. Ha traído al tapete el discurso bélico y ha puesto en categoría de “enemigo invisible” al virus, justificando sus acciones como actos de guerra. Una lógica que se ha consolidado en la racionalidad y psiquis estadounidense durante décadas de agresividad en todo el mundo para favorecer “los intereses de los norteamericanos”.

Esos nudos críticos esenciales, que implican la gestión federal, pero que también son narrativos y subjetivos, están colocando a Trump en una posición favorable hoy, la cual solo podrá mejorar si los estragos del virus se degradan durante las próximas semanas y Trump logra colocarse como “exitoso”, aun habiendo decenas de miles de muertos.

Joe Biden y su débil candidatura

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Las posibilidades de que Trump sea reelecto no recaen en él exclusivamente, en ello también tiene un rol su contraparte. Joe Biden podría considerarse por diversas razones un candidato débil contra Trump. Para empezar, es la opción del status quo demócrata y electoralmente su figura no reviste novedad política alguna.

Los estadounidenses están comenzando a inclinarse por candidaturas fuera del molde político regular. La presidencia de Trump y la precandidatura sólida que tuvo Bernie Sanders son prueba de ese fenómeno político. Joe Biden no es una referencia de ello.

En el marco de la crisis sanitaria, Biden ha quedado relegado a entrevistas secundarias y no ha podido endilgar la responsabilidad de las muertes de la pandemia al mandatario. En una reciente entrevista con CNN dijo: “El presidente no es responsable del coronavirus, pero es responsable de usar todos los poderes a su disposición para lidiar con el virus”.

France24 refiere que Tom McMahon, ex director del Comité Nacional Demócrata, ha dicho que si su partido “pasa a la ofensiva, corre el riesgo de ser visto como sordo. La gente no quiere ver cómo alguien saca partido político de la pandemia”.

Pero el tiempo corre en contra de un Biden en la retaguardia y los demócratas podrían estar obligados a intentar una estrategia más agresiva a medida que el conteo de muertos aumenta.

A Biden le favorecerá el momento económico delineado por la pandemia. Estados Unidos ya ha entrado en recesión y se han perdido millones de puestos de trabajo justo ahora en la aplicación de las cuarentenas en los estados de la unión. Pero que Biden logre utilizar la crisis económica a su favor, es indecible al día de hoy, más todavía frente a un Trump que sabe capitalizar los relatos y es quien abandera la política de un importante rescate económico.

Por otro lado, la campaña tiene ahora un nuevo ingrediente. Una ex empleada de Joe Biden lo ha acusado de agredirla sexualmente a principios de la década de los 90, cuando era senador. Lo cual coloca nuevamente los temas sexuales como uno de los ingredientes infaltables en las campañas presidenciales en ese país y que, en efecto, han logrado contribuir a degradar figuras políticas.

Ni hablar de los visos de una pobre salud mental mostrados por Biden frente a la audiencia estadounidense durante los debates demócratas y sus alocuciones durante la carrera por la candidatura.

Otro factor que juega en contra de Biden es el destino de los seguidores de Bernie Sanders. Aunque este lunes 13 de abril, Sanders ha dado su apoyo a Biden y ha subrayado la importancia de vencer a Trump, ello no implica que sus seguidores lo hagan.

El efecto “Sanders” en el partido Demócrata podría ser una de las causas de la derrota de Hillary Clinton frente a Trump. Aún luego de ganar mayoría de votos, Clinton obtuvo pocos delegados electorales en bastiones históricos demócratas como Nueva York y California. Ello se debe a que muchos “independientes” y “demócratas más a la izquierda” que apoyaron a Sanders contra Clinton no la apoyaron contra Trump.

Tanto para Trump como para Biden es indispensable lograr respaldo en los sectores denominados “independientes”, y al parecer Trump ya lo está logrando. Son estos quienes podrían definir la elección presidencial. Los seguidores de Sanders forman parte de ese sector y son grupos políticos de las izquierdas estadounidenses que están atomizadas en organizaciones, son activistas, ecologistas, animalistas, académicos, universitarios, entre otros. Un grupo heterogéneo históricamente abstencionista que al día de hoy parece no verse identificado en Biden.

Sin ellos, es probable que las posibilidades de Biden se vean comprometidas.

A favor del demócrata juegan varios grupos financieros y medios de comunicación, un importante tramo del tejido del estado profundo estadounidense y de las fuerzas liberales, que ven en Biden el restablecimiento de la política “regular” en ese país.

Pero justo ahora no son los medios de comunicación y los grupos financieros los que mejor están interpretando los “sentidos comunes” de la población estadounidense. Es precisamente Trump quien lo está logrando. Así que ese elemento a favor queda en entredicho.

Aún el trecho electoral es extenso e indefinido, pero al día de hoy el mandatario tiene todas las condiciones para ser reelecto.

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