La escalada genocida en Palestina, además de obedecer a una estrategia de expulsión y masacre de la población, también está relacionada con el control de los recursos energéticos de la región.
En 2010 el geólogo israelí Eitan Aizenberg confirmó el descubrimiento del yacimiento de gas Leviatán, un extenso reservorio que alberga alrededor de 1 700 millones de barriles de petróleo recuperables y una media de 122 billones de pies cúbicos de gas que, en perspectiva, son suficientes para cubrir el consumo energético de Israel durante décadas y ubicaría al Estado sionista como un jugador clave en el mercado hidrocarburífero.
A partir de entonces, de espaldas al Derecho Internacional, la administración de Benjamín Netanyahu se ha dedicado a convocar inversionistas y a empresas transnacionales para que inicien sus planes de explotación gasífera en esos espacios marítimos. De acuerdo con las reglas de usufructo mencionadas en el artículo 55 del Reglamento de La Haya, Israel tiene prohibido utilizar los limitados recursos no renovables de los territorios ocupados para obtener ganancias comerciales y en beneficio de la potencia ocupante.
De hecho, en 2012 Netanyahu comentó ante inversionistas australianos que el reservorio Leviatán era un "activo estratégico para la economía de Israel". Y en 2015, junto al consorcio Noble Energy y el Grupo Delek, afirmó: "Nos convierte, si no en una superpotencia energética, sin duda en una potencia internacional de gran relevancia".
Cabe destacar que el reservorio está ubicado en la Cuenca del Levante, una extensa región del lecho marino que abarca unos 83 mil kilómetros cuadrados, desde Chipre hasta Siria, pasando por Líbano e incluyendo la península del Sinaí. En ese mismo espacio se encuentra el campo gasífero Tamar, que contiene aproximadamente 8,7 billones de pies cúbicos de ese hidrocarburo.
De esta manera, los yacimientos cercanos a la Franja de Gaza adquirieron un valor estratégico para la administración de Netanyahu, quien ha utilizado estos hallazgos como parte de su hoja de ruta para intensificar la agresión contra el pueblo palestino y, ahora, contra los libaneses.
Así, la explotación de hidrocarburos se entrelaza con la política de genocidio y colonización, que busca sofocar cualquier resistencia con vistas a apoderarse tanto de sus tierras como de los valiosos reservorios energéticos.
Corredor económico en la mira de Netanyahu
El control de estos recursos también está estrechamente relacionado con el desarrollo de iniciativas más amplias, como el corredor económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC). En su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2023, Netanyahu resaltó la importancia del proyecto, una iniciativa de infraestructura que busca conectar Asia Occidental con el Mediterráneo:
"En la Conferencia del G20 el presidente Biden, el primer ministro Modi y los líderes europeos y árabes anunciaron planes para un corredor visionario que se extenderá a lo largo de la península Arábiga e Israel. Enlazará la India con Europa mediante conexiones marítimas, ferroviarias, gasoductos energéticos y cables de fibra óptica", reiteró Netanyahu en aquel momento.
Este proyecto impulsado por miembros del G20 propone establecer rutas terrestres que conecten los países productores de energía con los mercados europeos. Sus implicaciones son profundas, no solo en términos de comercio y economía sino también para la geopolítica energética de la región.
Desde el punto de vista económico, el IMEC promete reducir los costos de transporte y los tiempos de entrega entre India y Europa, lo cual es especialmente atractivo para la movilidad de productos de alta demanda como maquinaria, tecnología, textiles y, lo más crucial, hidrocarburos. Además, en teoría proporcionará mayor seguridad al ser una alternativa en medio de las amenazas de interrupciones derivadas de tensiones en el golfo Pérsico o en el estrecho de Ormuz.
Desde la óptica geopolítica, el mencionado corredor cuenta con el apoyo de Estados Unidos, que busca contrarrestar la influencia de China en los proyectos de infraestructura global, como la Iniciativa de la Franja y la Ruta, con el Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC), el cual funge como una alternativa al tradicional canal de Suez.
Pese a los beneficios que exponen las partes interesadas, es probable que el IMEC no logre materializarse como un proyecto comercial sólido porque, precisamente, compite con los megaproyectos de integración comercial que lidera China. Estos cuentan con contratos sustanciales en el desarrollo de infraestructura ferroviaria en Arabia Saudita, además de una concesión de 35 años para la gestión de un terminal de contenedores en el puerto de Khalifa, lo que deja poco margen para la intervención del IMEC en ese ecosistema comercial.
Asimismo, aun no existe una ruta de intercambio en la región que supere las ventajas del canal de Suez hacia el mercado del Mediterráneo porque, en términos de eficiencia, los tiempos de envío a través del IMEC se extenderían hasta un mes por rutas multimodales, mientras que, utilizando el referido canal, el mismo trayecto comercial podría realizarse en unas pocas semanas.
Los vastos yacimientos de hidrocarburos y el corredor IMEC son elementos claves en los intereses de Netanyahu sobre Palestina. La escalada de agresión apunta hacia un conflicto prolongado que definirá el control de recursos vitales y las futuras rutas de comercio global.
Israel, como puesto estratégico de avanzada de Estados Unidos en Asia Occidental, ha convertido el genocidio sobre Palestina en una herramienta para controlar, también, recursos energéticos de gran importancia en esa región.