Lun. 07 Octubre 2024 Actualizado 5:33 pm

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El golpe en Níger se dio teniendo como telón de fondo la Cumbre Rusia-África en Moscú, y cumple un mes con la de los Brics (Foto: AFP)
Entre amenazas de invasión e intereses propios

¿Hacia dónde va la situación en Níger?

Ya se cumplió un mes y algunos días desde que inició el proceso de transición golpista en la República del Níger, con el telón de fondo de una serie de movimientos político-militares en los países vecinos de la región que comprende el Sahel y buena parte de África occidental, ambas, en gran medida, objeto de altísima movilidad interna, regional y una inevitable proyección geopolítica similar al vértigo.

Tras estas casi cinco semanas, se mantiene el suspenso en torno al Consejo Nacional para la Salvaguarda de la Patria (CNSP) —el paraguas que reúne a mandos que componen todo el estamento militar y policial— y sigue vigente el apoyo a la junta, combinado con un potente y consolidado sentimiento antifrancés, hacia la colonia que todavía al día de hoy, por la vía económica, extrae o intenta extraer lo mejor de los recursos que yacen en su suelo toda vez que también hacen lo posible por preservar su influencia política.

Pero es en esto último donde el melodrama que se desenvuelve en el Palacio Elíseo queda radicalmente expuesto en su apocamiento, en su pérdida de poder y en su incapacidad, por muchas vías y medios, como para volver a volcar la situación a su favor.

Mohamed Bazoum, el presidente electo que fue depuesto el pasado 26 de julio, sintetiza el lugar político de París. Él, de la pequeñísima minoría migrante árabe del país, pertenece al clan de los Ouled Slimani, la familia que ha servido como estamento consular y representativo de Francia desde los procesos independentistas de segunda mitad del siglo XX, ahora en su estatus neocolonial. "La quinta columna francesa en el Sahel".

Paradójicamente, Bazoum es también el primer dirigente que llega a la oficina presidencial mediante el voto, luego del primer traspaso electoral en una historia postcolonial signada por golpes militares. Cuatro meses antes del alzamiento del CNSP, Estados Unidos se refería a Níger como "un modelo de democracia", al tiempo que le inyectaba 150 millones de dólares de "asistencia directa".

Tampoco era del interés de Antony Blinken, al esputar los clichés habituales, que la hoja de Bazoum estuviera marcada por unos comicios altamente cuestionados, una impune mano dura de los organismos de seguridad contra la población, corrupción, malversación, represión y una evidente expresión de las élites totalmente subordinadas a Francia cuya supeditación es total, como lo es también la dependencia de Francia del control de la Françafrique para preservar su estatus económico y su proyección como potencia.

Mientras aumentan las tensiones políticas, diplomáticas y de cooperación con la nación gala, difícilmente puede afirmarse que este sea el único vector. Por deducción histórica simple, desde luego que la metrópolis carga buena parte del peso, y para el CNSP y la población es el principal antagonista y responsable de todos los grandes problemas, pero ni de cerca se trata del único factor en movimiento.

El deterioro socioeconómico va acompasado de la profundizada crisis de seguridad en materia de terrorismo. Estados Unidos establece un juego propio que se distancia de las posiciones mucho más agresivas que han asumido París y la Unión Europea (UE); y luego confluyen —y chocan— los propios actores regionales en el Sahel y en el África occidental extendido, con movimientos que, en esencia, van en direcciones contrarias: por un lado, los establishments gobernantes y de poder de la región, en particular la costera, mientras que, por el otro, Mali, Burkina Faso y Guinea expresan la impronta que pudiéramos denominar "del cambio".

Más atrás, y con menos intensidad que la cacareada por los medios, se encuentra la variable rusa. Pero más acá, los grupos armados yijadistas afiliados a Al Qaeda, el Estado Islámico y Boko Haram.

En el centro de todas estas direcciones Níger, y la CNSP, permanece siendo la gran interrogante del signo que definitivamente se asentará en el país saheliano en la medida en que avance lo que a un mes puede irse entendiendo como su consolidación en el poder.

Toca, entonces, desbrozar cada una de estas trayectorias.

El (patético) ocaso francés

Ya van varios años desde que las cosas no le van bien a Francia respecto a su vasallaje económico y político en sus neocolonias africanas. De las casi dos decenas de golpes de Estado, realineaciones internacionales y confrontaciones políticas directas en el continente, la abrumadora mayoría ocurre en la África francófona.

Y mucho puede responderse a partir de la participación proactiva, como ya se ha detallado en Misión Verdad, en la destrucción de Libia en 2011, pero también por la incapacidad —o imposibilidad económica— de modificar su aproximación hacia sus excolonias.

En todo caso, no ha sido tampoco muy ingeniosa su respuesta a estas acciones. En el caso particular de Níger ha asumido una posición frontal con la que ha remolcado a la propia UE para suspender todo tipo de ayuda económica, programas de atención humanitaria y cooperación.

En respuesta a esto, al igual que antes en otros países como Mali y Burkina Faso, la acción de las juntas militares que llegan al poder por la vía del golpe asumen también una posición frontal. Níger ha interrumpido, hasta ahora, los acuerdos de explotación de oro y uranio en el país, una vez que exigió a París el retiro de todas sus fuerzas militares, y ahora las diplomáticas.

En Níger, el presidente Emmanuel Macron pierde a su principal aliado en el Sahel, y el nuevo foco de tensión radica en el desconocimiento del Elíseo de retirar a su embajador, al tiempo que tanto la embajada como sus bases militares son rodeadas por manifestantes antifranceses.

Francia no reconoce el gobierno del CNSP, y en función de ese tratamiento no retira a su embajador, quizás con la esperanza de encontrar un motivo, o incluso un casus belli, para motorizar o bien una improbable intervención directa o bien un impulso resolutivo en el rifirrafe que Níger ha tenido con la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao).

Así como el líder del CNSP, general Abdourahmane Tchiani, ha dejado claramente establecido que no hay motivo para romper por completo con Francia, algo reforzado por el único vocero civil de la junta, Alí Lamine Zeine, del mismo modo ha denunciado no solo la compleja inoperancia de la coordinación militar con ese país sino cómo, en el medio de esta refriega política, ayudaron a liberar a varios dirigentes yijadistas.

Está claro que la nación gala busca no sólo incidir directamente sino que, tras bastidores, presiona por todos los frentes, principalmente con la posibilidad, cada vez más difusa, de una intervención militar encabezada por la Cedeao.

La Cedeao y los puntos de presión

Han sido varios los ultimátums que la Cedeao, respaldada por la Unión Africana (UA), ha emitido contra el CNSP nigerino conminándolo a volver a la senda constitucional y restituir a Bazoum de vuelta a su silla.

Todos estos mensajes, desde el principio, contemplan como último recurso la intervención militar por una fuerza conjunta del organismo regional, lo que ha redoblado las apuestas y la posición de la junta, dispuesta a no ceder bajo esos términos, llamando a movilizar voluntarios en la población y recibiendo el apoyo de los ejércitos de Mali y Burkina Faso, ante una eventual acción bélica.

Pero en este punto es necesario hilar fino. Puede que la visión antiimperialista fuera de las fronteras africanas sea correcta hasta cierto punto, pero no la exime de vicios maximalistas. Es indudable que las potencias atlánticas ven con malos ojos el actual proceso nigerino, pero existen matices decisivos a la hora de entender la diversidad de perspectivas, riesgos y/o necesidades del caso.

Se ha querido establecer el origen de la Cedeao a la par de la creación de la CFA, la Françafrique, en 1945, con lo cual resuena, a su manera, por ejemplo, con la fundación de la OEA en 1949 en el marco de la infraestructura institucional de postguerra. Sin embargo, es el Tratado de Lagos de 1975 el punto exacto de su lanzamiento oficial y, como tal, es esencialmente un instrumento de influencia de la principal potencia de la región, Nigeria, y responde principalmente a sus intereses de seguridad nacional.

Es aquí donde radica principalmente la explicación del porqué, tras varios ultimátums, semejante acción militar no ha ocurrido. Si fuese prerrogativa francesa, o incluso estadounidense, sería mucho más probable que la aventura bélica ya hubiese ocurrido, pero es que el peso castrense, social y económico recae principalmente en Abuya, no en París o Washington.

En este punto inevitablemente nos adentramos en las dinámicas políticas internas de Nigeria y en las ansiedades de los demás gobiernos de la África occidental costera, más alejada del Sahel.

En el centro de tal movimiento se encuentra el turbio y complejo presidente nigeriano, Bola Tinubu. Astuto animal político, muy enfocado en su propia supervivencia pública, Tinubu se ha visto obligado a ponderar las distintas posiciones internas respecto al expediente Níger.

Si por un lado presionan con intensidad el aparato de seguridad y defensa, junto a los gobiernos de Ghana, Togo, Benín, Senegal y Sierra Leona por superar el "impasse" manu militari; por el otro, Tinubu tiene que responder ante lo que en gran medida dice la calle nigeriana y, especialmente, a lo que dicen los políticos y demás autoridades religiosas o tribales del norte del país, mayoritariamente hausa y musulmán, como sus vecinos al otro lado de la frontera.

Y son diversas, y no necesariamente bajo líneas antiimperialistas, las posiciones contra una salida militar: el temor a una nueva crisis de refugiados y desplazados, lo innecesario de una acción de esta naturaleza cuando las propias demandas de seguridad interna son agudas pero, además, con particular acento, la base político-electoral que lo condujo a la victoria comicial, precisamente, gracias a los senadores y la mecánica electoral del norte del país.

Obedecer a la pulsión de la salida militar pondría en riesgo el propio lugar político de Tinubu, quien, por cierto, no era el candidato de preferencia de Estados Unidos —lo era Peter Obi—, por lo que ese compromiso sencillamente no está y no depende de ellos.

Así, a la par de no impedir que al día de hoy el ejército nigeriano no deje de dar pasos hacia la composición de una fuerza conjunta con Senegal, Benín, Ghana, Costa de Marfil y Guinea Bissau, y de ratificar la posición de la Cedeao y de la propia UA, ambas instancias con una política clara y taxativa respecto a oponerse categóricamente a todo golpe de Estado —tanto Níger como ahora Gabón han sido suspendidas de la UA—, Tinubu ha incrementado los esfuerzos de diálogo al enviar distintas comisiones constituidas por dirigentes políticos, religiosos y tribales del norte.

La más importante de ellas, y la que hasta ahora parece haber granjeado mayores resultados, fue la delegación conformada por el general retirado y exjefe de Estado Abdulsalami Abubakar y el sultán de Sokoto, Mohamed Saad Abubakar III, el líder espiritual de los musulmanes nigerianos, ambos étnicamente hausa y con un peso superior al de cualquier líder político occidental en el quehacer público nigeriano.

Ha sido esta misión la que mayores logros ha alcanzado en su trato con el CNSP, y consiguió instalar una serie de exigencias que ni la Cedeao ni Estados Unidos han obtenido durante todo este proceso. En primer lugar, tuvieron acceso a Mohamed Bazoum; segundo, fueron recibidos por el propio general Tchiani; tercero, han conducido a la junta a una posición de apertura con un plan de transición gubernamental de tres años —rechazado en líneas generales pero no por eso una señal válida—; y cuarto, superar hasta ahora la cerrazón política.

Para algunos analistas, esta se ha vuelto por la vía de hecho la misión de paz de la propia Cedeao, al poner a ambos emisarios presidenciales a trabajar directamente con el gambiano Omar Alieu Tourey, el mandatario línea dura prointervención armada de la Cedeao.

De facto, sin que por ello se levanten las distintas sanciones económicas y suspensiones de ayuda y suministro eléctrico de Nigeria a Níger, paulatinamente pareciera vislumbrarse la salida político-diplomática por encima de la militar. No obstante, la principal preocupación de los mandos nigerianos radica en el patrullaje de los mil 600 kilómetros de frontera común.

En el caso de los gobiernos y élites costeños, su propia fragilidad política y el verse en ese espejo de las cadenas de golpes militares actuales, más de "coroneles" que de "generales", es decir, de sectores de extracción popular y con el oído más afinado hacia los malestares populares —por dirigentes militares que provienen justamente de zonas excluidas en el reparto de los beneficios del poder y los recursos económicos—, la imagen que les devuelve no debe ser muy consoladora, más aun cuando a la lista se le agrega el último golpe de Estado en Gabón.

Es indispensable considerar aquí el otro esfuerzo, en oposición a la vía militar, que emana desde dentro de la UA. Aunque este órgano respalda incluso la opción armada, la oposición directa de factores de peso y poder que hay en su seno, como Sudáfrica y Argelia, marcan una iniciativa con el protagonismo de sus cancillerías, especialmente la argelina, que pareciera ofrecer al mismo Tinubu un salvavidas político en respaldo a la opción diplomática, planteándole a la dirigencia en Níger un plan de transición de seis meses en lugar de tres años. El desafío para la nación árabe radica ya no en el propio presidente nigeriano sino en los actores ya mencionados en la costa atlántica y del golfo de Guinea.

En definitiva, más allá de que la reducción de voltaje no es total, ni siquiera sustancial, estos posibles focos de distensión podrían apuntar a que prevalezca una opción sobre la otra.

Mucho es lo que está en juego, desde el gasoducto transahariano hasta un conflicto armado de consecuencias incalculables y daños a vidas humanas en una zona que, de por sí, mucho ha estado sufriendo por el avance de los distintos grupos yijadistas, la injerencia europea y la propia expansión semivelada del Africom estadounidense.

La corriente semisubterránea de Estados Unidos

Si para finales de julio Estados Unidos asumió una posición condenatoria más agresiva, llamando al retorno del gobierno civil, condenando el derrocamiento de Bazoum y enviando a Victoria Nuland a "advertirle" al CNSP sobre "las consecuencias" que tendría abrirle las puertas a la compañía militar privada rusa Wagner, paulatinamente su approach ha cambiado por uno más, pudiera decirse, sibilino.

Es notable la frialdad con la que la junta recibió a Nuland a principios de agosto, a quien le impidió visitar al presidente depuesto y no fue recibida por su máxima autoridad, el general Tchiani.

No obstante, con el paso del tiempo, quizás al verificar que hasta ahora el signo del golpe es predominantemente antifrancés —y al menos no oficialmente antiestadounidense por parte del CNSP— puesto que se han visto manifestaciones en la calle que exigen la salida de sus tropas, incluso llegando a rodear la Base Aérea 201 en la ciudad de Agadez, la base de drones más grande del mundo, los estadounidense atenuaron sus expresiones con respecto a los hechos.

Como ha destacado Nick Turse, Washington no le ha puesto el mote oficial de "golpe de Estado" al cambio de régimen que efectivamente depuso a un presidente electo, más allá de lo comentado antes y de haber entronizado a Níger como un ejemplo de estabilidad y democracia.

Aun más, a pesar de no reconocer propiamente la junta y, por lo tanto, no haber asistido a presentar credenciales, el Departamento de Estado nombró a Kathleen Fitz Gibbons, "conocedora de África y con un trasfondo en inteligencia", como la nueva representante diplomática de Estados Unidos en el país, lo que deja por sentado que prefiere asumir un canal y una posición diplomática antes que, así sea oficialmente, una postura frontal y beligerante, como buena parte de la UE, Francia y la Cedeao.

Para algunos analistas de la región, la verdadera preocupación de Estados Unidos en este punto se reduce a la apertura hacia Rusia y la bienvenida a Wagner al país para enfrentar las distintas formaciones yijadistas, algo que conciben como el primer paso del smart power de Moscú, según se ha visto en naciones vecinas como Mali y Burkina Faso.

Esto ha sido ratificado por el primer ministro y principal rostro civil del CNSP, Ali Lamine Zeine, exministro de finanzas y tecnócrata del Banco de Desarrollo Africano, en una entrevista al New York Times el 18 de agosto, en la que también acotaba que nada tenían en contra de Francia puesto que ahí muchos de ellos han recibido formación, pero que "sólo queremos ser respetados".

En esa misma medida, Zeine descartó un acercamiento a Rusia de los mandos militares y Wagner no dejaba de advertir en no llevar a los nigerinos a acercarse a socios que Estados Unidos no quiere ver ahí.

Si algo pareciera quedar claro hasta ahora es que el CNSP ha sabido jugar sus cartas bien, señal de un grado de sofisticación política que ha logrado exacerbar a más de uno. Y, hasta ahora, da la impresión de que también ha sabido maniobrar con la impronta estadounidense presente en la propia junta.

El general de brigada Mussa Barmou, quien fue jefe de las fuerzas especiales, y dentro del directorio militar se encarga de la cartera de defensa, es un oficial que ha recibido formación militar en Fort Benning, en el estado de Georgia, y en la Universidad de la Defensa Nacional en Washington, lo que mantiene, por lo tanto, al menos un actor que hable el idioma —en sentido literal y figurado— y, por ende, también domine el sistema de señales del gobierno. Barmou, de suyo, es una de las figuras de mayor peso dentro del Consejo gobernante.

De nuevo, esto tampoco garantiza de forma automática una subordinación a sus antiguos entrenadores, como ha quedado bastante claro en el caso del coronel Assimi Goïta, el jefe de Estado maliense, cada vez más radical en su posición antioccidente, en el control de los recursos del país —en particular el oro— y en su aproximación a Rusia y Wagner.

No obstante, queda por ver cómo se despejará la incógnita de la orientación definitiva de la nueva junta de Níger, entrando en aguas inexploradas, ya que mucho penderá, precisamente, de la posición que asuma respecto a su relación con Washington.

Del mismo modo, ya son 16 militares formados por Estados Unidos presentes o motorizando 13 golpes de Estado en nueve países desde 2012, si se incluye el más reciente, en Gabón.

De la deriva R2P al terrorismo y la confederación

Doce años después del derrocamiento sanguinario de Muammar Gadaffi y la destrucción de la república más próspera del continente africano, como ya se dijo, hoy en día se cristalizan las distintas consecuencias y sus trayectorias.

La correlación entre el deterioro securitario y socioeconómico en el Sahel, África Occidental y la región de los Grandes Lagos, por solo mencionar las franjas territoriales con las situaciones más acuciantes —probablemente sólo detrás de la República Democrática del Congo—, tiene repercusión en las respuestas materializadas en golpes militares más o menos similares en su composición y sin duda en sus causas, con el agregado de un importante apoyo popular.

A través de este prisma es como se puede vislumbrar una región que para 2022, según cifras oficiales de Acnur, aporta 12,7 millones de personas desplazadas por conflictos en países cuyas poblaciones no exceden —en el caso de Burkina Faso, Mali y Níger— los 30 millones de personas, sin considerar la migración económica y climática.

Del mismo modo, la modificación del cuadro en materia de seguridad con el auge de las múltiples formaciones yijadistas atestigua, según el Centro Africano de Estudios Estratégicos —organismo vinculado al Pentágono—, que en 2023 hubo un incremento de 50% en acciones violentas de estos grupos, entre los que 90% ocurren en Mali y Burkina Faso, pero que en Níger han sufrido un aumento de 43% —de 214 a 539 eventos de este tipo—, toda vez que se trata de 40% de la totalidad en el continente entero.

Hoy en día el gobierno maliense no controla 40% de su territorio, mientras que el burkinabe no lo tiene de 60%. Incluido Níger, al momento de comenzar la asistencia militar estadounidense en 2000-2003 apenas atestiguó nueve ataques, para pasar en tan solo un año a alrededor de 2 mil 800 entre los tres, lo que en 20 años significa un aumento de 30 000%.

Cuando el año pasado tropas y asesores policiales extranjeros abandonaron Mali y Burkina Faso, el gobierno del depuesto Bazoum recibió de manera aduladora y con entusiastas brazos abiertos a todos estos efectivos, lo que comienza a describir entonces de cuánto han servido tanto las operaciones militares francesas como la expansión progresiva del Africom en el Sahel, con tres bases militares en Níger.

La más importante de ellas se ubica en Agadez, que hoy en día es el punto de paso más relevante y concurrido de toda la ruta migratoria hacia el Mediterráneo, lo cual hace ver claramente en qué consiste la "solución" de la cooperación militar transatlántica en la subregión, a todas estas excluidos otros focos de voltajes cercanos como Nigeria al sur, o Chad al este.

Efectivamente, el nuevo momento de inestabilidad en Níger acentúa todos los flancos vulnerables, desde el alimentario hasta el ya glosado de la seguridad; pero aún así, con un mes de sanciones europeas y de la Cedeao/UA, con el suministro eléctrico cortado, con diversas advertencias militares latentes, comenzando por el riesgo de una acción conjunta de la Cedeao, el incremento de los ataques yijadistas, la amenaza de reavivar un conflicto que solapa con el anterior con la cuestión Tuareg, no existe ninguna señal de reversión de lo ocurrido el 26 de julio.

Aún más, el Mali de Goïta, el Burkina Faso de Traoré y la Guinea de Doumbouya han elevado la apuesta político-militar plantándose junto a Níger, convocándola a formar parte de la incipiente Confederación Panafricana, disponiendo de lo poco en términos militares para apoyarlo, por lo cual queda por ver cómo avanzarán esas relaciones que también han sido considerablemente activas con distintas recepciones de delegaciones entre todos estos países.

Pareciera que la resolución de proyectarse sigue marcando la pauta, a pesar de múltiples peligros, entre ellos el sempiterno retorno a un nuevo golpe militar que "discipline" hacia el redil anglo-atlántico a cualquiera de tales Estados, que en cualquiera de dichos escenarios probablemente volcaría hacia una guerra regional ampliada, mientras que, como telón de fondo, da la impresión de que Estados Unidos busca suplantar a Francia como el poder capaz de llenar el vacío que deja la mediocridad neocolonial de hoy en día, sintetizada en la malcriadez supina de ese Napoleón anémico que es el presidente Macron.

El golpe en Níger se dio teniendo como escenario cercano la Cumbre Rusia-África en Moscú, y cumple un mes con la de los Brics, en Johannesburgo, Sudáfrica, en el propio continente: este es el otro elemento clave que amoneda el signo y el espíritu de época.

A pesar de que todavía, se ha dicho múltiples veces, queda por despejarse el rumbo definitivo que cobrará Níger bajo el CNSP, más aun cuando África viene a ser el potencial polo de poder y motor económico de toda la apuesta multipolar, pero también de su contrario.

Ya es más que un temor que bajo los fragilísimos sistemas "democráticos", reducidos en esencia a elecciones y cleptocracias, ha llegado un momento de crisis cuando los dirigentes no modifican su aproximación, e incluso pensar en cuáles son las formas de gobierno y distribución de justicia económica, política y social, sencillamente, como apuntan varios especialistas de seguridad nigerianos, sencillamente serán barridos del mismo modo.

Esto es lo que encarnan y representan tales alzamientos militares. Empero deben afrontar la desigualdad en su capacidad de maniobra concreta, su voluntad política y la proclividad a la imaginación en la que una nueva generación de militares que, en mayor o menor medida, representan las clases desafectadas y desposeídas de la nueva etapa, sobre todo en una región que ningún programa de izquierda o bajo las pautas euroliberales ha logrado traducir en un proyecto estable. Parafraseando a Thomas Sankara, esta zona concentra todas las desgracias de la humanidad y "atreverse a inventar el porvenir" hacia una rehabilitación efectiva, sea con quien sea, implica todavía el común denominador de constituir territorios asolados por los mayores peligros posibles.

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