Dom. 06 Octubre 2024 Actualizado Viernes, 4. Octubre 2024 - 20:51

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El Partido Liberal ganó la mayoría en el Congreso y se mantuvo cerca de los votos a Lula en la primera vuelta electoral brasileña (Foto: AFP)

Giro en el PT y auge del bolsonarismo: sobre las elecciones en Brasil

Contrario a lo que pregonaban las principales encuestas en Brasil, las elecciones generales dieron resultados que ponen en cuestionamiento la forma en que se hace política desde la izquierda en el vasto país sudamericano. Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores (PT) no pudieron lograr la anhelada victoria presidencial en primera vuelta (con 48,4% de los votos), lo que se traduce en una próxima batalla electoral que se dará el 30 de octubre por la presidencia y puestos clave en todo el país.

Por su lado, Jair Bolsonaro y el Partido Liberal (PL) lograron 43,2% de los votos en el sufragio presidencial, una distancia de apenas cinco puntos respecto a Lula. El PL mostró su fuerza en el sufragio al Congreso, alcanzando las mayores bancadas con 14 de 81 puestos en el Senado, y en la Cámara de Diputados, con 99 de 513. Un hipotético futuro gobierno de Lula podría estar en dificultades con la mayoría de la representación parlamentaria de tendencia conservadora. No en balde Bolsonaro expresó que "esa era nuestra mayor prioridad en este primer momento".

De tal manera que la estrategia desde el bolsonarismo parecía estar atada a las fuerzas legislativas (en un país signado por el lawfare en la última década) en primer término, lograr la mayor concentración de votos en la vuelta presidencial de cara a una segunda y definitiva ronda y dominar el escenario político con una narrativa conservadora que representa una buena parte de los anhelos sociales en Brasil.

Viendo el mapa de los resultados, está claro que el actual presidente domina lo que en sociología se denomina el "Brasil profundo" del centro-sur, una macrorregión que ahora parece ser el antagonista del inmenso noreste, dominado en las votaciones por Lula y el PT. Es decir, que no hay una homologación en la identidad política del "interior" brasileño, históricamente despreciado desde las grandes ciudades, como ha ocurrido en otras contiendas electorales.

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Mapa electoral de las elecciones brasileñas: en rojo, a favor de Lula; en azul, a favor de Bolsonaro (Foto: Archivo)

Esto no quiere decir que Lula no sea el favorito para ganar la segunda, más bien da cuenta de que la polarización ha crecido con los años y de que las estrategias políticas y electorales del PT no han dado los resultados esperados. Se pone de manifiesto el tipo de campaña hecho por la izquierda lulista, un reflejo de lo que el partido hoy es en su composición orgánica y su programa.

Mínimo examen del PT

Ya sea desde el punto de vista comunicacional, estratégico o meramente en la propuesta, los errores de identificación política con el electorado desde el PT pasaron factura en la primera vuelta y en las elecciones legislativas y para las gobernaciones. Como un ejemplo claro, la profusión de artistas como eje de la campaña electoral por encima de las expectativas y representaciones del pueblo trabajador y la gente común es un termómetro del desenvolvimiento político del lulismo, una distinción que le pasó factura, como el mismo da Silva lo admite: "Visitaré más regiones. Y mi consejo es: a partir de mañana habrá menos conversación entre nosotros y más conversación con los votantes".

Más bien, la campaña de Lula carecía de fibra emocional y fue, de acuerdo con el sociólogo Rudá Ricci, "extremadamente racional y profesional". En ese sentido, replicó mucho de lo que se había practicado en las elecciones de 2018 con Fernando Haddad en la contención, quien fue adelantado por siete puntos en esta elección para la gobernación de São Paulo por el candidato del PL, Tarcísio Gomes Freitas, en un estado caracterizado por ser el más rico del país.

La repetición de personalidades políticas que no aglutinan el voto de las mayorías empobrecidas en Brasil, como el de Haddad, fue un error de cálculo que el PT cometió y con el que tendrán que insistir para la segunda vuelta en aquellas regiones donde aún tiene chance de ganarle la partido al bolsonarismo.

Pero, además, está el hecho fundamental de que las organizaciones populares, los movimientos sociales, las ONG y redes de izquierda, afines a Lula y a representantes progresistas, perdieron su poder de formulación y movilización tradicional en otras décadas. Los partidos y organizaciones izquierdistas han perdido progresivamente sus canales de comunicación con su base social. Esto se refleja en lo comentado de la campaña, que da muestra de un quiebre si se quiere existencial en el PT.

Y del bolsonarismo

De pronto, se ratificó el movimiento político liderado por Bolsonaro en una estela de votos y representaciones políticas en diferentes instancias de poder. Una extrema derecha que tiene al aún actual presidente como líder, pero que ya se venía consolidando más allá de éste al menos en prácticas sociales como el evangelismo, en franco auge desde hace décadas en Brasil, y cierta cultura política conservadora.

Debido al enfriamiento de las relaciones entre partidos izquierdistas y lucha por los derechos fundamentales en el país sudamericano, se antepone el éxito individual y la protección de ciertas comunidades e identidades sociales en el espectro político: allí es donde el bolsonarismo pretende hacer mella, sea para nuclear hacia sí dichas voluntades o para implosionarlas con objetivos partidarios.

Un factor clave en el apoyo al PL ha sido el crecimiento económico reportado, a pesar del hambre generalizado, en este año 2022, tras una gestión desastrosa de la pandemia del covid por parte de la presente administración. La inflación ha bajado en comparación con los últimos dos años, así como el desempleo. Brasil sigue siendo el mayor productor de carne del mundo y el cuarto de cereales.

El vértice internacional también ha favorecido al cuadro actual de Brasil bajo la presidencia de Bolsonaro en recientes tiempos. Su postura frente a los cambios tectónicos en el orden geopolítico ha sido favorable para el multipolarismo que se promueve desde los BRICS y otras instancias lideradas por China y Rusia, en franco antagonismo con el decaimiento imperial de la unipolaridad estadounidense.

En todo caso, el PL trabaja en base al fuerte movimiento conservador que existe en Brasil y demuestra que tiene mayor poder de movilización y proyección política que hace años, cuando Bolsonaro tomó las riendas del Palacio de Planalto.

Además, promueve el escenario de la política como una arena de gladiadores en el que el candidato de la reelección se enfrenta a Lula de manera personal, y eso es ganancia para una derecha que no quiere ver cristalizada una vuelta del PT en el poder, buscando la desmovilización de sus bases programáticas y dándole vuelo a su propia tendencia política. No en balde, Bolsonaro transfirió el voto de su expartido Partido Social Liberal al PL bajo esa estrategia. Es una cultura política en ascenso, y todavía estamos tratando de entender las implicaciones de esto de cara al futuro.

Es probable que Lula reciba el apoyo de la tercera clasificada en la primera ronda electoral, Simone Tebet, que obtuvo 4% de los votos, y que se lleve la mayoría de los votos de Ciro Gomes, que obtuvo 3%. Lula no tendrá más remedio que acercarse al centro ahora para conformar mayores alianzas y darle un rápido giro a la identidad política si no quiere llevarse un revés que sería difícil de asimilar para la izquierda y el progresismo no solo en Brasil, sino también en la región sudamericana.

Para esto, hay que profundizar en el análisis social de la política brasileña y retomar una postura de clase nacional que está bien alejada de las últimas tendencias progresistas promovidas por el establishment demócrata estadounidense y la comunidad europea. Ya hemos visto los coletazos de ello en Chile y Argentina.

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