Dos acontecimientos en días recientes están demostrando —una vez más— la irrelevancia de Europa como actor geopolítico en los grandes asuntos internacionales: la Conferencia de Múnich y el encuentro entre Serguéi Lavrov y Marco Rubio en Arabia Saudita.
Durante el evento, celebrado anualmente para discutir las políticas atlantistas de seguridad, destacaron el presidente ucraniano Vladímir Zelenski, quien suplicó que continúe el apoyo militar europeo a Kiev, y el vicepresidente estadounidense JD Vance.
La participación de Vance básicamente consistió en cuestionar a los líderes europeos por no preservar los intereses propios de sus países y traicionar los "valores democráticos que comparten con Estados Unidos", además de prometer que la administración de Donald Trump vigilará los procesos democráticos en toda la Unión Europea (UE), con un guiño especial hacia Alemania, donde el partido de derecha AfD tiene amplias posibilidades de obtener un resultado histórico en las elecciones de este domingo.
Con la tradicional actitud arrogante de los altos funcionarios estadounidenses, Vance dejó claro que su país conservaría su posición de dominio ante la UE pero con mayor tendencia hacia la derecha, en desdeño de la corrección política y de su liberal orden político y mediático.
No fue aplaudido por los oyentes que se encontraban presentes, salvo contadas excepciones, por lo que la receptividad del discurso fue negativa y ello se manifestó, sobre todo, con la reunión de emergencia convocada por el presidente francés Emmanuel Macron, a la que fueron invitados los máximos representantes europeos para discutir la continuidad de la guerra en Ucrania y el Dombás, el pasado lunes 17 de febrero.
Como resultado del cónclave, reporta Politico, "los países de la UE están preparando un paquete de ayuda militar por valor de al menos 6 mil millones de euros para Ucrania", que "podría aumentar a 10 mil millones, o más, a medida en que los Estados revisen sus inventarios para ver qué pueden enviar a Ucrania", paquete arduamente suficiente con vistas a, según diplomáticos europeos citados, "reforzar la posición estratégica de Kiev".
- El último informe del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés) concluye que el gasto militar de Rusia está aumentando tan rápidamente que está superando al de todos los países europeos juntos, a pesar de sus esfuerzos por aumentar sus presupuestos y rearmarse; por lo tanto, Moscú fabrica más armas que toda Europa combinada.
De modo que Rusia continúa siendo el leit motiv de la política europea, el espejo en el que se mira para afirmar su identidad, aun cuando la Casa Blanca esté mostrando un cambio en su posición frente a la potencia euroasiática.
En contraste, la reunión ocurrida en Riad entre Lavrov y Rubio dio muestras de que es posible un relanzamiento de las relaciones ruso-estadounidenses. Las palabras del canciller ruso luego de las negociaciones dan cuenta de que, por primera vez en muchísimo tiempo, ambas partes conversaron y fueron escuchadas mutuamente:
"Cuando los intereses nacionales coinciden, hay que hacer todo lo posible por aunar esfuerzos y poner en marcha proyectos mutuamente beneficiosos en la esfera geopolítica y en los asuntos económicos".
La periodista Helena Villar resumió así los cuatro puntos de acuerdo:
"1. Establecer un mecanismo de consulta para abordar los impedimentos que siguen existiendo en la relación bilateral entre ambos países. El objetivo es tomar las medidas que sean necesarias para normalizar el funcionamiento de las respectivas misiones diplomáticas.
"2. Designar equipos de alto nivel para comenzar a trabajar en un camino para terminar el conflicto en Ucrania lo antes posible. Se pretende buscar una paz duradera, sostenible y aceptable para todas las partes.
"3. Establecer bases para la futura cooperación en asuntos de interés geopolítico mutuo y oportunidades económicas y de inversión históricas entre ambos países.
"4. Seguir participando activamente en el proceso".
El quiebre en las relaciones bilaterales es total, impulsado por la parte estadounidense con especial ahínco desde febrero de 2022, por lo que este primer paso dado en territorio neutral tiene una consideración especial.
La foto geopolítica del momento
Europa está quedando al desnudo, otra vez.
Por un lado, sigue atada a la guerra contra Rusia con la Ucrania de Zelenski como pivote, "una guerra profundamente contraria a sus intereses y autodestructiva —escribe el historiador Emmanuel Todd en su libro La derrota de Occidente—, a pesar de que sus promotores llevan al menos treinta años vendiéndonos una Unión cada vez más profunda que, gracias al euro, iba a convertirse en una potencia autónoma, un contrapeso a los gigantes que son China y Estados Unidos. La Unión Europea ha desaparecido detrás de la OTAN, ahora más sumisa que nunca a Estados Unidos".
Ha sido Washington el principal promotor de dicha sumisión, sin que en Bruselas hubiera una contraacción significativa que pusiera de manifiesto una voluntad de autonomía y soberanía.
Es por ello que, hasta los momentos, tanto Kiev como la UE están siendo relegados de cualquier tipo de decisión relevante en los asuntos internacionales, incluido el conflicto en Ucrania. La displicencia de Trump hacia los líderes europeos es un signo manifiesto de que Estados Unidos considera a Europa una zona de influencia subyugada a sus intereses.
Si bien la UE decidió por cuenta propia seguir mandando ayuda militar a Zelenski y emitir un nuevo paquete de sanciones antirrusas, con lo cual intentan mostrar músculo ante el desdén de Washington, las divisiones en su seno se exponen cada vez más con países que desean cambiar el curso de la política exterior europea hacia una negociación de paz con Rusia —como la Hungría de Víktor Orbán y la Eslovaquia de Robert Fico—.
La realidad es que las sanciones contra Rusia y la destrucción del Nord Stream produjeron una crisis económica en toda Europa de la que no se ha podido recuperar, expresada en un proceso de desindustrialización y una subida de la inflación inusitada —soporte principal del peso económico de la guerra—, lo que ha fortalecido la dependencia del continente con respecto a Estados Unidos.
Pero ahora esa subordinación está sangrando por la herida. Quien fuera el máximo representante diplomático de la UE y furibundo defensor de la asistencia militar a Zelenski, Josep Borrell, comentó el pasado martes 18 de febrero en una entrevista que "lo que está pasando es un divorcio no consentido entre las dos orillas del Atlántico, un divorcio profundo e ideológico".
En efecto, como afirma Borrell, "para Trump Europa es el antimodelo" político y social. La diferencia parece irreconciliable. El cuestionamiento de Vance al "modelo político y de funcionamiento de estos sistemas de libertades y de medios de comunicación", calco y copia del modelo estadounidense, confirma lo que los rusos ya sabían: que Washington no es confiable.
En resumidas cuentas: Washington causó el desastre occidental de Ucrania y, ahora que la situación se ha vuelto irremediablemente mala, tanto en el aspecto geopolítico como en el económico, se está alejando de ella y dejándosela a Europa, mientras negocia directamente con Moscú.
La lección de desconfiar de todo lo que propone y acuerda Estados Unidos es una que el mismo Putin ha aprendido con los años, pero Europa se la ha saltado hasta encontrarse violentamente con la realidad concreta, una que pone a todo un continente a asumir el abismo donde se encuentra inmersa.