Lun. 25 Noviembre 2024 Actualizado 5:46 pm

Estados Unidos se desliza hacia una crisis terminal

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Los últimos meses han sido un auténtico caos en el país modelo de la cultura occidental. Pero la crisis está muy lejos de ser un hecho coyuntural.

Coronavirus y crisis constitucional

Con más de 4 millones 500 mil casos confirmados y más de 150 mil fallecidos, Estados Unidos es el país más afectado por la pandemia de Covid-19 a nivel mundial actualmente.

La crisis sanitaria no muestra ningún síntoma de mejoría. El país gobernado por Donald Trump ya ha roto todos los récords con más de mil muertes diarias en la última semana del mes de julio.

El descontrol de la pandemia y el errático manejo gubernamental han desatado una pelea política generalizada entre republicanos y demócratas por la dirección narrativa de la situación.

Mientras desde el bando demócrata utilizan los errores catastróficos de Trump para impulsar a su candidato Joe Biden, el jefe de la Casa Blanca exacerba la crisis política desatada por la pandemia para aumentar sus poderes presidenciales y prefigurar un estado de excepción como “nueva normalidad” de su gestión al frente del país.

La evolución de la crisis refuerza la premisa de que, en realidad, Estados Unidos no vive una crisis política tradicional sino una crisis constitucional, con ramificaciones en el aparato legislativo y judicial, donde se desarrolla una auténtica guerra de posiciones en favor y en contra de Trump.

Mientras tanto el Covid-19 campea y continúa aumentando su alcance y virulencia. Entre la angustia por reabrir la economía, la crisis social y económica que van dejando secuelas a largo plazo ofrece un aliciente para que aumente la conflictividad política.

Recesión económica sin precedentes

Desde principios del mes de junio la economía estadounidense se encuentra oficialmente en recesión. Una contracción del PIB del 5% y una tasa de desempleó que rompió el celofán de las dos cifras (ubicándose para ese momento en 13,3%), enmarcaron ese primer hito de la crisis económica desencadenada por la pandemia de Covid-19.

Hace un mes la pregunta fundamental estaba en si la recesión podría transformarse en una depresión económica en el corto plazo y qué tanto lejos estaría de su antecedente más tenebroso: el famoso y trágico crack del 29.

Y esa pregunta ya se ha respondido.

El día de ayer el Departamento de Comercio de EEUU, informó que la contracción económica en el segundo semestre fue de 32,9%, un hito que marca el peor desempeño económico de Estados Unidos desde que comenzaron los registros oficiales en 1947.

Esta caída histórica supone que la crisis económica actual del país es mucho peor a la generada por la explosión de la burbuja inmobiliaria en 2008. En un reporte, CNN indica un dato clave: “Pero esto no es una recesión ordinaria. La combinación de la crisis de la salud pública y la económica no tiene precedentes”.

La crisis económica actual no sólo agudiza el declive de la hegemonía estadounidense sino que debilita el plan de “America First” de Trump, dirigido a recuperar la economía industrial para competir y vencer económicamente a China. Este objetivo ahora es mucho más complicado.

Aplazamiento de elecciones y una nueva escalada en la pugna política

El presidente Donald Trump planteó el día de ayer la posibilidad de aplazar las elecciones presidenciales pautadas para noviembre de este año.

El planteamiento es inédito. Ni siquiera en tiempos de guerra, apunta la BCC de Londres, Estados Unidos ha aplazado su evento electoral más importante. Trump tanteó esta posibilidad por la crisis sanitaria y tras cuestionar la posibilidad de realizar la votación por correo, ya que según su opinión esto representaría un “fraude”.

La “tormenta política” no se hizo esperar.

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Como era obvio, desde el Partido Demócrata se atacó el planteamiento por considerarlo un ataque a la democracia. El candidato Joe Biden puntea en las encuestas actualmente y consideran que Trump está temeroso de obtener un pésimo resultado que lo saque de la presidencia.

Pero también algunas vacas sagradas del Partido Republicano en el Congreso se mostraron contrarios a la propuesta.

“Jamás en este país, en guerras, depresiones, ni en la guerra civil, hemos dejado de cumplir con el calendario electoral y tendremos la manera de celebrarlas el 3 de noviembre (…) Nos las arreglaremos cualquiera que sea la situación y celebraremos los comicios en la jornada prevista”, indicó Mitch McConnell, el peso pesado de los republicanos en el Senado.

Trump juega a marcar nuevos límites en el escenario político. Y ese comportamiento es una garantía de escalada en la crisis política y en el conflicto entre las élites norteamericanas. Si Trump no desiste de esta idea, puede abrirse un nuevo escenario de disputa entre el Congreso y el Ejecutivo, pero también entre Trump y las vacas sagradas de su partido. Nada pinta bien.

Desigualdad extrema, erosión social y protestas

La cifra de desempleo alcanza nuevos récords. En la última semana, 1,4 millones de estadounidenses sin trabajo abultaron una lista que parece no tener límites.

En medio de la crisis social, Jeff Bezos, fundador y dueño de la megacorporación Amazon, agregó 13 mil millones de dólares a su patrimonio personal en un solo día. Su fortuna ha crecido de forma exponencial mientras Amazon se catapulta como monopolio del comercio minorista y electrónico.

La riqueza de Bezos, por un lado, y la pobreza generalizada, por otro, evidencian que la pandemia de Covid-19 ha sido utilizada como un mecanismo de transferencia de riqueza por parte de las adineradas élites estadounidenses. Un nuevo ciclo de acumulación originaria de capitales pero basada, esta vez, en la desposesión de millones.

También los gigantes tecnológicos Apple, Amazon, Facebook y Google registraron ganancias récord de 28.000 millones de dólares en el último trimestre del año.

Esta salvaje transferencia de riqueza está fracturando a la sociedad estadounidense y reventando su modelo democrático tan exhibido internacionalmente como único modelo a seguir.

Parte de esa tensión se ha hecho evidente en las protestas que han coatizado a Estados Unidos de costa a costa desde el asesinato del afroamericano George Floyd en Minesota, y que han integrado a su batería de acciones elementos de las “revoluciones de colores”.

El método de golpe blando más utilizado por EEUU en el extranjero en la época contemporánea, vuelve a casa y se encuentra con una sociedad armada hasta los dientes y neurótica.

La violencia militar-policial y el uso de tácticas de contrainsurgencia en Portland y Seattle configuran un escenario de militarización y estado de excepción y con componentes armados en las protestas.

La exacerbación del conflicto prepara las condiciones para acrecentar las divisiones históricas de la sociedad estadounidense, lo que puede tener consecuencias inéditas e inesperadas.

El quiebre político y social generalizado se hace visible como el núcleo de la nueva normalidad en Estados Unidos. El declive del Imperio se acelera y tal parece que el aterrizaje será aparatoso.

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