Dom. 28 Abril 2024 Actualizado Viernes, 26. Abril 2024 - 13:44

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¿Cuál técnica necesita la política para independizar y construir al país? (Foto: El Cayapo)

Maduro, chofer del Metro

Desde que nos impusieron el nombre Venezuela, o "pequeña Venecia" -como algunos hijos de la "madre patria" prefieren orgullosamente que los menten desde Miami-, no hemos levantado cabeza, no creemos en nosotros como posibilidad política y cultural, sino que parecemos estar condenados para siempre a estar imitando permanentemente lo que otro piense, diga y haga.

Venezuela es un territorio que tiene como extensión 1.200.000 km2 incluyendo el Esequibo y sin contar las áreas marítimas, pero es interesante descubrir que quienes nombran pegan primero. Desde el mismo momento en que los invasores nos compararon en minusvalía, con una ciudad llamada Venecia de 18.301 Km2 rodeada por canales hediondos a excremento y condenando al imponente lago de agua salada nombrado por los antiguos habitantes como Coquivacoa a ser una cloaca más pequeña que la ciudad italiana, ya nos tenían contra el suelo; lo más impresionante es que el estado Zulia, donde está ubicado el gran lago Coquivacoa, mide 63.100 Km2 más de tres veces la superficie de Venecia.

Es aquí cuando comprendemos con dolor de territorio que los invasores nos impusieron su política y cultura al punto que algunos llaman "madre patria" a un territorio que queda en la otra orilla del océano, como si las madres parieran por correo.

Desde entonces se nos ha diseñado como una mina a la que se le planifican las políticas desde las grandes empresas que dirigen la dinámica económica en el mundo. Por medio de centros de educación e instrucción llamados escuelas, liceos, universidades, han sido preparados operadores políticos, conocidos con el remoquete de tecnócratas o tecnoburócratas, que desde las corporaciones en que trabajan pontifican sobre cualquier cosa y se convierten en sacerdotes del conocimiento, con el derecho a condenar hasta la política, menos las de sus amos empresariales.

Los tecnócratas no tienen país, son la más acabada elaboración de la educación capitalista, son personas sin raíz territorial, todos están preparados más o menos para trabajar en transnacionales del mundo, sin importar el sitio, su lealtad está para la empresa, los manuales y procedimientos, nunca para el país donde nacieron, a menos que circunstancialmente eso represente intereses personales; pero al menor asomo de problemas, rápidamente se colocan al servicio de sus dueños o entrenadores.

Cada universidad constituida en las minas-países, no importa si se denominan socialistas, bolivarianas o humanistas, todas sin excepción trabajan para mantener el modelo capitalista. Con los conocimientos, formación, instrucción y disciplina que transmiten, modelan las mentes de quienes en ellas estudian. La competencia, el privilegio, la pantalla, el egoísmo, la individualidad y el amor exacerbado por todo lo extranjero son signos distintivos de los profesionales, académicos y tecnócratas que pululan en el mundo transmitiendo los valores humano-capitalistas.

En la actualidad son los más clasificados destructores del Estado-nación, hasta el punto de que hoy se venden como políticos salvadores de naciones siempre y cuando salvar nación signifique destruirla y entregar los recursos a sus dueños o instructores a quienes son leales hasta la muerte. Para muestra los Milei, los Boric, los López Obrador, los Macri, los Fernández, los Temer, los Moreno, los Boluarte, los María Corina, Leopoldo López, Rafael Ramírez, Luisa Ortega Díaz: todos sin distingo de posición ideológica al servicio de las transnacionales a las que sirven no solo con su profesión, sino también con su demagogia. Esta labor la ejercen desde la derecha rancia conservadora hasta la más extrema ultraizquierda, que pasa por gremios, ONG, movimientos progres y salvadores desde un alfiler hasta el universo. Todos se pueden colocar fácilmente el ropaje de centro derecha o centro izquierda y pasar de un lado ideológico a otro según y les convenga.

Todas estas elites tecnocráticas al servicio del gran capital trabajan para sus transnacionales en cada territorio donde nacieron o se colocan como expertos, técnicos, académicos o profesionales. Su gran tarea es crearle mejores condiciones de explotación a las corporaciones hasta que exprimen los territorios. Ninguno de estos seres tienen dolor de territorio, país o comunidad, les importa nada el daño que causan a las naciones de donde son oriundos porque su verdadero logro es terminar viviendo en la cercanía de cualquier centro del poder y repitiendo como un perro hasta la muerte anónima "¡guaooo!, ¡guaooo!, ¡guaooo!" ante cada estupidez que ven, prueban, escuchan y sienten. Con su labor arruinan países, destruyen gobiernos, debilitan culturas, desorganizan economías y todo el andamiaje estatal con el único fin de facilitar a las corporaciones para las cuales trabajan o pretenden trabajar, condiciones de mejor saqueo de los recursos y la población que en esos territorios habitan o existen.

Estos seres, como chinches, históricamente se aferran a las entretelas del Estado para ir chupando y destruyendo las políticas de independencia que puedan estarse desarrollando en cualquier país. Todos ellos se venden como la última boronita de queso, como los sin mí no puede haber universo, con una prepotencia de dioses en platillos voladores que miran y tratan con conmiseración a los políticos, y en general a toda la población de un país. Estos tecnócratas en su engreimiento desconocen que la técnica, su creación y uso es derivación de una decisión política, por tanto la política no puede ser dirigida por la técnica, ni los políticos por los técnicos, a menos que la ignorancia del político no le permita comprender los hechos.

Esa elite tecnológica moderna, como producto máximo del capitalismo, trabaja sin chistar para las corporaciones que admiran y catalogan de "mi" empresa. No tienen cuestionamiento, no se molestan, aunque le pueden trabajar al gobierno, eso sí, siempre quejándose porque se ve superado por políticos que no estudiaron como él. Y, gobierno al que le trabajan, tratan de obligarlo a que le compren máquinas, sistemas, productos, mercancías a la empresa donde él trabajó y calladamente sigue siendo agente de la empresa, a la que nunca dejan de serles leales. Su máxima aspiración es trabajarle a una transnacional: en eso consiste el éxito, y no importa que lo manden a los más lejanos andurriales en donde la corporación tiene sus intereses, o a dirigir crímenes como los ocurridos en Venezuela desde 2002 hasta hoy. Para ellos, eso es exitoso.

Su mayor proeza es saber leer y aplicar manuales disciplinadamente y cumplir al pie de la letra los mandatos de la corporación. Si crean algo es de acuerdo a la necesidad y política del capitalismo. Por eso ves a los Beatriz García, Rafael Gallegos, Eugenio Montoro, Gilberto Morillo, Julio César Arreaza, Nelson Hernández, Horacio Medina, Eddie Ramírez, Juan Fernández, Mireya Ripanti, Edgar Paredes, Horacio Medina, Lino Carrillo, Juan Santana, Gonzalo Feijoo, Edgar Quijano, Quirós Corradi, Humberto Calderón Berti y una larga ristra de tecnócratas, que después de saquear para las corporaciones petroleras los recursos del país, terminaron de nuevo trabajando para "sus" transnacionales Chevron, Repsol, ExxonMobil… y tirándole piedras al gobierno chavista. El 3 de julio de 2002 fueron despedidos los supuestos 23 expertos de la industria petrolera venezolana, que con el cuento de la politización y destrucción de la economía venezolana estos bandidos nos llevaron a un golpe y paro petrolero dirigidos por la política de las transnacionales petroleras.

Después de terminada la segunda guerra imperial capitalista, en todos los campos del hacer, las grandes transnacionales han estado preparando las condiciones para definitivamente salir de los Estados-nación como mecanismo de gobernanza política, por tanto han estado aplicando decisiones políticas sobre cómo sustituir con gerentes empresariales disfrazados de políticos a los reales políticos que ya no los requieren como asociados sino como mayordomos. Desde entonces se han desarrollado campañas publicitarias contra los políticos y la política, como que si las empresas no fueran dirigidas por políticos empresariales que aplican sus políticas dictatoriales con severidad cuartelaria en tiempo de guerras perdidas.

En el mundo entero se acusa a la política de corrupción y a sus ejecutores como corruptos. No hay mal que no sea culpa de los políticos. Si usted no piensa, es culpa de los políticos; si se enferma, si no tiene casa, carro, mujer o marido, si es bajo el salario, que se dañó el ferrocarril, el Metro, los hospitales, las escuelas, las universidades, la petroquímica, PDVSA, el reguetón, y hasta el juego de keto es culpa de los políticos, pero por ninguna parte del análisis aparece el sistema empresarial como causante de problemas, a menos que sea un político metido a empresario.

Definitivamente no es verdad que los técnicos por ser técnicos y por tener una gran experiencia lo hacen o lo harán mejor, porque solo es un área de trabajo y la política, al contrario, dirige a un país, porque la técnica ni la ciencia organizan países, sino las políticas, ya sean empresariales, o los políticos que conciben y arquitecturan países. Hoy en medio de la guerra impuesta por las transnacionales al país se nos pretende imponer gerentes técnico-políticos para que gobiernen en nombre de que la empresa privada lo hace de maravilla, sin entender que son precisamente los dueños de las empresas privadas los que buscan destruirnos con sus políticas de invasiones, magnicidios, bloqueos. Como punta de lanza usan a los técnicos, quienes impregnados con los efluvios del manto empresarial se abrogan el derecho político a diseñar y dirigir al país.

Pero la realidad es que su mediocridad es grande, ya que no fueron capaces de dirigir el control de una empresa como PDVSA. Cuando se enfrentaron a las políticas independentistas dirigidas por Chávez y su equipo, ya sabemos lo que pasó: se volvieron un ocho y sufrieron una gran derrota. Ahora intentan de nuevo, los técnicos vuelven por sus fueros, con sus politiquillos empresariales de pacotilla: los Capriles, López, Borges, María Corina, quienes nuevamente influenciados y puyados por las transnacionales se lanzan en búsqueda de una nueva derrota, porque tecnócrata no diseña políticas de país o comunidad. Todos debemos saber que su objetivo no es arreglar el país sino destruirlo para favorecer a sus amos extranjeros.

El problema es que, como las grandes mayorías esclavizadas superamos la misma conseja de siempre: "El socialismo no hace nada bien, el comunismo no sirve, arruina, destruye", y la misma se le aplica a cualquier Estado: "El Estado no hace nada bien porque los políticos no sirven, los políticos no son buenos, los políticos destruyen, los políticos son corruptos, roban y por tanto la administración del Estado debe estar en manos de los técnicos que trabajan en la empresa privada que es un dechado de virtudes, sin burocracia, eficiente, cero robo", es como un círculo vicioso pero no lo es; esa propaganda que se viene haciendo desde los años 1970 en Venezuela es con la intensión de las corporaciones de apropiarse de los recursos del Estado a precios de gallina flaca, y en el caso particular de Venezuela, es un Estado dentro de una mina que tiene mucho poder, controla el recurso y sobre todo, después de Chávez, que termina nacionalizando realmente el petróleo y controlando otros minerales, metales y demás recursos.

la guerra es la continuidad de la política por otros medios

Pero nos venden la idea de que la técnica puede dirigir la política y que el tecnócrata puede conducir un país, sin entender que sería un desastre tal como ha ocurrido en donde se han impuesto los tecnoburócratas en el Estado. Los casos más patéticos son Argentina, Chile, Ecuador, Perú, y los demás que después no han podido salir de los desastres en que los han metido los gerentes disfrazados de políticos, cuyo único objetivo es hacerle el trabajo sucio a los amos creando caos y descontrol por donde pasan.

El técnico no entiende que la técnica obedece a las necesidades de la política, que no hay técnica que le diga a la política qué hacer. Un general nunca decide la guerra aunque pueda dirigirla en los campos de batalla; eso lo decide la política, eso no lo decide un general. La política de una empresa no la decide un técnico, un empresario no deja en manos de los técnicos su empresa: la quebrarían en un segundo, porque esos actuarían por lo que ellos saben, por lo que aprendieron, porque son un esquema, una cuadrícula, y por eso la tecnoburocracia nunca ha funcionado como totalidad sino como partícula, como tornillo y tuerca de un gran andamiaje político que son las transnacionales apoderadas del mundo.

Para remover un político se necesita otra política que sustituya la anterior y eso requiere generalmente grandes movimientos y negociaciones, pero a un tecnócrata basta con que el dueño ya no lo necesite en su política productiva para que lo despache y sustituya por otro manejador de manuales. Así es cómo funciona la política, sea esta cual sea; por eso toda la vida quitan a los directores de cualquier cosa, a los gerentes de empresas, a los generales, y cuando las transnacionales colocan generales a dirigir Estados es porque ya no pueden controlar nada y pasan a la dictadura directa y cruda; cuando terminan su trabajo sucio inmediatamente los sacan porque los tipos termina haciendo un desastre, a menos que el general bote la pistola y asuma la política, y ya en ese momento se torna peligroso para sus dueños.

Cómo funciona el cerebro de un tecnoburócrata

Por ejemplo, un tecnócrata trabaja con un carro y el manual dice que usa cauchos de tal marca, pero esa empresa se fue de Venezuela porque forma parte del bloqueo y las sanciones y están los chinos, rusos, iraníes, indios o colombianos trayendo cauchos. ¿Qué hace el tecno? Deja el carro parado pudriéndose en la fábrica porque el manual dice: "Solo usa cauchos de la marca original". Él no puede dilucidar qué es mejor en el momento actual, qué es más importante: ¿Lo que dice el manual o resolver la necesidad de poner en funcionamiento el carro, que lo necesitamos? Pero en su lógica hay solo dos ideas dándole vueltas en la cabeza: no se puede violar el manual y por otro lado debo serle leal a la transnacional con la cual mantengo negocios y cobro comisiones por venderle al Estado los productos de "mi empresa". Él no comparte la idea de que los cauchos son cauchos y aunque duren más o menos resolverán circunstancialmente el problema, mientras se construye otro carro o se fabrica el caucho necesario en el país. Si eso es lo que se requiere, o simplemente abandonamos el carro y los cauchos e inventamos otro medio de transportar.

Al no existir una dirección política que esté por encima de la decisión del tecno, que tenga la capacidad de decirle: "Estoy de acuerdo contigo, tienes toda la razón, eso es lo que establece el manual, pero no es lo que necesitamos en este momento".

La Siemens contribuyó a dañar todo el sistema eléctrico venezolano de alguna manera, no por razones técnicas sino por razones políticas, porque ellos comparten el bloqueo y las sanciones contra Venezuela. Es muy jodido salir de la trampa cuando somos y pensamos con la lógica del minero. Los chinos, los rusos, los iraníes o cualesquiera nos pueden decir que lo levantan con la misma vaina de Siemens, pero nuestros técnicos burócratas se opondrán porque su manual dice Siemens, y así está pasando lo mismo, con todo lo construido por el capitalismo y que nos cuesta poner a funcionar por falta de creatividad y decisión política de los tecnócratas.

¿Qué pasó con el caso petrolero en Venezuela? Los técnicos dijeron que eso no se podía hacer sin ellos. La mejor demostración de que es mentira que sin ellos no se pueden hacer las cosas fue en el paro petrolero, cuando hubo una decisión política que tomó Chávez y dijo: "Hay que sacar a esa gente de allí porque va destruir este país, nos va a llevar a una guerra civil, estos tipos obedecen a sus patrones, los que trabajan para la industria petrolera transnacional". Ellos eran gerentes aquí de Llanoven, de Lagoven. Los Quiroz Corradi y cófrades eran agentes de las grandes petroleras, pagados por las grandes petroleras transnacionales. No hay forma de que estos tipos puedan resolverle el problema a un país, y se requiere de decisiones políticas valientes y audaces que entiendan y que amen a un país, que quieran a un país, que decidan por un país y que no pueden dejarse gobernar por los técnicos.

Es un crimen que se comete contra un país: la luz, el agua, el petróleo, la petroquímica, todo la agricultura está en manos de tecnoburócratas que obedecen a sueldos de transnacionales, y si no obedecen a sueldo de transnacionales, obedecen a un manual que está en su cerebro -una cuadrícula- que no les permiten pensamiento porque fueron castrados en las universidades, porque además estudiaron en estas universidades que vienen ya castradas desde el principio. Ese es el problema fundamental que hay que tocar, que hay que entender.

Antiguamente tampoco los técnicos dirigieron PDVSA. La dirigieron los dueños de las grandes transnacionales que diseñaban la política, y después los políticos que habían en el gobierno se subordinaban a esos diseños políticos y cobraban haciendo lo que las transnacionales imponían. Los técnicos solo eran los lleva y trae de las grandes transnacionales. Era tan gobernada desde afuera que ni PDVSA ni Pequiven, ni la CVG rendían cuentas de presupuestos a la República; esos eran presupuestos que se decidían y ejecutaban desde afuera, y se le entregaba a la Nación lo que estaba convenido entregar a los políticos, más nada. Así siempre fue, hasta que apareció Chávez.

La política dirige al mundo

En la actualidad, dos grandes ideas pugnan dentro del imperio capitalista por imponerse en el mundo. En un bando se encuentran los capitales financieros especulativos que usan como método para imponerse las eliminación de los Estados-nación y crear un gran caos controlado privadamente bajo las supuestas nuevas reglas del mercado que, por supuesto, las impondrían ellos. Por el otro, los capitalistas respaldados en la producción de bienes y servicios sustentados en el andamiaje del Estado-nación y las reglas que estos comportan respetando los convenios y sociedades entre pequeños y grandes; para ello propugnan el sistema de la franja y la ruta en donde todo el mundo esté interconectado por medio de la producción y comercio del producto.

Como abiertamente no se puede hablar de Huawei o Apple como ejemplo de confrontación entre transnacionales capitalistas, sino de países en donde están asentadas estas empresas, entonces hablamos de chinos, iraníes, rusos, europeos, gringos, que es lo que la mayoría reconocemos. Ante esta confrontación, nosotros como países-minas no tenemos ninguna decisión que haga posible que ese no sea el careo; con lo que somos, solo nos queda ubicarnos en el ángulo del cuadrilátero que mejor nos convenga y, de acuerdo con nuestra historia, seguir siendo segundos de los conocidos no es nuestra mejor opción, aunque digan que los chinos nos van a comer igualito que los gringos.

Sí, esa es la dinámica del capitalismo en todos los países, pero por los momentos necesitamos quitarnos de encima al enemigo que tenemos dándonos coñazos hace rato y quiere seguir haciéndolo porque está cebado.

La actual política mundial está decidida fuera de nuestro control, sin darnos cuenta hoy todos les trabajamos a la Westinghouse, a la General Electric, a la Ford Motors, a la Siemens, a las grandes transnacionales petroleras, farmacéuticas, laboratorios, armas, de la agroindustria y la petroquímica, tecnológicas de la macro y nanotecnología, todas absolutamente controladas por extranjeros.

A diferencia de años atrás, ya sean siglos o décadas, nosotros contamos con situaciones políticas favorables con las cuales no contaron los antepasados, y una de ellas es que tenemos un gobierno que, digan lo que digan, no es su pretensión jodernos, mantenernos sometidos, ni vendernos al extranjero. En estos 23 años ha demostrado hasta la saciedad que ninguna ley persigue dañarnos o aumentar nuestra esclavitud. Por otro lado, la situación del capitalismo es desastrosa ya que su guerra nos permite percibir otras opciones de vida.

Nuestro deber político es concentrarnos en la posibilidad de construir país, y en ese marco hay un principio de la guerra que es: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Por tanto, los chinos, los iraníes y los rusos, y todos aquellos que le tiran piedras al capitalismo saqueador y especulativo, son nuestros amigos.

El país no sale de la guerra porque no la decide, porque nos la imponen. Proponernos salir de la guerra para poder comprender qué es lo que nos toca independientemente hacer es una gran opción. No podemos seguir construyendo en función de una tecnología que siempre nos dominará. Nosotros debemos pensar cómo abandonar el capitalismo en medio de la guerra sistémica, porque la estupidez es esperar a que los chinos se vuelvan enemigos para buscar a marcianos amigos que los jodan. Tenemos que aprovechar la circunstancia para ganar tiempo, fortalecernos, organizarnos, sembrarnos, construirnos, generar el verdadero arquitecto colectivo para diseñar país, para que conversen y nos respeten como un aliado, capaz de negociar de tú a tú con los demás países.

La tecnología es una medida política. Por ejemplo, la guerra de los chips entre Huawei y Occidente, que resolvieron sancionarla, trajo como consecuencia que Huawei decidió ser Huawei, y crearon su propio chip, adaptado a sus necesidades y se quitaron de encima la dependencia. Eso es hacer política en consonancia con la decisión de un país. Esta disposición la asumieron los dueños de Huawei y no los técnicos de Huawei que compraban los chips y hacían que Huawei dependiera de los chips gringos. En 2019, los dueños de Huawei dispusieron hacer su propio chip. Los ingenieros y técnicos dijeron que se demorarían unos tres años. La decisión política fue y durará lo que tenga que durar, pero cuando lo tengamos arrancamos. Sí, duró tres años y la partieron: la guerra de los chips fue ganada definitivamente por Huawei a Occidente.

Así también han actuado los rusos para constituirse en una referencia mundial: cuando un pueblo decide plantarse, no hay potencia que lo evite. En el caso iraní, los tipos le compraron las máquinas a los italianos, a los franceses, a los ingleses, a los gringos y construyeron sus propias máquinas; es lo que llamamos reingeniería o ingeniería inversa.

En definitiva, el problema no está en que hay malos políticos o magníficos técnicos y gerentes. Más bien radica en cuál técnica necesita la política para independizar y construir al país. Definitivamente los técnicos nunca hacen política, a menos que sean políticos y tengan una técnica como oficio. Por ejemplo: Nicolás Maduro, chofer del Metro.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<