Jue. 09 Mayo 2024 Actualizado ayer a las 9:05 pm

La lógica pirata y el sálvese quien pueda de Washington y Europa frente a la pandemia

Como en una pelea callejera, los golpes se pierden en un solo tumulto. Países occidentales que, en tiempos de “normalidad” anterior a la Covid-19, ya estaban acostumbrados a saquear a otras regiones, pero cuidando las apariencias, ahora roban tapabocas a cualquier vecino, sin detenerse a ver si es aliado o enemigo.

Los piratas modernos se roban entre ellos

“Piratería moderna”, titula The Guardian a los hechos, reseñando al villano por excelencia de estos tiempos, aunque no sea el único.

Por un lado, Estados Unidos es acusado por Alemania de haber desviado un cargamento de 200 mil mascarillas N95 que tenía destino a Berlín. Aprovechando una transferencia entre aviones en Tailandia, los insumos fueron mandados hacia Estados Unidos, cuando se suponía que iban al país germano.

“Esta no es forma de tratar a los socios transatlánticos”, dijo el ministro del interior del estado de Berlín, Andreas Geisel.

Por otro lado, Francia reclama que perdieron la oportunidad de adquirir otro lote de estos insumos cuando los estadounidenses ofrecieron pagar tres veces el precio para comprarlo, y pagando por adelantado.

“Perdimos un pedido porque los estadounidenses pujaron más alto por un cargamento que teníamos ya identificado”, alcanzó a exclamar la presidenta de la región de París, Valérie Pecresse, mientras las mascarillas cruzaban el Atlántico para llegar adonde el aliado otanista.

Pero los papeles son intercambiables en este cuento clásico del capitalismo.

“Estamos en guerra”, fue la respuesta que Emmanuel Macron dio como defensa, tras saberse que Francia había confiscado un pedido de 4 millones de mascarillas elaboradas en China y distribuidas por una empresa sueca que debían llegar a España e Italia, países donde el nuevo coronavirus ha desbordado los servicios de salud.

De hecho, la medida “de guerra” se aprobó días antes de requisar el cargamento. El 3 de marzo el presidente francés anunciaba un decreto por el que autorizaba incautar cualquier depósito de mascarillas N95, guantes quirúrgicos y demás materiales médicos relacionados a la gestión de la pandemia. Dos días más tarde, la mercancía de la empresa Mölnlycke fue bloqueada cuando iba a distribuirse desde Lyon.

Luego de 15 días de presiones diplomáticas, las autoridades francesas accedieron a que la mitad de los insumos fueran enviados a España e Italia, sus destinos originales.

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Igualmente, Donald Trump realizó una movida acorde al “sálvese quien pueda” de Macron. Desde Washington, firmó una orden, la Ley de Protección de la Defensa Nacional, que le permite a las oficinas federales de salud y de emergencia bloquear la exportación de equipos médicos de protección, a favor de la demanda local.

Bajo esa legislación, la Casa Blanca pudo prohibirle a la firma estadounidense 3M, que fabrica equipamiento industrial en China y lo vende dentro y fuera de Estados Unidos, la exportación de mascarillas a Canadá y Latinoamérica.

3M declaró en un comunicado que la decisión tendría “graves implicaciones humanitarias”, con énfasis en las posibles represalias de los actores implicados.

Porque las amenazas hay que responderlas con más amenazas, ¿cierto? Al menos así lo insinuó el primer ministro canadiense, Justin Trudeau. Si no le dan mascarillas a Canadá, entonces “miles” de profesionales sanitarios canadienses que cruzan todos los días las fronteras para trabajar en hospitales estadounidenses tal vez dejen de hacerlo.

Recapitulemos: Estados Unidos toma suministros médicos ordenados por Francia y Alemania; Francia toma suministros ordenados de Suecia por España e Italia; pero Alemania también bloquea insumos médicos que iban a Austria y Suecia; y Turquía se niega a entregar ventiladores comprados por España.

El coronavirus mostró la verdadera cara de la democracia (neo)liberal.

La actitud gánster antes de la pandemia

Algunos espectadores observan la escena entre asombrados e indignados, cual recién llegado al mundo que descubre las prácticas comunes del capitalismo.

Pero en Venezuela y otras decenas de países mentados “en vías de desarrollo”, sabemos de qué va esa fórmula del bloqueo, responsable de daños críticos a las sociedades que viven fuera del perímetro de Occidente.

Para 2019, sobre 46 países pesaban sanciones de Estados Unidos, la Unión Europea o la ONU, y en varios casos, de los tres al mismo tiempo. Estas medidas tomadas unilateralmente perjudican todas las esferas de la vida, con una afectación especial del sector económico y de la salud.

Irán, Cuba y Siria son algunos de los países que han denunciado en reiteradas ocasiones los impedimentos y las trabas que deben sortear para poder adquirir medicamentos y equipos sanitarios. Qué decir de Venezuela, que tiene una campaña internacional específicamente enfocada en demostrar las consecuencias del bloqueo.

Veamos un caso, como “anécdota” de un comportamiento que es natural en el primer mundo: el 7 de febrero de 2019, Venezuela realizó por segunda vez una transferencia a la Organización Panamericana de la Salud (OPS) para adquirir vacunas contra la meningitis, rotavirus e influenza, luego de que Novo Banco rechazara la primera transacción.

Esta vez, el dinero fue retenido por la institución bancaria portuguesa, apoyando las presiones del Departamento del Tesoro contra el gobierno de Nicolás Maduro y poniendo en riesgo la salud de 2 millones 600 mil niños venezolanos.

¿Quizás la rebatiña puede esperar hasta que esto termine?

El primer ministro francés, Édouard Philippe, reconoció que hay preocupaciones del personal médico porque el consumo de productos necesarios para la protección, medicamentos y respiradores aumentó un 2.000%, “proporciones nunca imaginadas”, indicó.

Sea Nueva York, Detroit o Chicago, las huelgas de enfermeras se están haciendo más común en Estados Unidos. Algunas han dicho que fueron obligadas a usar la misma mascarilla de protección durante una semana; reclamos que evidencian el estado de abandono del sistema hospitalario.

Si desde el principio Estados Unidos y Europa hubiesen combatido la propagación del nuevo coronavirus con más racionalidad y precaución, sin errores dilatorios, tal vez no estarían en pánico luchando por arrebatarse tapabocas.

Pero hasta aquí han llegado, sin certeza de que esos insumos sean correctamente distribuidos en hospitales y a las poblaciones más vulnerables.

Porque las señales parecen indicar que caerán en manos de revendedores y que la gente tendrá que comprarlos el doble o triple de su valor real. El bachaqueo no solo es propio de las distorsiones económicas en Venezuela, sino parte del esquema usurero del neoliberalismo global.

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Mientras tanto, las naciones que son vistas como regímenes autoritarios están dando una clase magistral de cooperación: China haciendo envíos de ayuda humanitaria a Europa, Cuba desplegando médicos profesionales hacia países que lo requieran y Venezuela ofreciendo equipos para la detección del Covid-19 a Colombia.

Estados Unidos exhibe nuevamente la tóxica relación que mantiene con la Unión Europea. Y ésta demuestra que es una amenaza incluso para los países que la conforman.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<