La evaluación que la ciudadanía realiza del desempeño puntual de un gobierno está ampliamente determinada por el impacto directo que su situación económica personal y familiar experimenta en un periodo determinado.
Indicadores como la inflación, el desempleo, el poder adquisitivo y el crecimiento económico son utilizados para evaluar la gestión económica de un gobierno, reflejando cómo la economía afecta la vida diaria de las personas.
En el contexto electoral venezolano, ante la inminencia de los comicios presidenciales del 28 de julio, la economía nacional se convierte en un terreno disputado, donde la manipulación de cifras y la invisibilización de mejorías económicas vuelven a estar en la agenda política del país.
La complejidad de la situación venezolana, marcada por nueve años de sanciones que han impactado profundamente las bases económicas del país, hace que cualquier valoración del desempeño resulte aún más problemática y controvertida. Esta realidad no puede ser ignorada al analizar las cifras y tendencias económicas, ya que las sanciones han creado un entorno excepcionalmente desafiante para el desarrollo nacional.
De este modo, no sería justo evaluar en igualdad de condiciones a dos estudiantes en un examen, si a uno se le han atado las manos y vendado los ojos, mientras que el otro puede utilizar libremente sus capacidades físicas e intelectuales. Esta analogía ilustra claramente la situación de Venezuela, donde las sanciones han impuesto severas restricciones al desarrollo económico, mientras que otros países no enfrentan este tipo de limitaciones.
Sin embargo, como el país no se detiene y más allá del chantaje y extorsión que representa ese régimen de sanciones contra el país, desde el año 2018 se viene implementando el Programa de Recuperación Económica, Crecimiento y Prosperidad que ha permitido ya no solo hacer frente al contexto externo restrictivo que representan las sanciones sino retomar la estabilidad y crecimiento que hoy muestra.
Teniendo como telón de fondo el éxito indiscutible del programa de recuperación económica, presentamos tres logros incuestionables que en esa materia el gobierno de Nicolás Maduro muestra de cara a las elecciones presidenciales del 28 de julio y que permiten proyectar escenarios de crecimiento, acompañados de bienestar social.
Crecimiento Económico
La vicepresidenta ejecutiva Delcy Rodríguez ha anunciado que Venezuela mantiene 11 trimestres consecutivos de crecimiento económico. Mencionó, además, que el primer trimestre de 2024 ya muestra un crecimiento de 7%, lo que anticipa un cierre de año con un panorama más robusto y dinámico.
Si bien los numeros son importantes, su verdadero significado se revela al comprender su impacto en la vida diaria de los venezolanos. Un aumento en la producción de bienes y servicios no solo implica mayor riqueza y bienestar social, sino que también refleja un mayor dinamismo en la economía del país.
Las cifras de crecimiento van acompañadas de otras que nos permiten dimensionar de mejor manera lo que está ocurriendo en Venezuela. Por ejemplo, de 2020 a 2024 se elevó a más de 76 mil 508 el número de comercios en Venezuela, y entre los años 2018 y 2024 salieron al mercado 62 mil 607 marcas de todo tipo de productos. Se observan más emprendimientos y locales comerciales activos en Venezuela.
Pero no todo queda allí, las proyecciones tanto de organismos e instituciones financieras internacionales como la Cepal o el FMI, como las que realiza el propio gobierno nacional, aseguran que el crecimiento continuará en 2024 y podría ubicarse alrededor de 8%.
Control de la inflación
La inflación hace referencia a un aumento generalizado y sostenido de los precios de bienes y servicios en un país durante un periodo determinado. Cuando existe inflación alta, lo que el trabajador y trabajadora gasta durante un mes, por ejemplo, en comida, transporte y servicios, no será lo mismo que gastará los próximos 30 días, y así se disminuye la cantidad o calidad de los productos que adquiere.
Niveles de inflación considerados altos reflejan la pérdida del poder adquisitivo de las y los trabajadores, sin mencionar que desestimula la inversión productiva, pone freno al crecimiento económico y tienden a generar desempleo.
En Venezuela vivimos episodios de inflación alta y altísima (hiperinflación) justo en los momentos de mayor crispación política y económica consecuencia de las sanciones impuestas. No obstante, desde hace algunos años se viene observando una disminución sostenida y continua de dichos niveles que permiten hablar de un control de la variable.
De este modo, en mayo de 2024, Venezuela alcanzó un hito histórico al registrar la tasa de inflación más baja en dos décadas, situándose en tan solo 1,5%. Este logro representa un avance significativo en la lucha contra la inflación, que durante años ha sido una de las principales preocupaciones del país.
La inflación acumulada en lo que va del año se mantiene en 7,8%, cifra considerablemente menor a la observada en años anteriores. Las proyecciones para finales del 2024 son optimistas, con estimaciones que apuntan a una inflación por debajo de 50%.
Y si bien una tasa de inflación por encima de 10% sigue siendo problemática, lo cierto es que llegar a esos niveles en el contexto de sanciones y bloqueo se ha convertido en una verdadera proeza y muestra del esfuerzo conjunto que pueblo, gobierno e iniciativa privada viene realizando a fin de controlar la inflación.
Estabilidad cambiaria
El fantasma de la devaluación diaria se posó sobre la economía venezolana durante varios años con las implicaciones que dichas fluctuaciones tienen en la vida diaria de las personas, ya que en economías como la venezolana —sobretodo la de años anteriores— si el tipo de cambio aumenta, los productos en general —importados o no— subían de precio también, lo cual afecta el presupuesto personal y familiar.
A partir de 2018 comienza a establecerse un nuevo sistema cambiario que parte de dos realidades asumidas a partir de las sanciones económicas: el primero que el Estado no tiene posibilidades financieras para sostener por cuenta propia un tipo de cambio —relación bolívar-dólar—, y la segunda es la necesidad de que el sector privado se incorpore de forma activa para aportar divisas al sistema cambiario que nacía en ese momento.
La nueva matriz que se creó es sólida, sustentable, independiente del ingreso petrolero, lo que permite fortalecer la estabilidad económica y mantener controlada la inflación. El flujo público (25%) y privado (75%) de divisas al mercado cambiario ha permitido una estabilidad de la relación bolívar-dólar que tenía tiempo sin verse, cuya expresión era una variación de solo 1,17% entre el 1 de enero de 2024 al 25 de junio de este mismo año.
Hoy el bolívar recupera, de a poco, su función ya no solo de medio de intercambio sino también de unidad de cuenta que fija precios y como depósito de valor. Y si bienmel camino que falta por andar es arduo, hay indicios ciertos de que el bolívar recupera espacio dentro del ecosistema monetario venezolano.
Nada es al azar
Estos logros señalados están íntimamente relacionados con la mejora sustancial que se viene observando en la economía venezolana y han sido consecuencia directa de la implementación del Programa de Recuperación Económica, Crecimiento y Prosperidad puesto en marcha desde 2018 por el gobierno del presidente Nicolás Maduro, que se constituye en base programática del Plan de la Patria de la 7T 2030, propuesta de gobierno para el periodo 2025-2031.
Que el gobierno muestre cuán exitoso ha sido el programa de recuperación es una señal positiva en un contexto de desinformación e invisibilización de logros que tienden a incrementarse en momentos electorales como los que vive el país.
Y si bien aun falta mucho para alcanzar los niveles previos a las sanciones, cuando el país mostraba un estado de bienestar social sólido, es indiscutible que existe una mejoría sustancial que ha impactado positivamente en las y los trabajadores venezolanos y que permite asegurar que la mejora continuará con los esfuerzos propios de la nación.