A medida en que se acerca el día de las elecciones presidenciales, y que los candidatos se insertan en el frenesí de la campaña para mostrar su oferta —quienes lo hacen— y exponer los planes de gobierno y la noción de país que aspiran construir en este próximo sexenio, Venezuela sigue avanzando en la lógica de recuperación económica que se viene observando desde hace algunos trimestres.
Recientemente se publicaron los datos de inflación del mes de junio, ubicada en 1%, la tasa de inflación más baja en 39 años. Se informó, además, que el acumulado para el primer semestre del año 2024 alcanzó 8,86%, con unas previsiones ciertas de que para finales de año el país cierre con unas cifras no solo por debajo de las proyectadas por los organismos e instituciones financieras internacionales, sino incluso de las observadas desde hace algunos años.
Si bien los números podrían pasar desapercibidos para quienes leen fuera de Venezuela, para la población residente la situación es muy distinta. Recordemos que en 2019 el país experimentó niveles de inflación de hasta 344 000%, lo que pulverizó los ahorros y el salario de la clase trabajadora. En este contexto, el actual control de la inflación demuestra el firme compromiso del gobierno bolivariano para combatir una de las principales armas utilizadas contra la nación en el contexto de guerra económica y sanciones internacionales por las que atraviesa el país.
Estabilidad cambiaria en el centro de la política económica
El tipo de cambio bolívar-dólar también ha mostrado un comportamiento estable durante este año. Entre el 2 de enero y el 10 de julio de 2024, la variación del bolívar frente al dólar ha sido de apenas 1,56%, pasando de 35,95 a 36,51 bolívares por dólar. Esto convierte al bolívar en una de las monedas más estables de la región durante el primer semestre del año, solo superada por el Nuevo Sol peruano, como se aprecia en el siguiente gráfico.
En Venezuela aun está fresco el recuerdo de los años cuando el tipo de cambio variaba vertiginosamente en cuestión de horas, alteración que incidía gravemente sobre los precios de los bienes y servicios, pujaba al alza la inflación y encarecía los productos que, vale la pena mencionar, en su mayoría eran importados.
A partir de 2018, en el marco del programa de recuperación económica, se comenzó a establecer un nuevo sistema cambiario basado en dos realidades asumidas desde la imposición de sanciones contra la nación, condicionantes del metabolismo económico de Venezuela. La primera se refiere a que el Estado no tenía posibilidades financieras para sostener por cuenta propia el tipo de cambio —relación bolívar-dólar— debido a que la actividad petrolera, principal fuente de divisas del Estado, era y es objeto del régimen de sanciones.
Como consecuencia, y sobre esto se refiere la segunda realidad, se tornó evidente la necesidad de que el sector privado se incorporara de forma activa al régimen cambiario que nacía en ese momento, mediante el aporte de divisas que serían empleadas por ellos mismos para la importación de los productos y materias primas que necesitaba el aparato productivo del país para operar de forma eficiente en esa nueva y emergente etapa económica.
Hoy, transcurridos más de cinco años desde la implementación de ese sistema cambiario en el que el Estado de forma conjunta con el sector privado sostiene el sistema, podemos asegurar que el mismo muestra una solidez, sustentabilidad e independencia con respecto al ingreso petrolero incuestionable, lo que permite fortalecer la economía y mantener controlada la inflación.
En la actualidad, por cada 100 dólares que se transan en el sistema cambiario venezolano 75 provienen del sector privado y los restantes 25 los aporta el Estado, muestra indiscutible de la confianza del gremio empresarial en el mercado nacional y evidencia cierta del surgimiento de un modelo tendiente a superar el rentismo petrolero que caracterizó la economía de Venezuela durante más de 100 años.
En este sentido, y para seguir mencionando elementos que evidencian la fortaleza del nuevo sistema cambiario, puede destacarse el aporte de divisas realizado por el sector privado a este, el cual ha ido en aumento constante: en tres años creció 17 veces, al pasar desde 277 millones en 2019 hasta 14 858 millones de dólares en 2023.
Es importante señalar que en este contexto el bolívar recupera, de a poco, su función ya no solo de medio de intercambio sino también de unidad de cuenta que fija precios y mantien valor; y si bien el camino que falta por andar es arduo, hay indicios ciertos en que el bolívar recupera espacio dentro del ecosistema monetario venezolano.
Al respecto, es sintomático el crecimiento de los depósitos bancarios entre mayo de 2023 y el mismo mes en 2024, los cuales han aumentado 62% en el último año, hasta llegar a 4 544 millones de dólares.
Fortaleciendo la moneda nacional
El presidente Nicolás Maduro ha sido enfático en destacar el área cambiaria como prioritaria dentro del programa de recuperación económica. La nación sufrió mucho con el ataque al bolívar durante los años 2016-2020. Todavía se recuerda la vandalización que hacían con los billetes venezolanos y la guerra psicológica que sobre nuestra moneda se adelantó.
Por eso el Presidente no ha dudado en caracterizar la economía venezolana, a pesar de todos los logros alcanzados, como una economía de guerra, multimonetaria, en la cual conviven además del bolívar, nuestro signo monetario oficial, el dólar, el peso y el real, los dos últimos en las fronteras con Colombia y Brasil respectivamente. Ha adelantado que seguirá siendo así, lo que no implica que Venezuela renuncie al bolívar como expresión de su soberanía monetaria:
“Lo dije en el peor momento, cuando le cantaban cantos mortuorios en la funeraria de los predicadores del mal a nuestro bolívar, les dije que sus cantos mortuorios se quedarán en ustedes, que el Bolívar renacerá porque hemos construído un milagro, ustedes saben más que yo de esto, un milagro, un sistema cambiario estable y robusto, sustentable, no dependiente de la renta petrolera. Lo que hemos construido entre todos, cuidémoslo entre todos, para que el bolívar cada vez que pase más el tiempo se fortalezca y ocupe el espacio, hasta que pasemos de una economía multimonetaria a un economía con moneda fuerte, que pueda hablarse de tú a tú con el yuan, con el rublo, con el euro y con el dólar; ese día llegará”.
La estabilidad cambiaria que el país ha conseguido no puede mirarse de forma aislada, como tampoco puede verse el control de la inflación, el abastecimiento nacional y en última instancia el crecimiento que registra la economía en los últimos 12 trimestres. Todos están íntimamente vinculados y relacionados, interdependientes debido a lo planificado y contemplado en el programa de recuperación económica que, indudablemente, está dando muestras de su éxito.
La mejora de esos indicadores impacta sobre la cotidianidad de la población, la cual hoy tiene mayor capacidad de consumo que hace algunos años y sus ingresos están más protegidos gracias al control inflacionario y a la estabilidad cambiaria. Las proyecciones son igual de alentadoras, la vicepresidenta ejecutiva, Delcy Rodríguez, ha anunciado que el programa de recuperación económica contempla una segunda etapa que integra las inversiones extranjeras y nacionales, las cuales gracias a la Ley Antibloqueo han llegado y siguen llegando al país, con las implicaciones positivas que tendrán en el tipo de cambio —mayor estabilidad— y en los ingresos de la clase trabajadora.