Vie. 18 Julio 2025 Actualizado 12:23 pm

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A los ojos de Occidente, Rusia debe ser destruida (Foto: Archivo)
Una mirada desde Rusia

La Tercera Guerra Mundial ya ha comenzado

Muchos hablan ahora de la deriva de la humanidad hacia la Tercera Guerra Mundial, imaginando acontecimientos similares a los del siglo XX. Pero la guerra evoluciona. No comenzará con una invasión al estilo Barbarroja de junio de 1941 ni con un enfrentamiento nuclear al estilo de la crisis de los misiles en Cuba. De hecho, la nueva guerra mundial ya está en marcha, solo que aún no todo el mundo se ha dado cuenta.

Para Rusia, el período anterior a la guerra terminó en 2014. Para China, fue en 2017. Para Irán, en 2023. Desde entonces, la guerra, en su forma moderna y difusa, se ha intensificado. No se trata de una nueva Guerra Fría. Desde 2022, la campaña de Occidente contra Rusia se ha vuelto más decisiva. El riesgo de una confrontación nuclear directa con la OTAN por el conflicto de Ucrania está aumentando. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca creó una ventana temporal en la que se pudo evitar tal enfrentamiento, pero a mediados de 2025, los halcones de Estados Unidos y Europa occidental nos habían vuelto a acercar peligrosamente.

Esta guerra involucra a las principales potencias mundiales: Estados Unidos y sus aliados, por un lado, y China y Rusia por el otro. Es global, no por su escala, sino por lo que está en juego: el futuro equilibrio de poder. Occidente ve el ascenso de China y el resurgimiento de Rusia como amenazas existenciales. Su contraofensiva, económica e ideológica, tiene como objetivo detener ese cambio.

Es una guerra de supervivencia para Occidente, no solo en términos geopolíticos, sino también ideológicos. El globalismo occidental, ya sea económico, político o cultural, no puede tolerar modelos civilizatorios alternativos. Las élites posnacionales de Estados Unidos y Europa occidental están comprometidas con preservar su dominio. La diversidad de cosmovisiones, la autonomía civilizatoria y la soberanía nacional no se consideran opciones, sino amenazas.

Esto explica la severidad de la respuesta occidental. Cuando Joe Biden le dijo al presidente brasileño Lula que quería "destruir" Rusia reveló la verdad que se esconde tras eufemismos como "derrota estratégica". Israel, respaldado por Occidente, ha demostrado lo radical que es esta doctrina: primero en Gaza, luego en el Líbano y, finalmente, en Irán. A principios de junio, se utilizó una estrategia similar en los ataques contra aeródromos rusos. Los informes sugieren la participación de Estados Unidos y Gran Bretaña en ambos casos. Para los planificadores occidentales, Rusia, Irán, China y Corea del Norte forman parte de un mismo eje. Esa creencia determina la planificación militar.

El compromiso ya no forma parte del juego. Lo que estamos viendo no son crisis temporales, sino conflictos continuos. Europa del Este y Medio Oriente son los dos puntos conflictivos actuales. Hace tiempo que se ha identificado un tercero: Asia oriental, en particular Taiwán. Rusia está directamente involucrada en Ucrania, tiene intereses en Medio Oriente y podría verse involucrada en el Pacífico.

La guerra ya no se trata de ocupación, sino de desestabilización. La nueva estrategia se centra en sembrar el desorden interno: sabotaje económico, agitación social y desgaste psicológico. El plan de Occidente para Rusia no es la derrota en el campo de batalla, sino el colapso interno gradual.

Sus tácticas lo abarcan todo. Los ataques con drones tienen como objetivo las infraestructuras y las instalaciones nucleares. Los asesinatos políticos ya no están prohibidos. Se persigue a periodistas, negociadores, científicos e incluso a sus familias. Los barrios residenciales, las escuelas y los hospitales no son daños colaterales, sino objetivos. Se trata de una guerra total.

Esto se sustenta en la deshumanización. Los rusos no solo son retratados como enemigos, sino como subhumanos. Las sociedades occidentales son manipuladas para aceptar esto. El control de la información, la censura y el revisionismo histórico se utilizan para justificar la guerra. Quienes cuestionan la narrativa dominante son tildados de traidores.

Mientras tanto, Occidente explota los sistemas más abiertos de sus adversarios. Tras negarse durante décadas a interferir en la política exterior, Rusia se encuentra ahora a la defensiva. Pero esos días deben terminar. Mientras nuestros enemigos coordinan sus ataques, debemos romper su unidad. La Unión Europea (UE) no es un bloque monolítico. Hungría, Eslovaquia y gran parte del sur de Europa no están dispuestos a una escalada. Estas fracturas internas deben ampliarse.

La fuerza de Occidente reside en la unidad entre sus élites y su control ideológico sobre sus poblaciones. Pero esta unidad no es invulnerable. La administración Trump presenta oportunidades tácticas. Su regreso ya ha reducido la implicación de Estados Unidos en Ucrania. Sin embargo, no hay que idealizar el trumpismo. La élite estadounidense sigue siendo en gran medida hostil hacia Rusia. No habrá una nueva distensión.

La guerra en Ucrania se está convirtiendo en una guerra entre Europa occidental y Rusia. Misiles británicos y franceses ya atacan objetivos rusos. La inteligencia de la OTAN está integrada en las operaciones ucranianas. Los países de la UE están entrenando a las fuerzas del país y planificando ataques conjuntamente. Ucrania es solo una herramienta. Bruselas se está preparando para una guerra más amplia.

Lo que debemos preguntarnos es: ¿Se está preparando Europa occidental para defenderse o para atacar? Muchos de sus líderes han perdido su capacidad de juicio estratégico. Pero la hostilidad es real. El objetivo ya no es la contención, sino "resolver el asunto ruso" de una vez por todas. Hay que descartar cualquier ilusión de que las cosas volverán a ser como antes.

Nos espera una larga guerra. No terminará como en 1945, ni se estabilizará en una coexistencia similar a la Guerra Fría. Las próximas décadas serán turbulentas. Rusia debe luchar por su lugar legítimo en un nuevo orden mundial.

Entonces, ¿qué debemos hacer?

En primer lugar, debemos fortalecer nuestro frente interno. Necesitamos movilización, pero no los rígidos modelos del pasado soviético. Necesitamos una movilización inteligente y adaptable en todos los sectores: económico, tecnológico y demográfico. El liderazgo político de Rusia es un activo estratégico. Debe permanecer firme y visionario.

Debemos promover la unidad interna, la justicia social y el patriotismo. Todos los ciudadanos deben sentir lo que está en juego. Debemos alinear nuestra política fiscal, industrial y tecnológica con las realidades de una guerra a largo plazo. La política de fertilidad y el control de la migración deben revertir nuestro declive demográfico.

En segundo lugar, debemos consolidar nuestras alianzas externas. Bielorrusia es un aliado fuerte en el oeste. Corea del Norte ha demostrado su fiabilidad en el este. Pero carecemos de un socio similar en el sur. Es necesario subsanar esta carencia.

La guerra entre Israel e Irán nos ofrece importantes lecciones. Nuestros adversarios se coordinan estrechamente. Nosotros debemos hacer lo mismo. No copiando a la OTAN, sino forjando nuestro propio modelo de cooperación estratégica.

También debemos buscar un compromiso táctico con la administración Trump. Si nos permite debilitar el esfuerzo bélico estadounidense en Europa, debemos aprovecharlo. Pero no debemos confundir táctica con estrategia. La política exterior estadounidense sigue siendo fundamentalmente hostil.

Las potencias europeas como Gran Bretaña, Francia y Alemania deben comprender que son vulnerables. Sus capitales no son inmunes. El mismo mensaje debe llegar a Finlandia, Polonia y los países bálticos. Las provocaciones deben ser respondidas con rapidez y decisión.

Si la escalada es inevitable, debemos considerar la posibilidad de tomar medidas preventivas, en primer lugar con armas convencionales. Y, si es necesario, debemos estar preparados para utilizar "medios especiales", incluidas las armas nucleares, siendo plenamente conscientes de las consecuencias. La disuasión debe ser tanto pasiva como activa.

Nuestro error en Ucrania fue esperar demasiado tiempo. La demora creó la ilusión de debilidad. Eso no debe repetirse. La victoria significa frustrar los planes del enemigo, no ocupar territorio.

Por último, debemos penetrar el escudo informativo de Occidente. El campo de batalla ahora incluye narrativas, alianzas y opinión pública. Rusia debe volver a aprender a involucrarse en la política interna de otros países, no como agresor, sino como defensor de la verdad.

Se acabó el tiempo de las ilusiones. Estamos en una guerra mundial. El único camino a seguir es a través de una acción audaz y estratégica.


Dmitry Trenin es profesor investigador en la Escuela Superior de Economía e investigador principal en el Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de Rusia. También es miembro del Consejo Ruso de Asuntos Internacionales (RIAC).

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en RT el 14 de julio de 2025 y fue traducido para Misión Verdad por Spoiler.

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