Jue. 21 Noviembre 2024 Actualizado 8:41 pm

¿Por qué hay un sector de la oposición que pide el levantamiento del bloqueo y la participación política?

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Producto de las políticas de la oposición venezolana en los últimos 20 años, surge una tendencia en sectores académicos ideológicamente afines que trata de amoldar la opinión publicada criticando la estrategia de Washington sobre Venezuela en claro deslinde de los fracasos del llamado “plan Guaidó”, uno que impulsa las medidas coercitivas unilaterales (MCU) y, de manera soterrada, la amenaza militar.

Se trata de intelectuales que han mantenido una línea discursiva en los últimos meses que, aunque insiste en cuestionar el carácter democrático de la institucionalidad venezolana, propugna tanto la participación política como el diálogo o la negociación en niveles y plazos distintos, colindando con el reciente comunicado de la Conferencia Episcopal Venezolana que llama a la participación de las venideras elecciones parlamentarias.

El fracaso de Estados Unidos, su desesperación y el liderazgo nulo

Uno de los elementos resaltantes de estas declaraciones es la crítica a la política exterior de Estados Unidos a la que Pedro Benítez, profesor de Historia en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y operador de la extinta Mesa de la Unidad Democrática (MUD), acusa de haber “actuado de una manera muy torpe y descoordinada”.

También Geoff Ramsey, de The Washington Office on Latin America (WOLA), afirma que los anuncios que ha hecho el gobierno estadounidense sobre intervenir y sancionar a Venezuela se debe a que Donald Trump, su presidente, “necesita el apoyo de cierto sector de su base en el estado de Florida”. En su opinión, el halconato que lo respalda ve el tema venezolano como un paso para lograr la transición en Cuba.

Aunque en el antichavismo siempre ha habido voces críticas hacia Estados Unidos, es novedoso que se esté reconfigurando en algunos de sus “expertos” el discurso hacia las fallas de origen que vienen desde Washington, sin renunciar al cambio de régimen hacen alusión a la necesidad de realizar el trabajo interno para que aparezca un liderazgo real desde adentro del antichavismo.

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Por su parte Michael Penfold, miembro del Centro Wilson de Washington y radicado en Caracas, advierte la necesidad del diálogo y a tratar de lograr acuerdos “sin oportunismos” por lo que Estados Unidos tendría que estar dispuesto a retirar las MCU para que el “régimen chavista acceda a sentarse en la mesa aun sintiéndose ganador”.

La encrucijada electoral del antichavismo en su laberinto

Estos forjadores de opinión del antichavismo también hacen alusión al escenario electoral coincidiendo en la necesidad de hacer política, más que impulsar la presión militar o económica.

Ramsey define al derecho a votar como la principal herramienta “para lograr un cambio político que nos lleve a una transición” y Benítez critica la negativa de los partidos del G4 a participar en las próximas elecciones parlamentarias de diciembre: “Si decido no ir, tengo que explicar mi estrategia. La gente necesita un mensaje”.

Este último insiste, además, en la necesidad de plantear el retiro de las MCU a cambio de condiciones electorales, agregando que “tienes que buscar cómo romper la coalición interna”, refiriéndose a la cohesión del chavismo como el problema básico a resolver.

Existe una preocupación notable por parte de este sector respecto a los efectos de las MCU sobre la actual situación económica venezolana, así lo han evidenciado sus declaraciones, en particular los aspectos que conforman la cotidianidad y permiten mantener el tejido social.

De esta manera se va conformando un bloque de personalidades en la oposición venezolana que arguyen en torno a un escenario político que resguarde los derechos básicos de la población en detrimento de la actual estrategia de cambio de régimen, notablemente fallida.

De ello se agarra, por ejemplo, Penfold, quien dice que la pretensión de una “continuidad administrativa” en la presidencia del actual parlamento, por parte de Guaidó, tiene “un basamento legal y constitucional débil”; ante ello, “los diversos países tendrán dudas para reconocer la legitimidad del gobierno encargado porque su período, de acuerdo con la Carta Magna, se vence el 4 de enero de 2020”.

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Se ha insertado en estos sectores opositores contrarios a Guaidó una defensa de la institucionalidad en su discurso, en referencia a los intentos de socavarla desde el plano internacional. El vacío y la noción de “no país” que ofrece el “plan Guaidó” está minando su apoyo en estos y otros factores que continuamente piden diálogo y participación política frente al chavismo gobernante.

Intereses y posiciones contrapuestas

Algunos sectores preponderantes de la burguesía financiera venezolana, a través de analistas y opinadores, comienzan a marcar distancia de errores estratégicos cometidos por Leopoldo López y Julio Borges y a quienes representan.

Es oportuno recordar que en todos estos análisis, centrados en proponer el levantamiento de las “sanciones” económicas-financieras-comerciales contra Venezuela, se recalca la responsabilidad de Guaidó (y Estados Unidos, por mampuesto) en la casi desaparición de la oposición política en país al mismo tiempo que la circulación de capital y los productos de la renta van en picada, aun cuando no dejan de responsabilizar al presidente Maduro.

En marzo pasado el economista venezolano Francisco Rodríguez, vocero de los tenedores de deuda, propuso que la Asamblea Nacional (AN) (de Guaidó, la única que reconoce “legítima”) solicitara a Estados Unidos el levantamiento de las MCU sobre el país para enfrentar las secuelas de la pandemia del Covid-19, asimismo solicitó a Juan Guaidó tanto la información precisa sobre los recursos disponibles en las cuentas (congeladas) del estado venezolano en el exterior como el plan para su uso en la emergencia, dando a entender un señalamiento de poca transparencia por parte de los intereses de Guaidó y su gente.

Al respecto, el medio La Tabla señaló el pragmatismo los sectores representados por Rodríguez al intentar evitar el colapso venezolano por la pandemia estableciendo una administración tutelada por la ONU a través de “agencias internacionales” y los intereses de los acreedores (incluidos clanes familiares-empresariales de la burguesía financiera-terrateniente) para poder cobrar sus acreencias.

La Tabla también hace referencia a la disputa entre la capa financiera-terrateniente de la burguesía venezolana, vencedora en la agudización de las contradicciones frente a la burguesía comercial-importadora, su adversario clasista histórico.

Dos hitos esclarecedores de tal confrontación son el “golpe” del 30 de abril de 2019, tras el cual la AN de Guaidó aprobó el pago de intereses del bono 2020 y la salida de Ricardo Hausmann del “gobierno interino” en agosto de ese año con el desmontaje del esquema de reconocimiento paritario de la deuda comercial.

Venezuela se encuentra en un momento en el que tanto fondos buitre internacionales como elites locales se pelean por sus riquezas (y deudas) aun cuando la República se encuentra sitiada y en franca reestructuración de la política institucional que permita la estabilización hacia un marco económico-social mucho más saludable que el actual experimentado por la población venezolana.

En ese cuadro de pugna interelite y política contra el chavismo se insertan los intelectuales aquí nombrados.

Lo que no se dice del tren descarrilado

Queda claro, entonces, que se plantea una estrategia de desplazamiento del chavismo del poder distinta en estos sectores opositores, en la que prevalece la participación política en pleno sin atrincheramientos ni temor a los pactos, haciendo presente un factor que se deslinda del extremismo violento y pirata que ha caracterizado la actuación del antichavismo.

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Los efectos desastrosos del “plan Guaidó”, sumados a la caída de Trump en las encuestas frente a la candidatura del demócrata Joe Biden para las próximas elecciones estadounidenses, tocan intereses políticos y mercantiles en los sectores que patrocinan o son aliados fácticos de estos intelectuales, por lo que es claro que se ven fuera de un escenario de reconstrucción post-intervención y desean posicionarse ante un eventual triunfo demócrata.

Sin embargo, poco o nada dicen de los recursos robados a Venezuela, ni de las amenazas de intervención aún vigentes, ni del plan tras las cortinas políticas del antichavismo claramente expresado en el contrato a los mercenarios de SilverCorp y la fallida incursión armada de hace unos meses.

Lo cierto es que, paralelo a la reconfiguración de la política y la institucionalidad Venezuela adentro, surgen personalidades que tratan de insertarse en ese marco donde son propicias las alternativas a lo establecido por Washington a la dirigencia antichavista hegemónica. Pareciera que en sus filas algunos recuerdan que la motivación de todo lo ocurrido en los últimos 20 años, al final, sigue siendo política.

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