Los ultrarricos culpan a las clases pobres de la contaminación y el destrozo ecológico que experimenta el planeta. Desde que se dijo que la población mundial había alcanzado los 8 mil millones, el tema de la sobrepoblación ha estado en el centro de la discusión. Pero, ¿de verdad el mundo está contaminado y decadente por culpa de los más pobres?
Verso recoge que los lugares donde la población se ha incrementado más rápidamente son aquellos en los que el dióxido de carbono ha crecido más lentamente, y viceversa. Entre 1980 y 2005, por ejemplo, el África subsahariana produjo 18,5% del crecimiento demográfico mundial pero tan solo 2,4% del aumento de emisiones del CO2. América del Norte produjo 4% de la población adicional, pero 14% de las emisiones adicionales. 63% del crecimiento de la población mundial se produjo en lugares con emanaciones muy bajas.
Los más pobres, por muchos que sean, no producen emisiones significativas, tampoco provocan gran contaminación porque son los que menos consumen.
Las emisiones de gases tóxicos debidas a la quema de combustible, la deforestación impulsada sobre todo por las operaciones comerciales que suministran madera, carne y piensos, son prácticas de los ricos para los ricos, aun cuando se lleven a cabo en zonas pobres.
El autor del documento, David Satterthwaite, del Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo, señala que la vieja fórmula que se enseña a todos los estudiantes de desarrollo —el impacto total es igual a población por riqueza por tecnología (I = PAT)— es errónea. El impacto total debería medirse como I = CAT: consumidores por riqueza por tecnología. Muchos de los habitantes del planeta consumen tan poco que no figurarían en esta ecuación.
¿Cómo culpar a los pobres del cambio climático si no poseen piscinas exteriores a la temperatura del baño durante todo el año, no gastan combustibles ni electricidad en vehículos costosos ni tienen aviones ni yates privados, por poner los ejemplos más inocuos?