Los invitamos a recordar un episodio de la guerra económica contra Venezuela: en enero de 2020, India fue el destino de alrededor de un tercio de las exportaciones petroleras de Venezuela, siendo Reliance Industries y Nayara Energy los principales compradores. Unos meses más tarde, luego de la visita del expresidente estadounidense Donald Trump a la ciudad india de Ahmedabad, la agencia Reuters informaba que las refinadora indias iban a reducir sus compras de crudo venezolano para evitar ser perjudicadas por las sanciones que ejercidas en contra de la industria petrolera venezolana. En octubre de ese año el comercio petrolero entre ambos países se detuvo por completo.

Lo que ocurrió después es una demostración de que las presiones de Estados Unidos para que otras naciones contribuyan con el aislamiento de Venezuela no tienen el objetivo de que ésta "vuelva a la democracia", y en cambio, tienen todo que ver con la necesidad de proteger el poder imperial de Washington en el ámbito comercial y económico, aunque esté en decadencia.

Según el artículo del analista Hari Seshasayee, en 2021 la India compró el 27 % de las exportaciones de crudo de EEUU, subiendo en apenas un año del quinto al primer puesto en el ranking de los principales destinos de las exportaciones de crudo estadounidenses. Esto no habría sido posible de no haberse aplicado las sanciones contra Venezuela para sabotear la venta de petróleo al mercado indio, y por otros dos factores más que Seshasayee menciona en su artículo. Actualmente, la actividad comercial petrolera abarca el 15 % del intercambio de mercancías entre India y EEUU.

Es de ese y no de otro modo que funciona el modelo económico de Occidente: bajo coacción y con amenazas directas o indirectas. Métodos similares están siendo utilizados ahora en Ucrania para evitar que la Unión Europea adquiera gas ruso, y en cambio mantenga a Estados Unidos como su proveedor principal.