Jue. 21 Noviembre 2024 Actualizado 8:41 pm

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Los avances en ciencia y tecnología popular en Venezuela da por el traste el relato "colapsista" para el país (Foto: Ministerio de Ciencia y Tecnología)

Colapso, Polo Científico y ámbito popular de la ciencia

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Aunque parezca una consigna manoseada por la izquierda progre y la legión de "colapsólogos" que cobran bien por promoverla, el colapso de la ciudad capitalista es un hecho inevitable, y sus anuncios son visibles y evidentes. Colapsan Nueva York, San Francisco y toda megalópolis cuando sobreviene un apagón o caen lluvias desproporcionadamente abundantes; colapsa el sistema nervioso colectivo cuando la guerra y el terrorismo truncan el flujo habitual de materias energéticas (alimentarias, combustibles, gas, agua).

No es viable el sostenimiento ni la sustentabilidad de un pasticho o mondongo que consiste en depredar a la naturaleza, y al ser humano que forma parte de ella; el capitalismo funciona o parece que funciona "bien" dentro de determinadas variables. Te sales medio metro de esas variables y llega el caos: colapsas.

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La buena noticia para los venezolanos es de largo plazo, pero cuando se dice sin contexto se confunde con "romantización de la miseria": en estos años y, si afinamos el telescopio, también desde hace mucho tiempo, la hegemonía que moldeó nuestro funcionamiento está entrenando a la actual generación de venezolanos, no para sobrevivir, sino para redescubrir los mecanismos preindustriales, algunos incluso precapitalistas, mediante los cuales es posible vivir al margen de los tentáculos financieros, tecnológicos y filosóficos que nos impusieron como norma.

El apagón generalizado de febrero-marzo de 2019 demostró que somos capaces de sobrevivir sin electricidad, sin transporte a base de combustibles fósiles, sin Internet, sin acueductos y sin políticos de oficio y de carrera. Capaces de sobrevivir y capaces de desenterrar de alguna zona de los olvidos la entidad que desveló durante siete décadas a Simón Rodríguez: podemos y debemos acudir a las posibilidades autóctonas, a la materia y a la clave espiritual del entorno.

En 2019 regresamos en el tiempo a la época en que resolvíamos sin los dispositivos estructurales creados en el siglo XX: fuimos capaces de avanzar al futuro (y en eso estamos) acudiendo a viejas fórmulas olvidadas, desprestigiadas y objeto de burla citadina. Se llama resiliencia, se llama inventiva: discurso salvaje y praxis robinsoniana.

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El avance o desplazamiento por la tortuosa línea de la historia se da en varios planos. Uno de ellos es el popular, el ciudadano genéricamente llamado "pueblo", en su condición de entidad sometida a explotación por muchos siglos. La otra dimensión es la nacional, más bien estatal, motorizada por los planes y acciones administrativas del Gobierno.

Hay otras: la corporativa, la transnacional, la específicamente teledirigida desde los centros del poder hegemónico. Acá abajo nos ocuparemos solo de las dos primeras, así éstas estén mediatizadas y atormentadas por las demás.

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En el caso venezolano, adaptar y echar a andar una lavadora a pedal o manigueta, o generar electricidad a base del pedaleo, molino o cualquier dispositivo capaz de girar mecánicamente, no merece llamarse estancamiento ni retroceso. Una de las razones es que no toda movilización creativa tiene su origen en la parálisis o catástrofe de lo existente, sino en la capacidad que estamos desarrollando para tener conciencia de que vienen o pueden venir momentos de extrema gravedad.

El plano popular del desarrollo tecnológico trae el ímpetu de lo multitudinario capaz de recoger los frutos de un acumulado histórico: Luis Zambrano generaba electricidad con peroles desechados hace 90 años; aunque mucha gente no lo haya leído ni sepa quién es Luis Zambrano, el motor primordial que crea cosas útiles está encendido en millones de Luis Zambrano actuales y potenciales.

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En el plano o dimensión del Estado y la industria pesada también se están dando avances en materia tecnológica, más parecidos a lo que gusta de llamar "ciencia y tecnología" la convención conservadora y burguesa. Lo interesante es que en el Estado venezolano sobrevive y se desparrama la llama chavista que junta la energía del pueblo con la capacidad de crear mecanismos y objetos que le sirvieron al capitalismo (y que ahora fatal o afortunadamente, también nos servirán a nosotros, al anticapitalismo).

Van tres hitos, momentos o políticas fundamentales para empezar a sentir la profundidad de la acción de esta entidad asediada y amenazada llamada Revolución Venezolana:

  1. La creación del Polo Científico-Tecnológico de Venezuela, en un momento como este, revela situaciones de una contundencia descomunal. O más bien pro-comunal: aunque la estructura del Polo es novedosa entre nosotros (ya existen varios "polos" con el mismo nombre o con otros, en varios países) la idea rectora, el sur que lo guía y lo moviliza, es la continuación del verbo y acción de Chávez.
  2. Cuando el Ministerio para Ciencia y Tecnología desarrolló el concepto "Ciencia para la Comuna" (consultar los boletines Apuntes Comunales) se está proponiendo aportar instrumental y en músculo físico la necesidad de avanzar en una tarea pendiente, en la mamá de las tareas: la superación de la era de la ciudad capitalista y el avance hacia la fase o peldaño llamado "Ciudad Comunal".
  3. Ya tiene años de funcionamiento un dispositivo tecnológico medular: la Fábrica de Fábricas o Complejo Industrial Hugo Chávez Frías. Lo de "fábrica de fábricas" permite decir de qué se trata sin desplegarse mucho en la explicación (allí se producen máquinas, herramientas, piezas mecánicas). Afín a este gigante en funcionamiento, se mueve (a pesar de todo) la fábrica VIT de computadoras, teléfonos y otros productos de tecnología digital.

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Conclusiones personalísimas.

  • Nos aterra la idea de que, en nuestra carrera hacia la superación o demolición del paradigma tecnológico y funcional del capitalismo, nos estemos enamorando de la forma de funcionar y del bagaje industrial del capitalismo.
  • El detalle tranquilizador está en que, como decíamos al principio, coexisten dos planos del ser tecnológico, científico e innovador: el que se mueve con combustible estatal y corporativo, y el que el pueblo ejecuta desde hace siglos en su entorno más cercano y con los elementos disponibles. En este último depositaremos nuestras apuestas fundamentales.
  • De regreso a la visión cercana del colapso y de cómo nos afecta: cuando nos organicemos alrededor de la idea central, que debe ser la capacidad del pueblo en los niveles individuales, familiares y comunitarios de la gestión de la energía (de toda forma y fuente energética: alimentos, combustibles, electricidad, agua) y las apliquemos a comunidades pequeñas, iremos independizándonos energéticamente del monstruo que nos ha hecho dependientes y vulnerables: Guri y su sistema generador que todavía debería homenajear con su nombre original (Raúl Leoni) a una de las grandes vejaciones del esquema anglosajón al ser creador venezolano. Generar energía en pequeñas comunidades: viejo y maravilloso plan al que muchos no le ven la tostada, básicamente por creer que todo debe saber a queso.
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