La temporada electoral de este año, cuando más de la mitad de los habitantes del planeta podrá acudir a votar, ha comenzado en Taiwán, donde se celebraron elecciones el 13 de enero. Varios de estos comicios serán determinantes para la política global, desde el sufragio presidencial en Rusia y Ucrania, ambas programadas para marzo, hasta el evento al Parlamento Europeo y la India.
Por supuesto, el proceso que más interés y expectativa despierta serán las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos, cuyos resultados aún lucen impredecibles a pesar de que la batalla por las nominaciones partidistas ya ha empezado con dos candidatos claros: Trump y Biden.
En América Latina y el Caribe seis países, incluida Venezuela, celebrarán elecciones de distinto nivel, entre ellos comicios presidenciales, en un contexto donde la desinformación y las patrañas mediáticas adquieren una relevancia importante.
Recientemente el Foro Económico de Davos publicó el informe Riesgos Globales 2024, en el que afirmaba que, según el estudio realizado, las noticias falsas y la desinformación emergen como el riesgo global más grave previsto para los próximos dos años. Según el trabajo, tanto los actores extranjeros como los nacionales aprovecharán la información errónea y la desinformación para ampliar aun más las divisiones sociales y políticas.
Si bien el foro está bastante cuestionado, el hecho de que reúna a los principales líderes empresariales de Occidente lo convierte en una fuente de información de obligatorio seguimiento, por lo que, más allá de sus adeptos, defensores u opositores, el informe que presentaron este año plantea datos y reflexiones, como la anterior, que no deben pasar desapercibidos.
No se debe perder de vista que este escenario comicial es el ideal para que la industria de la falsificación alcance nuevos niveles de productividad en busca de influir ya no solo en los resultados electorales sino en las percepciones sociales que sobre un tema se tiene. Así, la situación de polarización actual, persistente en algunos países, se convierte en el terreno ideal para el surgimiento de noticias falsas y las manipulaciones mediáticas.
Electoralmente hablando, el objetivo de una campaña de desinformación es crear en la sociedad la percepción masiva de la deshonestidad e ilegitimidad de los procesos, lo que resulta en la desconfianza de una parte importante de los electores y observadores internacionales.
Así, cuando los resultados no se ajustan a las proyecciones de quienes dirigen dichas campañas, ya se ha construido un piso de apoyo en la opinión pública para intentar socavar la legitimidad de las instituciones gubernamentales y desacreditar el Estado en el ámbito internacional.
En la etapa previa a los sufragios, los ataques se dirigen hacia el órgano electoral y sus normas para la realización del evento, por lo que son la base para proyectar una narrativa que sugiere una exclusión deliberada de la oposición y sus candidatos.
Durante la votación, las falsificaciones se enfocan en generar incertidumbre acerca del proceso electoral a través de denuncias de supuestas irregularidades en los centros de votación. Finalmente, en la etapa postelectoral, se suman expertos y analistas que, mediante manipulaciones pseudocientíficas, buscan demostrar que el evento fue fraudulento.
En Venezuela tenemos mucha historia que contar al respecto. El antichavismo suele llevar a cabo este tipo de operaciones en paralelo con su participación en comicios de distintos niveles. En este sentido, puede destacarse que en los últimos 25 años la oposición venezolana ha oscilado entre el descrédito abierto al sistema electoral y la convocatoria a la abstención, a un tibio reconocimiento hacia aquel que le permita participar en los procesos electorales, pero sin dejar de insistir en el uso de narrativas falsas sobre fraudes y garantías electorales que nunca logran comprobar.
A esta industria, consolidada con el uso de las redes sociales, hay que añadir la introducción de la influencia de la inteligencia artificial (IA). La combinación de textos, imágenes, audios y videos generados por IA es una herramienta que facilita la posibilidad de difuminar los límites entre lo real y lo ficticio, con el fin de potenciar la manipulación de la opinión pública.
La batalla contra la generación de patrañas mediáticas y la desinformación en un contexto electoral pasa, necesariamente, por un acuerdo político entre los actores participantes que reconozcan, con responsabilidad, las reglas del juego electoral y se comprometan de cara al fortalecimiento democrático del país, a aceptar los resultados sin dilaciones ni cuestionamientos que socaven la credibilidad de la institución del voto. El detalle se presenta cuando parte de los factores, como ocurre en Venezuela, mantiene agendas más allá de lo electoral y lo democráticamente aceptable.