La victoria electoral de Donald Trump en EE.UU. marca el regreso a una política energética centrada en aumentar la producción interna de petróleo y gas en aras de reducir la dependencia de los hidrocarburos extranjeros o, al menos, esa es la intención.
Trump aseguró que desarrollaría "el oro líquido bajo nuestros pies", en referencia a las reservas nacionales de esos recursos, lo que reaviva el espíritu del lema "Make America Great Again" de 2017.
"Primero terminaré con la cruzada antienergía de Kamala Harris y luego implementaré una política de abundancia, de independencia e, incluso, de dominio energético. Tenemos más oro líquido bajo nuestros pies que cualquier otro país", ofrecimiento que hizo en septiembre de 2023 con el lanzamiento de la Agenda 47, que fue su plataforma para mostrar su oferta política.
Aunque la energía no ocupó el centro de su campaña, el empresario republicano la vinculó con la economía, el tema clave que le dio el triunfo. En aquella ocasión, cuando prometió de manera ambiciosa que llevaría los costos de la energía de Estados Unidos a los niveles más bajos del mundo, afirmó que así frenaría la inflación y dispararía la creación de empleos.
"Inmediatamente emitiré una declaración de emergencia nacional para lograr un aumento masivo en el suministro de energía doméstica. Para emitir aprobaciones rápidas para nuevas perforaciones, nuevos oleoductos, nuevas refinerías. Los precios caerán inmediatamente en anticipación de esta tremenda oferta que podemos crear rápidamente. Pondré fin al Green New Deal, al que llamo la Nueva Estafa Verde", continuó en su manifiesto en la Agenda 47.
De acuerdo con sus discursos, se avizora un enfoque de política que beneficiará a la industria del fracking al fomentar las actividades de perforación de crudo. Esta estrategia tiene como objetivo incrementar la producción de petróleo, lo que podría resultar en una sobreoferta en el mercado y, por ende, en la reducción de los precios del rubro.
Mayoría en el Senado
La obtención de la mayoría en el Senado en favor del Partido Republicano facilitará los nombramientos estratégicos en departamentos con mayor peso en esta materia, situacion que permitirá a Trump implementar sus políticas sin mayores complicaciones. Senadores republicanos como John Thune han expresado su compromiso de "renovar el dominio energético de Estados Unidos", lo que indica un esfuerzo conjunto para reorientar la política energética nacional.
De hecho, se espera que dentro de dos a tres semanas anuncie los puestos de alto perfil de su gabinete, con lo cual ofrecerá una visión inicial sobre la dirección que tomará su administración, pero será al cierre del primer trimestre cuando se podrá ver con mayor claridad la hoja de ruta que aplicará.
Entre las instancias ejecutivas claves destacan el Departamento del Interior y el Departamento de Energía, además del Departamento del Tesoro, que desempeña un papel fundamental en la imposición de sanciones ilícitas a países productores de petróleo.
El Departamento del Interior es responsable de la gestión de casi todas las tierras públicas en Estados Unidos. Durante su presidencia anterior Trump promovió una política energética de "perforar, perforar, perforar" mediante la facilitación de permisos de arrendamiento para la extracción de petróleo, gas y carbón.
Uno de los múltiples precedentes sobre ello está en abril del 2017, cuando Trump firmó una Orden Ejecutiva para expandir la perforación offshore y revocar las decisiones de la administración Obama relativas a retirar del arrendamiento ciertas áreas de la Plataforma Continental Exterior en Alaska y en la costa atlántica. No será sorpresivo que aplique tal metodología en esta ocasión.
Su gobierno podría revertir las normas de regulación ambiental implementadas por la administración Biden a través de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, según siglas en inglés). El magnate ha criticado duramente esa legislación, al considerarla una carga innecesaria para los contribuyentes.
Los subsidios y créditos fiscales de la IRA para energía renovable podrían ser derogados, especialmente si la Cámara también cae bajo control republicano, cuestión que resulta altamente probable.
Tener una mayoría de ese partido tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes le brindaría una amplia ventaja, que permitiría al ahora presidente impulsar un corpus legal con menos obstáculos que en su mandato anterior y facilitaría las reasignaciones presupuestarias hacia el apoyo a la industria de los hidrocarburos.
Contribuyentes de la industria
En mayo de 2024 el Washington Post reveló en una exclusiva que Donald Trump sostuvo un encuentro privado con altos ejecutivos de las principales petroleras estadounidenses, entre ellas Chevron, Exxon y Occidental, en el cual les solicitó una recaudación ambiciosa de mil millones de dólares a cambio de promesas de desmantelar inmediatamente docenas de políticas y normas ambientales.
Este acercamiento fue la antesala de una relación cada vez más cercana entre Trump y el sector de los combustibles fósiles, que ha comenzado a extender su apoyo financiero en magnitudes sin precedentes.
Para octubre, el republicano había logrado una recolección histórica en comparación con sus campañas presidenciales anteriores. Los datos de donaciones muestran que el sector petrolero y gasífero le había aportado ya unos 14,1 millones de dólares, que si bien no punteó en el listado de contribuyentes —los 150 millones de dólares aportados por Timothy Mellon o los más de 100 millones de Elon Musk—, expresan registros que son solo la punta del iceberg pues se estima que las contribuciones totales del sector han alcanzado los 75 millones de dólares, suma dirigida tanto a la campaña de Trump como al Comité Nacional Republicano y otros comités asociados.
El respaldo de esta industria se extiende más allá de las compañías más conocidas, involucra a un entramado mucho más amplio de actores. "El apoyo de la industria petrolera a Donald Trump es mucho más profundo de lo que la gente cree", afirmó Alex Witt, asesor de Climate Power, quien subraya que la red de respaldo incluye no solo a grandes petroleras sino también a empresas de servicios y refinación, con importantes intereses financieros en la estructura energética de Estados Unidos. Esta alianza no es casual: ejecutivos y empresas ven en Trump un escudo que protegerá sus beneficios en un contexto de creciente presión por transitar hacia energías limpias.
Las donaciones de las empresas de hidrocarburos a Trump solo son superadas por los grupos de interés conservadores, los cuales a su vez reciben una significativa financiación de los mismos intereses petroleros. Energy Transfer, empresa de transporte de gas natural y propano, destaca con una contribución de más de 10 millones de dólares, cifra que la consolida como una de las mayores donantes individuales hacia la campaña del candidato republicano.
Mientras tanto, las miradas del Congreso también se han posado en este flujo de dinero. El senador Sheldon Whitehouse, presidente del Comité de Presupuesto del Senado, ha iniciado una investigación sobre las donaciones de la industria petrolera. En su análisis, recordó un informe del Fondo Monetario Internacional que estima en 700 mil millones de dólares los subsidios que las empresas de combustibles fósiles reciben anualmente en Estados Unidos. Tales fondos, sumados a los aportes privados, reflejan el peso que este sector continúa teniendo en la esfera política.
La campaña de Trump capitalizó dicho apoyo durante sus últimos actos de recaudación de fondos, con eventos en Houston y Midland, Texas. A principios de octubre Eric Trump y su abogada Alina Habba participaron en una recolección organizada en Oklahoma City por Robert Hefner IV, líder de Envision Exploration, una compañía petrolera. Simultáneamente J.D. Vance, compañero de fórmula de Trump, asistió a eventos similares en Nueva Orleans y Dallas, respaldados por ejecutivos de empresas claves en el sector energético, como Moncrief Oil y Charter Holdings. Este último, liderado por Ray Washburne, quien también preside Sunoco LP, aportó más de 550 mil dólares a la causa.
Entre los contribuyentes destaca Tim Dunn, director ejecutivo de CrownQuest Operating, quien ha donado cinco millones de dólares al comité MAGA. Dunn, un ferviente crítico de las políticas climáticas, ha apoyado en diversas ocasiones a grupos proTrump que promueven una visión escéptica del cambio climático. Otros nombres relevantes incluyen al magnate del carbón Joseph W. Craft III, con una donación de dos millones de dólares, y al multimillonario Paul Singer, cuya firma ha invertido en empresas de gas y petróleo.
También figuran Kelcy Warren, director ejecutivo de Energy Transfer, quien contribuyó con casi 6 millones de dólares, y Timothy Dunn, jefe de la petrolera CrownQuest, con sede en Texas, quien aportó otros 5 millones. Por su parte Harold Hamm, fundador de Continental Resources, movilizó a empresarios de la industria para sumar respaldo a Trump, destacando que "tenemos que hacer esto porque es la elección más importante de nuestras vidas".
En suma, la industria del petróleo y el gas se consolidó como la cuarta fuente de financiamiento más importante para la campaña de Trump, escalando seis posiciones respecto al ciclo electoral de 2020.
La fuerte apuesta de las empresas petroleras en apoyo al candidato republicano refleja un claro interés en eliminar los obstáculos regulatorios. Las corporaciones buscaron en su administración un aliado que facilite una expansión sin precedentes en la perforación y extracción del recurso, en virtud de un entorno legal más favorable.
La promesa del próximo presidente estadounidense de reducir controles representa para el sector la posibilidad de ampliar su margen de acción, una oportunidad que consideran crítica para su futuro en el contexto de la competitividad energética global.
Política exterior
En general, la política exterior de Trump en materia de energía se proyecta hacia consolidar la hegemonía estadounidense en la arena internacional —por ser el principal productor de petróleo del mundo— y hacia ajustar las cuotas en el mercado global a los fines de monopolizar y ser el proveedor de energía más relevante. Probablemente renovará una estrategia de autarquía energética mediante el incentivo de la producción nacional de petróleo y gas mientras desafía a competidores extranjeros.
Entre sus primeros movimientos podría incluir el fin de la moratoria de la administración Biden sobre nuevos permisos de exportación de Gas Natural Licuado (GNL), similar a la de su primer mandato, en busca de que Estados Unidos aumente su presencia en el mercado global de gas y petróleo.
El republicano fue uno de los mayores promotores del desarrollo del GNL, presentándolo como una alternativa a la dependencia europea del gas ruso. Su oposición histórica al proyecto Nord Stream II, que facilitaba el transporte de gas ruso a Europa, se alinea con su visión de reducir la influencia del país eslavo sobre el mercado energético europeo.
Por otro lado, la estrategia de Trump hacia países petroleros bajo sanciones, como Venezuela, se centraría en el uso de licencias y restricciones de manera táctica, según los intereses de su administración. Es probable que Trump adopte una estrategia multifacética y calculada con respecto a Venezuela, manteniendo las sanciones ilegales para evitar una mayor entrada de crudo venezolano en el mercado estadounidense, aunque podría jugar con flexibilidades o con mayores restricciones en las exenciones según el comportamiento del mercado y sus precios.
"Hace apenas tres años éramos independientes en materia de energía pero ahora le rogamos a Venezuela que nos dé su petróleo. Y sin embargo tenemos mucho más que cualquier otro país. No hay ningún país, Arabia Saudita, Rusia, nadie, que tenga lo que tenemos nosotros", decía en un video de campaña.
Esta política no se basa solo en el control de la oferta sino también en restringir aquellos países que considera adversarios geopolíticos.
En relación a Asia Occidental se espera que Trump mantenga una relación pragmática, caracterizada por alianzas con países como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, los cuales siguen siendo fundamentales en el mercado petrolero global. En su mandato anterior Trump fortaleció lazos con estos países en búsqueda de estabilidad en el mercado y de contrapeso ante Irán.
No obstante, la atención se la llevará China. Probablemente continúe una política de desacoplamiento comercial y tecnológico, especialmente en la fabricación de tecnologías limpias y minerales críticos.
Como parte de su estrategia, podría imponer más aranceles a productos chinos, incluso sobre aquellos relacionados con la energía y la tecnología, en un intento por reducir la dependencia estadounidense de los suministros chinos. Esto podría afectar la demanda global de energía y dar lugar a ajustes en los precios, lo cual complicaría las dinámicas del mercado.
En cuanto al sector de vehículos eléctricos, Trump podría adoptar una postura ambivalente. Aunque ha mostrado simpatías por los combustibles fósiles y desconfianza hacia algunas políticas ambientales, su estrecha relación con Elon Musk podría impulsar algunas políticas de incentivo hacia los vehículos eléctricos, especialmente por aquellos de producción nacional.
Musk, al ser uno de los grandes contribuyentes de su campaña, representa una influencia significativa que podría moldear un enfoque en el que se impulse tal tecnología como parte de la diversificación de la oferta de energía, sin comprometer el impulso de combustibles fósiles.
Sea como sea, el retorno de Trump al poder promete una reestructuración del mercado global, enfocada en mantener la supremacía de Estados Unidos. Con una agenda de "perforar, perforar, perforar" buscaría no solo asegurar precios internos bajos sino también ganar cuotas en el mercado global.