El 13 de marzo, el ejército ruso destruyó los centros de entrenamiento de las Fuerzas Armadas de Ucrania en el campo de entrenamiento de Yavoriv y el pueblo de Starichi, donde se entrenaron mercenarios y voluntarios extranjeros.
El ataque dirigido a esa instalación militar en la región de Lviv fue confirmado por el Ministerio de Defensa de Rusia. Según el departamento, 180 mercenarios y un gran lote de armas fueron destruidos.
Tras este ataque, algunos extranjeros que iban a luchar por Ucrania decidieron regresar urgentemente a casa. Las imágenes y videos de sus testimonios comenzaron a circular por las redes sociales, y entre ellos, aparecieron mercenarios brasileños, como Jefferson Kleidin, quien tras cruzar la frontera hacia Polonia subió una foto de su mano vendada con el texto: "Gracias a Dios por otro día de vida. Triste por los amigos que perdieron la vida en el ataque a nuestra base".
Another Bolsonaro supporter cosplaying with the foreign mercenaries in Ukraine made it out of the training base near Mukachevko before the Russian missile strike. From Poland, Jefferson Kleidian posted a selfie on his socials, thanking God for another day of life. pic.twitter.com/6d3PjFupQI
— BrianMier (@BrianMteleSUR) March 15, 2022
Resuena bastante la participación de extranjeros tan lejanos geográficamente de Ucrania. Sin embargo, en cuanto al fortalecimiento del extremismo de derecha y los grupos neonazis, Brasil (sobre todo con el gobierno de Jair Bolsonaro a la cabeza) tenía de antemano visibles y denunciadas conexiones con Kiev.
Viajó a Ucrania y se hizo FEMiNazi: la historia de la brasileña Sara Winter
En un artículo para MintPress News, el periodista Brian Mier hace un breve repaso histórico que muestra de dónde parte la tendencia en Brasil a la formación de movimientos neonazis.
Durante la década de 1930, Brasil fue el hogar del partido nazi alemán más grande fuera de Europa y tenía un movimiento fascista indígena mucho más grande, llamado integralistas, que intentó promulgar un golpe en 1938. El golpe fue aplastado pero la ideología perduró en un país que ya sufría de un severo racismo estructural por ser el último lugar de las Américas en erradicar la esclavitud.
Sin embargo, en la historia reciente este fenómeno ha ido creciendo con mayor fuerza, especialmente con el ascenso a la política del actual presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. Los datos lo corroboran:
- Desde que Bolsonaro llegó a la presidencia en 2019, los grupos neonazis en Brasil aumentaron en un 270%.
- Actualmente, existen 530 células neonazis operando en el país, según la profesora de antropología e investigadora nazi Adriana Dias.
El artículo también reseña un episodio contemporáneo que explica cómo los grupos neonazis ucranianos, como el Batallón Azov, han establecido contactos en el país latinoamericano. Toma el caso de Sara Fernanda Giromini, alias "Sara Winter", una mujer oriunda de Sao Paulo que, siendo una joven adolescente ya relacionada con grupos extremistas de derecha en Brasil, conoció a neonazis ucranianos y rusos por la red social VK. En 2011 viajó a Ucrania, donde fue recibida y entrenada por la organización FEMEN. De regreso a Brasil, formó una célula de la organización en su país.
FEMEN Brasil cerró después de una serie de denuncias de sexismo y corrupción. FEMEN Ucrania dijo que no tenía nada que ver con la organización brasileña ni su fundadora, una clara contradicción con los hechos, puesto que en 2012 Giromini fue arrestada durante una protesta de FEMEN en Kiev. Ella refiere que le pagaban 2 mil dólares por protestar en las calles de la capital ucraniana.
"Ucranizar Brasil"
La organización terminó pero Giromini no renunció a sus contactos neonazis del Batallón Azov y el Batallón Fénix, y comenzó a invitarlos a Brasil.
En 2016 se descubrió que el Batallón Azov estaba reclutando voluntarios en siete ciudades del estado sureño de Rio Grande do Soul (lugar con una tradición fascista constituída) para llevarlos al combate en la región del Dombás.
La neonazi brasileña hizo campaña a favor de la candidatura de Bolsonaro, y una vez que él asumió el cargo, empezó a presionar por "ucranizar Brasil". Cuenta Mier:
Giromini, en ese momento un miembro vocal del movimiento contra el aborto, hizo una fuerte campaña a favor de Bolsonaro. Después de que él asumió el cargo en 2019, ella inició un llamado público para "ucranizar Brasil". Muchas de las figuras públicas más reaccionarias asociadas con Bolsonaro, como el legislador abiertamente fascista de Río de Janeiro, Daniel Silveira, se unieron a la campaña. El profesor Dias dice: "La táctica de Azov siempre ha sido traer un grupo de 300 personas a una ciudad y, a través de actividades de capacitación con los lugareños, iniciar un movimiento de extrema derecha". Giromini se mudó a Brasilia y comenzó una organización llamada "grupo de los 300" para ayudar a generar apoyo para la ucranización de Brasil.
En 2020, después de que la Corte Suprema de Brasil bloqueara uno de los intentos de Bolsonaro de eludir la Constitución, el grupo de 300 de Giromini acampó en la explanada nacional, realizó una serie de protestas con antorchas tiki frente al edificio del tribunal y disparó fuegos artificiales. Posar para selfies con armas, citó por violencia contra los ministros de la Corte Suprema; el 15 de julio de 2020, la Corte Suprema ordenó su arresto. Después de dos semanas en la cárcel, le dieron un brazalete en el tobillo, la transfirieron a arresto domiciliario y le ordenaron mantenerse alejada de las redes sociales. Ella ha estado allí desde entonces.
Entretanto, la presencia de banderas y símbolos de ideologías de extrema derecha de firma ucraniana se hicieron más comunes en protestas de simpatizantes de Bolsonaro.
En 2020, un exsoldado y consultor de seguridad llamado Alex Silva, que vive en Kiev desde 2014 y dice ser miembro de una "fuerza policial voluntaria auxiliar" allí, desató una controversia en los medios que condujo a un descargo de responsabilidad oficial de la embajada ucraniana cuando izó una bandera roja y negra de Pravy Sektor en un camión con sonido en un mitin de Bolsonaro y fue fotografiado caminando entre la multitud usándola como una capa.
Silva se hizo una figura de inspiración en Internet para los grupos de derecha brasileños. De regreso en Kiev, ha estado subiendo videos de las cuadrillas paramilitares armadas que dirige.
En el artículo de MintPress se cita a Leonel Radde, un concejal de Porto Alegre que ha investigado a los grupos neonazis de Rio Grande do Sul. Radde señala que, desde los símbolos que adoptan esos grupos hasta las tácticas que utilizan, son copias del movimiento neonazi en Ucrania, sobre todo de sus acciones en el golpe de 2014.
Lo que se está intentando determinar es si los grupos brasileños copian ese modelo de manera espontánea por lo que ven en Internet o si detrás hay financiamiento ucraniano, u occidental. Se debe tener en cuenta que Giromini "pasó un tiempo cerca de Porto Alegre haciendo trabajo de organización y ella empezó todo esto", dice Radde.
Una de las consecuencias inmediatas de ello la estamos viendo hoy en Kiev. Decenas de brasileños formados en células neonazis se han enlistado en la embajada ucraniana en Brasilia para apoyar al movimiento extranjero que los influenció.
Aunque los refuerzos brasileños no han sido de ayuda para detener la operación de "desnazificación" llevada a cabo por las Fuerzas Armadas de Rusia en Ucrania, no aminoran las amenazas que pueden desencadenar a lo interno de la nación brasileña, al permitir (y en el caso del bolsonarismo, promover) el esparcimiento de ideologías extremistas y la consolidación de células armadas defensoras de las mismas.