Cuando se trata de señalar a los responsables que están detrás de las decisiones estadounidenses sobre Venezuela, la respuesta lógica es la Casa Blanca y, por consiguiente, el Departamento de Estado. Esta última es la entidad que se encarga de diseñar y aplicar la política exterior estadounidense y que, junto con el Congreso, también tiene un peso en decisiones ejecutivas a través de la formulación de leyes que luego pasan por la rúbrica presidencial.
Pero poco se habla de quiénes mueven los hilos de poder en relación con Venezuela. Las corporaciones están presentes de manera omnipotente en la dinámica del poder estadounidense; se podría decir que están a cargo como actores determinantes detrás de la cortina. En el caso venezolano, el capital financiero y energético tienen una preeminencia en la toma de decisiones en Washington, D.C., aun cuando poco se informa sobre su ascendencia.
Y esto último no es casualidad. Se trata de los autores intelectuales que han mandado a disparar el gatillo u oprimir el botón de lanzamiento, acciones que nunca han sido ni serán reportadas pero que, mediante el análisis y la lectura de los hilos que entretejen el poder estadounidense, pueden discernirse y hasta identificar quiénes soportan tales decisiones.
Para presentarlos de manera cabal, primero hay que hablar de los intereses financieros del capitalista buitre Paul Singer, quien da respaldo a un sector político que representa el estado de Florida en el Senado, una de las claves para comprender el asedio norteamericano contra Venezuela.
Florida y el mandato financiero
Marco Rubio, senador por el estado de Florida, es el más vocal de las caras visibles del establishment republicano en cuanto a Venezuela se refiere, un político de ascendencia cubana que ha ido en ascenso durante las últimas dos décadas con el apoyo de una franja considerable de la mafia cubano-estadounidense y los habituales de Doralzuela al sur de la región en cuestión.
Este personaje ha gozado del respaldo de un sector de Wall Street, la famosa calle de New York donde se encuentra la bolsa y se mueve principalmente el mercado de valores en este hemisferio del planeta. Desde que el milmillonario Paul Singer apostara por él en 2015, donando millones a su campaña a las primarias del Partido Republicano para las elecciones presidenciales de 2016 —en la que terminó saliendo triunfante Donald Trump—, se considera a Rubio como una de las cartas del inversor en los pasillos políticos de Washington, D.C.
Singer escribió en aquella oportunidad que Rubio "está acostumbrado a pensar en la política exterior estadounidense de manera responsable", y lo describió como un político "informado y asertivo".
Anteriormente apoyó a otros eminentes republicanos, entre ellos a George W. Bush y Mitt Romney. Aunque luego de ganar las presidenciales donó dinero para la inauguración de Trump en la Casa Blanca —aun cuando Rubio era su preferido para el puesto—, no le dio respaldo en 2019 para enfrentarse a Joe Biden.
Pero su nexo con el establishment político no se limita al Partido Republicano: la firma de abogados Lowenstein Sandler, de la que el senador Robert "Bob" Menendez —senador por Nueva Jersey del Partido Demócrata— forma parte, representó a Elliott Investment Management, el fondo buitre más famoso de Wall Street y propiedad de Singer, en un juicio contra Argentina en una corte de Nueva York.
Menendez, cuyos padres también son de origen cubano, tiene una carrera dilatada en Washington, D.C. Desde 2013 funge como presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, puesto desde el cual ha impulsado agendas legislativas contra Irán, Corea del Norte, Rusia, y asimismo ha sido muy vocal sobre Venezuela, incluso desde antes de que Rubio tomara posesión de dominio sobre el tema.
La relación del senador demócrata con el capital financiero no termina con Singer, pues también forma parte de los comités senatoriales relacionados con las finanzas y la banca de su país, además de haber sido acusado de corrupción por fraude y soborno.
Singer ha estado manteniendo su activismo político por la exigencia de desregular aún más el sector financiero estadounidense —sobre lo que ha escrito en The Wall Street Journal—, fundando y financiando organizaciones políticas o relacionadas con la gestión pública-privada, fundaciones filantrópicas e instituciones formativas con ese propósito.
También es un fuerte partidario de Israel como elemento esencial de la política exterior estadounidense, además de abogar por la agenda LGBTQ.
Su ascendencia en los círculos republicanos se debe al influjo financiero, obtenido a través de la depredación capitalista de la que hace gala en nombre del libre mercado. Singer es un capitalista buitre de alto nivel con experiencia y éxito en Sudamérica y África en la caza de activos y pasivos por depredar.
El multimillonario es dueño de Elliott Investment Management y NML Capital Limited, dedicados a comprar deuda en riesgo a empresas y Estados para luego ir tras el pago íntegro y con intereses a través de tribunales, práctica propia de los fondos buitres. Así lo hicieron con Perú, Argentina y la República del Congo, los casos más renombrados por el nivel de influencia que tuvieron las compañías de Singer en la asfixia financiera sobre dichos países por el cobro de ganancias.
Singer y la "máxima presión"
Con intereses propios de los sicarios financieros, el sionismo israelí y el conservadurismo libertario, Paul Singer es uno de los jugadores fundamentales del capitalismo financiero estadounidense detrás de los recursos y activos de Venezuela.
Un trabajo de investigación realizado por la periodista Whitney Webb de 2019 muestra que los funcionarios claves y portavoces más furibundos que diseñaban y apoyaban las medidas de la administración de Donald Trump contra nuestro país trabajaban en torno a un think tank: American Enterprise Institute (AEI), financiado, entre otros, por Singer.
John Bolton, Elliott Abrams, pero también Mike Pence y Mike Pompeo, han formado parte o participado regularmente en las actividades del AEI, todos ellos altos funcionarios del gobierno de Trump y que buscaron por diferentes vías hacer efectivo un cambio de régimen en Venezuela.
De acuerdo con Webb, los hilos en torno a ese think tank entretejen una trama donde el capital de Singer, la diligencia de los funcionarios de Washington, D.C. y los intereses agroindustriales de Bayer —para derogar la Ley de Semillas a favor del mercado del roundup de Monsanto— intentaron pujar por la deposición del presidente Nicolás Maduro mediante la emergencia de un "gobierno interino" liderado por el exdiputado Juan Guaidó.
Singer además tiene participación accionaria en Bayer, y pagó 60 mil dólares a Roger Noriega en 2007, mientras este era funcionario de Bush hijo, "para cabildear en los asuntos de deuda soberana y por 'la promoción federal en nombre de los inversionistas estadounidenses en América Latina'. Durante el tiempo en que Noriega estuvo bajo la nómina de Singer, escribió artículos vinculando a Argentina y Venezuela en el inexistente programa nuclear de Irán. En ese tiempo Singer estuvo persiguiendo agresivamente el gobierno de Argentina en un esfuerzo por obtener más dinero de ese país antes del impago de la deuda soberana", cuenta Webb.
Si bien el acaudalado en cuestión no ha sido muy vocal respecto a nuestro país, cuenta Webb que:
"un directivo de larga data del fondo financiero de Singer, Jay Newman, recientemente dijo a Bloomberg que un gobierno de Guaidó reconocería que los acreedores internacionales ‘no son el enemigo’, e insinuó que el mismo Newman estaba ponderando si unirse a la creciente ‘lista de bonos veteranos que ya comenzaron a cotizarse, anticipando la reestructuración de una deuda de 60 mil millones de dólares una vez que el apoyado por Washington, Guaidó, derroque al presidente Nicolás Maduro y tome el control’. Además, el Washington Free Beacon, que está ampliamente financiado por Singer, ha sido un defensor verbal del cambio de régimen en Venezuela por parte de la Administración Trump".
Newman es un experto en deudas soberanas y corporativas, con experiencia en gestionar para Elliott Management la cobranza a partir de una orden judicial para el pago total de las notas de deuda en mora de Argentina, incluida una búsqueda global de activos del Estado para incautarse. A los fondos buitres les advirtió que la misma fórmula no iba a servir para cobrar deudas a Venezuela debido a su condición de "Estado paria" y el bloqueo financiero ante el concierto internacional liderado por Estados Unidos, aconsejándoles otra hoja de ruta para la consecución de sus negocios.
Es resaltable el perfil de una consultora política con carrera de funcionaria en el Departamento de Estado durante la administración Trump, Carrie Filipetti, quien comenzó su recorrido en el área financiera de The Paul E. Singer Foundation, fundación supuestamente filantrópica que se centra en "apoyar las políticas económicas de libre mercado y procrecimiento, el estado de derecho, la diversidad intelectual en los campus, la seguridad nacional de Estados Unidos, la libertad individual, el futuro de Israel y el pueblo judío, así como los esfuerzos en la igualdad LGBT y la innovación en la prestación de servicios de salud".
Filipetti fue asesora de Nikki Haley, embajadora estadounidense ante la Organización de Naciones Unidas (ONU), durante los años en que la política de "máxima presión" contra Venezuela llegó a punto de ebullición, y fungió como subsecretaria adjunta para Cuba y Venezuela en la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado durante el periodo Trump. Filipetti es considerada una ficha política de Singer y continúa enfocándose desde The Vandenberg Coalition, think tank de política exterior cuyo presidente es nada más y nada menos que Elliott Abrams, a contribuir en los "esfuerzos para enfrentar las dictaduras latinoamericanas en Cuba y Venezuela".
Todo ello es una clara muestra de que hay sectores de Wall Street haciendo un seguimiento exhaustivo al mercado de deuda venezolano y los pasos del gobierno estadounidense para un cambio de régimen en Venezuela, con Singer de protagonista en este capítulo financiero, teniendo en cuenta que el origen del dinero marca la pauta de la política estadounidense.
Otros factores del capital financiero estadounidense también han financiado las aventuras políticas de figuras que tienen a Venezuela en su agenda de intervención —que expondremos en la próxima entrega—, lo que confirma que sobre el país se cierne un cúmulo de intereses particulares en torno a sus finanzas futuras y su impronta energética.